Propuestas prácticas para la reforma de la Iglesia.Síntesis reflexivas y propuestas prácticas Virginia Azcuy Carolina Bacher Pablo Dabezies Richard Arce







Propuestas prácticas para la reforma de la Iglesia

  La Reforma de la Iglesia en tiempos de discernimiento


Síntesis reflexivas y propuestas prácticas

Virginia Azcuy Carolina Bacher Pablo Dabezies Richard Arce

Durante el Simposio, se ha dedicado un espacio importante a la construcción comunitaria, con el objetivo de recibir y profundizar los aportes de las conferencias y las presentaciones teológico-simbólicas del programa. El presente texto, sin pretensión exhaustiva, intenta ilustrar y socializar esta producción grupal que contiene un conjunto de ejes prioritarios, algunas síntesis reflexivas fundamentales y las propuestas prácticas emergentes.1

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1 Primera redacción de Paul Dabesies y Richard Arce; revisión por Virginia Azcuy y Carolina Bacher Martínez.

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I

Nos sentimos llamados a un “buen vivir” juntos, recuperando –en diálogo– las raíces sapienciales de nuestros pueblos y la sabiduría del Evangelio

Recuperar la sabiduría del “buen vivir”

[1] Queremos redescubrir las raíces sapienciales de nuestros pueblos que nos impulsen a un «buen vivir», para desmantelar un estilo de vida consumista y para que nos ayuden a generar una alternativa de vida austera y sustentable. Como dice el sabio: «No me des pobreza ni riqueza, dame la ración necesaria» (Prov. 30,7-9).

[2] Necesitamos descolonizarnos en muchas cosas que nos marcan y que vienen de modelos europeos. Descolonizar implica trabajar sin cesar la conciencia de una Iglesia latinoamericana adulta, con una expresión propia, profundizándola cada día más. Evangelii Gaudium nos alienta en ese ser cristianos latinoamericanos, que ya ha pasado a ser riqueza de la Iglesia universal.

[3] La teología india es un espacio al cual podemos acudir para aprender ese “buen vivir”. Los pueblos originarios han vivido formas profundas de relacionarse con Dios (y viven), han acumulado espiritu- alidad y sabiduría milenarias. Los teólogos y teólogas latinoamericanos necesitamos hablar a nuestros pueblos de Jesucristo desde estas raíces para ser comprendidos.

[4] La sabiduría de vida de Jesús, como se expresa en Lucas 12, 22ss, está en plena consonancia con la de nuestros pueblos. Se hace imprescindible que en nuestra vida y reflexión bebamos cada vez más en la Palabra del Señor en diálogo con nuestras raíces culturales y religiosas originarias.

El Espíritu de Sabiduría nos guía para seguir a Jesús

[5] El seguimiento de Jesús en el Espíritu lleva a la conversión personal, mística y política y a la transformación eclesial y social. El Espíritu nos anima para discernir los signos de los tiempos: la dignidad de la mujer, la desigualdad, la exclusión y la violencia, la crisis medioambiental, la vida amenazada de los pueblos originarios, el tráfico de personas y tantos otros desafíos de hoy.

[6] ¿Cómo nos mueve el Espíritu? ¿Cómo obra en la historia y en la creación? En contextos de censura y autocensura, el Espíritu de libertad, nos impulsa a vencer el miedo. Como Espíritu de Verdad, pide diálogo y escucha de lo diverso, más allá de lo católico. Actúa desde abajo y llama a consultar los sentires y anhelos de lo popular, porque Dios allí se revela. Abre a la novedad del futuro; impulsa a una Iglesia “en salida”. Llena el universo y plantea la urgencia del planeta.

[7] El Espíritu obra la comunión, genera relaciones que animan, trabajo en red. Exige un discernimiento comunitario y espacios compartidos de toma de decisiones. La renovación del Espíritu se frena cuando abunda el miedo, las formas jerárquicas de entender el poder y la organización, la falta de participación, imaginación y sueños. Parte del proceso de seguimiento de Jesús pasa por promover el interés por la reforma de todos los integrantes de la Iglesia, un camino entre todos, empezando por “nosotros”. ¿Qué compromisos implica para nosotros?

[8] El Espíritu de Jesús es Defensor de los pobres y los marginados. Por eso, el Espíritu nos hace salir fuera, al mundo y asumir sus desafíos y esperanzas. Este movimiento puede generar la reforma. En la misión guiada por el Espíritu, se hace la Iglesia viendo la presencia del Espíritu en nuestros pueblos. ¿Cómo vivir propuestas de espiritualidad que acompañen esta acción del Espíritu, la sed de reforma eclesial y las aspiraciones de “buen vivir” de nuestros pueblos?

