El aporte de la teología del pueblo o teología de la cultura


 




El aporte de la teología del pueblo o teología de la cultura
  
En el contexto de una teología del pueblo de Dios 
En 1966, ante los nuevos aires que trajo la celebración del Concilio Vaticano II, la Conferencia Episcopal Argentina forma la Comisión Episcopal de Pastoral, conocida como Coepal. Es aquí donde se gesta la llamada teología del pueblo para asumir la tarea de consolidar una forma comunitaria de ser Iglesia mediante la promoción de estructuras colegiadas. La Iglesia argentina discierne el cambio epocal en los siguientes términos: 
«nuestra gran tarea del momento actual, para realizar la etapa posconciliar, debe consistir en tres cosas. 1) Penetrarnos del Concilio. Asimilarlo por la reflexión y la interiorización de sus ideas y de su espíritu; 2) Consolidar y perfeccionar la forma comunitaria de la Iglesia y sus estructuras colegiadas: asamblea episcopal, presbiterio, consejo pastoral, estructuración y coordinación del laicado; 3) Fomentar una mayor apertura al mundo por parte del clero y laicado. Esto implica una mayor sinceridad en el fomento del espíritu de pobreza y servicio. Para realizar este programa, la Iglesia en la Argentina debe acrecentar, en todos sus sectores y niveles, la reflexión y el diálogo» (Declaración Pastoral del Episcopado Argentino «La Iglesia en el período postconciliar», 13 de mayo de 1966Ver en una ventana nueva).
Esta nueva conciencia entendía como tarea propia del cristiano «la misión de trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano» (Gaudium et Spes 57). Era una impostación ante la realidad en la que la religión no podía comprenderse sin el compromiso social, donde la salvación y el esfuerzo por la transformación histórica se implicaban mutuamente. Esto es lo que fue asumido diáfanamente por los obispos argentinos en 1966: 
«lamentamos el pernicioso influjo de quienes denuncian a la religión como opuesta a la liberación del hombre, y rechazamos la acusación de que la esperanza en la otra vida disminuye el interés en las tareas temporales. Afirmamos por el contrario, que el reconocimiento de Dios, acrecienta en nosotros, los cristianos, el sentido de la dignidad humana» (Declaración Pastoral del Episcopado Argentino «La Iglesia en el período postconciliar», 13 de mayo de 1966Ver en una ventana nueva).
Francisco articulará esta impronta eclesiológica bajo la forma de una soteriología inclusiva, relacional, en continuidad con la Lumen Gentium. Entiende que «ser Iglesia es ser Pueblo de Dios» (Evangelii Gaudium 114), que no nos salvamos solos, sino en la relación en la que somos y vivimos con los demás, y que Dios se revela en la trama de la historia del pueblo (Lumen Gentium 9). Tal visión no autorreferencial de la Iglesia quedará expresada en la Evangelii Gaudium:Ver en una ventana nueva «Dios ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas, sino en la relación con los demás.
El sensus populi y el lugar sociocultural
Nos recuerda el teólogo Pedro Trigo que «la teología de la liberación propone, como novedad histórica fundada en el Evangelio la constitución del pueblo como sujeto histórico tanto en la sociedad como en la Iglesia» (TRIGO P., «Teología de la liberación y cultura» en Revista Latinoamericana de Teología 4 (1985) 89Ver en una ventana nueva).
El pueblo es entendido como sujeto, capaz de crear y orientar la historia. La hermenéutica propia de la cultura popular implica que hablar de pobre es, a la vez, hablar de pueblo o pueblos-pobres, pues no cabe en ellos una noción del individuo como un ente absoluto y cerrado que no se vive ni entiende desde su relación con los otros. ¿Cómo entonces comprender al pobre? ¿Qué significa ser pueblo pobre? Explica Lucio Gera: 
«…cuando hablamos de pobre, pensamos en el ser humano puesto en una condición social, económica (pero también puede ser de otro tipo), que le hace experimentar su falta de poder (…). El pobre implica, en último término, una condición moral, cuya característica básica es la apertura humilde a otros, a Dios y a los hombres (...). La experiencia de no poder lleva al pobre a sentir la necesidad también de otros seres humanos, a pedir, a reclamar y exigir a otros, a los que tienen poder, la justicia y el afecto que se les debe. La primera condición para pertenecer a un pueblo es la conciencia de necesitar de otros y esta es, en el pobre, una conciencia viva y herida. Por eso, de sí, es más capaz de ser solidario ―dando a otros y esperando de ellos―, más capaz de ser en un pueblo (…). Por esto, de un modo sin duda preferente, llamamos pueblo a la multitud de pobres» (GERA L., «Pueblo, religión del pueblo e Iglesia», 730-731. Ponencia presentada en la semana organizada por el Celam sobre Religiosidad popular en América Latina, 26 agosto de 1976, BogotáVer en una ventana nueva). 
