PRESENTACIÓN DE EL CÁNTICO MÍSTICO DE ERNESTO CARDENAL DE LUCE LÓPEZ-BARALT
Revista de Estudios Hispánicos, l. 2, 2014 pp.159-175, ISSN 0378.7974
PRESENTACIÓN DE EL CÁNTICO MÍSTICO DE ERNESTO CARDENAL DE LUCE LÓPEZ-BARALT
Ramón Luis Acevedo Marrero Universidad de Puerto Rico
En el 1974 el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal visitó por primera vez a Puerto Rico. En aquel momento ya era una figura polémica y sus poemas y escritos en prosa, especialmente sus epigramas y salmos, pero sobre todo su "Oración por Marylin Monroe", se difundían y recitaban por toda Hispanoamérica. Su fama, además, se debía a que era un sacerdote marxista que había sido monje trapense y que tenía una especie de comuna en Solentiname, archipiélago de islas remotas, " ínsulas extrañas", como les ha llamado luego, en el gran Lago de Nicaragua. Su oposición activa al régimen de Somoza también se conocía y se sospechaban sus vínculos con la guerrilla sandinista.
Cardenal fue invitado a participar como figura central en la Fiesta de la Lengua que tradicionalmente celebra el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Recuerdo que yo era entonces, junto a Luce López Baralt y otros profesores bisoños, jóvenes recién llegados, miembro del Comité Organizador de la actividad, puesto reservado para los que pagábamos el noviciado en el Departamento, pero que todos desempeñábamos con mucho entusiasmo, porque nos permitía estar cerca de los escritores invitados. De esa forma pudimos platicar, por ejemplo, con escritores como el poeta chileno Nicanor Parra y el religioso marxista Ernesto Cardenal que ya había escrito un libro sobre su estadía en Cuba en el cual elogiaba la Revolución. Creo que, por esa razón, las autoridades universitarias, después de aprobar la invitación que proponía nuestro Departamento, se cantaron sin dinero para el pasaje, lo cual nos llevó a hacer una colecta pública para superar esa piedrita que se nos ponía en el camino. Conviene destacar que aún no se le consideraba un místico y que ni él mismo hablaba o escribía abiertamente sobre la experiencia excepcional que había vivido el dos de junio de 1956 en Managua, experiencia que marcaría, como subraya Luce en este libro, toda su vida y su obra.
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El Padre Cardenal me sorprendió desde el primer momento. Proveniente de un pequeño pueblo del centro de la isla, esperaba un sacerdote con sotana negra o hábito marrón al estilo de los monjes franciscanos o por lo menos vestimenta formal y cuello clerical. En vez de eso, me encontré con un hombre flaco relativamente joven de barba y pelo largo, que andaba en mahones y sandalias y que usaba una cotona blanca de un estilo que nunca había visto antes. Confieso que en aquello tiempo en que todavía los profesores veníamos a la Universidad con gabán y corbata, aunque la temperatura superara los 90 grados Farenheit, su indumentaria me produjo una mezcla de perplejidad y envidia. Y lo curioso fue que aquella no era simplemente ropa cómoda para viajar, sino que al otro día se presentó con la misma vestimenta al Teatro de la Universidad donde ofrecería una lectura de sus poemas ante una inmensa sala llena de estudiantes, profesores y autoridades universitarias.
Desde el principio me sorprendió la humildad y la accesibilidad de Cardenal, quien mayormente hablaba de su comunidad de Solentiname. De hecho, lo que obtuvo por sus charlas y lecturas fue para la comunidad, además de una colecta que le hicimos entre profesores y estudiantes. Pero lo que más me impresionó del poeta fue lo primero que dijo antes de presentar su poesía. En vez de hablar sobre sí mismo, mencionó que él era simplemente uno más dentro de un grupo de excelentes poetas nicaragüenses, algunos mejores que él, pero que no habían tenido la fortuna de ser tan conocidos. Nos habló sobre los patriarcas posteriores a Darío, como Salomón de la Selva, Alfon o Cortés, Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho, así como de sus contemporáneos, como Carlos Martínez Rivas y Ernesto Mejía Sánchez, y destacó el estilo "exteriorista" de la poesía nicaragüense. Luego pasó a leer y a comentar, con su particular acento, algunos de sus poemas.
