Fe y política Problema de método teológico





José Comblin,

Brasil.

Para estudiar la cuestión de fe y política hay que partir de un dato hoy en día

aceptado por un gran número de teólogos. En toda la historia del cristianismo

hay una contradicción interna, una tensión permanente entre dos polos: el polo

Evangelio y el polo religión.

Jesús no fundó ninguna religión. Nació y vivió en la religión judía. Cuando

estuvo en el templo o en las sinagogas siempre fue para criticar y anunciar la

superación de toda la institución judía y el advenimiento de una nueva relación

con Dios. No participó del culto, se opuso fuertemente a lo que podríamos llamar

el clero del judaísmo: los sacerdotes y los doctores. Entró en conflicto con la

élite religiosa de su tiempo, que eran los fariseos. Y no creó otra religión para

reemplazar la religión judía. Fundó otra cosa.

Jesús vino a anunciar el Reino de Dios e iniciar su llegada en la humanidad.

Envió a sus discípulos al mundo entero para anunciar esa noticia y convocar a

los pueblos a entrar en la construcción de ese reino. Escogió el camino de la no

violencia, del no poder. No quiso imponer a la humanidad que se sometiese a su

obra. Para realizarla escogió a los pobres precisamente porque no tenían ningún

poder. 

Por haber rechazado a las élites religiosas y políticas de su tiempo, fue

condenado a muerte y sufrió el suplicio reservado a los esclavos. 

Murió en la cruz, pero su obra permanece y sus discípulos continúan el anuncio del Reino de

Dios. El Reino de Dios es un cambio radical y total de toda la vida de la sociedad

humana. Es la buena noticia anunciada a los pobres de la tierra, el Evangelio.


Pero los discípulos no solo anunciaron el Evangelio, sino que crearon también

una religión, cuyo objeto era precisamente Jesús. Alrededor del recuerdo de Jesús

crearon todo un mundo simbólico. El Evangelio tiene por objeto el mundo real de

la humanidad real en su vida material y cultural. 

Los Apóstoles y sus sucesores crearon un mundo simbólico cada vez más

 desarrollado en la historia. Recibieron el Espíritu Santo, 

pero le fueron más o menos fieles según variaba la historia, las culturas y los individuos.


La religión, toda religión, incluso la cristiana, es una creación humana.

Responde a una necesidad del ser humano. Nadie que sea normal puede vivir

sin religión. Incluso los ateos tienen la suya, que es la negación de la religión

de los otros. El mundo simbólico de la religión es lo que permite que hombres

y mujeres puedan dar un sentido a su vida biológica. Todos se preguntan por

qué están en esta tierra y por tan poco tiempo. La religión ofrece una respuesta

que permite vivir sin angustia. Cada pueblo tiene su religión, que nació y se

desarrolló durante una larga evolución. Las ciencias de la religión estudian

todos esos fenómenos. La religión es un elemento fundamental de la cultura, y

habitualmente es el elemento central. A veces envuelve a toda la cultura, como

en la cristiandad o en el islam, o también en el hinduismo. Hay tantas religiones

como culturas.


¿Cómo comenzó la fundación de la religión cristiana? 

Probablemente con el culto a Jesús. 

Jesús no había pedido ningún culto a su persona, y en los

Evangelios no aparecen actos de culto por parte de los contemporáneos de Jesús.


Él pedía la fe, o sea el seguimiento. Los discípulos empezaron a rendirle culto,

sobre todo a partir del momento en que el título de Mesías fue reemplazado por

títulos de divinidad. Surgieron dos polos entre los discípulos: 

los que daban prioridad al seguimiento y los que daban prioridad al culto. 

Sobre todo para los que no habían conocido al Jesús terreno, el culto se convirtió en el polo dominante.

Los Evangelios fueron escritos por discípulos profetas con el interés de mostrar

el peligro de deshumanizar a Jesús, y los escribieron para mostrar toda su humanidad terrena,

 insistiendo en que esa vida terrena de Jesús es la norma para todos los discípulos. 


No basta el culto. La prioridad es el seguimiento de Jesús. 

