PEDRO CASALDÁLIGA LAS CAUSAS QUE DAN SENTIDO A SU VIDA RETRATO DE UNA PERSONALIDAD




PEDRO CASALDÁLIGA
LAS CAUSAS QUE DAN SENTIDO A SU VIDA RETRATO DE UNA PERSONALIDAD



INTRODUCCIÓN 

Federico Mayor Zaragoza
FEDERICO MAYOR nació en Barcelona en 1934. Cursó estudios de Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo el Doctorado con Premio Extraordinario en 1958. En 1963fue nombrado cate drático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, de la que fu e rector de 1968 a 1972. A l año siguiente fu e nombrado catedrático de su especialidad en la Universidad Autónoma de Madrid. Entre otras responsabilidades políticas, ha desempeñado los cargos de subsecretario de Educación y Ciencia del Gobierno español (1974-75), diputado al Parlamento español (1977-78), ministro de Educación y Ciencia (1981-82), diputado al Parlamento Europeo (1987) y director general de la UNESCO (1987-1999). Ha presidido el European Research Council Expert Group (2002-2003). En la actualidad espresidente del Consejo Científico de la Fundación Ramón Areces, copresidente de Biovisión-World Forum of Life Sciences, y presidente de la Fundación para una Cultura de Paz y copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones.
A LOS 80 años, el obispo Pere Casaldáliga representa la cristiandad genui- na, la que respeta la igual dignidad de todos los seres humanos, la de las manos tendidas, la de la austeridad extrema. Casaldáliga simboliza en su pro pio aspecto la frugalidad, la sencillez perseverante, la solidaridad, la entrega, el desprendimiento.
Para convivir, compartir, desvivirse. Como Cristo, que se des-vivió por los demás. Ha escrito en uno de sus versos: “¿Qué daréis por sacramento/si no os dais en lo que deis?”. ¡Qué bien si se lograra, al menos, un término medio entre su sombrero de paja y la mitra orlada de piedras preciosas del Vaticano! Podemos comprender que, en determinados contextos históricos, se ofrecieran a la Divinidad grandes monumentos, edificios, oro, perlas, riquísimos encajes y bordados... pero ahora sería acercarse a la palabra de Jesús si los máximos ministros de la Iglesia se situaran como Pere, con Pere, en la vanguardia de la justicia y la caridad. Don Pere, como el acero, afilado
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pero no frágil, como los juncos de São Félix do Araguaia, 600 habitantes al final de la década de los 60, 25.000 actualmente.
Pere Casaldáliga, brazos abiertos, corazón abierto, puertas abiertas, llegó allí - “por la ruta del mar iluminado”, como ya preveía en su poema escrito en Baldar, Galicia, en julio de 1952- al poco de ser ordenado sacerdote, “junto al montón de paja de mi vida”. Los crisüanos debemos ser vigías permanentes, alerta, mirando más allá de la vida y de la muerte, con nuestro “candil de acei te develado”. “Se apaga toda luz. Y es sólo noche”... “En la oquedad de nues tro barro breve/ el mar sin nombre de su luz no cabe./ Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe”. Se apaga toda luz, atardece... “pero es nuestra hora./ Es tarde/ pero es todo el tiempo/ que tenemos a mano/ para hacer el futuro./ Es tarde/ pero somos nosotros/ esta hora tardía./ Es tarde/ pero es madrugada/ si insis timos un poco”. Luz y esperanza frente a la adversidad extrema. Como Samuel Ruiz, como Helder Cámara, como monseñor Romero, como el maestro uni versal Pablo Freire, como todos los que se han adelantado a su tiempo, situan do la misericordia en el centro de su comportamiento cotidiano sin vallas ni baluartes para protegerse. “¡Malditas sean/ todas las cercas!.../ ¡Malditas sean todas las leyes,/ amañadas por unas pocas manos/ para amparar cercas...!”.