Sé que la visita de Cardenal marcó a mucha gente y rompió mucho esquemas en la Universidad y en Puerto Rico. En mi caso, me llevó a interesarme vivamente en la poesía nicaragüense y eventualmente en la literatura centroamericana en general, muy poco conocida entonces fuera del istmo. Estudiante doctoral en busca de un buen tema de investigación, me trasladé a Costa Rica, reuní materiales de aquí y de allá, y, tres o cuatro años después, presente mi tesis doctoral sobre la novela centroamericana que posteriormente se publicó como libro. Además, introduje en la universidad y en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe cursos de literatura centroamericana, uno de los cuales se titula "De Darío a Cardenal: poesía nicaragüense del siglo XX". Desde aquella visita del poeta sacerdote me he dedicado al estudio y la difusión de la literatura centroamericana, lo cual me ha ganado muchos amigos y muchas satisfacciones.
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No obstante, creo que a la persona a quien más marcó la visita de Cardenal fue a la amiga y colega de siempre Luce López Baralt, cuya intervención fue clave para lograr, a través del padre Antonio González, quien había vivido en Solentiname, que el poeta llegara a Puerto Rico. Y en este caso la influencia fue mutua. En su libro de memorias Las ínsulas extrañas, Cardenal, después de recordar Ja estancia del padre Toño en su comunidad, escribe lo siguiente:
El padre Toño González fue un instrumento de Dios para mi vinculación con Puerto Rico, y en Puerto Rico, con Luce López- Baralt, la máxima conocedora de mística castellana y de las místicas orientales que la han influido; y Luce ha sido un instrumento de Dios para que yo escriba estas memorias. Y otra cosa quiero decirles: Por años allí ha dado clases de literatura mística, y si van a Puerto Rico encontrarán cantidad de muchachos y muchachas que les plantean de eso. El mundo no sabe que en Puerto Rico existe ese fenómeno. Que es, gracias a Luce López Baralt, en cierto sentido una isla mística. (Cardenal, p.401)
Además de ser un excelente estudio de la poesía y la prosa de uno de los más grandes poetas vivos en lengua española, este libro, El cántico místico de Ernesto Cardenal, es también Ja historia de una gran amistad y una fértil colaboración. Es, sin duda alguna, el más entrañable de cuantos ha escrito Luce López Baralt, sin que por eso carezca del rigor, la erudición y la profundidad a que nos tiene acostumbrados. Ella misma advierte en sus "Palabras preliminares": "este es un libro intensamente personal. Uno de esos libros que, por íntimo, no es fácil dar a luz. Ha nacido de una intensísima comunicación espiritual con Ernesto Cardenal, que comenzó en San Juan de Puerto Rico en 1974 y que aún sigue su curso, más viva que nunca" (López-Baralt, p. 9)1•
1 Luce Lópcz Barall, F./ cántico místico de Ernesro Cardenal. p 9. Todas las demás citas están tomadas de esta edi<.:ión y serán indicadas <.:on el número de página después de la cita.
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Los hallazgos de Luce en su estudio de la obra de Cardenal no son pocos, comenzando con su tesis central: la indescriptible, misteriosa e intensa experiencia mística que el poeta experimentó por algunas fracciones de segundo el 2 de julio de 1956 es el centro de su vida y su obra, es lo que impulsa, condiciona y hasta determina no sólo su decisión de ordenarse como sacerdote, dedicarse a la vida contemplativa y fundar la comunidad de Solentiname en el Gran Lago de Nicaragua, sino también su marxismo, su teología de la liberación, su postura revolucionaria y su activismo político y social, además de su interés en la antropología, la cosmología y las ciencias biológicas. El misticismo activo, revolucionario, innovador, latinoamericano y nicaragüense del poeta de Solentiname es el hilo conductor que articula toda su obra. Ese es el objeto de estudio al que se dedica Luce en este libro, pero es un objeto de estudio que se ramifica y se transforma continuamente.
Entiendo-escribe la autora- que todas las actividades del poeta -su ingreso en la Trapa, sus estudios sacerdotales en Colombia, su politización en Solentiname, su compromiso con el sandinismo, su ministerio de Cultura, su participación en los procesos de alfabetización colectiva, su tutoría poética a los niños aquejados de cáncer, su arte escultórico- no son sino la manifestación exterior de un proceso espiritual ad intra que lo ha marcado para siempre. (López-Baralt, p. 11 )
Entre estas actividades también está la creación literaria, que es lo que constituye el principal interés de la autora. Armada del vasto conocimiento que ha ido adquiriendo a través de muchos años de estudio de Ja obra de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y el misticismo en general; Luce nos va trazando, con agudeza y sensibilidad, la trayectoria de la literatura mística de Cardenal, siempre cambiante, en continua búsqueda, a la vez que va confirmando la autenticidad de la misma y, más importante aún, destacando su originalidad. Lo que resulta singular es que la propia estudiosa ha influido en e l proceso que estudia, sobre todo para estimular al místico a escribir y publicar. "No ha sido nada fácil 'sacar del closet' - bring out of the closet- al poeta místico. Él lo sabe bien" (López-Baralt, p. 1O), nos dice desde el principio. También ha reavívado y evaluado sus manuscritos antes de su publicación y ha entablado con él un diálogo continuo de mutuas consultas, confidencias, lecturas y referencias. En este sentido, este es uno de los pocos libros en que las notas al calce y las digresiones, muchas de las cuales se refieren a este diálogo personal, resultan tan interesantes y reveladoras como el texto principal.