[9] Seguir a Jesús verdaderamente es un movimiento contra la corriente y el discernimiento pasa por una revisión permanente. Seguir a Jesús con la guía y el impulso del Espíritu, significa también ser conscientes de la presencia del anti-Reino, las ausencias de Dios en la historia, los obstáculos para un “buen vivir” juntos que impiden recibir el aliento del Padre. Aun así, el impulso del Espíritu es fuerte y puede más que el posible freno que pueda encontrar.


Propuestas prácticas

-Valorar la sabiduría y la religiosidad de los pueblos indígenas, especialmente la clave del “buen vivir”, la racionalidad simbólica, y su cosmovisión integral.

-Revisar periódicamente nuestras actitudes personales y comunitarias a fin de pasar de un estilo de vida burgués a uno evangélico.

- Dar pasos concretos para un “buen vivir” con menos productos. Recuperar un estilo de vida en pobreza, sencillez y austeridad en tiempos de cultura de consumo y descarte.

-Desacelerar nuestro modelo de vida para dar prioridad a la escucha, el silencio, la contemplación, el encuentro con los otros, la fiesta, la celebración y la mesa compartida.

-Asumir la centralidad de la Palabra de Dios tanto en nuestro quehacer teológico como en nuestra práctica personal y comunitaria de oración, discernimiento histórico y compromiso socio-eclesial.

II

Vivir atentos a los actuales signos de los tiempos, desde los que nos interpela el Espíritu, para compartir las luchas y esperanzas de los hombres y mujeres de nuestros pueblos.

No hay renovación eclesial sin asumir la realidad compleja que vivimos.

[10] Con el replanteamiento de las relaciones Iglesia-mundo hemos dejado de ver a la Iglesia al margen de él. Pero necesitamos profundizar en la línea de la encarnación (cf. Jn 1,14) para no caer en la tentación de pensar la realidad eclesial fuera de los procesos que vivimos como pueblos; para no “espiritualizar” los conflictos, sino vencer el temor de enfrentar problemas. El papa Francisco nos da una señal para el actual contexto económico-político: los problemas más urgentes son los de la humanidad, no los de la Iglesia.

[11] En nuestro análisis ocupó mucho lugar el aspecto económico y quedó en segundo plano lo social, lo político, lo cultural y otras dimensiones de la realidad, en la que el poder y el prestigio social son determi- nantes en las tramas de la dominación. Nos falta atender con claridad a la incidencia que podemos tener como Iglesia en los procesos populares en América Latina, para posibilitar un aporte en el campo político y contribuir a una inculturación del Evangelio en esos procesos.

[12] La complejidad de América Latina no puede quedar fuera de nuestra reflexión teológica. No habrá auténtica renovación eclesial, sin asumir el lugar en que estamos: eso significa identificarse, estar juntos y dialogar, superar el temor a perder la identidad eclesial al dejar “entrar” al mundo, el temor a perder la fidelidad al Evangelio ante algunos conflictos que habría que enfrentar. La identidad histórica de la Iglesia se va haciendo por el camino de Jesús, el de la kénosis (cf. Fil. 2, 6-11). El anonadamiento del Hijo de Dios nos produce un verdadero vértigo –como a nuestras comunidades–; puede llevar a retraernos, pero también a entregarnos.

Desigualdad y exclusión de la pobreza y otras realidades

[13] América Latina es el continente más desigual: un grito de la historia, que exige cambiar el eje de mirada y de acción. La pobreza en América Latina expresa la marca profunda de la desigualdad en la distribución de los bienes comunes. Conformamos además sociedades en las que existen otras fuentes de profunda desigualdad ligadas a género, condición sexual, edad, etnias, culturas; situaciones que son contrarias al Evangelio porque “ya no hay judío ni griego, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

[14] Estas desigualdades conforman estructuras de pecado y de muerte que atraviesan Latinoamérica; las diversas variables de la desigualdad se entrecruzan en las personas y los grupos sociales, agudizando las formas de discriminación y exclusión. El grito que surge desde esas realidades no es sólo el de los pobres materiales, sino también el de otros/as excluidos/ as: las mujeres, los indígenas, etc. Escuchar su mensaje alternativo como semilla de nuevas propuestas y amplificarlo es tarea de la teología como interpretación de los signos de los tiempos.