Sí, como todos los que siguen de cerca, para suavemente enderezarlos, los pasos de sus congéneres. Y los propios. Teniendo siempre en cuenta que todos los seres humanos son capaces de crear. Todos en-diosados por esta facultad desmesurada que los distingue del resto de la creación. Como
Jesucristo, cerca de la gente, de los más necesitados. “Esta es la tierra nues tra/... la tierra de los hombres/ que caminan por ella/ a pie desnudo y pobre./ Que en ella crecen, de ella,/ para crecer con ella,/ como troncos de espíritu y de carne”.
En 1968, cuando aún la juventud de la posguerra europea luchaba por unos ideales con los que construir un mundo nuevo, Pere, misionero claretiano, llega al corazón del Mato Grosso después de un largo viaje a través de la selva. São Félix, sin luz, sin agua, sin cloacas, sin teléfono... y, por ello, Casaldáliga comprendió desde el principio que, le cito, de la excelente entrevista manteni da recientemente con la periodista Montse Ponsa, “mientras la Iglesia preten día hacer misión redentora, el pueblo reclamaba escuelas, trabajo, un techo... todo estaba por hacer y sólo contábamos con nuestras manos”.
Aislamiento, incomunicación, malaria, tuberculosis... como retos, pero con la colaboración de la comunidad, de todos los “parroquianos” con su
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experiencia, su sabiduría local. Y Pere Casaldáliga aglutinándolos, haciéndo les comprender que todos juntos podrían. Y reduciendo las asimetrías y los desgarros sociales -allí, aquí, en todas partes las distancias se han mantenido, los pocos prevaleciendo sobre los muchos-, va conformando el escenario en el que, con infatigable, intrépida y hábil acción, don Pere Casaldáliga lima aristas, convence a hacendados poco propensos a repartir equitativamente...
Jesucristo vino a liberar, a dar alas. La teología debe referir el Dios luminoso que ha dotado a la humanidad de sus misteriosas facultades creadoras y no el Dios antropomórfico e institucionalizado. Son "palabras de vida temblorosas” las que debe transmitir la Iglesia, con la cruz "desnuda de certezas”. A los que siguen aferrados -y aherrojados- en fórmulas de ayer aplicadas a los desafíos de hoy, a los que dejan que el rito oculte las esencias, les conviene especialmente leer este libro, prodigiosamente concebido y realizado por el padre Benjamín Forcano, para conocer la "versión humana”, la "visión Casaldáliga”, porque se sentirán mucho mejor, conocedores, comprometidos, implicados. "Hemos de aprender -ha declarado Pere Casaldáliga- a caminar y rezar juntos. Hemos de acabar con la violencia y el rencor. No puede aceptarse que el puñetazo del pasa do siga siendo la perspectiva del futuro”. Y añade: "Habremos de vivir con una doble Iglesia: la vaticanizada y la evangelizadora, es decir, la militante”.
"¿Por qué temen la teología de la liberación?, se pregunta. Pues porque temen la infiltración de otras ideologías. Todos tenemos la nuestra... porque las ideas manan sin cesar... El gran secreto es amar”. Esta es la recomenda ción del obispo Pere Casaldáliga al cumplir los 80 años. Este es el mensaje cristiano. Este y no otro. Amar sin límite. "Por ese mero hecho/ de ser tam bién obispo,/ nadie me va a pedir/ -así lo espero, hermanos-/ que deje yo de ser/ un hombre humano...”. "Yo me atengo a lo dicho:/ la justicia,/ a pesar de la ley y la costumbre,/ a pesar del dinero y la limosna./ La humildad,/ para ser yo, verdadero./ La libertad,/ para ser hombre./ Y la pobreza,/ para ser libre./ La fe, cristiana,/ para andar de noche,/ y, sobre todo, para andar de diW Y, en todo caso, hermanos,/ yo me atengo a lo dicho:/ ¡la esperanza!”.