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Veamos, a manera de ejemplo, algunas de las notas al calce. Sobre la "Cantiga número 42" del Cántico cósmico, nos dice Luce:
Cardenal me envió esta Cantiga inédita y desgajada del corpus de Cántico cósmico para que yo pudiera tener noticia de su regreso al tema místico después de tantos años, pues sabía que me había de interesar vivamente. (López-Baralt, p. 68)
En otra nota sobre el celibato sacerdotal, se incluye una confidencia muy significativa del poeta:
Con todo, en su propio caso, Ernesto Cardenal me explica que él continúa siendo completamente fiel a sus votos, porque, "monje pre-Vaticano Tiene al fin", ya es muy tarde para él cambiar de modo de vida. Pero que si volviera a nacer, no dudaría en casarse. (López-Baralt, p. 74)
A veces también se incluyen anécdotas personales, como la siguiente que revela la influencia de la autora sobre el poeta:
Querría consignar un intercambio que tuve con Cardenal en relación a su obra escrita. Eran los años de Solentiname y mientras sus compañeros pescaban, el poeta hizo una pausa para escribir. Se sintió culpable de llevar a cabo una tarea tan privada, al parecer subjetiva y desligada del trabajo práctico de su comunidad. Consolé al poeta diciéndole que su tarea, que obedecía a su vocación más íntima, también constituía un acto social. Y un acto social que habría de tocar muchas más almas aún de las que ya estaba tocando en su comunidad contemplativa pionera. A la luz de la obra siempre creciente de Cardenal, reflexiono en la cantidad de almas que ha tocado - tanto literaria como espiritualmente- y me reafirmo en que la escritura del poeta es tan sagrada como su compromiso social. En el fondo se trata de la misma actividad solidaria, solo que ésta resulta más difícil dar al traste con ella. (López-Baralt, p. 195)
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Un ejemplo excepcional de colaboración se recoge en el último capítulo del libro titulado "EL origen de las especies: el universo inconcluso del Poeta Hacedor". Se trata de un excelente y pormenorizado análisis de un extenso poema hasta ahora inédito de Cardenal, suplido por él mismo, y que se publica por primera vez, como apéndice, en este libro.
Este es, pues, un libro excepcional que parte de una situación que me veo tentado a calificar de insólita. Me imagino la satisfacción que le habrá producido a Luce la experiencia de su creación, una creación que fue gestándose durante varias décadas. Imaginemos a Luce apasionada inicialmente por el misticismo de San Juan de la Cruz, como demuestra su bibliografía, interrogando los documentos de hace siglos e indagando en los escritos de los teóricos del misticismo, tratando de reconstruir las experiencias de aquellos místicos españoles y orientales y de interpretar su lenguaje y su pensamiento. Todo aquello era algo fascinante, pero lejano en el tiempo y el espacio, cuando de repente o paulatinamente cobra conciencia de que ha llegado a su vida un místico de carne y hueso, amigable y accesible, escritor de producción abundante y variada, latinoamericano como ella y del área del Caribe, firmemente asentado en la modernidad y con preocupaciones sociales, políticas y culturales semejantes a las suyas, dispuesto a colaborar y a compartir sus experiencias, sus conocimientos y sus escritos. No hay duda de que e trata de una coyuntura particularmente privilegiada y Luce ha sabido aprovecharla muy bien. Ha estado a la altura de las circunstancias por su formación, su dedicación, su inteligencia, su sensibilidad, su interés, su admiración y su afecto genuino por Cardenal, a quien declara, en su artículo inicial del l992 sobre el poeta, "el primer místico de Hispanoamérica".
Durante su visita a Puerto Rico, Luce, quien había leído cuidadosamente Vida en el amor, se atrevió a confrontar a Cardenal. Ella misma lo cuenta.
Releí cuidadosamente sus libros para aprovechar al máximo su presencia en la isla y, al volver sobre la delicadisima Vida en el amor, vi que el poeta incluía allí un pasaje inequívocamente mítico que decía le había ocurrido "a un alma". Sospeché enseguida que Cardenal se hacía eco de la lección aprendida con San Pablo, quien, al decir"yo sé de un hombre en Cristo..." (2 Corintios 12, 1), hablaba, sin lugar a dudas, de sí mismo.