[15] Nuestro análisis tiene que estar atento por igual a lo micro y lo macro, lo local y lo universal, lo coyuntural y lo estructural. Y no dejar de lado los múltiples factores en juego que complejizan el panorama sociopolítico-eclesial desde lo imprevisible, lo inusitado y la incertidumbre. De valor fundamental es generar un pensamiento que integre esos múltiples niveles, para no aislar los desafíos. Y en ese sentido nos podemos preguntar dónde está y actúa sobre todo la Iglesia.

Signos de los tiempos que nos interpelan y nos alientan

[16] El discernimiento de los signos de los tiempos en este contexto complejo y conflictivo de desigualdades como la pobreza, de pecados estructurales, no solo nos desafía sino que nos alienta a la esperanza, nos convoca al cambio social y a la reforma eclesial. Precisamos estar encarnados en la vida de nuestros pueblos desde el lugar de los pobres y excluidos/as, abiertos al diálogo; también es imperioso sumarnos a lo que ya se está actuando, a la búsqueda y las construcciones de los otros. Sobre todo a las iniciativas de sustentabilidad y a las redes locales ya existentes, sean éstas de origen cristiano o aunque no respondan a la Iglesia.

[17] Estamos en tiempos de transición, una época está muriendo y no está siempre claro lo nuevo que nace: nos sentimos en camino, en búsqueda. En el contexto complejo de América Latina y el Caribe, además de las desigualdades, constatamos la aceleración de los ritmos de vida, la casi imposibilidad de los intercambios gratuitos y del silencio, el consumismo, la violencia social y la depredación del planeta. Urge renovar nuestra relación con la tierra y aprender a crear juntos.

[18] Una transformación de la realidad hoy exige ser sensible a las voces del planeta tierra, de la ecología. El actual estilo de vida no se sustenta más, hemos de renovarlo sí o sí. Con él estamos generando un mundo desigual y sin futuro, que va a su destrucción. Al menos es imperioso no acelerar estos procesos, sino frenarlos y repensar el modo en que vivimos. ¿Aprenderemos a escuchar la naturaleza, la aún inmensa variedad de los seres vivos? Ese es el vientre de que habla Isaías, que fecundado por el rocío del cielo quiere abrirse para que brote la Liberación y germine el Justo (cf. Is 45, 8). Es preciso sensibilizarnos y asumir compromisos y aprender nuevos lenguajes y nuevas sensibilidades en el vínculo con la naturaleza.


Propuestas prácticas

-Incluir nuevos sujetos y dimensiones en nuestros análisis y en nuestras prácticas

- Promover espacios comunitarios en el seno de una sociedad pluralista, participar en movimientos sociales y populares e ir leyendo con otros la acción del Espíritu en la transformación de la sociedad.

- Integrarse a foros, movimientos y redes sociales como forma de inserción en las luchas por una vida digna, articulando con lo eclesial e incorporando las metodologías participativas de estos espacios en los diversos ámbitos, seculares o eclesiales.

- Facilitar la articulación de instancias de representación de los sectores populares y colaborar con ellas.

- Superar una cosmovisión antropocéntrica por medio de una visión holística y atenta al cuidado de la “casa común” para dar fundamento al compromiso con los pueblos originarios y el medio ambiente.

- Asumir la educación como instrumento facilitador del desarrollo– Liberación.

-Explicitar la referencia al Reino y su justicia en nuestras propuestas de transformación

-Incorporar los aportes que realiza la teología indígena sobre el cuidado de la tierra y el agua

-Clarificar el concepto de evangelización de las culturas originarias a fin de no repetir el modelo de cristiandad

III

Vivir en el dinamismo del Espíritu que impulsa la reforma de la Iglesia bebiendo en las fuentes evangélicas, en orden

a plasmar formas de eclesialidad renovadas.

La reforma de la Iglesia es inseparable de la transformación del mundo

[19] Pensamos que no tiene sentido encarar una reforma de la Iglesia aislada de la reforma de la sociedad. Porque el Espíritu que alienta en la Iglesia es el mismo que renueva todas las cosas. Dicho de manera inculturada, la reforma de la Iglesia debe tener el horizonte del “buen vivir” como expresión latinoamericana del Reino. Al mismo tiempo, la reforma de la Iglesia es una contribución a la transformación del mundo, ya que las personas e instituciones que forman parte de ella son también parte del mundo.

