Enrique Angelelli y los tres movimientos




                                   Ramona Romero *


Gracias por invitarme a esta caminata que tan rica y que tanto bien ha hecho en este tiempo excepcional de crisis y pandemia.

Quiero recordar a Socorro Martínez en la inauguración diciendo “declaramos” y así abría estos encuentros y a Francisco Bosch que nos invitaba a hacer tres movimientos en tres ejes, parándonos ante la desigualdad, ante la ecología integral y ante la sinodalidad.

* Argentina. Custodia del lugar del martirio de Mons. Angelelli. Algunos le dicen “custodia” otros “guardiana”; lo importate es que no es un cargo otorgado por la jerarquía de la Iglesia sino que es un nombre que le ha dado el pueblo. “Mi vida se ofrece y entrega tras los sueños, proyectos y luchas del beato martir Enrique An- gelelli, que es un modo, forma y espiritualidad en el seguimiento discipular de Jesús como tantos y tan variados y diversos testimonios que hay dentro de la Iglesia”.

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Desde allí quiero compartir, entonces, esta experiencia de una Iglesia particular que es parte de esta patria grande, de esta Abya Yala, de esta América rica en testigos valientes.

En relación al primer movimiento, las desigualdades, quiero recordar al pastor, mártir y profeta, Enrique Angelelli que llegaba a esta Iglesia particular el 24 agosto del 1968. Ese pastor asumía integralmente el Evangelio y lo pudo vivir con consecuencia y coherencia. En este momento para recordar a Enrique y poder contextualizar su pastoreo me gustaría compartir la lectura desde el profeta Habacuc. En el capítulo 2, 8-9 nos dice: “¡Ay del que se enriquece con lo ajeno -¿hasta cuándo?- y acumula para sí prendas empeñadas. ¿No se levantarán de improvisto tus acreedores? ¿No se despertarán lo que te reclaman? ¡Serás presa fácil para ellos! Porque tú despojaste a tantas naciones, todos los demás pueblos te despojarán a ti, por causa de la sangre humana derramada y de la violencia que ejerciste contra el país, contra las ciudades y su población”.

Esta desigualdad que marcaba también ese momento en que Angelelli llegaba a esta provincia y que en consonancia con América toda de los explotadores de siempre, esa desigualdad era la que iba a anunciar con su vida, con su Iglesia como conjunto, con su pueblo. Es por ello por lo que, en su discurso inaugural, este pastor que se asume integralmente y junto con el pueblo, anuncia y denuncia las desigualdades. También en su ingreso a esta diócesis, aseguró que él era un obispo que no venía con segundas intenciones. Solo una lo movía y era servir amando. Esa fue su primera rubrica en esta diócesis de la Rioja, luego de haber sido parte el 16 de noviembre de 1965 de los firmantes del Pacto de la Catacumbas de Domitila. Ese pacto lo llevó a abrazar con su vida esta historia, este pueblo y estas desigualdades, esas mismas que denunciaba Habacuc, de los expoliadores, de aquellos que se quedan con lo ajeno.



En el marco de lo que fue el juicio por el esclarecimiento de su muerte en la justicia civil quedó evidenciado que una de las causas fue su lucha por la tierra. Jornada tras jornada de audiencias, varios testigos, más de 60, nos decían que esa lucha por la tierra para los desposeídos, para los pobres, para los predilectos de Jesús fue la causante de su muerte.

El segundo movimiento era el tema de la ecología integral y cómo poder conectar este término, que ahora nos es muy propio y es parte de nosotros, con el pastoreo de Enrique. Esa ecología integral la manifestó en un proyecto de diócesis que respetaba y ponía en valor a la religiosidad de nuestros pueblos, con todo lo que ellos traen, lo que está en sus entrañas, en el humus de la tierra. Por eso Angelelli valoró la fe simple, sencilla, las festividades de nuestros pueblos originarios y desde ese Tinkunacopudo ir logrando una nueva síntesis, respetando al pueblo en la plenitud de su tradición y sus culturas como así también poniendo el evangelio e integrándolo en esa síntesis que él vivió y que todo un pueblo vivió y abrazo.