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Otro tanto hizo Teresa de Jesús, quien se defendía de su pudor espiritual atribuyendo "a una persona" el rapto extático que describe en la Sextas Moradas de su Castillo interior. Me armé de valor y decidí preguntarle directamente a Cardenal si él era el protagonista de dicha experiencia, y si podíamos hablar de la gracia sobrenatural descrita allí. Estábamos en el silencio íntimo de las montañas de Lájome, donde nos habíamos refugiado con el poeta del acoso de la prensa y de sus admiradores. Ante mi pregunta intrépida Cardenal bajó los ojos, y por toda respuesta murmuró un tímido sí. (López-Baralt, p. 12)
Según otras confesiones y cartas del poeta, es imposible describir la experiencia mística. "Es como explicar a un ciego el color azul" (López- BaraJt, p 14), le dice el poeta a Luce. Es una vivencia inefable, aunque deja la certeza absoluta de haber experimentado algo sobrenatural. También añade que no es exclusivamente dada a seres santos y privilegiados y que puede ocurrir una o varias veces, todo según el capricho de Dios. Para él supuso una conversión súbita y una transformación radical de su vida que lo llevó a ingresar al monasterio trapense en Kentucky, donde el monje, escritor y místico Thomas Merton se convirtió en su maestro. Esta transformación también lo llevó a ordenarse sacerdote y fundar una comunidad en Solentiname para predicar y vivir un evangelio revolucionario en el cual se armonizan cristianismo y marxismo y luego misticismo y ciencia. "Cardenal es el poeta del amor en el sentido más cabal del término: místico, enamorado y, justamente por ello, defensor amoroso de su hermano lastimado." (López-Baralt, p. 24) Así resume Luce el estrecho vínculo entre su condición de contemplativo y su militancia política, social y hasta literaria, para luego añadir: "estamos ante el fundador de la literatura mística hispanoamericana moderna y ante uno de los místicos cristianos más originales de los siglos XX y XXI" (López-BaraJt, p. 24).
Con sus vastísimos conocimientos sobre el tema, Luce describe la experiencia mística y comprueba su autenticidad en Cardenal. Se trata de un estado alterado de la conciencia. Mas allá de la razón, de los sentidos, del lenguaje, del tiempo y del espacio, se produce la unidad participante con el Amor infinito.
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Por su propia naturaleza este éxtasis transformante constituye un misterio imposible de comunicar. No obstante, algunos contemplativos intentan sugerir esta experiencia y recurren a expresiones enigmáticas y contradictorias - " música callada, soledad sonora, rayo de tiniebla, noche luminosa, el Todo y la Nada"- y este lenguaje apofático, que se desdice a sí mismo, es característico del discurso místico. También son características ciertas categorías simbólicas reiteradas: el peregrino nostálgico de camino a su perdida patria celestial, el enamorado que busca su pareja divina más allá del espacio-tiempo y el que busca purificar ascéticamente su alma hasta transformarla en Dios. Cardenal participa de todas esta categorías y su lenguaje también e apofático, pero inmerso en su ámbito contemporáneo y su circunstancia nicaragüense y latinoamericana.
Otras características de la experiencia mística que Luce señala y confirma en Cardenal son la capacidad de aprehensión directa de grandes verdades trascendentaJes, lo efímero del transe extático, lo infusa, pasiva y gratuita que resulta la experiencia y la radicaJ importancia que el sujeto le atribuye hasta el punto de que cambia radicalmente su vida espiritual y personal.
Con relación a las conocidas vías en el camino de la unión con Dios - la purgativa, la iluminativa, la noche oscura del alma y la unitiva- aunque el místico nicaragüense no les concede, en términos personales, mucho valor descriptivo, Luce también las identifica en su vida y su obra, pero considera que Cardenal rompe con los esquemas: comienza con la iluminación súbita que lo lleva a la vía purgativa de suprema concentración en Dios. El "alborozo místico" de su libro Vida en el amor, recoge estas do etapas iniciales; pero también pasa por la sequedad, las dudas y la angustia de Ja "noche oscura'', según testimonian sus poemarios Cántico cósmico, Telescopio en la noche oscura y Versos del pluriverso. En cuanto a la etapa "unitiva", el matrimonio espiritual con Dios, Luce considera que "todos los textos místicos de Ernesto Cardenal celebran ese estado permanente de unión irreversible con Dios, incluyendo sus inéditos" (López-Baralt, p 38) En muchos de sus textos presenta la transformación amorosa unitiva, amada en el amado transformada, los dos que se hacen Uno, o como señala el propio místico nicaragüense: "No sabemos que en el centro de nuestro ser no somos nosotros sino Otro. Que nuestra identidad es Otro. Que encontramos a nosotros mismos es arrojarnos en brazos de Otro." (López-Baralt, p. 42)
Con todo lo valiosa que resulta esta labor de comprobación de la autenticidad y la expresión del misticismo de Cardenal, creo que la mayor aportación de Luce en este libro es destacar y analizar la originalidad de su religiosidad y su expresión literaria. La autora destaca el alto grado de independencia con que maneja su tradición cristiana, su propensión al diálogo interreligioso e intercultural, su relativización de la experiencia cristiana, su expresión de Ja experiencia mística mediante un lenguaje concreto y coloquial, su franca erotización de las relaciones amorosas entre Dios y el alma, su apertura a la ciencia y al marxismo, su interpretación religiosa de la evolución de las especies y el misticismo cósmico de sus grandes poemas de las últimas décadas.