[20] Sin embargo, persisten las tendencias a plantear la reforma de la Iglesia desde nuestros pequeños intereses, nuestro espacio reducido. ¿Cómo hacer para que la reforma eclesial responda a los clamores de los más pobres? ¿Cómo puede la Iglesia escuchar de verdad las realidades del mundo? ¿Será que la reforma de la Iglesia debe ser una reforma desde la modernidad? De hecho, hay valores de esta que son al mismo tiempo aspiraciones de los indígenas, de las mujeres, como la participación, la igualdad, la autonomía, el poder convivir como adultos.

[21] Estamos entonces llamados a reconocer al Espíritu en todas las personas y grupos que trabajan por más humanidad, porque de hecho son buscadores del Reino, por más alejados que estén de nosotros y nuestras categorías de pensar y sentir, por más rechazo que puedan tener a ciertas manifestaciones históricas de la Iglesia. Nuestro camino de espiritualidad podría pasar por reconocer los fermentos del Espíritu que están en todos lados, aunque no siempre de forma pura. ¿Acaso en nosotros mismos, en la Iglesia toda, el Espíritu de Jesús se transluce de manera diáfana?

[22] Ahora bien, creemos que lo más justo es decir que la reforma eclesial tiene como objetivo hacerse sin cesar una Iglesia de todos desde los pobres y excluidos/as, en seguimiento de Cristo Pobre, conducidos por su Espíritu (cf. Lc 4). Y en esta misma línea nos parece que la apertura más básica de la Iglesia debe ser al Espíritu de Jesús que nos empuja hacia afuera de ella misma. La espiritualidad debe traspasar los límites de lo cristiano y lo religioso, para poder dialogar con las sociedades más secularizadas, más laicas.

Acoger al Espíritu que todo lo renueva y hacerlo desde los pobres

[23] Hay una actitud espiritual que necesitamos seguir trabajando para poder descubrir la continua acción del Espíritu. Vemos su presencia en los momentos de transformación renovadora, nueva primavera o rebrote de Pentecostés, pero necesitamos reconocerlo en los tiempos que calificamos de invierno, en los que el Espíritu de renovación también está presente y activo.

[24] Las dificultades que encontramos para la reforma en la Iglesia son tal vez una señal de déficit en vivir esta espiritualidad. ¡Nos cuesta hacerle espacio al Espíritu! La inercia y la pereza para renovarnos puede ser un signo de nuestra «sequedad de Espíritu», de las resistencias que tenemos para dejarnos llevar por Él, que todo lo renueva. En la historia de la Iglesia han sido los místicos los que han hecho las grandes reformas; se los reconoce por su acción fecundante.

[25] Miramos demasiado lo que más aparece, lo estructural y perdemos de vista esa acción del Espíritu en el abajo de la historia, en lo pequeño, en los pobres. ¿No será que el interés, el estilo, el modo, la acentuación de Francisco en lo pequeño, lo frágil, lo abierto, es la mística que estamos necesitando? Como dice la expresión de Balaán: “en éxtasis, con los ojos abiertos” (cf. Núm. 24, 4).

[26] El retorno a las fuentes, el seguimiento de Jesús y la acción transformadora del Espíritu, estimulan la creatividad teológica y eclesial, en el horizonte del “buen vivir”, como expresión latinoamericana del Reino. Necesitamos coherencia con las fuentes, con la “alegría del Evangelio”. El Espíritu precede a la encarnación y la sigue completando; nos habla desde abajo para avanzar en humanización, ¿cultivamos la actitud de reconocer esta acción en los de abajo?

[27] En el simposio, sobre todo con los momentos teológico-simbólicos, nos animamos a compartir espacios de silencio, dando lugar al Espíritu y a la novedad. Queremos hacer experiencia de otros caminos también nosotros como teólogas y teólogos. Como personas de Iglesia involucradas en teología, nos proponemos dar testimonio del actuar de Dios, del Evangelio de Jesucristo en el tiempo presente. El lenguaje sobre Dios sigue siendo anacrónico y está necesitado de renovación.

Reforma, resistencias y esperanzas

[28] A la luz de la riqueza multiforme del Espíritu de Jesús, ¿hasta dónde hemos avanzado en una comprensión integral de la reforma, desde diversos ámbitos, incorporando distintas miradas? Vivimos una realidad plural y en el proceso de reforma intervienen intereses diversos. Deberíamos poder afinar la articulación de estas visiones diferentes pero potencialmente complementarias de la reforma para una mayor fidelidad al Espíritu. Para que se den “cambios amplios, rápidos y profundos” (Pablo VI), necesitamos discernir prácticas concretas en las comunidades e Iglesias locales. ¿Cómo estar presentes con los movimientos sociales, superando la autorreferencialidad y explotando las redes sociales? ¿Cómo crear cauces formales de diálogo y discernimiento con diversos grupos de Iglesia y de fuera? Necesitamos confiar más en los espacios de diálogo.