Este problema, el reemplazo de la humanidad real y concreta de Jesús en su misión

terrena por el culto al Cristo celestial, fue un drama durante toda la historia de la

cristiandad, y todavía hoy es la fuente principal de todas las controversias en la

Iglesia. 

¡Dar prioridad al Evangelio o dar prioridad a la religión!

¿Como se formó la religión cristiana? 

Sin duda, los primeros autores fueron judíos. 

Los judíos que aceptaban a Jesús no abandonaban toda su tradición judía

que impregnaba toda su cultura. Esta estaba firmemente establecida dentro de su

subconsciente y también en su conciencia religiosa. Trajeron e introdujeron en

las comunidades cristianas usos, costumbres, doctrinas que venían del Antiguo

Testamento o de la tradición judía contemporánea. 

En la Carta a los Gálatas, Pablo se muestra alarmado por esa infiltración.


Del judaísmo procedió la teoría del sacrificio con el sacerdocio, y más

tarde los templos, y también el rigorismo moral y el patriarcalismo, entre otras

innovaciones. En los siglos II y III, el gnosticismo desencarnó a Cristo y lo

colocó dentro de un mundo de entidades espirituales, condenando el cuerpo

como pecado u obstáculo. Con ello la humanidad de Jesús tendía a desaparecer.

Hubo reacciones fuertes, pero una tendencia gnóstica, que hacía de Jesús un ente

puramente espiritual o de una humanidad espiritualizada, permanece hasta el día

de hoy.


En el siglo IV, los rasgos esenciales de la religión cristiana ya están definidos.

Con los decretos de Nicea y Constantinopla aparece una doctrina oficial con

fórmulas obligatorias. Poco a poco esa doctrina va creciendo y constituyendo un

corpus doctrinal que tomará el lugar de la Biblia en el modo de proceder de la

cristiandad. La Biblia fue leída a la luz de la doctrina oficial. En esa época ya se

instituyeron algunas grandes liturgias. Apareció el clero con rasgos definitivos,

como clase separada de los laicos, clase que se reserva para sí todos los poderes

en materia de doctrina, de moral, de liturgia o de vida comunitaria.

Desde entonces aparecen, cada vez con mayor claridad, las tensiones o

contradicciones entre el nuevo edificio religioso y el Evangelio. 

Estas son particularmente evidentes en lo que se refiere a la política o al modo de presencia de

la Iglesia en el mundo.


• El Evangelio procede de Dios y, por lo tanto, no puede cambiar. 

La religión es creación humana y puede y debe cambiar según la evolución de las culturas

y de las condiciones de vida de los pueblos. 

Si la religión no cambia, aparece cada vez más como obsoleta, irrelevante, y los pueblos la abandonan.


• El Evangelio se vive en el mundo real, material y social. La religión se vive

en un mundo simbólico. El Evangelio quiere acciones concretas y corporales

en la vida individual o social. La religión quiere acciones simbólicas.


• El Evangelio es universal porque no trae consigo ninguna cultura, no

engendra ninguna cultura, ni siquiera estaría asociado a una religión. La

religión siempre está asociada a una cultura. En la cristiandad, la religión

cristiana estaba totalmente unida a una cultura que ella misma había engendrado en muchos de sus elementos.


• El Evangelio es renuncia al poder, no lo busca y no lo acepta. 

La religión busca el poder y busca siempre el apoyo de los poderes políticos y económicos. 

La religión no acepta ningún conflicto con las autoridades políticas.

Se adapta a los cambios en los poderes, pero no los provoca. Acepta a la

sociedad establecida tal como está, a no ser que esta no respete los privilegios

que pide aquélla.


• El Evangelio da prioridad a los pobres porque Dios les ha revelado su

Evangelio. Los pobres son los constructores del Reino de Dios, o sea, del

cambio radical de la sociedad en el sentido de la justicia y la liberación de los

oprimidos. La religión trata a los pobres con la limosna y todas las formas

de asistencialismo. Se interesa por los “buenos pobres”, los que aceptan el

desorden establecido.