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Es sobre todo a partir del Cántico cósmico ( 1989) que se nos muestran los aspectos mas originales del misticismo de Cardenal. La erotización de la experiencia mística se da sobre todo en los epigramas amorosos a lo divino de Telescopio en La noche oscura en que también se acentúan las referencias a las cosas pequeñas y cotidianas que ocurren entre los amantes, todo referido en un lenguaje muy íntimo y coloquial. Como subraya Luce: "es el primer místico cristiano que acepta su pasión erótica sin eufemismos" (López Baralt, 57). "El sexo es un símbolo de amor divino. El sexo es símbolo y sacramento" (López Baralt, 57), escribe el poeta. Su encuentro con Dios es un encuentro con "el inventor del sexo, de las caricias, de la voluptuosidad y de la poesía" (López Baralt, 58).
Pero es sobre todo el carácter cósmico y cuántico de este misticismo, la indagación en los misterios del tiempo y el espacio, que paradójicamente existen y no existen, al igual que la materia y la energía, al igual que las partículas subatómicas, lo que más se desarrolla a partir del Cántico cósmico, junto con las ideas evolucionistas de Teihllard de Chardin, llevadas más allá de donde las llevó el teólogo. Ya en Vida en el amor el poeta intuía que todo evoluciona hacia el amor, que este es el elemento que une al universo y todas las cosas fluyen instintivamente hacia él, la fuente primaria que les da sentido.
El cosmos entero aspira a la unión con Dios desde que salió de Dios. ''Todo lo que es es sagrado" (López Baralt, p. 53). "La misma materia prima del cosmos nos hermana" (López Baralt, pp. 53-54). Dice el poeta: "Así que estamos hechos de estrella, o mejor dicho todo el cosmos está hecho de nuestro propia carne." (Citado por López Baralt, p. 54) El ser humano es la conciencia del universo observándose.
En su Cántico cósmico, épica astrofísica, suma del conocimiento de la humanidad, el poeta medita en las dimensiones inconmensurables de espacio y tiempo del universo, inconcebibles por la mente humana, para
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proclamar que tienen sentido en el amor. En este poemario cosmológico funde la ciencia con el misticismo, porque los astrofísicos hablan como místicos de cosas intangibles, contradictorias, inconcebibles e inefables con el mismo lenguaje apofático. El poeta, como místico, se siente hermanado con la nueva ciencia que está sumida en la afasia ante los misteriosos descubrimientos subatómicos de la física cuántica. Además, Cardenal también funde las teorías evolucionistas con el misticismo.
Todo esto lo hace estableciendo analogías entre el lenguaje de las ciencias y el lenguaje mítico de los pueblos no occidentales. Para Luce, esta incorporación de la sabiduría universal, es un rasgo muy hispanoamericano: "Estas cantigas son verdaderas piezas barrocas, profundamente hispanoamericanas no solo por su manera exuberante de celebrar la sabiduría, sino por la profunda comodidad vital con la que se asume como propia la diversidad cultural y teológica." (López-Baralt, p.
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Estos temas se reiteran en Versos del pluriverso, donde Cardenal pone la astrofísica directamente al servicio de su reflexiones místicas y de su cuestionamiento de Jos misterios últimos del universo. Subraya, sobre todo, que los elementos que conforman los cuerpos celestes son los mismos que entran en la composición de los seres humanos y las leyes físicas son igualmente aplicables. Afirma así la profunda unidad de todo lo creado y nuestra unión con el universo. No obstante, subraya la autora, se siente solo. La vastedad inconmensurable del cosmos se contempla desde la pequeñez y la soledad del poeta que se siente inmerso en la noche oscura, en búsqueda del Dios emanente. Como rasgo original, Luce destaca la irrupción de lo personal en medio de estas "elocubraciones astrofísicas" (López-Baralt, p. 112).
