Alternativas para una Iglesia que camina con espíritu y desde los pobres


                                                                                      Olga Consuelo Vélez Caro*


EDUCACIÓN/EVANGELIZACIÓN, REINO DE DIOS Y NUEVA RELACIONALIDAD 1

Es preciso redescubrir y dejarnos interpelar por el Reino de Dios anunciado por Jesús, de manera que propicie nuevas maneras de evangelización –nuevos modos de educar y anunciar el Evangelio–, nuevas prácticas teológicas y pastorales –antropológicas, existenciales, testimoniales, comprometidas–, y nuevas maneras de ser comunidad, entendida como fraternidad/sororidad, pluralidad en la diversidad, centrali- dad de los más desfavorecidos, igualdad y equidad para todos y todas.

En torno a este propósito, el siguiente texto desarrolla tres asuntos: 

(1) interpelaciones del Espíritu, a la luz de un texto ‘programático’ de la misión de Jesús: Lucas 4, 16-30; 

(2) discernir, a partir de los datos bíblicos, los valores del Reino anunciados y vividos por Jesús; y 

(3) algunas pistas de acción para anunciar y vivir el reinado de Dios en nuestras iglesias latinoamericanas y caribeñas, que contribuyan a la tan ansiada ‘primavera’ eclesial.


1 Temática del taller desarrollado durante el II Congreso Continental de Teología, en Belo Horizonte, el 27, 28 y 29 de octubre de 2015, sobre educación/evangelización, Reino de Dios y nueva relacionalidad.

Doctora en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (Brasil). Magíster y Licenciada en Teología por Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Es profesora titular e investigadora de la Facul- tad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, donde también coordina del grupo de investigación “teología y mundo contemporáneo”.


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1. Interpelaciones del Espíritu

En primer lugar, aproximémonos a un texto ‘programático’ de la misión de Jesús: Lucas 4, 16-30

16 Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras.

17 Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito:

18 «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 a anunciar el año favorable del Señor».

20 Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí tenían la vista fija en él. 21 Él comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír.

22 Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de las cosas tan bellas que decía. Se preguntaban: ¿No es éste el hijo de José?23 Jesús les respondió: Seguramente ustedes me dirán este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”.Y además me dirán: “Lo que oímos que hiciste en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu propia tierra”. 24 Y siguió diciendo: Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra.

25 Verdaderamente, había muchas viudas en Israel en tiempos

del profeta Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país; 26 pero Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. 27 También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero no fue sanado ninguno de ellos, sino Naamán, que era de Siria.

28 Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. 29 Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el pueblo estaba construido, para arrojarlo abajo desde allí. 30 Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue.

Este texto nos introduce en la realidad que queremos profundizar. En tiempos que llamamos de ‘primavera eclesial’ nunca como ahora se hace necesario ‘volver a los orígenes’ para que la primavera florezca en el Espíritu de Jesús que nos congrega y una posible reforma eclesial se encamine en la dirección deseada.

Es muy interesante sentir como cada época va suscitando percepciones concretas y es importante tomar conciencia de ello para contribuir a que se hagan realidad. En verdad, el Espíritu del Señor sigue actuando en nuestra Iglesia y cuando menos pensábamos que se iba a dar algún cambio, Benedicto XVI renuncia, lo cual es muy significativo por dos motivos: por el cambio que supone frente al papado vitalicio pero, sobre todo, por el gesto sincero de reconocer que son “tiempos recios”, como diría Santa Teresa de Jesús2, y él no se sentía con las fuerzas necesarias para asumirlo. Y una nueva sorpresa recibimos con la llegada de Francisco, latinoamericano –que como símbolo es importantísimo para cambiar los imaginarios eurocéntricos– y desde su primera aparición nos sorprendió gratamente con gestos y palabras con ‘olor a Evangelio’, palabras sencillas, solidarias, de misericordia, poniendo en el centro a los más pobres.

Sin embargo, las dificultades no se han superado y toda la tarea está por hacerse. La buena voluntad de las personas es importante pero los cambios de estructura siguen siendo necesarios. Si en décadas anteriores todo el esfuerzo se puso en el cambio de estas y, como en todo proceso humano, se tropezó con los fracasos y la lentitud de tal empresa, haciendo que algunos se fueran al polo opuesto, privilegiando el cambio individual y la espiritualidad privada –nuevos movimientos cristianos–, hoy desde un discernimiento lúcido hemos de continuar trabajando por hacer síntesis creativas, articulaciones necesarias, y procesos integrales. No podemos perder la conciencia alcanzada sobre la necesidad de cambios estructurales y, por supuesto, sin dejar de alimentar una espiritualidad acorde con esos horizontes de liberación integral.

