Unidos en una misma espiritualidad: el evangelio, llamados a abrazar lo humano





Hna. Gloria Liliana Franco Echeverri, odn *

Unidos en el caminar

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         Agradezco esta invitación de Amerindia y la posibilidad que nos ofrecen de encontrarnos y compartir en un ambiente fraterno y sororal.

Este mes “cargado de valor simbólico para Amerindia, en el cual celebramos a san Francisco de Asís (4/10), conmemoramos la canonización de Mons. Romero (14/10/2018) y recordamos la celebración del Sínodo para la Amazonía, clausurado el 28/10/2019”, nos encontramos, coincidimos en ese lugar común, en el que con consciencia de ser Pueblo de Dios nos convocan y apasionan las mismas causas: Jesús, el Pueblo, el Reino, los más pobres.

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* Colombiana. Trabajadora Social de la Universidad de Antioquia, Magister en Teología Bíblica, actualmente candidata al Doctorado en teología en la misma Universidad. Es Provincial de la Compañía de María, en la Provincia del Pacifico; Presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR).

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La espiritualidad cristiana abarca todas las dimensiones, en las que se desarrolla la convivencia humana y tiene sus raíces y sus fundamentos en la Historia de la Salvación, en la Palabra de Dios, en el anuncio del Reino, en el testimonio de las primitivas comunidades cristianas.

La espiritualidad que nos convoca tiene un carácter dinámico e histórico. Nuestro Dios es el eterno Creador, no para de crear y cuenta con nosotros como co-creadores. Nuestro Dios se encarnó, aconteció en nuestra historia y desde entonces, esa experiencia nos pone de cara a la exigencia de que la fe esté unida a la vida. Y se constituye en un estímulo para la acción.

Esta pandemia ha venido a recordarnos la importancia de empeñarnos en la defensa de la dignidad de la persona, en el cuidado del bien común, desde una opción preferente por el pobre... esa fue la opción de Jesús. En nuestro continente las respuestas históricas de la Iglesia, a los múltiples desafíos, han tenido su cauce generador en el método: ver, juzgar y actuar.

En el ver es fundamental situarse ante la realidad con sensibilidad contemplativa, con compasión, con inteligencia espiritual, con otros y en dinámica de permanente escucha para comprender mejor.

En el juzgar, el desafío es discernir, distinguir qué es y qué no es proyecto de Dios. Se trata de iluminar, valorar, cernir la realidad desde la óptica del Espíritu, en atención al paso de Dios.

El actuar nos conduce hoy más que nunca, al escenario de lo común, de las prácticas compartidas, a las redes en las que confluimos para, con acciones concretas, crear condiciones de vida digna y favorecer todo lo que acreciente la paz, la verdad, la libertad.  


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En el magisterio del papa Francisco, no solo son elocuentes sus textos, sino también sus gestos. Benjamín González Buelta insiste en que esta no es época de textos, sino de testigos.

La espiritualidad cristiana nos conduce a un modo de ser y de estar en el mundo. Se traduce en gestos, en opciones, en modos... El modo de Jesús. Ese modo que se bebe en el Evangelio, saboreando la Palabra, contemplando la Persona de Jesús y escudriñando en la historia, en la realidad, entre los pobres sus rasgos.

Para generar pensamiento significativo y acción transformadora, es necesario el silencio. Pero, no ese silencio pasivo que paraliza y acomoda, el silencio capaz de fecundar, ese en el que resuenan los acontecimientos, y el Espíritu acontece liberándonos de la velocidad, la superficialidad y la fragmentación a la que culturalmente nos vamos acostumbrando.

Bauman ha dicho que esta es una sociedad líquida, Lipovetsky la ha llamado porosa; Mardones, fragmentada; Yun Chul Han ha dicho que es la sociedad del cansancio... Lo cierto es que es la nuestra, en ella nos corresponde vivir. Y que como repetidas veces lo insinúa el papa Francisco este “mundo contemporáneo está en continua transformación y se encuentra atravesado por múltiples crisis”1.

Y en medio de todo ello, tantos motivos para la esperanza, tantas razones para seguir creyendo. Tantos espacios en los que se sigue generando vida y en los que se actualiza el valor de las bases, de lo germinal y lo comunitario. Tantos empeños solidarios por la red, la sinergia y la comunión.

