Educación como Práctica de la Libertad






por Rudinei Orlandi.
¿Qué es educación?

Para contestar esta pregunta nos apoyaremos en la obra de Paulo Freire, Educación como práctica de la libertad. Partiremos de definiciones del autor sobre educación para un intento explanación de ambos conceptos, educación y educar.

El autor empieza diciendo que la Educación tiene dos facetas.
Una para el hombre objeto, la que domestica y congela su capacidad de pensar y de gerencia.
Y la educación para el hombre sujeto, que es liberadora fomentando la gerencia, la participación en la sociedad y la consecuente lucha por sus derechos.

Se puede decir entonces estas dos perspectivas en la Educación generan forma de ser en el hombre. El que pasa por un proceso educacional del objeto, aquél de puras palabras vacías y sin sentido resulta una persona acritica incapaz de ver y razonar sobre su entorno y su situación, muchas veces desesperanzadora, opresora.

Sus sentidos están anestesiados, acostumbrado a la opresión llegando a pensar que es normal. Comúnmente viven en realidades inhumanas y no sientan la necesidad de cambio.

Pero el hombre que paso por un proceso educacional del sujeto es capaz de ver su entorno opresor y oponerse a él, luchar por sus derechos, salir de la opresión a una mayor dignidad de vida.

Curiosamente si analizamos nuestro entorno vemos que los primeros son mucho más que los últimos, reflejo de una educación vacía de sentido y de significado.

Como vimos la educación determina el ser de la persona y puede conducirla a la libertad o a la sumisión. (Cf. Freire p. 26).

La educación por lo tanto no puede ser un palabrerío hueco, vacío de sentido que estimula la palabra Fácil (Cf. Freire p. 89).
Hablamos aquí de la educación del objeto, no del sujeto, que se vuelve en puras repeticiones de palabras que no tienen sentido para el educando. Son cosas que entran por un oído y salen por el otro sin causarle ningún impacto en su vida, no le significa nada.

En donde comúnmente vemos los estudiantes entediados y rabiosos por tener que estudiar; es el hacer por obligación que despierta el repudio envés del interés por la novedad evolucionando como persona.
Consecuentemente al final de su proceso termina como entró, sin haber asimilado nada más que unas palabras nuevas y desconexas que no le significan cosa alguna. Por esto que “la educación no puede ser memorización de palabras vacías, creadoras de conciencia ingenua, no fomentando la conciencia crítica, y así tratando los problemas ingenuamente y superficialmente los asuntos” (Freire, p. 91). Porque en caso de que esto pase, no estaremos educando sino que deseducando.

Hay entonces que cambiar de actitud, abandonar los antiguos hábitos de pasividad y adquirir hábitos de injerencia y de libertad (Cf. Freire p. 89).
La educación, no solo en Brasil, sino que en muchos países, principalmente en Latino América, ha sido impregnada con un tinte de pasividad, aniquilando el poder de pensar.
Quizás este sea un factor que ayude a determinar si un país es de primer o de tercer mundo. Por lo tanto es necesario una educación con una cara nueva, donde conduzca el sujeto a pensar, a analizar su situación y a tomar una posición crítica por la cual podrá luchar por mejoraras en sus condiciones. Porque “todo lo que lleva a la pasividad y la memorización nos pone a la margen de la educación y no es auténtica” (Freire p. 92), porque, valga la redundancia, deseduca.

Educación por lo tanto debe ser valiente dispuesta y lista a discutir con el hombre actual su posición social, que lo lleve a una nueva posición frente a los problemas de su tiempo y de su espacio.
Al mismo tiempo una posición de intimidad con ellos, de estudio y no de mera peligrosa y molesta repetición de afirmaciones desconectadas de sus mismas condiciones de vida. (Cf. Freire p. 88).

“La educación tiene que fomentar en el educando su poder de crear, de trabajar y de discutir precisamente. Es un acto de amor y no de valor. No puede temer el debate el análisis de la realidad. No puede huir de la discusión creadora bajo la pena de ser una farsa”. (Cf. Freire p. 92).
Es decir, liberadora que valientemente lleva al Hombre a una posición crítica en relación a su realidad.

Con esto, apoyándose en nuestro autor hemos intentado decir que la educación es una práctica que debe conducir el hombre a la libertad de espíritu, a ser persona, y no un puro palabrerío que no le sirve ni significa nada. Porque, en Brasil, estamos acostumbrados a educar los niños diciendo “eva vió la uva” pero ellos no conocen ninguna Eva ni que es uva, es decir, hueco y sin significado.

Porque no educar diciendo “cuanto menos educación, más corrupción”… pensamientos que al mismo tiempo que les enseña a escribir, les crea una concepción de su realidad.
Educar entonces es un acto que respeta el hombre en su vocación de sujeto (Cf. Freire, p. 26), es decir, respetando su proceso lo conduce a la libertad porque lo confronta y lo hace percibir los verdaderos entornos causantes de opresión en su realidad.

Es, por lo tanto, una praxis verdadera y liberadora del hombre sobre el mundo, para transformarlo (Cf. Freire, p. 7) y no para ser transformado, dominado por él. Esta concepción concuerda con Gn 1,26 donde Dios ordena al hombre mandar sobre la creación. Es, por lo tanto, su vocación inicial transformar el mundo y no ser transformado por él.
Por esto educar es enseñar el hombre a trasformar, empezando por sí mismo, pasando por su realidad y por el mundo.

Educar es un dialogo horizontal donde nadie sabe más que nadie, sino que hay saberes diferentes.

De esta forma se crea una simpatía entre las partes y entonces hay comunicación, evolución y no apenas un dictar de ideas y de palabras.

Es el hombre en el mundo y con el mundo, como sujeto, no meramente como objeto.

Solo así “el analfabeto descubriría que como el letrado tiene aptitudes para la creación y recreación descubriría el analfabeto que también es persona y que puede andar de cabeza levantada” (Freire, p. 106).
De esta manera cambiamos la educación para una ingenuidad acritica para una democratización de la cultura (Cf. Freire p. 100).

Educar entonces es Obra del Corazón.
Es un acto de amor pensando en el desarrollo sostenible del educando, no solamente por cumplir un horario y para garantir un sueldo al final del mes.
Ser educador es hacerlo por amor profundo hacia la persona humana y su dignidad, en donde su desarrollo y su bien ser es la meta principal.
Por lo tanto, si por un lado necesitamos una educación liberadora, por otro necesitamos educadores liberadores, que satisfechos con lo que hacen, lo hacen con y por amor y hacia la libertad.

Fuente:
FREIRE, Paulo. La educación como práctica de la libertad. Ed. S. XXI, México. 45° Ed. 1997.
Publicado por semilleropastoraleducativa upb

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