[29] Cuando pensamos la reforma es clave la dimensión tiempo: somos peregrinos, caminantes, formamos parte de una gran multitud de testigos, pertenecemos a una humanidad en gestación y nos toca vivir una etapa de ella. Somos conscientes que las resistencias surgen de inmediato frente a los cambios. La tentación al desánimo es muy fuerte o la de dejar de lado a las personas o grupos que frenan el cambio, pero también se dieron espacios de praxis y reflexión muy fecundos: la Teología de la Liberación tuvo y tiene muchas resistencias, pero dio y sigue dando muchos frutos como la teología desde la perspectiva de las mujeres, las teologías india y negra, etc.

[30] Las instituciones tienen historias largas; las biografías tienen historias cortas. Buscamos reformas que tal vez no veremos concretadas. Sin embargo es importante ver lo mucho que se ha avanzado en estos 50 años de postconcilio: a pesar de las impresiones de parálisis o aun de restauración, hoy podemos ver con más perspectiva el aporte de muchos y muchas que sembraron con paciencia y no han visto los frutos. Necesitamos estudiar más la recepción del Vaticano II con las peculiaridades de América Latina. Luego de una primera recepción muy intensa y tal vez también un poco desordenada y turbulenta, la contrarreforma actuó con mucha precisión y muchas veces pareció que apagaba bastante fácilmente el impulso conciliar.

[31] Desde el hoy de Francisco podemos ver que las cosas no fueron tan así. Francisco no salió de la nada: el primer papa “hijo del Concilio” muestra una recepción que tal vez imaginábamos poco. Hablamos ahora de “primavera”; ella nunca dejó de existir aún bajo el manto del invierno. Hoy emerge la vitalidad y fecundidad callada y humilde del Espíritu cuando es acogido desde un abajo que revela una fuerza sorprendente y que nada puede impedir que en algún momento se manifieste abiertamente. En el seguimiento de Jesús, nos preguntamos: ¿cómo trabajar este momento de esperanza, de “primavera eclesial”, con atención a los sujetos emergentes?

[32] Mirándonos a nosotros mismos, surgió la inquietud acerca del papel de los teólogos y teólogas en un contexto como el actual. En el post- concilio hemos tenido poca autocrítica; tal vez nos faltó más sintonía con el sensus fidelium, con el mundo de lo popular. Pretender reformas muy rápidas sin considerar los procesos socio-culturales, hizo que los teólogos/ as con mucha frecuencia quedaran enfrentados con la jerarquía y también con el pueblo. El tema del lenguaje simbólico puede venir al rescate y dar elementos de reflexión. Los teólogos y teólogas de hoy, los colectivos teológico-pastorales, ¿vamos a participar de estas reformas con más autocrítica?

[33] En situaciones como estas, resurge toda la temática del “pequeño rebaño”, como imagen de una Iglesia más cercana al Evangelio. Necesitamos situarnos en lo pequeño y lo sencillo. A veces parece que se debate sólo sobre estructuras y otras sólo se considera la conversión personal. Nos interrogamos de nuevo: ¿por qué queremos la reforma? Porque el Evangelio sigue siendo una propuesta válida y liberadora. Otra vez es imperioso el llamado a volver al Evangelio de Jesús.

Propuestas prácticas

-Animar procesos comunitarios creativos para imaginar juntos los caminos de reforma eclesial

- Formar en una cultura de libertad, disenso, creatividad y coraje para la reforma de la Iglesia y la sociedad, que ayude a superar heridas, miedos y silenciamientos y restablecer relaciones de confianza.

- Crear espacios de diálogo para hacer discernimientos comunitarios, afrontar las diferencias y buscar consensos de renovación.

- Cultivar metodologías de discernimiento comunitario que permitan llegar a decisiones que comprometan a todos y todas.

- Revisar las prácticas pedagógicas para articular la reflexión académica con la acción social y pastoral, fortaleciendo la apertura al diálogo y evitando la autorreferencialidad.

- Asumir un diálogo interdisciplinario para que la teología desarrolle mejor su dimensión operativa, en áreas como la economía y la política.



IV

Impulsar la sinodalidad eclesial, deconstruyendo

las estructuras anacrónicas y promoviendo un decidido reconocimiento y creación de nuevos ministerios eclesiales.