• El Evangelio está siempre en conflicto con los poderes dominantes. La religión

siempre busca la colaboración con el sistema establecido y rechaza todos los

conflictos. Quiere la paz porque los cambios crean situaciones de riesgo en

las que podría perder sus privilegios.


• Una persona entra en una religión casi siempre por transmisión en la familia,

o por la incorporación en un país diferente con una religión diferente. Una

persona entra en el Evangelio por una conversión personal, una opción

plenamente consciente y voluntaria.


• Una religión siempre es conservadora moral, social y políticamente. Solo se

adapta a los cambios inevitables por presión externa. El Evangelio siempre

busca un cambio individual y social.


• La política de la religión es el acuerdo con las autoridades establecidas.

La política del Evangelio es la búsqueda de la justicia y de la fraternidad

universal por una solidaridad de todos con todos.


• La religión mira hacia el pasado. El Evangelio mira hacia el porvenir.


La tensión entre Evangelio y religión es muy fuerte en la Iglesia católica,

considerada como institución que se formó en el cuadro de la cristiandad y se

mantiene en las mismas estructuras, aunque haya desaparecido la cristiandad.


Durante los primeros siglos, los cristianos se presentaron como el nuevo y verdadero

pueblo de Dios, la verdadera Iglesia en el sentido de la Biblia, o sea, sin institución

que configurase al pueblo, pues ese pueblo de Dios no estaba estructurado

socialmente desde el comienzo. 

Pablo creó una primera estructura con la fundación de comunidades en ciudades griegas. 

Éstas eran el pueblo de Dios en cada ciudad, pero todavía sin expresión jurídica. 

No había presbíteros, ni obispos, ni liturgia oficializada, ni organización entre las diversas comunidades. 


Al final del siglo I aparecieron los presbíteros como primera estructura jurídica. Todavía

no eran sacerdotes, ni ordenados como personas sagradas. Todavía no existía la

separación entre clero y laicos.


En el siglo II aparecieron los obispos, presbíteros que se destacan como jefes

del consejo presbiteral de la ciudad. Más tarde aparecen las reuniones entre

obispos de diversas comunidades urbanas, pero todavía no hay institución que

reúna a las diversas ciudades. Tampoco existen liturgias comunes. Aparecen

algunos esquemas, como en el libro de Hipólito de Roma. También aparecen las

primeras normas de un derecho eclesial, sobre todo para solucionar el problema

de los lapsi, los cristianos que renegaron de su fe para salvar la vida. Fue el

problema de la reconciliación y sus condiciones.


La Iglesia como institución nació en Nicea por la voluntad y la iniciativa del

emperador Constantino. Por primera vez hubo una reunión de todos los obispos,

y esa reunión fue convocada, orientada y presidida por el emperador, que ni

siquiera era cristiano. Él presentó o impuso su proyecto a los obispos. Se trataba

de dar los primeros pasos hacia la entrada oficial del cristianismo en el Imperio

romano, como religión oficial. Los obispos lo aceptaron, como lo aceptaron los

primeros siete Concilios ecuménicos, todos ellos convocados por el emperador.


Que la institución de la Iglesia universal se haya fraguado por la acción del

emperador tendrá durante siglos, y hasta el día de hoy, consecuencias muy

graves, sobre todo por lo que se refiere a la relación entre fe y política.


Una vez instalada como religión de Estado, la Iglesia como institución quedó

con las manos atadas. El clero fue reconocido en el Imperio como poder. Estuvo

asociado a todas las guerras del Imperio y de sus sucesores, los reinos de los

francos, de los visigodos, del Imperio germánico, de los reinos de Francia,

España, y los otros reinos que adoptaron la estructura imperial. En la guerra, la

religión era el elemento principal. Todos estaban convencidos de que Dios daba

la victoria y lo esencial era conseguir el favor de Dios. Sin eso no se podía ganar

la guerra. El clero fue requerido para conseguir el apoyo de Dios.