La palabra, la paz en la misma aurora de la voz de la gente, de quienes esta ban silenciados, súbditos, y ahora se disponen a ser ciudadanos plenos, partici pativos, dispuestos al diálogo con todos, incluidos los que piensan exactamen te lo contrario. Diálogo que excluye tan sólo a los que imponen sus opiniones por la fuerza. Pero con todos los demás, hablar. Aunque les pese a los que siem pre han pensado que su voz es indiscutible, que sus decisiones deben ser obe-
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decidas a ciegas. Jesucristo, el gran revolucionario de la igualdad, de la solidari dad, del amor, representa la “explosión espiritual” que anhelaba Federico García Lorca en sus declaraciones a “La Voz” en el mes de abril de 1936: “El mundo está detenido ante el hambre que asuela los pueblos. Mientras hay des equilibrio económico, el mundo no piensa. El día en que el hambre desaparez ca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la gran revolución”. “Lo que sucede, ha dicho con gran finura Casaldáliga, es que somos santos cuando ayudamos a los pobres... y comunistas cuando nos referimos a las causas de la pobreza... La justicia es la
clave, con todo lo que comporta: educación, sanidad, techo para todos”.
La realidad no puede transformarse si no se la conoce. Y la realidad se

conoce y se vive estando con la gente en su vida cotidiana. No en concentra ciones festivas, manipuladas, donde la apariencia no refleja la verdad que sub yace. No en la distancia, dentro de los muros de las instituciones. Hemos conocido, especialmente a través de imágenes -ojos que ven, corazón que sien te-, “la verdad incómoda” de la situación del medio ambiente. Es urgente e imperativo conocer ahora cómo vive (y muere) la gente en África y en tantos otros países pobres y empobrecidos de la tierra. No podemos seguir mirando hacia otra parte, mientras tiene lugar el genocidio silencioso, en medio del olvi do y desamparo, de 60.000 personas al día al tiempo que se invierten 3.000 millones en armas. Sin la movilización generalizada de la sociedad civil, la eco
nomía de guerra actual no se sustituirá por la economía de la solidaridad, del desarrollo generalizado, de la nutrición, de la vivienda para todos.
El colosal complejo bélico-industrial debe ceder paso a la industria ali mentaria y de la construcción. Y las leyes del mercado a los valores univer sales. La abdicación en favor de las leyes del mercado para regular la econo mía mundial ha sido, a la postre, una gran trampa de la que ahora no es fácil salirse. Todo vale, sin tener en cuenta las durísimas condiciones laborales, los tráficos de toda índole, los paraísos fiscales, esperando que el mercado auto- rregule. Y no autorregula nada, porque sé bien, como catalán (como Pere Casaldáliga), que el mercado no es sino la agrupación de mercaderes que, lógicamente, buscan los mayores beneficios en el menor tiempo posible. Y, por ello, precisan normas de justa distribución, de equidad. Requieren con urgencia el arbitraje internacional que sólo unas Naciones Unidas refunda das, dotadas de los recursos financieros, técnicos y humanos que necesitan
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para el exacto cumplimiento de su alta misión, pueden llevar a cabo. Son "los pueblos”, como proclama lúcidamente la primera frase del preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, y no los Estados, los que deben "evitar la gue rra a las generaciones venideras”. Es decir, construir la paz. Es decir, confiar a la gente las riendas de su destino.
Para conseguir estas “transformaciones audaces de la sociedad y de la Iglesia”, de las que tanto y tan bien se habla en este libro, es imprescindible poseer “la apertura a los cambios del mundo, su compromiso con la justicia y con los más marginados, su sensibilidad genética para dialogar”. La vida vale en la medida en que se entrega a los demás. "No olvidemos, escribe Casaldáliga, que morir es resucitar... Morir siempre es vencer/ desde que un día/ Alguien murió por todos, como todos,/ matado como muchos...”. Es necesario, pues, vivir como nos recomienda Pere Casaldáliga "en rebelde fidelidad”. Ha llegado el momento de poner término al silencio, de pasar de súbditos a ciudadanos plenos que permitan construir una democracia genui- na. Por eso se oponen quienes ven en la ciudadanía la terminación del vasa llaje, quienes durante años han mantenido la educación básica y la alfabeti zación como programa prioritario para los países en desarrollo en lugar de la educación para todos. Ha llegado el momento de actuar. Ha llegado el momento de no callar, de la palabra alta y firme contra la injusticia, en favor de los derechos para todos los seres humanos, en ayuda de los más necesita dos. Repito con frecuencia que la pobreza material de muchos es el resulta do de la pobreza espiritual de unos cuantos encumbrados, que no quieren observar lo que sucede más allá de sus recintos.