Vigencia y práctica de la sinodalidad

[34] «El nombre de la Iglesia es sínodo» (Juan Crisóstomo). ¿Cómo lograr que la sinodalidad sea de nuevo la característica más típica de la Iglesia? El concepto sinodalidad tiene un sentido más amplio que el de colegialidad que, de hecho, ha quedado más restringido a los obispos. Además, sobre todo durante el Vaticano II y en los años posteriores, su práctica recibió muchos embates y sus expresiones quedaron frenadas. Esta noción amplia y más carismática es muy promisoria para identificar un camino de renovación eclesial. El actual proceso del Sínodo sobre la Familia, con sus amplias consultas y estímulo a la participación, está dando imágenes concretas de camino sinodal.

[35] Necesitamos reconocer que hacer-camino-juntos es problemático. La Iglesia no está al servicio de sí misma, sino de la defensa de la vida en medio de la fragmentación social actual, para saber proponer caminos de integración. Dimensión comunitaria, Espíritu que habita y anima a las personas cuando se juntan, aunque la convivencia tenga que hacer las cuentas con los conflictos. Igualmente la sinodalidad debe ser sabia para darse las estructuras necesarias: una de las debilidades del Vaticano II fue la de no prever una mínima estructuración de las grandes intuiciones, que quedaron entonces libradas a la virtud personal.

[36] Estamos llamados a asumir la sinodalidad como un modo de vivir en Iglesia, discípula de Jesús en el Espíritu. Este caminar juntos, esta cultura del encuentro, son perspectivas concretas para la renovación que implica relaciones nuevas, no de subordinación sino de reciprocidad y correlación. Afirmamos una recuperación sinodal y ministerial de toda la Iglesia a partir de los orígenes cristianos, para superar la visión de una eclesiología jerárquica que margina de la participación a diversos miembros del Pueblo de Dios –laicado, mujeres, indígenas y otros grupos excluidos–, impide la distribución del poder y bloquea los espacios compartidos para la toma de decisiones.

[37] Nuestro deseo es fortalecer el “buen vivir” juntos, en coherencia con el Evangelio, con igualdad en la diversidad, en democracia política y sinodalidad eclesial, impulsados por el Espíritu y atentos a los ministerios que suscita. Necesitamos crear espacios de diálogo para hacer discernimientos comunitarios, afrontar las diferencias y buscar consensos de renovación. El desafío de la reforma de la Iglesia se debe afrontar por medio de la sinodalidad, caminar juntos en diálogo, sin dejar a nadie fuera. Para esto debemos impulsar procesos formativos que habiliten a proceder de esa forma y continúen el proceso de descolonización para ser una Iglesia adulta.

Espacios privilegiados y laboratorios de sinodalidad

[38] Una de esas formas institucionales de la colegialidad son las Conferencias Episcopales, que no solo han sido cuestionadas en su estatuto teológico, sino que en muchos casos se han esclerosado bastante y podrían resultar poco efectivas para plasmar una verdadera sinodalidad. En nuestra América es preciso destacar que las Conferencias Generales del Episcopado han resultado de inspiración para la Iglesia toda y de alguna manera se expresan en el ministerio de Francisco.

[39] Hay muchos planteos sobre las CEBs, pero ¿hay interés, en que ellas vivan y se desarrollen? Pensamos que ellas son un espacio privilegiado de la reforma y también que ellas mismas necesitan actualizarse, reformarse y continuar ampliando sus horizontes. Hay nuevos paradigmas que no han entrado lo suficiente en su praxis: el cuerpo, la mujer, la dimensión celebrativa, el mundo del pentecostalismo, el mundo de la pos- modernidad, los jóvenes, el mundo indígena, etc. Se espera que alcancen perspectivas nuevas, más inclusivas, con diversos interlocutores.

[40] Hoy parece crucial que desarrollemos la capacidad de promover espacios comunitarios en el seno de una sociedad pluralista y en una Iglesia multiforme, en los que se anime a participar en las luchas populares, para ir leyendo con otros la acción del Espíritu en nuestra historia. Sería bueno seguir colaborando con la articulación de instancias de representación de los sectores populares y facilitar el caminar con el pueblo junto a los movimientos de transformación social.


Desafíos en el ejercicio evangélico del poder

[41] Las formas en que está estructurado y es ejercido el poder en la Iglesia suscitan mucho desconcierto. Una gran cuestión es la concentración del poder, en nuestras sociedades, pero también en la Iglesia que históricamente se ha contagiado más con formas de autoritarismo y menos de las prácticas de tipo democrático. No porque haya un buen papa que impulse cambios, va a cambiar de modo automático toda la Iglesia. Necesitamos un cambio desde abajo para arriba.