De modo semejante en la política interna, el clero estaba encargado de contribuir

a la unidad y la paz interna del imperio o del reino. Estaba subordinado a la

sociedad establecida y no podía ser un factor de cambio, ni de revolución. La

 religión cristiana fue la mayor fuerza de conservadurismo en la sociedad

cristiana.


En Oriente el emperador estuvo al frente del Imperio hasta su destrucción

en 1453. En Occidente el antiguo Imperio romano fue destruido ya en 476, pero

fue reemplazado por diversos reinos bárbaros, y desde Carlo Magno por un

nuevo imperio que reunía toda la parte occidental de la Iglesia. En Occidente, el

Imperio germánico nunca logró tener la fuerza del antiguo Imperio romano o del

Imperio oriental. Dependía del papa en su origen y siempre dependió de él para

su legitimidad. Desde Gregorio VII, el papa rivalizó con el emperador sobre la

supremacía en la cristiandad. 


El papa fue el jefe de las Cruzadas y era el generalísimo de los ejércitos cristianos. 

Los emperadores y los reyes católicos siempre lucharon por adquirir su independencia del papa, y al final lo lograron. 

Desde el siglo XVII, la superioridad del poder de la religión está perdida y la religión se

somete totalmente a los reyes. Sin embargo, la ilusión de la supremacía política

del papado permanece.

Cuando desapareció el Imperio en 1806 y cuando fueron establecidas

leyes de separación entre Iglesia y Estado, los papas no perdieron la ilusión de

reconquistar el poder. Quedaron asociados a las monarquías hasta el final, y

en las democracias trataron de utilizar los métodos democráticos para volver a

adquirir la mayor parte posible de su superioridad política. Todavía hoy los papas

tratan de mantener su poder político a través del Estado del Vaticano, de sus

misiones diplomáticas y de la supremacía que piden para que el nuncio apostólico 

sea reconocido como decano del cuerpo diplomático. 

A través de su doctrina social, la Iglesia trata de mantener por lo menos su poder ideológico, y lucha para

salvar las normas de la moral cristiana, por ejemplo en materia de sexo y familia.


El esquema imperial todavía no ha muerto en la imaginación y en la acción

política de la Iglesia. Esta ejerce una acción política para defender lo que le

queda de los privilegios de la antigua cristiandad, por ejemplo en América Latina

o en Europa. Trata de imponer la moral católica en los países que fueron parte

de la antigua cristiandad. El papa ejerce un poder político, aunque sea siempre

menos eficiente. No permite que los católicos tomen actitudes políticas distintas

de las suyas. En la Iglesia sólo el papa puede definir y hacer la política.


En toda la historia de la cristiandad, y también después de ella, hubo

movimientos inspirados por el Evangelio que pidieron reformas de la sociedad

llamada cristiana, estuvieron en la base de revoluciones sociales y políticas,

criticando y rechazando la sociedad establecida aunque tuviera el apoyo y

estuviera asociada al poder del clero. Todos fracasaron y finalmente las revoluciones

se hicieron por los que se habían separado de la Iglesia, aunque invocaran el

Evangelio. La oposición entre Evangelio y religión fue reemplazada por la

hostilidad entre la Iglesia y las repúblicas laicizadas. Siempre hubo dos políticas

cristianas en la cristiandad y después de la cristiandad. En ese estado de virtual

guerra, los que daban prioridad al Evangelio quedaron reprimidos.


En América Latina tuvimos, en el siglo XX, una manifestación visible de

esa oposición. La política romana buscó siempre la alianza con los Gobiernos

dictatoriales contra los movimientos reformistas o revolucionarios. Sin embargo,

en la base de esos movimientos había siempre una inspiración evangélica y

representantes de una parte del clero disidente de la política de los papas. 


Aún hoy, en el siglo XXI, la Iglesia romana se opone a los movimientos de transformación social en 

Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras. Pero hay católicos que

los apoyan en nombre del Evangelio. La razón es que la Iglesia romana da la

prioridad al polo religión y la religión es defendida por las dictaduras de derecha.

La oposición se inspira en el Evangelio.