A mí me gusta pensar que la noche no es lo definitivo, es más, que la noche puede ser fecunda. Me gusta creer que la noche

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1 Mensaje del santo padre Francisco para el lanzamiento del pacto educativo,12.09.19.

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alberga en estado germinal, la posibilidad del amanecer. Con frecuencia hago actos de fe, en el poder transformador de la noche, en la fecundidad que entraña. Todos nosotros, en esta coyuntura concreta de nuestro mundo, nos hemos sentidos inmersos en la espesura de la noche, sin brújula ni mapa de ruta, en medio de la incertidumbre y acariciando nuestra impotencia.

Justo aquí y ahora, en este tiempo de crisis e incertidumbre cuando se agotan las respuestas y abundan las preguntas, desde lo profundo de la vivencia de una espiritualidad encarnada, nos corresponde abrir los ojos, para contemplar a Dios en todo y en todos. Su presencia encarnada nos acompaña. Creer, creerle, su- pondrá agudizar los oídos para escuchar su Palabra que con vigencia de siglos resuena siempre nueva y que se actualiza en el grito de tantos hermanos y hermanas urgidos de vida. Nuestro Dios no para de acontecer, de revelarse en la historia.

Lo más profundo de nuestra espiritualidad nos conduce, como a María, a escuchar y a discernir. El discernimiento nos dispone a cernir, con inteligencia espiritual y los pies anclados la realidad, las mociones para desentrañar cómo nos trabaja Dios, qué espera, cómo y dónde nos quiere, desde qué lógicas y criterios. Esto para poder conjugar la atención a la realidad, en la que Dios acontece, con respuestas audaces, innovadoras y por sobre todo evangélicas.

Abrazarnos a la espiritualidad del Evangelio, nos conduce hoy a discernir. Es el Espíritu el que nos concede el don del discernimiento. La experiencia de sabernos habitados por Él nos lanza más allá de nuestros propios análisis y reflexiones... Supone situarnos en contexto, dejarnos permear por la realidad y reconocer que en ella Dios se manifiesta y actúa.

El discernimiento requiere disponerse sin resistencias, preconcepciones, temores y desde una experiencia profunda de libertad.


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El miedo y las actitudes defensivas, le quitan espacio al Espíritu, le roban protagonismo a la gracia.

Discernimos porque nos sabemos discípulos, aprendices; porque queremos estar atentos a la manera como Dios nos urge al compromiso y discernir nos conduce a salir, a desentrañar la vocación misionera que todos hemos recibido por el hecho de ser cristianos y que nos dispone para seguir a Jesús con mayor autenticidad y radicalidad.

Aunque el ejercicio del discernimiento lleva implícito un método, es sobre todo un estilo, una manera de situarnos, una actitud vital que nos ubica de un modo determinado ante la realidad: en atención al acontecer de Dios en la historia.

La espiritualidad... la más auténtica espiritualidad, la que nos viene dada cuando ponemos los ojos en Jesús, supone que:

▪ Nos hagamos expertos en relación, en vinculo; es decir, en oración, en el arte del cara a cara que nos hace más atentos a descubrir el paso de Dios por nuestro día, por nuestra vida... se trata de descubrir a “Dios en todas las cosas y a todas en Él”.

▪ Elogiemos la cotidianidad como el lugar de la manifestación de Dios y que conscientes de nuestros sentimientos y emociones, podamos reconocer su querer en nuestra vida y en la vida de las comunidades y grupos a los que pertenecemos.

▪ Acojamos la libertad que da el Espíritu, y que nos dispone para libres de temores, resistencias o preconceptos, buscar, sencillamente buscar, lo que Dios quiere.

▪ No negar los desafíos y clamores que surgen de la realidad, mucho menos las preguntas, no apresurar las respuestas, no impedir que resuene el silencio... no creer que hay parálisis

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donde hay silencio. El silencio es la condición para que se fecunde lo fundamental.

  • ▪  Reconozcamos la realidad como lugar teológico, de la manifestación de Dios, y acerquémonos a ella con inmenso respeto... No es posible pensar la realidad solo desde nuestro lugar geográfico y existencial, es necesario pensarla desde otras lógicas y miradas preguntándonos qué viven y sienten quienes se encuentran en la otra orilla.