[42] Reconocemos la autoridad como “autorizar” a los demás, en el sentido de empoderar, de habilitar al otro para que pueda participar, de incluir al que está afuera o al margen. De ahí, una vez más, la significación del actual proceso sinodal y las diversas iniciativas papales para ejercer su autoridad, para guiar a la Iglesia, de manera mucho más participada. Esto resulta de una importancia estratégica mayor en la medida en que la crisis que aún vive la Iglesia, y en particular la estructura central de gobierno, tiene en sus orígenes una muy equivocada concepción y vivencia del poder, distante a la practicada y enseñada por el Señor, como servicio (cf. Jn 13, 1ss).

Propuestas prácticas

- Favorecer procesos para que se establezcan u optimicen los consejos parroquiales y diocesanos.

- De-construir los discursos, el uso de los símbolos y las prácticas que no están en coherencia con una Iglesia sinodal e inclusiva.

- Hacer una crítica teológica a la concentración del poder en la autoridad y profundizar los fundamentos de los carismas y derechos de todos los bautizados.

- Reconocer la autoridad de las víctimas, de los pequeños, y reaprender el servicio y la renuncia al prestigio en sus distintas formas.

- Socializar este cambio de paradigma en los distintos ámbitos y nive- les de las iglesias locales: educación, formación, medios de comunicación, etc.


V

Vivir en “compañerismo” promoviendo la presencia incisiva de las mujeres en la Iglesia y en la teología

Hacia un nuevo paradigma en las mutuas relaciones

[43] Una presencia incisiva de las mujeres en la Iglesia y en la teología como fruto del impulso de la renovación conciliar nos reclama que sus experiencias y aportes teológicos sean reconocidos e integrados en la Iglesia, tanto en la academia como en la pastoral. Esto supone realizar una recepción de la crítica feminista a la visión patriarcal en la vida y las estructuras eclesiales y saldar la “deuda teológica” pendiente relativa a los ministerios (cf. Gal 3,28).

[44] Si queremos superar el modelo androcéntrico y jerárquico de Iglesia, necesitamos caminar hacia la corresponsabilidad de todos y todas. Sinodalidad, espacios de diálogo, gestión y distribución del poder, lugar de las mujeres, son componentes fundamentales de la reforma de la Iglesia. Ahora bien, ¿estamos en realidad aprendiendo a buen-vivir juntos, en “compañerismo”, impulsando reconocimiento e integración de las mujeres y sus teologías? En nuestras comunidades siguen bastante ausentes las nuevas formas de hablar de Dios desde lo femenino.

[45] Hemos reflexionado y discutido sobre la temática de la mujer, pero casi nada de nuevas feminidades y nuevas masculinidades. Una hermenéutica desde la diferencia sexual no debería serle ajena a la Iglesia católica. En general, seguimos viviendo una Iglesia jerárquica, machista, patriarcal y célibe. En la medida que no se transformen estas realidades, el cambio real será muy difícil: necesitamos con urgencia una Iglesia más laical, inclusiva, discipular y bautismal.

Repensando la ministerialidad en la Iglesia

[46] La revisión o reforma de los ministerios supone una nueva teología sacramental. Quisiéramos repensarla y con ella, también, los ministerios en el Pueblo de Dios. La teología sacramental todavía vigente fue pensada en otra época, por lo que se necesita volver a las fuentes (cf. Lc 8, 1-3) y replantearla en el contexto de la evolución eclesiológica, teniendo en cuenta la nueva época en que vivimos y el discernimiento de una presencia más incisiva de las mujeres.

[47] También es imprescindible repensar los ministerios no desde la carencia o la crisis de modelos pastorales agotados, sino desde su raíz teológica, en una eclesiología renovada. Y discernir la creación de nuevos ministerios en relación con la dignidad fundamental de las mujeres. El promover y concretar este acceso sigue siendo un gran desafío para nuestra Iglesia y por tanto una de las piedras de toque de su reforma, de su crecimiento en espíritu y práctica sinodales.

Propuestas prácticas

- Buscar caminos de reconocimiento, visibilidad de los ministerios y servicios realizados por las mujeres e incorporarlas en los ámbitos de de- cisión.

- Recuperar y discernir los aportes teológicos de las mujeres sobre la Iglesia y su reforma enriqueciendo la teología latinoamericana con diversas perspectivas.