2 Teresa de Jesús. Libro de la vida, 33,5. 107

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Por esto ante el momento eclesial que se vive, hemos de evitar las tentaciones de quedarnos en ‘un barniz superficial’ –del que hablaba Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandio con la ‘conciencia ingenua’ de que un gesto papal supone un cambio eclesial. Aquí es donde está la gran tarea que tenemos entre manos y que vamos a profundizar a la luz de una reapropiación del reinado de Dios anunciado por Jesús.

¿Qué estamos diciendo cuando hablamos del reinado de Dios anunciado por Jesús? ¿Quiénes podrían actualmente ser receptores de este mensaje? ¿Quiénes lo rechazarían?

A partir de estas preguntas y para comprender mejor Lucas 4, 16- 30, vamos a explicar brevemente un comentario a este texto bíblico, sin pretender hacer una exégesis detallada4.

El texto en referencia se conoce como un texto ‘programático’ de la misión de Jesús. Este acontecimiento es el primer acontecimiento público de Jesús, según el evangelio de Lucas. Sin embargo, en los vv. 31-32 de este mismo capítulo, Lucas dice: “Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea. Ahí estuvo enseñando los días sábados y todos se admiraban de su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad”. O sea, era costumbre para Jesús ir a la Sinagoga y tal vez estos versículos deberían ir primero para luego destacar lo que ocurre el día relatado en el v. 14, pero se da esa transposición de textos, precisamente, por el carácter ‘programático’ que tiene.


  1. 3  Cf. Evangelii Nuntiandi, 20.

  2. 4  Seguimos los aportes de De la Serna, E. (1993). Con los pies en el barro. Teología de

    la misión popular. Montevideo: Gráficas del Sur, pp. 95-101. 108

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El texto comienza con una ubicación: “vino” (v. 16), y finaliza con una acción contraria: “se marchó” (v. 30). La unidad está bien armada en dos sub-unidades. La primera nos presenta los acontecimientos: narración con conclusión discursiva (vv. 16-24), y la segunda, la conclusión: discurso con conclusión narrativa (vv. 25-30).

Con relación a los acontecimientos –narración con conclusión discursiva (vv. 16-24)–, cabe destacar que tiene una estructura que en los estudios de la Sagrada Escritura se llama quiasmo o estructura concéntrica que se repite, como los anillos que se forman al caer algo en el agua. El centro, por supuesto, revela una importancia destacada. Puede graficarse así:

a) En la sinagoga (v.16) b) Se levantó (v.16)

a’)

b’)
en la Sinagoga (v.20)

c) Le entregaron (v.17)
d) El volumen ... lo desenrolló (v. 17)

e) ... Señor (v.18)
f) Proclamar (v.18)

g) Liberación (v. 18)
h) Vista a los ciegos (v. 18)

g’) Libertad (v.18) f ’) proclamar (v.19)

e’) Señor (v.19) d’) enrollando el volumen

c’) lo devolvió (v.20) se sentó (v.20)


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Sabemos que aquí se cita el texto de Isaías 61, 1-2:

El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, libertad a los que están en la cárcel;a anunciar el año favorable del Señor, el día en que nuestro Dios nos vengará de nuestros enemigos. Me ha enviado a consolar a todos los tristes.

Y si nos fijamos, justamente el versículo central del quiasmo antes expuesto, no aparece en el texto de Isaías: “dar la vista a los ciegos” (v. 18). Isaías habla del paso de la oscuridad a la luz de los que salen de prisión. Pero Lucas habla de devolver la vista, y en la sección narrativa (vv. 21-24) concluye con una referencia al rechazo del profeta.

Por otra parte, la conclusión –discurso con conclusión narrativa (vv. 25-30)– habla de Elías y Eliseo y su actitud con los paganos. La estructura es paralela:

(1) Mucha/os viudas/leprosos había en Israel (26.27)

(2) Ninguna/o de ellos... sino (26.27)

Del rechazo en su tierra natal –“Ningún profeta es bien recibido en su tierra” (v.24)– se pasa a la actitud de Dios con las naciones extranjeras y sus actitudes de misericordia. Las dos sesiones terminan con el rechazo de Jesús por parte de su pueblo.

Otro versículo importante a tener en cuenta es: “Él comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír” (v. 21). El ‘hoy’ se refiere al tiempo. En griego se usan dos vocablos para hablar de tiempo: el kronos –tiempo que transcurre– y kairós –tiempos claves de la historia de salvación–. En este caso el ‘hoy’ se refiere al kairós, tiempo de salvación.