Esta "cosmología espiritualizada" y el diálogo intercultural e interreligioso lo estudia también Luce en los ensayos de su libro Este mundo y otro de 2011 , aunque algunos datan de mucho antes. Aquí reflexiona sobre la filosofía griega como un pensamiento esencialmente místico, sobre los escritos de los cosmólogos modernos, sobre la luz y las limitaciones del ojo humano, sobre el Tao de Lao Tzé y sobre la teoría de la evolución.
Este último tema, que ya está en los libros anteriores, e va haciendo cada vez más presente hasta culminar en el poema inédito, "El origen de las especies", que Luce publica y analiza en el último capítulo de su hermoso libro. Para ella, se trata de una "pequeña obra maestra" que culmina sus canticos cósmicos y a la vez presagia su obra futura.
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Esta cantiga es una celebración de lo que Cardenal anuncia al inicio como el tema central del poema:
Que toda la vida de la tierra venga de una sola célula:
el gran misterio
de un solo antepasado todos
Un universo creándose todavía. (Citado por López Baralt, p. 201)
Este hecho Jo lleva a trazar una especie de danza de las especies en su proceso de evolución, al ritmo de un canto donde se celebra Ja unidad de Ja vida, la comunión cósmica de los seres vivos en el amor. Esta danza culmina al final de los tiempos en el regreso a Dios, el Gran Misterio, alfa y omega, origen y destino final de la vida que entonces superará la materia y la mue rte.
La evolución nos une a todos vivos y muertos
Lo que Darwin descubrió
(el que venimos de una sola célula) es que estamos entrelazados
si uno resucita
resucitan todos.
(Citado por López Baralt, p. 209)
Esta danza de las especies es una especie de inmenso poema del Dios creador con el cual el poeta Cardenal se siente identificado. Para decirlo en palabras de Luce: "El poieta y el Poieta se unen, pues, en el Amor, que salvando las diferencias, los ha convertido a ambos encreadores." (López Baralt, p. 193) El poema del nicaragüense se convierte, no solo por su contenido, sino sobre todo por su forma, en una especie de metáfora de la evolución.
El análisis agudo, sensible, pormenorizado que hace la autora del poema es uno de los mejores regalos de este libro. Y es que aquí Luce no se concentra únicamente en el contenido del texto, en la temática mística del mismo, sino que también entra en su lenguaje, su organización, sus
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relaciones intertextuales con otros cantos como lo deWhitman, Emerson y Darío, su simbología, su ritmo; en fin "El origen de las especies" no se ve solo como una expresión mística, sino también como una extraordinaria obra literaria, lo que demuestra la excelencia de Luce en el campo de la crítica. Ciertamente, logra el propósito anunciado al principio del capítulo: demostrar que este poema es una obra cumbre, de lo mejor que ha escrito el poeta nicaragüense.
Nada le sobra y nada le faJta a este apasionante libro de Luce López- Baralt y yo apenas he podido dar una pálida idea de su riqueza. No obs- tante, quisiera añadir una pequeña nota al calce, ya que, como todo buen estudio, este sugiere muchas nuevas avenidas de investigación. En un par de ocasiones he hablado con Luce sobre uno de estos temas y ella me ha sugerido que escriba sobre él. Aquí van algunas breves notas preliminare .
En su excelente análisis de "El origen de las especies" Luce destaca de forma profunda y convincente la presencia de Darío en el poema. Yo quisiera destacar la presencia de otro poeta nicaragüense muy poco conocido, que sin embargo Cardenal consideró y considera "uno de los más grandes poetas de la Jengua castellana"2 Se trata de Alfonso Cortés, poeta nacido en León en el 1893 que se volvió loco una noche de febrero de 1927 y murió en Managua en 1969. Como dicen los nicaragüenses, "Alfonso perdió la razón, pero no la poesía". Lo curioso es que, según Cardenal, antes y después de su locura este poeta escribió tres tipos de poemas: malos poemas, buenos poemas modernistas y un puñado de poemas extraños, originalísimos, que el propio Cardenal llamó "alfonsinos" y que caracterizó de la siguiente manera: "Esto últimos son de una poesía misteriosa y rara, paradójica y enigmática, frecuentemente metafísica y muchas veces preocupada por problemas como el del Espacio y el Tiempo.''3 Estos poemas, sin duda, han influido en su poesía mística, sobre todo en el Cántico cósmico.