La entrada en el Imperio romano como religión de Estado y la cristiandad

que de ella resultó tuvo también consecuencias inmensas en el régimen interno

de la Iglesia. Esta se constituyó según el modelo imperial. Poco a poco nació un

derecho eclesiástico inspirado en el derecho romano de Justiniano. En el derecho

romano todos los poderes están en la persona del emperador. Este delega sus

poderes a sus funcionarios de todos los niveles. El pueblo es puramente pasivo:

su misión es obedecer. 

Todas las decisiones vienen desde arriba y bajan por intermedio de los niveles de oficiales del Imperio. 

En la Iglesia, el modelo imperial estaba

directamente en oposición al modo de vivir de las comunidades cristianas. No

había clero como clase superior. La liturgia, la enseñanza de la fe, las decisiones

relativas a la comunidad se definían localmente con la participación del pueblo

cristiano, incluso la elección de los obispos, cuando estos aparecieron.


La implantación del modelo romano no fue fácil ni rápida porque se oponía

a la antigua tradición cristiana. Pero cuando los papas asumieron la dirección de

la cristiandad, empezaron a imponer la uniformidad imperial a todas las partes

de la cristiandad. Durante siglos lucharon para controlar la doctrina con los concilios

medievales, la liturgia romana fue eliminando las otras, lo que finalmente se

logró en el Vaticano II. 

Los papas lucharon por el nombramiento de los obispos,

lo que se logró con el Código de Derecho Canónico de 1917, finalmente aplicado

a casi todas las diócesis. Cuando los obispos dejaron de ser nombrados por los

reyes, el papa asumió el cargo en lugar de devolver ese nombramiento a las

 iglesias locales, como era la tradición antigua.


La organización imperial de la Iglesia católica impidió el desarrollo del

pueblo cristiano. Los laicos fueron infantilizados por los sacerdotes, lo que

constituye el gran problema de la Iglesia en medio del mundo moderno laicizado.


Siempre hubo protestas, propuestas de volver a las tradiciones antiguas de la

Iglesia, pero los papas y su curia romana siempre impidieron todas las manifestaciones en ese sentido. 

La Iglesia se ha transformado en un imperio religioso

bajo el pretexto de que la Iglesia no es una democracia. Sin embargo, ella debía

parecerse más a la democracia que al imperio, si examinamos las fuentes de los

orígenes cristianos.


En América Latina, al comienzo de la conquista, hubo misioneros franciscanos y

dominicos que vinieron con la intención de predicar el Evangelio y de constituir

una Iglesia diferente de la que había en sus países de origen, que conocían las

corrupciones de la cristiandad.


 Cuando los imperios de España y Portugal se consolidaron en América, 

se implantó el régimen de cristiandad en forma radical

y el polo religión predominó hasta el siglo XX, casi hasta el principio de Vaticano

II.

Los sacerdotes y religiosos fueron organizadores de la institución eclesiástica,

pero dejaron a los indígenas, a los esclavos negros y al pueblo mestizo sin

conocimiento del Evangelio y solo con fragmentos de la religión de las

metrópolis.


Después del Vaticano II sucedió el milagro de Medellín, confirmado por

Puebla. Hubo una generación de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas que

adoptaron el polo Evangelio sin romper con la religión. Fue una generación que

comenzó con Vaticano II, después de algunos precursores, y duró más o menos

hasta mediados de los años ochenta. 


No todos entraron en el movimiento, pero este constituyó la tendencia dominante en las Iglesias de 

América Latina en general, aunque no en todos los países.

Ahora estamos en otra fase de la historia. Predomina el polo religión con

el pontificado de Juan Pablo II, prolongado por el papa actual. Los obispos que

hicieron Medellín fueron reprendidos y castigados. Fueron acusados de hacer

política en lugar de administrar la religión de su diócesis. Desde entonces predomina una vigorosa 

campaña en contra de Medellín y Puebla. La teología de la liberación fue condenada y sigue siendo 

condenada. 