Las Escrituras que se cumplen hoy son de liberación y esto revela dos aspectos inseparables de la teología de Lucas:

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(1) Los signos que presenta son signos de liberación que anuncian la venida del Reino. A diferencia del texto de Isaías que habla “del día de venganza del Señor” (v. 2), Lucas omite este verso porque el rey de la paz no puede traer venganza.

(2) El texto habla de los pobres y a Lucas se le conoce como el Evangelio de los pobres. Pero ¿de qué pobres se habla? Ya sabemos todos los intentos por darle a los pobres la connotación de “pobres de espíritu” apoyándose en el Evangelio de Mateo (5, 3). Pero Lucas habla de los pobres como aquellos que no tienen nada, que sufren, que pasan hambre, que están sentados en la puerta de la casa de los ricos sin que nadie los alimente. Es decir, son los pobres sociológicos, sin ninguna connotación ‘espiritualizante’. Eso no significa que Lucas no se refiera al pobre dejando abierta una comprensión ‘mayor’ que puede entenderse al mirar otros dos pasajes: el del pobre Lázaro (Lc 16, 19- 31) y la comunidad ideal que presenta Hechos (2, 44-45; 4, 32-35). Pero aquí, ‘mayor’ quiere decir ‘además’ del pobre sociológico y no ‘en sustitución’ de este.

El texto del rico y el pobre Lázaro presenta a un rico que banquetea y viste bien (v.19) y a un pobre con hambre que no es atendido por nadie (v.20-21). Este texto no habla de la bondad de ninguno de los dos, pero dice que el rico, por ser rico, va a un lugar de tormentos, mientras que Lázaro, por ser pobre, va al seno de Abraham (vv. 22-23). Si este texto se compara con las Bienaventuranzas y las malventuranzas de Lucas (6, 20-26) nos podemos dar cuenta que es el mismo texto puesto en forma de relato.

En la segunda parte hay un diálogo entre el rico y Abraham, a quien el rico llama “padre”, a lo cual Abraham le responde “hijo” y añade que sus hermanos tienen “la ley y los profetas”, o sea, la Sagrada Escritura. De ahí puede deducirse que el rico es un judío. Ahora bien, no tiene nombre, mientras que el pobre sí, y curiosamente es el único personaje de las parábolas con nombre. El rico, además, le pide a Abraham que haga un signo para que sus hermanos crean. Sin embargo, Abraham responde a esta petición diciendo que ni con esos signos creerían porque lo que alimenta la fe no son los signos externos sino la palabra de Dios. 


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Por otra parte, el texto de la comunidad ideal de Lucas (Hch 2, 44-45; 4, 32-35) se caracteriza porque “todo lo ponían en común” (Hch 2, 44) y “nadie pasaba necesidad entre ellos” (Hch 4, 34). “Los que tenían vendían sus posesiones y las repartían a cada uno según su necesidad” (Hch 2, 45). En otras palabras, el texto de Lucas decía que los primeros cristianos tenían “una sola alma” (Hch 4, 32), es decir compartían como verdaderos amigos, hermanos.

Estos textos nos permiten concluir que el rico es rechazado no por ser rico sino por no compartir. Y la mayor riqueza es la ley y los profetas –a la que aduce Abraham–. Por eso la vida cristiana es compartir todo, empezando por esa mayor riqueza: el Evangelio de liberación.

De alguna manera la vida del discípulo es inseparable de la misión, y el compartir supone los niveles de una liberación integral: las necesidades primarias, desde la gratuidad del Reino que es para todos, co- menzando por los últimos, a quienes se les asegura que su situación va a cambiar. Dar vista a los ciegos, versículo que señalamos en la primera parte, hace referencia a dar la luz de la Palabra a los paganos, la luz de la fe que tiene ya este horizonte universal que poco a poco Lucas va abriendo a lo largo de su Evangelio y se completa en la apertura a los paganos en el libro de los Hechos.

Finalmente, el contexto de persecución que marca el texto, garantiza la autenticidad del profeta. Su palabra es de liberación y de transformación de las situaciones, y esto es imposible hacerlo sin conversión y cambio. Y ante esto no faltará la oposición y el rechazo. Aquí se impone la fidelidad del profeta y la fuerza del Espíritu para suscitar el cambio en cada corazón. Es la tarea misionera y discipular que lleva- mos entre manos.