En 1949 el poeta de Granada, que a la sazón tenía 24 años, publicó, como extensa introducción a una antología de poesía nicaragüense de Orlando Cuadra Downing un ensayo titulado "Ansias y lengua de la nueva poesía nicaragüense". La sección más extensa de este ensayo, catorce páginas, está dedicada a Alfonso Cortés, considerado en su país, según el propio Cardenal, "el más importante poeta de Nicaragua después de 2 Ernesto Cardenal, ..Ansias y lengua de la nueva poesía nicaragüense", en: Nueva poesía nicaragüense de Orlando Cuadra Downing. Madrid, Instituto de Cultura Hispánica,1949,p. 15. ' Ernesto Cardenal, Poesía nueva de Nicaragua, Buenos Aires-México, Ediciones Carlos Lohlé, p.25.
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Darío"4• Se trata de un hermoso ensayo, apreciación de su persona y su poesía y de la atmósfera de misterio que rodeaba su casa, la misma de Darío, y su ciudad de León. Subraya el ensayista como el poeta enloquecido y amarrado gozaba del viento a toda hora, el amigo inseparable de su alma. El siempre estaba en el viento, y ese era todo su mundo. Toda música que le llegaba era por él. Los perfumes de cada cosa, los árboles, las risas, los pianos, el rumor de la ciudad, todo se lo traía el viento. Y si un aire fresco soplaba por las tardes, Alfonso Cortés corría como a un llamado de Dios, y en la pequeña parcela de cielo de su ventana se quedaba en éxtasis.5
Las revelaciones de su oído también eran extraordinarias. Lo escuchaba todo, incluso las cosas desprovistas de sonido para los demás. Además, oía el silencio. Dice Cardenal:
El silencio no es la ausencia de sonido, como tampoco el negro es la ausencia de color, y quien no tuviera oído no podría saber lo que es el silencio. Alfonso oye toda clase de silencios; unos son suaves, melodiosos, agradables, como aquella ' música en silencio de la luna'; otros son ensordecedores y estridentes..."6
A veces escuchaba voces dentro de los vientos y entonces era el universo en todo su esplendor el que le hablaba y escuchaba cosas que superan el oído. Escuchaba la luz como una finísima cuerda de violín. Además, en él se funden las diversas sensaciones, como cuando una alondra abre el lirio de su pico "para cantar los dulces paisajes perfumados del sol"7. Sigue diciéndonos Cardenal que lo más sutil, lo más aéreo y volátil de su poesía es su sentido del olfato. "Y aquí es cuando se hace más inefable su poesía"8, cuando, por ejemplo, nos habla del aroma de la luz.
Todo esto lo vincula Cardenal con una vivencia de Dios, lo cual lo lleva a comparar al Alfonso con San Juan de la Cruz.
4 Jbíd., p. 26.
.'i Ernesto Cardenal, "Ansias y lengua de la nueva poesía nicaragüense", p. 17. 6 l bíd., p. 2 1.
7 Jbíd., p. 22.
1 Ibíd., p. 23.
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La poesía de Alfonso Cortés era una poesía que siempre estaba en el aire y a menudo se nos queda en suspenso en sus versos, flotando en lo inasible, en arrobamiento aéreo, y su voz suena entonces a San Juan de la Cruz, a ángeles. Milagro de levitación, llamaría yo a esta poesía de Alfonso Cortés. Y quien sabe a qué alturas lo arrastraba el soplo poderoso de Dios por las noches, ese Espíritu que es amor, que también se compara en la Divina Escritura al aire, como dice San Juan de la Cruz."9
Más adelante añade, recurriendo al lenguaje contradictorio, apofático, propio de los místicos: "porque en toda la poesía de Alfonso Cortés se toca lo impalpable, se ve lo invisible, se oye lo inaudito, y es constantemente la expresión de lo más inexpresable, lo inefable, lo indecible"1o. lncluso señala la existencia en Alfonso de sentidos que no hay como llamarlos porque el común de los hombres no los conoce.
Cardenal califica de mística esta poesía, producto de una gran intimidad con Dios expresada, como lo hará el mismo, en un lenguaje concreto, íntimo y cotidiano. En este sentido, no resisto la tentación de citarel siguiente pasaje, aunque sea relativamente extenso:
Y Alfonso Cortés conoce en lai ntimidad a Dios .Esa minuciosidad de detalle con que describe su sudor, su aliento, revelan que lo ha tratado en viva voz, de cerca, que conoce a Dios en la alcoba, podríamos decir. Y la presencia de Dios es habitual en su poesía. El es una especie de dios Viento, dios Poema, y con frecuencia aparece lleno de manuscritos y palabras, y su rumor es majestuoso como el mar. Alfonso conoce a la perfección, como los místicos, esa presencia inexpresable, la vecindad de Dios, un sentimiento físico de Dios, de tocarlo con la mano: "buscaré una mujer grande y tranquila que haya tocado a Dios con la mano", nos dice expresamente. Lo conoce hasta en sus Poros y nos habla de ellos con una familiaridad de muchos años de trato. Y ha de ser una intimidad terrible la de Dios, para volverse loco. ''Ya no quiero sentir más las cosquillas de Dios en mi cerebro", grita Alfonso en uno de sus poemas. [...] Y es necesario enseñarle estos verso & al alienista de Alfonso Cortés, para que sepa que es o no épicas tenia
9 lbíd., p. 24 'olbíd., p. 27.