Las comunidades eclesiales de base cayeron en sospecha y fueron prácticamente abandonadas por la 

mayoría del clero. Reapareció una teología tradicional, con seminarios tradicionales, una

vida sacerdotal tradicional, todo ello anterior al Vaticano II. El Concilio se repite

verbalmente, pero la pastoral promovida por Roma es un regreso a la estructura

anterior al Vaticano II.

Prevalecen en la Iglesia romana y en todos los países, los movimientos

burgueses que todavía creen que es posible volver a formar una cristiandad

gracias a la reconquista del poder político. Ignoran la situación de las grandes

masas humanas, de los pobres de modo particular. Es verdad que muchos obispos

no creen en esa ficción, pero no se manifiestan porque Roma está vigilando.


El papa está dirigiendo un gran combate contra el relativismo. Ahora bien, el

relativismo es todo el mundo contemporáneo interpretado en esa forma. Creen

que una pequeña minoría de defensores fanáticos de las estructuras establecidas

será capaz de rehacer una cristiandad. De allí la alianza con todos los movimientos burgueses en la 

sociedad, con la política de los Estados Unidos y de

la Unión Europea, y de modo general con los partidos conservadores. Por eso

nunca aparece una condena del capitalismo, aun después de la gran crisis que

se ha manifestado desde 2008. No se nota que el documento de Aparecida haya

provocado un cambio real en la política eclesiástica.

Esta rápida evocación de la historia de la cristiandad nos permite entender

por qué es necesario reexaminar el método de la teología. Esta revisión ya

empezó en América Latina, pero fue frenada con mucha fuerza por Roma. Si

existen dos polos contradictorios en la Iglesia como institución, aunque no como

pueblo de Dios, la teología debe estudiar ambos polos.

Por un lado, una teología cristiana consiste en buscar desde los orígenes

hasta hoy la tradición del Evangelio vivido en la Iglesia. ¿Dónde se encuentra en

cada época de la historia? ¿Cómo fue vivido el mensaje del Evangelio en toda la

historia? ¿Qué significa el mensaje evangélico en la actualidad? ¿Dónde podemos

verlo hoy día?

No se trata de doctrinas, sino de vida. El Evangelio es una vida y el mensaje

es su vida, como el mensaje de Jesús fue su vida terrena. Vidas humanas vivieron

el Evangelio y lo viven aún hoy día. ¿Dónde? El objeto primordial de la teología

no son las doctrinas enseñadas desde los siglos pasados hasta hoy. Las doctrinas

son creaciones humanas. Aunque el Espíritu pueda trasmitir un mensaje por

medio de ellas, las doctrinas nunca son sencillamente la enseñanza del Espíritu.

Siempre son relativas al alcance de la inteligencia humana, relativas a la cultura

en la que fueron elaboradas. Los llamados dogmas no son sencillamente la

palabra del Espíritu. La vida mostrará lo que era del Espíritu y lo que era del

pensamiento humano.


Por supuesto, tal teología nunca coincide con la verdad. Habrá muchas interpretaciones diferentes, lo que es previsible en toda obra humana. Pero lo que el

pueblo cristiano necesita en primer lugar es el mensaje de la vida.

Por otro lado, la teología contempla también todas las tradiciones eclesiásticas

que en el decorrer de los siglos han transformado la Iglesia y la han llevado a

sus estructuras actuales. Se trata de la doctrina, de la liturgia, de la moral y de

la organización eclesiástica. Se trata de todo lo que se ha añadido al mensaje

de Jesús. En la teología moderna se enseñó que junto a la Biblia hay verdades

reveladas no escritas que fueron trasmitidas oralmente desde los Apóstoles. Pero

en la práctica es muy difícil identificar esas tradiciones. Salvo si se considera

como tradición todo lo que existe en la Iglesia actual. Pero históricamente no

se puede mantener. Además, el Concilio de Trento había sido más prudente y

no había enseñado que existen verdades no escritas en la Biblia y trasmitidas

solamente por vía oral.