Para cerrar esta primera parte, evoquemos un soneto de Pedro Casaldáliga que lleva por título: “Jesús de Nazaret”5:

5 Casaldálida, P. (2016). Sonetos Neobíblicos, precisamente. Edición digital Koinonia. Disponible on-line en: http://servicioskoinonia.org/Casaldaliga/poesia/.

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Jesús de Nazaret

¿Cómo dejarte ser sólo Tú mismo, sin reducirte, sin manipularte? ¿Cómo, creyendo en Ti, no proclamarte igual, mayor, mejor que el cristianismo?

Cosechador de riesgos y de dudas, debelador de todos los poderes,
tu carne y tu verdad en cruz desnudas, contradicción y paz, ¡eres quien eres!

Jesús de Nazaret, hijo y hermano, viviente en Dios y pan en nuestra mano, camino y compañero de jornada, Libertador total de nuestras vidas que vienes, junto al mar, con la alborada, las brasas y las llagas encendidas.


2. Discernir, a partir de los datos bíblicos, los valores del Reino anunciado y vivido por Jesús6

Según James D. G. Dunn, lo que Jesús se proponía era “llevar la buena noticia a los pobres y llamar a los pecadores”7. Valiéndose de esta afirmación sintética sobre el propósito de Jesús, González Faus lo traduce en “cambiar la situación de unos y cambiar el corazón de otros (o de todos)”8.

Cambiar la situación lo hemos visto con claridad en los destinatarios del reinado de Dios: los pobres, en primer lugar, sociológicos, y en un sentido mayor anunciando la Palabra de Dios a todos. En este se- gundo aspecto ya nos introducimos en la segunda parte de la intención de Jesús: cambiar el corazón de otros (o de todos) con el anuncio de la Palabra. 


  1. 6  Seguimos fundamentalmente los aportes de José Ignacio González Faus, en: González, J. I. (2010), Otro mundo es posible... desde Jesús. Santander: Sal Terrae.

  2. 7  Dunn, J. (200). Jesús recordado. Estella: Verbo Divino, p. 995.

  3. 8  Op. cit., González. Otro mundo es posible..., p. 26.

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Pero ¿cuál anuncio? ¿cuál Evangelio? ¿cuál reinado de Dios?

Y aquí es donde es necesario recuperar el mensaje profético de Jesús y sus consecuencias para su contexto y para el nuestro. Nos vamos a referir a algunos aspectos de su mensaje y cómo Jesús las vivió como vinculadas al anuncio del Reino.

Trataremos entonces los siguientes aspectos:

 (1) La riqueza es idolatría; 

(2) la verdadera autoridad es el servicio; 

(3) la necesidad de una liberación integral; y 

(4) las relaciones igualitarias y equitativas entre todos y todas.

2.1 La riqueza es idolatría9

“No pueden servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24). Esta realidad que parece una oposición irreconciliable y que podría fomentar un dualismo que hoy cada vez somos más conscientes que hay que superar, cobra todo su sentido si lo entendemos desde una perspectiva más integral.

En la Sagrada Escritura toda la creación es obra y don de Dios y es mediación para encontrarlo, pero esta misma abundancia, en cuanto apropiación excluyente, se convierte en un ídolo. Y no se puede servir a Dios y a un ídolo, en este caso, la riqueza. En este texto bíblico la riqueza está personificada: “no se puede servir a Dios y a Mammón10. La riqueza es algo de lo que el ser humano ‘cuelga’ su corazón y en ese sentido la sitúa Jesús, entre ese tipo de ‘tesoros’ en los que vuelca la totalidad (el corazón) de la persona: “No atesoren tesoros en la tierra (...) por- que donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 19-21).

  1. 9  Ibíd., pp. 71-107.

  2. 10  La palabra mammón proviene de la misma raíz semita de la palabra ‘amén’, significando un falso amén. Cf. González, Otro mundo es posible..., p. 74. 114

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Lucas formula lo mismo cuando afirma que el rico es ‘maldito’ porque el dinero es necesariamente su ‘consolación’: “pero ¡ay de ustedes los ricos, pues ya han tenido su alegría!” (Lc 6, 24). Y lo vincula con la palabra más importante del Nuevo Testamento (NT), la fe, o fidelidad: “de manera que, si con las falsas riquezas de este mundo ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas?” (Lc 16, 11).

Jesús previene sobre la avaricia que se dirige a dioses que no pueden dar vida: “cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas” (Lc 12, 15). Este cuidarse de la avaricia no significa que se puede tener ‘riquezas sin avaricia’ –es decir, pobreza espiritual– sino que “ha de venderse lo que se tiene para entregarlo a los pobres” (Lc 12, 33).

