La unidad de Medellín en la línea popular de la Patria Grande según Rafael Tello





  • Fabricio Leonel Forcat



La unidad de Medellín en la línea popular de la Patria Grande según Rafael Tello
  1. Rafael Tello (1917-2002)
Rafael Tello nació en La Plata el 7 de agosto de 1917. Estudió leyes y se recibió de abogado en 1944. En 1945 entró al Seminario de Buenos Aires y se ordenó sacerdote en 1950. En 1958 fue nombrado director de estudios y profesor del filosofado en el Seminario Mayor de Villa Devoto, donde un poco después asume como rector E. Pironio y L. Gera como director de teología. Entre 1967 y 1974 es perito de la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), creada por el Episcopado para la recepción del Concilio. En 1969 participa activamente en la redacción de la Declaración de San Miguel, titulada Pastoral popular (PP). Esta expresión, designa la gran pasión de la vida de Tello: una evangelización «orientada no solo hacia el pueblo, sino desde el pueblo mismo». 
En la década del 70, fue asesor de la Pastoral Juvenil e inspirador de la primera peregrinación juvenil a Luján en 1975, y que en la actualidad reúne a más de un millón de jóvenes el primer domingo de octubre. Fue también consejero de congregaciones religiosas que buscaban insertarse en medios populares y de comunidades de vida contemplativa. Acompañó a muchos miembros del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, a los curas villeros, y desde 1980, a los sacerdotes de la Cofradía de Luján.
En marzo de 1979, un conflicto con su Arzobispo lo llevó a renunciar como profesor en la Facultad de Teología y a retirarse de la vida pública. Comienza un período de reclusión y ocultamiento, en el que sigue animando en silencio la PP y desarrolla casi la totalidad de su obra escrita. Sólo mantiene contacto con curas interesados en la evangelización de los pobres, e inspira la creación de la Asociación Sacerdotal Santa María Estrella de la Evangelización -conocida como La Cofradía- y la fundación Saracho (que publica sus obras en la actualidad). Desde 1984 hasta el final de su vida, se junta semanalmente en su casa con sacerdotes amigos para fundamentar teológicamente el cristianismo popular, y buscar los caminos de una PP. En septiembre del 2001 se muda a Luján, donde muere el 19 de abril del 2002.
Tello es conocido por la animación de iniciativas pastorales buscando abrir caminos para una PP desde los pobres. Los conceptos claves de su teología son cristianismo popular, pueblo, cultura popular y pobres. Para Tello «el cristianismo popular es un modo peculiar de vivir la vida cristiana» y sus obras procuran conocer este modo propio de vivir el cristianismo de los pobres y captar su «núcleo medular», «las venas» por las que corre la sangre que anima esa vida en la historia. El cristianismo popular es un nuevo «rostro» (cf. EG 116) que encontró el Evangelio al encarnarse en el pueblo latinoamericano. Su cultura, que siempre procede de un «núcleo histórico» (cf. GS 53), es llamada cultura popular. El cristianismo popular es vida teologal, y Tello lo distingue de sus expresiones religiosas -piedad, religiosidad o devoción popular-. 
En su concepción de pueblo, Tello reconoce  «una comunidad humana, suficiente para la vida del hombre», que «sólo existe y subsiste en las personas que lo forman». Su concepto de pueblo está íntimamente unido al de cultura: «el Pueblo es la realidad histórica de personas aunadas en la vivencia común de unos valores que conforman su cultura y su estilo de vida». Una comunidad, con conciencia de algo común, no primeramente de origen mítico o real, ni necesariamente de carácter étnico, sino principalmente ético: valores o sistemas de valores morales comunes que conforman la cultura y estilo de vida del cristianismo popular que se encuentran de modo más vivo y articulando toda la existencia en los más pobres. Los pobres, por estar diariamente enfrentados a las necesidades primarias y a las situaciones límite -la vida y la muerte y la opresión- experimentan más vivamente los valores fundamentales de una cultura. En ellos, la aspiración a vivir, a superar la opresión, a buscar la libertad, constituye una necesidad ineludible. 