Esta parte de la teología comienza con un estudio histórico de la construcción

de todas las estructuras que existen en la institución Iglesia católica. A partir de

eso, la teología busca el origen de las transformaciones, que es lo que viene de

algunas personalidades fuertes o de algunas instituciones cristianas particulares,

o lo que viene de las tradiciones populares, o de las religiones de los pueblos

con los que la Iglesia estuvo en contacto. Debemos examinar especialmente las

raíces posibles en los pueblos que han sido evangelizados por la conquista militar

o política. Todo eso incluye una historia de los dogmas y de las doctrinas, una

historia del culto, de la moral, de la institución de gobierno.

Todas esas tradiciones pueden y deben cambiar porque son relativas a la

cultura de su tiempo. Además, su significado cambia en las diversas épocas de su

historia.

Esas tradiciones son buenas en la medida en que conducen al Evangelio,

son malas si apartan del Evangelio. Hay tradiciones que deben cambiar porque

ya no corresponden a la cultura contemporánea. Por ejemplo, podemos citar el

mundo sagrado de los pueblos germánicos (santos, milagros, reliquias), el mundo

penitencial que vino de los monjes irlandeses o ingleses (sistema penitencial,

prácticas ascéticas extremas), la filosofía griega que entró en el siglo XIII y

condicionó todo el pensamiento cristiano y que es incomprensible en la cultura

actual, la devoción moderna y su individualismo espiritual propio de una época

en la que todo apartaba de las instituciones eclesiásticas.

Hay tradiciones que hay que interpretar de modo diferente, por ejemplo, los

sacramentos y todo el sistema de bendiciones. Podemos añadir la organización

de los ministerios, de tal modo que el pueblo pueda ocupar el lugar al que tiene

derecho en la Iglesia.


En toda religión, incluso en la religión cristiana, hubo y hay aspectos

negativos y aspectos positivos. Como negativos podemos recordar la conquista

de los pueblos bárbaros por medio de la guerra, las Cruzadas, las guerras de

religión, todo en nombre de Dios. También en nombre de Dios, la Inquisición,

las torturas, quemar a los supuestos herejes, la represión sangrienta de las herejías, la ignorancia de los 

derechos humanos, la ignorancia de la miseria obrera

durante tanto tiempo, la conquista de América y la destrucción de los pueblos

indígenas justificados por la donación del papa, la importación de millones de

esclavos africanos, el actual silencio sobre el capitalismo y todo lo que produce

en los pobres que son sus víctimas, la destrucción de África por los poderes

económicos extranjeros, incluso las guerras financiadas por los pueblos desarrollados con el silencio de 

sus autoridades, el reciente silencio de la jerarquía en

muchos países de América Latina durante las dictaduras militares como en la

Argentina, en América Central y otros países siempre con el apoyo de Roma y

de las nunciaturas, el silencio sobre las guerras de Estados Unidos en el mundo

musulmán de Asia en nombre de Dios. Son solo algunos aspectos más evidentes.

No se justifican como errores de algunos cristianos, sino que fueron hechos en

nombre de Dios por las supremas autoridades de la Iglesia. La misma religión

cristiana estuvo y está comprometida, y los laicos no recibieron la orientación

que debían recibir. Hay en la religión fermentos perversos que hay que combatir

sin guardar silencio.

Por otro lado, la religión cristiana creó una civilización en Europa occidental

entre los siglos V y XII, sobre todo por las obras de los monjes. Salvó los

monumentos literarios de la civilización grecorromana. Dejó inmensas obras

artísticas y literarias en los siglos pasados. Estamos hablando aquí de la religión

y no de la tradición evangélica que se trasmitía en medio de la institución

eclesiástica, muchas veces en conflicto con ella.

Todo esto es materia de una teología que esté al servicio del pueblo cristiano

porque no puede limitarse al estudio de las doctrinas, sino más bien dedicarse al

estudio de la vida entera. Las doctrinas no dejan de ser un aspecto secundario

en la vida. Lo que hace vivir es el Evangelio de Jesucristo y no las doctrinas que

durante la historia han tratado de enunciar en forma intelectual, con los recursos

de la cultura de su tiempo, el contenido del Evangelio.


Digitalizado por: Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J."

 Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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