Este carácter idolátrico de la riqueza también se debe a su relación con el poder: “esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el orgullo de las riquezas” (1 Jn 2, 16). Un poder amarrado también a los privilegios, a ocupar los primeros puestos, a buscar ser saludados en las plazas y que los llamen ‘señores’ (Mt 23, 5-8). Además, Jesús se refiere a las riquezas como “riqueza injusta” (Lc 16, 9) no en el sentido de que alguna riqueza es injusta sino toda ella. Precisamente por esto es que se contrapone Dios y la riqueza.

La parábola del rico insensato (cf. Lc 12, 16-21) muestra que la riqueza no hace a la persona rica, frente a Dios, porque la riqueza no hace crecer al ser humano, sino que lo destruye, es un ídolo creador de muerte. Por esta razón el rico es necio. El problema no es que se vaya a morir, sino que no es portador de vida porque la riqueza no da vida sino muerte.

En el mismo sentido, el pasaje del joven rico (cf. Mt 19, 16-26) permite concluir que la riqueza imposibilita la salvación. Ante la pregunta ¿quién podrá salvarse entonces? Jesús responde que sólo Dios hace posible la renuncia a las riquezas para que la semilla del Reino pueda crecer y no sea ahogada por ese ídolo. La propuesta que le hace Jesús al joven rico: “vende todo lo que tienes y dalo a los pobres” podría

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traducirse por “la única forma de administrar la riqueza es repartirla y al repartirla el ser humano se hace una persona fiel (creyente) y recibe lo más verdaderamente suyo: la vida que proviene de la solidaridad11.

2.2 La verdadera autoridad es el servicio12

“Los poderosos de la tierra se imponen y se hacen alabar. Entre ustedes, el que mande sea sólo servidor” (Mt 20, 26).

Como señalamos antes, las riquezas casi siempre se asocian al poder. Y pareciera que el poder es el que sostiene la autoridad. Esto es lo que Jesús va a cambiar de raíz con su anuncio desconcertante: “el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos” (Mc 9, 35). La pregunta es, ¿cómo ejerció Jesús su propia autoridad? Nos encontramos con textos muy dicientes: “cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad, y no como los maestros de la ley” (Mt 7, 28-28).

En primer lugar, Jesús critica a las autoridades existentes:

Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo: «entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio, yo estoy entre ustedes como el que sirve (Lc 22, 24-27).

Este texto contrapone “dominar, enseñorearse” (kyrieuô) y “servir, favorecer” (euergeteô). La autoridad ‘mundana’ no convierte su poder en

  1. 11  Ibíd. p, 78.

  2. 12  Ibíd. pp. 109-136.

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servicio, sino que llama ‘servicio’ a su propio poder. No cambia el ejercicio del poder, sino que cambia sólo el nombre. Pero esta crítica o está llamada a este servicio, la hace desde su propia manera de comportarse: “yo me comporto con ustedes como el que sirve” (Lc 22, 27).

Pero este servicio tiene una clara mediación: los marginados –“lo que hiciste a uno de estos más pequeños a mí me lo hiciste” (Mt 25, 40)–. Esta sentencia va en la línea del Antiguo Testamento, que justifica la realeza del rey en cuanto es defensor de los marginados: “juzgará al pobre que suplica, al afligido que no tiene protección; se apiadará del humilde e indigente y salvará la vida de sus pobres, rescatará de la violencia sus vidas, pues su sangre es preciosa ante sus ojos” (Sal 71). Precisamente por esto Mateo cambia el contexto de la parábola de la oveja perdida de Lucas, un contexto social, a un contexto eclesial: la autoridad es para salir a buscar a la oveja perdida y sin esto se desvirtúa la relación con la comunidad (Mt 18, 10-12). En conclusión, los poderes que ejercen las personas son para transparentar el ser de Dios, pero nunca para apropiarse de Dios, ni siquiera con la excusa de defenderlo.

Otro rasgo que se puede ver en la autoridad de Jesús nos la da el término eksousía. Es un término griego que tiene dos significados: autoridad y libertad. En el NT se usa para hablar unas veces de la libertad de los cristianos13, pero también para hablar de poderes ilegítimos, como el poder de Satanás14. En Jesús ambos significados se unen. “En él, autoridad y libertad son lo mismo: la autoridad de Jesús es precisamente su profunda libertad. Y esta es la esencia de toda verdadera autoridad evangélica: una fuerza interior que supera las barreras o coacciones exteriores”15.