El sensus populi implica una soteriología sociocultural de orden convivial, aludida por Francisco en la Evangelii GaudiumVer en una ventana nueva, en los siguientes términos: «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres» (EG 178). En otras palabras, y siguiendo el espíritu conciliar, no nos salvamos fuera del mundo sino en él porque todo lo que tiene que ver con el desarrollo y la liberación del hombre, compete también al Reino de Dios (Gaudium et Spes 34. 38). Pero no se trata de estar en el mundo, como una especie de noción abstracta, neutra, sino de estar inmersos en el entramado de las relaciones socioculturales que lo conforman (Cf. SCANNONE J. C., «La teología argentina del pueblo» en Gregorianum 96 (2015) 12-13Ver en una ventana nueva), en medio de las historias de vida que van tejiendo los caracteres, las personalidades y las opciones de las personas. Metodológicamente, «el recurso a la mediación del análisis histórico-cultural (además de la mediación socioanalítica) y, particularmente a la concepción de pueblo y praxis popular (como alternativa a la noción de “pueblo-clase”), contribuyó a remarcar el acento teológico propio de la vertiente argentina dentro de la corriente principal de la teología de la liberación latinoamericana» (FRESIA I. A., «Teología del pueblo, de la cultura y de la pastoral popular» en Stromata 70 (2014) 230Ver en una ventana nueva). Esta opción metodológica la diferenció de otras teologías de la liberación que se fueron dando en América Latina.
Encontrarnos con el alma de un pueblo
El lugar sociocultural por excelencia para ello es el de la religiosidad o religión del pueblo. Esta es la mediación más propia de una hermenéutica popular porque es el lugar donde la cotidianidad se convierte en una experiencia de continua transcendencia, de apuesta en fe por la vida.
Al asumir la realidad desde la fe, el pueblo pasa a ser un pueblo fiel o como dirá Francisco, aquel que «ha sabido expresar la fe con su propio lenguaje, manifestar sus más hondos sentimientos de dolor, duda, gozo, fracaso, agradecimiento con diversas formas de piedad: procesiones, velas, flores, cantos que se convierten en una bella expresión de confianza en el Señor y de amor a su Madre, que es también la nuestra» (FRANCISCO, Quito 8 de julio de 2015Ver en una ventana nueva). La religión popular es, entonces, el medio idóneo para la comprensión de sus valores, de las luchas y conflictos, de las esperanzas y los anhelos, así como para captar la fuerza que acompaña a los miembros de un pueblo en la medida en que disciernen y procesan su cotidianidad. En otras palabras, no hay otro modo de vivir la cotidianidad en toda su densidad que no sea en religación con los demás pero desde Dios.
Desde esta experiencia que embriaga la vida, es que se puede captar el ethos propio de la cultura popular, su alma. Como lo formuló, con toda claridad, el propio Bergoglio en Buenos Aires en el año 1999:
«nuestro pueblo tiene alma, y porque podemos hablar del alma de un pueblo, podemos hablar de una hermenéutica, de una manera de ver la realidad, de una conciencia. Hoy, en medio de los conflictos, este pueblo nos enseña que no hay que hacerle caso a aquellos que pretenden destilar la realidad en ideas, que no nos sirven los intelectuales sin talento, ni los eticistas sin bondad, sino que hay que apelar a lo hondo de nuestra dignidad como pueblo, apelar a nuestra sabiduría, apelar a nuestras reservas culturales. Es una verdadera revolución, no contra un sistema, sino interior; una revolución de memoria y ternura: memoria de las grandes gestas fundantes, heroicas... y memoria de los gestos sencillos que hemos mamado en familia» (Cf. BERGOGLIO J. M., Ponerse la patria al hombro, Claretiana, Buenos Aires 2005, 6. Palabras que fueron, a la vez, pronunciadas en el Te Deum celebrado en la Catedral de Buenos Aires el 25 de mayo de 1999Ver en una ventana nueva). 
Es así como en la Evangelii Gaudium Francisco introduce en el magisterio universal esta noción que proviene de la teología latinoamericana, y en concreto de la teología del Pueblo: el alma de un pueblo, también llamada mística popular, como lugar hermenéutico de la cultura popular.


Video 1 (tema 3, reflexión 1)

Video 2 (tema 3, reflexión 2)

Video 3 (tema 3, reflexión 3)

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