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o esquizofrenia, sino una clase de locura no anotada aún por la ciencia, y que se llama "cosquillas de Dios". Ya no hay remedio para Alfonso Cortés, y un sublime conocedor de estas locuras, San Juan, ha dado su dictamen: "No se cura, sino con la presencia y la figura."11
Tres años después Cardenal publica en Managua un pequeño cuaderno de treinta poemas alfonsinos con una breve nota introductoria. En ella destaca el carácter cosmogónico de su poesía, que luego él también cultivará en el Cántico cósmico, y sintetiza sus observaciones sobre su lenguaje poético.
La poesía Alfonsina es una poesía metafísica, quizás la única verdaderamente metafísica que hay en castellano, obsesionada sobre todo por los problemas del Espacio y el Tiempo, con muchas palabras en Mayúscula y con los versos cortados extrañamente; una poesía anormal, oscura y enigmática, paradójica, contradictoria, absurda, en un mundo suspendido en una especie de éxtasis, impregnado de sensaciones abstractas y confusas como el éter."12
Entre los poemas que incluye esta "La danza de los astros".
La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo que estremece el inmóvil movimiento del cielo; la distancia es silencio, la visión es sonido;
el alma se nos vuelve como un místico oído
en que tienen las formas propia sonoridad;
luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo. Los violines deléter pulsan la claridad. '3
Treinta y siete años después, Cardenal, en homenaje a Alfonso, pienso yo, titula la cantiga treinta de su Cántico cósmico "La danza de los astros", y allí incluye los siguientes versos:
11 lbíd., pp. 24-25.
12 Ernesto Cardenal. 30 poemas de Alfonso, Managua. El Hilo Azul. 1952, pp. 7-8. " lbíd., p. 32.
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Reuista de Estudios Hispánicos, U.P.R.
Vol. l Núm. 2, 2014
La danza de la energía.
El canto de los átomos.
Los cálculos de las fuerzas interatómicas que unen a lo átomos en moléculas...
Así salió de Alfonso Cortés el verso, cuando aún se creía que había éter,
ta luz vibración del éter:
"Lo violines del éter pulsan su claridad." 14
En la cantiga nueve, "Canción del espacio-tiempo", también parcialmente inspirada por Alfonso y su poema " La canción del espacio", son más frecuentes las referencias y citas a la poesía del loco genial, como la siguiente:
Las galaxias en los telescopios siempre retirándose. Y Alfonso:¿se expande el espacio o nosotros en él? (Espacio, ¿dónde estamos tú y yo?
Yo que vivo en ti y tú que no existes.) 15
O como esta otra:
Mirando en la distancia miramos hacia el pasado del universo. A una distancia mayor de 5.000 Mpc
Una época en que los quásares no habían nacido todavía ¡porque Dios no ha alcanzado a
pellizcar tan Lejos la piel de la
noche!
(En cuanto a distancias tan descomunales está como dijo Alfonso Cortés
la distancia a una estrella que nunca ha existido.)16
Hay muchas más citas y referencias directas e indirectas en el Cántico cósmico a Ja poesía de Alfonso Cortés, pero creo que con las que hemos señalado basta para concluir que es una presencia significativa, muy temprana y consistente, en la poesía de Ernesto Cardenal. El asunto amerita
1• Ernesto Cardenal,Cántico cósmico, Managua,NuevaNicaragua,1989,p.351 15 lbíd., p. 351 .
16 lbíd., p. 88.
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un estudio que ya hemos iniciado, gracias a este libro de Luce que no solo nos ha estimulado a regresar al tema, sino que por su profundo y riguroso análisis de la obra de Cardenal nos ha abierto nuevas perspectivas y nuevas lecturas de ambos poetas. Gracias Luce por esta obra esencial para entender eJ misticismo moderno y Ja poesía de uno de nuestros mas grandes poetas.
J9 de septiembre de 2013 Academia Puertorriqueña de la Lengua Española
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