  1. 13  “Se dice: «yo soy libre de hacer lo que quiera». Es cierto, pero no todo conviene. Sí, yo soy libre de hacer lo que quiera, pero no debo dejar que nada me domine” (1 Cor 6, 12).

  2. 14  “Te mando a ellos para que les abras los ojos y no caminen más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de Satanás, sino que sigan a Dios; y para que crean en mí y reciban así el perdón de los pecados y una herencia en el pueblo santo de Dios” (Hch 26, 18).

  3. 15  Op. cit., González. Otro mundo es posible..., p. 127. 117

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La autoridad de la palabra de Jesús proviene de su libertad, y esto la vuelve asombrosa para sus contemporáneos. La eksousía se atribuye a Jesús unas veces en relación a la verdad de su palabra –como en Mt 7,28-29: “cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley”–; otras veces en referencia a la libertad de su obrar –así se aprecia en Mt 21, 23: “después de esto, Jesús entró en el templo. Mientras estaba allí, enseñando, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos, y le preguntaron: ¿con qué autoridad haces esto?, ¿quién te dio esta autoridad?–; y otras veces en relación a su poder frente al demonio, el pecado o la enfermedad –así se vislumbra en Mt 9, 7-8: “el paralítico se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente tuvo miedo y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres”–.

Cuando los fariseos le preguntan a Jesús de dónde viene su autoridad, él se niega a responderles porque su actuación se legitima por razones interiores de su propia libertad y no como la autoridad del mundo que precisamente ejerce su poder por falta de libertad. La verdadera libertad del ser humano es la libertad de servir y es en el servicio al hermano en donde coinciden autoridad y libertad.

Toda esta reflexión no puede hacerse al margen de la crisis actual sobre la autoridad que se vive a nivel social y eclesial. Por una parte, rechazó a toda autoridad, y por otra, en razón a la asunción de auto- ridades más impositivas que den seguridad e identidad. Esto ocurre dentro de la sociedad y la Iglesia.

¿Qué se desprenden de estas reflexiones para una vivencia del seguimiento?, ¿qué tipo de autoridad ha de ejercerse en la Iglesia y por qué?, ¿qué aporta la autoridad basada en la libertad, que propone el Evangelio, a nuestra realidad reacia a cualquier autoridad? Todas estas preguntas nos llevarán a la vivencia del Reino en nuestro propio contexto.

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2.3 La necesidad de una liberación integral16

El texto bíblico que nos convoca en este apartado, se refiere a lo que decían de Jesús: “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el demonio” (Hc 10, 38).

Hemos afirmado la necesidad de una transformación de las estructuras y, de la mano de estas, de una atención integral a todos los seres humanos con sus particularidades. En otras palabras, una liberación de todas las esclavitudes que dominan el corazón de los seres humanos.

Una de estas transformaciones paradigmáticas podría ser María Magdalena a quien Jesús le expulsó siete demonios (cf. Lc 8, 2). Valga aclarar que esos demonios nada tienen que ver con la prostitución que le achacan a ella, sino con la plenitud que recobró al ser transformada por Jesús.

En los estudios sobre la investigación histórica de Jesús, uno de los temas más conflictivos son los milagros. Frente a la mentalidad científica que hoy nos acompaña, estos pierden su valor como realidad constatable. Sin embargo, sea la explicación que se dé a estos actos, lo que la misma investigación histórica constató es la actividad taumatúrgica de Jesús, es decir su ejercicio exorcista que permitió la sanación de muchos.

La pregunta es: ¿qué pueden decirnos estos exorcismos sobre el reinado de Dios anunciado por Jesús?, ¿en qué consistía esta buena noticia a la que tanto espacio le dieron los evangelistas a la hora de hablarnos de los signos del reino? Esto es lo que nos interesa y no hablar de la existencia de los demonios o la posibilidad de hacer milagros como cambios en la naturaleza de las cosas. Lo importante es el ‘signo’ que esto supone para entender el mensaje del Reino.

Lo que sí podemos señalar, como punto de partida, es que en el lenguaje del NT no aparecen los términos exorcista o exorcismo, propios del mundo antiguo. Los términos que se van a utilizar son: ekballô

16 Para un estudio completo de este tema, cf. González, Otro mundo es posible..., pp. 137-197.

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= arrojar –que se refiere sólo al efecto de la acción y no al modo de realizarla– y epitimaô = intimar, imponer.