  • ▪  Nos sintamos partícipes, cocreadores con Él de su proyecto de vida para la humanidad. Él quiere contar con nosotros para continuar su obra. La realidad es inédita y sumergidos en ella, buscamos la mejor manera de ser las manos y el corazón de Dios. 

Todos nosotros hacemos la andadura por los senderos de América. Y de las entrañas de esta tierra surgen hoy para nosotros desafíos concretos:

▪ Seguir trabajando por la dignidad humana, por el respeto y la valoración de toda forma de vida. El cuidado de lo humano; tenemos que atender de manera especial a los flujos migratorios con repercusión en la vida de tantas familias, a las mujeres víctimas de trata, a la población en situación de miseria. El acceso a derechos básicos: educación, salud... es una prioridad.

▪ El bien común: trascender todo individualismo y toda forma de acaparamiento, de lucro propio, en el que no hay lugar para el otro. Desenmascarar la corrupción que subyace al interior de nuestras instituciones.

▪ Las redes de solidaridad que favorezcan la calidad de vida para los más pequeños. La creación de pequeñas comunidades, de organizaciones solidarias, de redes.


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  • ▪  La defensa de la democracia como una posibilidad de construir desde la participación y la corresponsabilidad el destino de las organizaciones y de los pueblos.

  • ▪  La opción preferencial por los pobres en atención a los nuevos rostros de la pobreza y ahí los niños, los adultos mayores, las mujeres, la tierra.

  • ▪  El trabajo por la paz, la creación de condiciones de justicia que hagan posible la paz. Los procesos en los que se asegure reparación. Promover decididamente una cultura de la vida.

  • ▪  El deterioro ecológico que nos exige empeñarnos en el cuidado del planeta desde una ecología integral. Reconociendo la sacralidad de todo lo creado y el valor de cada cultura.

    La espiritualidad es una andadura: al interior sin tregua, al exterior sin excusa. Una andadura que nos conduce a desentrañar las huellas de Dios en la realidad y sólo adquiere su pleno sentido en
    la medida en que nuestro corazón se vaya transformando en un corazón apasionado por Dios y por la humanidad.

    Se trata de decidirnos a nacer de nuevo... Nacer será permitir que se geste en nosotros lo imposible. Dejar que fluya libre y sonora la utopía. Y volver al espacio sagrado en el que lo eterno es tan humano.

    Con la certeza de que Dios es bueno y desea lo mejor para sus hijos y para el mundo, dediquémonos afanosamente a descubrir sus huellas y a comunicarlas a los necesitados de ánimo y esperanza, porque Él vino en Jesús a fortalecer el pábilo vacilante, a anunciar la buena nueva a los pobres, a hacernos radicalmente hermanos.

    Nuestra espiritualidad nos exige abrazar la tierra, acoger lo humano. Desde esa lógica quisiera regalarles este poema:

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TIERRA,
cómo no abrazarte revente,


si al soplo del Espíritu, tú existes.


Me invades frágil,


verde, tercamente.


Llegas en todo,


te acercas, te detienes.


Te haces polvo en mis manos,
 


desierto al que Dios me conduce 

para hablarme.

Oasis al que asisto sin falta 

para saciar mi sed. 

Cordillera imponente,

 cima que no se alcanza,

 llano para mis prisas, 

barro para mis pies.

TIERRA,
eres raíz y fuente,


ancla que me sostiene,


beso que me aproxima


al infinito cielo


desde el que Dios me observa

 surcar y abrir caminos, 

detenerme indecisa, 

confundirme en la ruta, 

claudicar tantas veces, 

levantarme, avanzar.


TIERRA,
te miro, eres espejo

 en el que reconozco

 mis grietas y vacíos,


mi búsqueda sin tregua

 y mi afán por llegar.

Eres la piel añeja


en la que tantas veces 

se posa suavemente

 esa mano amorosa


que me devuelve el ser.

TIERRA,
eso eres,


eso soy.


Y en lo profundo de este barro frágil, 

nuestro Dios nos abraza,

nos conduce al desierto, 

nos habla al corazón.

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