En esta parte del Tinkunaco riojano vuelvo a lo que fue su evangelio para el primer discurso que fue el de Mateo, “el hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir”. Unido a este evangelio que fue su vida, podemos decir que en 1976 en un diálogo íntimo con su familia, Mons. Angelelli les manifestaba a sus padres no tener vocación ni de héroe ni de víctima ni de mártir. “Mi vocación es, y no puede ser otra, la de no esconder el candelero debajo de la cama, no se puede esconder la luz”. Desde esa luz provocaba esa ecología integral traducida en el encuentro de la cultura y la fe de un pueblo denominado Tinkunaco que es encuentro en quechua.

El Tinkunaco es la fiesta popular y religiosa más importante de la provincia de La Rioja. Durante el Tinkunaco se conmemora un pacto de paz que sucedió en las Pascuas de 1593 entre los conquistadores españoles y los diaguitas que habitaban La Rioja.


Como tercer movimiento el tema de la sinodalidad. No se le puede comprender a este testigo si no se le comprende en un colectivo, en un conjunto, en una comunidad. Por eso el 27 de abril de 2019 Mons. Enrique Angelelli fue beatificado junto con suscompañeros mártires, Carlos de Dios Murias (sacerdote), Gabriel Longeville (sacerdote) y Wenceslao Pedernera (laico). En esa figura de la beatificación de los compañeros mártires queda reflejado el tema de la sinodalidad. Esto representa y prefigura todo lo que vivió esta Iglesia particular en un compromiso con un proyecto de vida, con el proyecto de Jesús por dignificar la vida.

Este compromiso comunitario algunos lo aceptaron y lo seguimos aceptando hasta el día de hoy, pero muchos lo rechazaron como fue rechazado el proyecto de Jesús por luchar por la tierra, la justicia y la dignificación del ser humano.

Este camino sinodal que se inició en 1968 con todo un pueblo que caminaba, pensaba, soñaba y luchaba junto fue un momento de gracia para esta parte de Argentina y hoy sigue siendo un legado para esta América como lo es la experiencia del mártir Óscar Romero, Rutilio Grande, Dorothy Stang y tantos testigos (hombres y mujeres) de esta gran caminada.

Enrique Angelelli, desde la sinodalidad, desde ese movimiento comunitario, no dejaba de ser pastor aún en tiempos de dificultad,de persecución y de muerte (como lo es hoy en otro contexto atravesados por la pandemia), no dejaba de anunciar la esperanza. Y uno de sus compromisos de animación al pueblo riojano, fue, es y seguirá siendo ser profeta de la esperanza en esa comunión y unidad con tantos otros de esta caminada.

Entonces en este último movimiento iluminar y pensar desde Isaías 9,1: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. La luz resplandece sobre los que habitaban en una tierra de som- bras”. Esta luz de la beatificación de Angelelli y sus compañeros es una luz para compartirla, abrazarla, porque es evangelio vivo, evangelio puro.

Y también en este contexto muchos dicen que Angelelli fue el paso de Dios por la Rioja. Me gusta llamarlo la teofanía de esta manifestación de Dios en este pueblo riojano, en este pueblo empobrecido como muchos otros de América, en la figura de Carlos, Gabriel, Wenceslado, Enrique y todos los que vivieron la persecución por la dictadura cívico militar y eclesial. En ellos se ha podido demostrar esa manifestación concreta de Dios en este pedazo de tierra, en este suelo.

Estar agradecido por eso que el pueblo valora, toma y acoge, esta manifestación del Dios hecho hombre en estos hombres y mujeres valientes del Evangelio que siguen provocando en nosotros un compromiso por los pobres desde esta Teología de la Liberación y con la rúbrica de su propia sangre han manifestado ellos el Pacto de las Catacumbas y hoy lo manifiestan también y nos unimos todos en firmar esa declaración que se ha leído al inicio con el compromiso de ser cristianos y cristianas que quieren seguir estas huellas que ellos nos legaron porque estamos convencidos que es la verdadera Iglesia de Cristo. Eso quería compartir en esta noche de celebración, que podamos seguir con ellos siendo esa luz, y anunciando luz.

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