Lo que interesa es considerar este segundo término porque, a diferencia de los términos técnicos griegos, para hablar de exorcismos, donde el énfasis está en la figura del exorcista, el término epitimaô deja entrever que el someter los demonios no es para remitir al exorcista sino al establecimiento del Reino. Para que éste llegue, se necesita esa liberación integral de las personas de todos los espíritus negativos que los poseen. De ahí la vinculación entre el Reino que Jesús anuncia y las curaciones de endemoniados.

Un texto que parece recoger una palabra auténtica de Jesús, es la discusión sobre con qué poder Jesús realiza las liberaciones de endemoniados:

Llevaron a Jesús un hombre ciego y mudo, que estaba endemoniado, y Jesús le devolvió la vista y el habla. Todos se preguntaban admirados: ¿Será éste el Hijo de David? Al oír esto, los fariseos dijeron: «Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien le ha dado a este hombre el poder de expulsarlos». Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo: «Todo país dividido en bandos enemigos, se destruye a sí mismo; y una ciudad o una familia dividida en bandos, no puede mantenerse. Así también, si Satanás expulsa al propio Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, mantendrá su poder? Ustedes dicen que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú; pero si es así, ¿quién da a los seguidores de ustedes el poder para expulsar- los? Por eso, ellos mismos demuestran que ustedes están equivoca- dos. Porque si yo expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el Reino de los cielos ya ha llegado a ustedes (Mt 12, 22-28).

En este pasaje, cuando Jesús define que los expulsa en nombre de Dios está conectando intrínsecamente esa actividad con la llegada del Reino. Es decir, el reinado de Dios no significa reinado de Dios so-

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bre las personas sino sobre las fuerzas opresoras que les impiden vivir según el querer de Dios. Hacer posible el Reino es transformar todas las situaciones interiores que esclavizan a los seres humanos, que les impiden vivir la solidaridad efectiva.

2.4 Las relaciones igualitarias y equitativas entre todos y todas

Este punto es fruto de la teología feminista que ha destacado las relaciones igualitarias que se engendran en la comunidad cristiana subrayando, especialmente, la situación de la mujer no sólo como una seguidora más del movimiento de Jesús, sino como capaz de ejercer las funciones que tradicionalmente se le han negado.

Un ejemplo central lo encontramos en la figura de María Magda- lena (cf. Jn 20, 1-16) como primera testiga de la resurrección y anunciadora de esta buena noticia. Otro ejemplo es el de la mujer sirofenicia (cf. Mc 7, 28) que interpela a Jesús sobre el reino que no sólo ha de alcanzar a los judíos sino también a los gentiles.

La verdadera igualdad entre varones y mujeres en la comunidad eclesial es una tarea todavía pendiente. La praxis de Jesús y de la primera comunidad cristiana, son esperanza para un cambio urgente y necesario. Ya se sabe que los códigos domésticos que San Pablo coloca en sus cartas, de alguna manera refuerzan esta realidad porque si en las primeras comunidades cristianas no se viviera de otra manera, Pablo no habría tenido que hacer esos señalamientos con el objetivo de evitar las persecuciones en un mundo que les era hostil.

De todas maneras, esta es una realidad pendiente en el anuncio de la ‘buena noticia’ del Reino, porque a excepción de pequeños círculos de mujeres teólogas y muchos más pequeños de algunos teólogos, este tema sigue siendo objeto de desinterés. En este sentido, las declaraciones del obispo de Roma no han sido las más interesantes porque aunque señala que debe dársele más papel a la mujer, no reconoce la teología que ya hay hecha sobre este aspecto, ni muestra ningún paso para liberarla del ‘genio femenino’ que nos deja instaladas en una manera de ser mujer donde nuestro ‘gran aporte’ consiste en vivir los roles tradicionalmente asignados a la mujer: madre, esposa, hija, hermana, y potenciar los rasgos que parecerían ser exclusivamente femeninos –aun- que es evidente que no es así al observar el comportamiento de muchos varones– como son la ternura, la compasión, la intuición, el cuidado, la misericordia.

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Es preciso considerar los rasgos señalados y señalar otros que se puedan destacar para ampliar la reflexión sobre cómo Jesús concretó el reinado de Dios en su tiempo. La siguiente poesía puede sugerir otros rasgos o reforzar los ya señalados.

Un Dios que reina17

Por las huellas del camino, por los senderos y arena, una sombra nos convoca, una palabra resuena.

Multitudes tras sus pasos,

tras una cruz de madera. Un reino que está empezando que por los pobres se juega.

Con mujeres a su lado
y con los que otros desprecian, con niños y publicanos, pues entre ellos Dios reina.