Recuerdo cuando en casa de Xavier Zubiri conocí al padre Ignacio Ellacuría. Me impresionó muchísimo. Comentamos el amanecer ensangren tado pero ya imparable del auténtico cristianismo en América. Me habló de Casaldáliga. Y del arzobispo Romero. ¿Presentía que él iba a dejarnos tam bién estelas imperecederas en nuestro firmamento? Alas amplias de libertad, sin lastre ni adherencias nos dejaron. Hay que seguir los senderos que traza ron, hay que caminar sin descanso por los caminos que siguen iluminando. ¡Si los poderosos supieran cómo se engrandece con la muerte el eco de las voces que acallan o amordazan! Pere Casaldáliga escribió en “San Romero de América, pastor y mártir” lo siguiente: “¡Y se hizo vida nueva/ en nues tra vieja Iglesia!/... Pobre pastor glorioso,/ asesinado a sueldo,/ a dólar,/ a divisa./ Como Jesús, por orden del Imperio./... Como un hermano/ herido/
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por tanta muerta hermana,/ tú sabías llorar, solo, en el Huerto./... ¡Sabías dar a tu palabra,/ libre/ su timbre de campana!”.
Ahora que es posible, es imprescindible movilizar un gran clamor popu lar en favor de la vida, para construir puentes donde hoy hay brechas, lazos donde hoy hay rencor, animadversión, incomprensión, para que germinen y fructifiquen la justicia y la paz. Que sea la gente, por fin, las voces y las manos unidas, la que termine con “la muerte lenta de la opresión y la muer te violenta de la represión”, según escribe en su excelente contribución a esta obra el padre Jon Sobrino. Don Pedro Casaldáliga, creíble, auténtico.
Cumple 80 años. Que cumpla muchos más dando mayor brillo y luz a su “estrella”. José Ignacio González Faus centra su magnífica carta a Pedro Casaldáliga sobre “la causa de la iglesia”, en el verso-hilo conductor “porque aprendí a esperar a contramano/ de tanta decepción”. Aunque “los brazos se hayan cansado de echar semilla al viento irresponsable”, seguiremos plantan do, con tu ejemplo, en el “oleaje varado de los surcos”. Lo haremos en tiem po apacible y huracanado, encarando las circunstancias más adversas “antes de que sea en vano/ llorar un día perdido,/ un surco sin nuestro grano,/ un canto sin nuestro oído,/ un remo sin nuestra mano”.
Sólo así podremos mirar el futuro con una nueva mirada, que pueda con tagiarse a las jóvenes generaciones, cansadas de mirar un mundo confuso, con tantas heridas sociales, con tanta degradación conceptual y ecológica. Don Pere Casaldáliga nos enseña a mirar, como pedía aquella niña uruguaya a su maestra al ver el mar por vez primera. De este libro extraemos, al des cubrir los trazos más sobresalientes de su semblanza, los puntos de referen cia, los asideros morales, las balizas que, por la esperanza “ultra spem” que se desprende de su vida ejemplar, puedan guiar, aun en medio de la oscuri dad y de la niebla más densa, nuestro despegue personal, cotidiano.
En su felicitación navideña del año 2007, Pere Casaldáliga me ha escrito: “Es de noche./ Pero una noche/ en que los ángeles y las estrellas/ se enten dieron con los pastores,/ por causa de este Niño./ ¿Participaremos también nosotros?/ ¿Qué escribiremos/ en la banda blanca que muestra el Ángel/ sobre el portal?”. Después de leer este libro, todos, sea cual sea nuestra forma de pensar y nuestra trayectoria, escribiremos amorosamente: “Paz en la tierra”. La paz de la justicia. Del amor. Y soñaremos, sin arredrarnos en su mismo sueño: “Yo, pecador y obispo, me confieso/ de soñar con la Iglesia/ vestida solamente de evangelio y sandalias”.

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