- Valorar y acoger de forma efectiva los aportes de las teologías feministas y sus nuevas perspectivas producidos en las últimas décadas.

VI

Utilizar nuevos lenguajes, mediaciones y redes para comunicar las propuestas que apuntan hacia la renovación eclesial y poder así llegar a quienes no llegamos con las formas actuales

Nuevos lenguajes de comunicación eclesial

[48] Nos sentimos llamados a buscar una manera mejor, más interpelante, para la comunicación entre nosotros y también con otros que no forman parte de nuestra comunidad. Participamos de encuentros de los que resultan pequeñas síntesis o resoluciones que tienen mucha fuerza, pero no sabemos comunicarlas. Necesitamos encontrar un modo más evocador, entusiasmante y con más signos que expresen la dimensión del misterio, no solo de descripción y análisis. El camino puede ser el de una teología narrativa y mayor presencia bíblica en nuestro quehacer teológico.

[49] En general, pensamos que lo necesario es elegir bien las palabras, los conceptos, pero en realidad el lenguaje narrativo tiene más que ver con nuevas maneras de relacionarnos, de vivir. Ambas cosas van juntas, como en un círculo hermenéutico: lo conceptual y lo relacional. Lo vemos en el papa Francisco, que habla directo al corazón y no se preocupa de ser muy sistemático. En definitiva, es una llamada a buscar un lenguaje aún más narrativo, más simbólico, más fresco.

[50] Muchos de nosotros/as, licenciados/as y doctores, ¡cuánto tenemos que simplificar! Y qué necesidad tiene nuestro pueblo de recibir cosas simples, en un estilo más cercano al de las parábolas de Jesús. Tal cual lo experimentamos en el simposio, tenemos que hacer el esfuerzo de traducir todo lo dicho al lenguaje de “cóndores, águilas y palomas”, o también “del cedro”, “la “puerta, el camino, el banco”. Necesitamos reaprender el lenguaje simbólico, por otra parte esencial en la dimensión corporal, celebrativa y litúrgica. Vemos la necesidad de buscar ser menos doctrinarios y más cercanos al lenguaje bíblico y mistagógico.

Ámbitos de recreación del lenguaje

[51] Parecería que tenemos que encontrar un lenguaje analógico, que se pueda captar, entender, desde la ciencia teológica y desde la sabiduría de los pueblos. Esto tampoco se ve en los escritos: las experiencias o las palabras sapienciales, siempre son introducción o quedan reducidas a un primer capítulo hermenéutico. La teología de la liberación ha trabajado mucho la cristología, pero muy poco la pneumatología, que introduce otras claves de novedad y relación.

[52] Esta actividad de recreación se relaciona con estrategias para que las iniciativas desde abajo puedan llegar a todas partes de la Iglesia: el lenguaje del mito, colorido y cotidiano o el lenguaje de las mujeres. En los grupos tenemos nuestros propios lenguajes, nos comunicamos y nos sentimos cómodos; el desafío es lograr darlas a conocer, hacer que todas esas vivencias, tan buenas, puedan ser comunicadas, conservando y fortaleciendo lo que ya late en las distintas identidades. En la teología india se hace un esfuerzo para llevar adelante un diálogo que ayude a hacerse comprender. Y lo importante es sobre todo que se afiance y crezca desde lo pequeño.

[53] Algunos ámbitos de construcción teológica popular son muy válidos, pero no logran ser comunicados en los ámbitos académicos por un problema de lenguaje. ¿Por qué no desarrollar una teología más inter- rogativa, que cuestione, plantee preguntas sobre realidades concretas y urgentes de nuestro tiempo? Francisco propicia este estilo. ¿Cómo recuperar la fuerza y el método del Foro Social Mundial? Existe también una brecha entre la reflexión teológica, las acciones pastorales que promueven procesos de reforma en la Iglesia y los medios para generar “opinión pública”. La comunicación es un instrumento clave para llevar adelante la reforma en la Iglesia.

Propuestas prácticas

- Comprometernos con hacer una teología acorde a nuestro tiempo, haciéndonos cargo de las nuevas realidades, sujetos, sensibilidades y lenguajes.

- Reconstruir nuevas narrativas y lenguajes a partir de los relatos bíblicos y relatos de vida significativos.

- Recrear las formas de celebrar la fe en comunidad considerando la igual dignidad de todos los bautizados, la dimensión corporal y simbólica, la riqueza de las culturas, la importancia de la participación y del lenguaje cercano.


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