Y van caminando juntos,
sin nadie que presidiera.
Y van poniendo cimientos
de una historia verdadera. Dios reina cuando hay hermanos, cuando hay hermanas de veras, y esa es Buena Noticia,
no la noticia cualquiera.

Que el imperio nos proclama para que todos la crean, que la pax romana está cerca si no levantan cabeza.

Y si alguno la subvierte ¡ya sabe la que le espera! Por caminos galileos
esta noticia sí es buena. Los pobres, los alienados, la humanidad toda entera, tiene un papá de ternura que se nos da a manos llenas.

Un Dios mamá que a su lado comparte el mate que ceba, en la ronda de los hermanos, en la casa de todos, llena. Dios reina cuando a sus hijos nadie abandona o desprecia, cuando el último es primero y al humillado respeta.

Cuando el que es rico comparte cuando ya nada le queda,

Y van caminando juntos,

sin nadie que presidiera.
Y van poniendo cimientos
de una historia verdadera. Dios reina cuando hay hermanos, cuando hay hermanas de veras, y esa es Buena Noticia,
no la noticia cualquiera.

Que el imperio nos proclama para que todos la crean, que la pax romana está cerca si no levantan cabeza.

Y si alguno la subvierte ¡ya sabe la que le espera! Por caminos galileos
esta noticia sí es buena. Los pobres, los alienados, la humanidad toda entera, tiene un papá de ternura que se nos da a manos llenas.

Un Dios mamá que a su lado comparte el mate que ceba, en la ronda de los hermanos, en la casa de todos, llena. Dios reina cuando a sus hijos nadie abandona o desprecia, cuando el último es primero y al humillado respeta.

Cuando el que es rico comparte cuando ya nada le queda,


más que salir al encuentro de aquel que es y no era. Dios reina donde hay banquete y nadie se queda afuera salvo el que quiera quedarse sin compartir vida y fiesta. Y esa sala para todos, casa de puertas abiertas,
se muestra visiblemente
en la Iglesia Nazarena.

Que no es la de Constantino –¡válgame Dios si lo fuera!–
sino Iglesia de los pobres,
signo del Reino, partera
de un hombre, un mundo, una historia, una vida que siempre es nueva.


17 Autor: Eduardo de la Serna, disponible on-line en: http://blogeduopp.blogspot. com.co/search/label/Versos?updated-max=2014-03-24T12:21:00-03:00&- max-results=20&start=6&by-date=false



3. Hacia algunas pistas de acción

Ante los elementos presentados, es necesario señalar algunas pistas de acción para anunciar y vivir el reinado de Dios en nuestras iglesias latinoamericanas y caribeñas que contribuyan a la tan ansiada ‘prima- vera’ eclesial.

En este sentido, para discernir los caminos que el Espíritu suscita en esta búsqueda de renovación eclesial, es preciso trabajar propuestas que puedan impulsar este cambio a la luz del reinado de Dios anuncia- do por Jesús. Como afirmaciones provocadoras, retomamos los títulos que Gonzáles Faus señala en su libro Otro mundo es posible18, al hablar de la Iglesia del Reino, añadiendo otros que nos parecen pertinentes:

18 Op. cit., González, Otro mundo es posible..., pp. 251-312. 124

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(1) ¿Servicio al Reino de Dios o institución religiosa? (2) ¿Pueblo de Dios o institución?
(3) ¿Eclesiología o jerarcología?
(4) ¿Ministerios para todo el Pueblo de Dios?

(5) ¿Unidad o uniformidad?

(6) ¿Iglesia establecida o peregrina en el mundo?

(7) ¿Iglesia pobre y para los pobres?

(8) ¿Iglesia incluyente y dialogante con la pluralidad religiosa, cul- tural, sexual?19

Finalicemos con el siguiente poema que convoca a la esperanza:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva20

Entonces veré el sol con ojos nuevos y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos, la piel del río y su secreta vida.

  1. 19  Estas y otras preguntas –que surgieron entre los participantes– fueron abordadas durante la última jornada del taller “Educación/evangelización, Reino de Dios y nueva relacionalidad”, con el propósito de formular propuestas concretas para llevar adelante lo reflexionado (nota de los editores).

  2. 20  Op. cit., Casaldálida, Sonetos...
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Veré el alma gemela de cada hombre en la entera verdad de su querencia; y cada cosa en su primero nombre y cada nombre en su lograda esencia.

Confluyendo en la paz de tu mirada, veré, por fin, la cierta encrucijada de todos los caminos de la historia y el reverso de fiesta de la muerte.

Y saciaré mis ojos en tu gloria, para ya siempre más ver, verme y verte.

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