  1. Marco y actualidad del tema 
Para ofrecer un marco actual a nuestra exposición sobre el aporte de Rafael Tello al catolicismo popular, nos pareció oportuno mencionar algunos argumentos del Papa Francisco a la Iglesia en Chile después de la ‘misión especial’ que él mismo les enviara por los escándalos de abusos sexuales, de poder y de conciencia. En su Carta al Pueblo de Dios dice querer “enmarcar las cosas en su preciso y precioso lugar y poner el tema donde tiene que estar: la condición del Pueblo de Dios «es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo»”. En esta verdad de la eclesiología del último Concilio es donde exactamente también nosotros queremos ubicar nuestra reflexión sobre la unidad de Medellín en la línea popular. ¿Cómo entiende el actual Pontífice la centralidad de ese lugar preciso y precioso?
“El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción. Cada vez que como Iglesia, como pastores, como consagrados, hemos olvidado esta certeza erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas elites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teologías, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vidas. Desenraizarnos de la vida del pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial; la lucha contra una cultura del abuso exige renovar esta certeza”.
La fuerza profética de este planteo la había expresado –aún con más detalle– en un extenso texto de carácter reservado que le entregó al pleno del Episcopado chileno cuando lo recibió en Roma el pasado 15 de mayo. Allí los invita a “encontrar luz para tratar adecuadamente una herida abierta, dolorosa y compleja”, “tratada hasta ahora con una medicina que, lejos de curar parece haberla ahondado más en su espesura y dolor”. El vínculo de esta herida con el tema que nos ocupa en esta ponencia se debe fundamentalmente al diagnóstico señalado por el Papa que vincula la perdida de profecía de la Iglesia con una transformación en su centro:
“La Iglesia que era llamada a señalar a Aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,6) se volvió ella misma el centro de atención. Dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma. Concentró en sí la atención y perdió la memoria de su origen y misión. Se ensimismó de tal forma que las consecuencias de todo este proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención”.
Más adelante, el Papa va a mencionar como causa principal de este ensimismamiento eclesiástico el olvido de esta valoración central de la línea popular y la consecuente configuración en los cuadros institucionales de la Iglesia de una ‘psicología de elite’ de tintes mesiánicos y clericalistas:
En los hechos, los falsos mesianismos pretenden cancelar esa elocuente verdad de que la unción del Santo la tiene la totalidad de los fieles (Cf. LG 12). Nunca un individuo o un grupo ilustrado puede pretender ser la totalidad del Pueblo de Dios y menos aún creerse la voz auténtica de su interpretación. En este sentido debemos prestar atención a lo que me permito llamar “psicología de elite” que puede traslaparse en nuestra manera de abordar las cuestiones.
La psicología de elite o elitista termina generando dinámicas de división, separación, círculos cerrados que desembocan en espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente (Cf. EG 94). Mesianismo, elitismos, clericalismos, son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial; y también sinónimo de perversión es la pérdida de la sana conciencia de sabernos pertenecientes al santo Pueblo fiel de Dios que nos precede y que –gracias a Dios– nos sucederá. No perdamos jamás la conciencia de ese don tan excelso que es nuestro bautismo”.
Rescatar el valor del catolicismo del pueblo de América Latina es una búsqueda transversal en el pensamiento de Rafael Tello y encuentra sus nacientes precisamente en torno a la recepción argentina del documento de Medellín. En el marco breve de esta comunicación ofrecemos un acercamiento al aporte del catolicismo popular a la unidad de América Latina. Si bien nos concentramos en la preparación y recepción argentina de Medellín (1968-1969), indicamos la evolución posterior del tema en algunas perspectivas que resultan valiosas para los mencionados desafíos de la evangelización actual.
  1. El catolicismo popular. Las nacientes de su reflexión en la COEPAL
Hace poco más de cincuenta años Rafael Tello fue convocado junto a Lucio Gera, Justino O’Farrell -y otros destacados sacerdotes, religiosas y laicos- como perito teológico de la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), constituida por la CEA para llevar adelante la renovación conciliar en la pastoral de la Iglesia argentina. Para comprender el contexto de este tiempo histórico resulta valioso el análisis de Gerardo Farrell también perito de la comisión:
“En 1967 los agentes pastorales todavía no participaban de una visión común de la situación argentina; de la etapa histórica que vivían los argentinos, tomados no individualmente, sino como Pueblo, según recomendaba el Concilio. Pero el proceso estaba en marcha y se encuentra con un acontecimiento que favorecerá este reencuentro de los servidores eclesiásticos con el Pueblo de Dios: la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968.
La preparación de la participación argentina a esa Conferencia servirá enormemente para clarificar la posición eclesial frente al pueblo y su misión. El documento preparatorio enviado a los Episcopados nacionales por el CELAM era una típica evaluación europea de América Latina y una visión progresista correspondiente de la misión eclesial. El rechazo de sus términos exigió una evaluación propia, al menos del país, para mostrar las diferencias. Este proceso lo deben haber vivido más de un Episcopado y el resultado fue Medellín. Si su preparación ayudó mucho, el compromiso de la aplicación de Medellín a la Argentina, tomado por el Episcopado argentino con gran responsabilidad, va a culminar el proceso de reencuentro con el pueblo argentino, al menos en el orden teórico. La Declaración de San Miguel tiene ese significado”.
Los textos que ofrecemos a continuación quieren evocar la palabra de Rafael Tello en los diálogos con otros peritos. Su contexto se debe precisamente a la inmediata actuación de Lucio Gera y Alberto Sily como peritos argentinos en la Conferencia de Medellín y transcurre el 26 mayo de 1968. El lenguaje hablado –grabado y mecanografiado–, deja patente la intensidad de la búsqueda teológica y pastoral del tiempo del que hacemos memoria con éste Seminario.
  1. Catolicismo encarnado en el orden histórico latinoamericano
3.1. La analogía entre civilización o barbarie
Justino O’Farrell comienza la reunión con una crítica al Documento Base preparatorio para Medellín, con el foco puesto en la necesidad de comprender la diversificación histórica del cristianismo latinoamericano: 
“Yo creo que a la Iglesia le toca afrontar el cambio del curso de la historia, pensando en el dilema: civilización o barbarie… (Es una analogía: el Evangelio será predicado a los gentiles, o sea a la barbarie). O sea, no será un mundo de los selectos, sino que será un mundo de los gentiles. No se tratará de pensar que los gentiles deban ser incluidos en los moldes de los selectos y de los elegidos, sino que los selectos y los elegidos deberán caber, encontrar lugar dentro de las cosas más primitivas –si se quiere– de los gentiles. Yo creo que es un paso de la historia el que está muy señalado en Gaudium et Spes”. 
La dupla polar «civilización o barbarie» -clave en la historia argentina- es utilizada como una analogía para ofrecer las coordenadas al gran desafío de un «aggiornamento» conciliar que reedite el espíritu evangelizador de los inicios de la fe. Un desafío que supone audacia y apertura para que la misión de la Iglesia en América Latina no quede presa de cierto mimetismo cultural con las formas cristianas europeas. En la misma línea crítica al Documento preparatorio a la IIa Conferencia, Alberto Sily resume el contenido y el espíritu de la primera reunión del equipo de peritos y el sentido de la analogía utilizada: 
“La primera reunión, que fue a fines de mayo… tuvo así como centro el estudio del Documento Base de Medellín, porque algunos ya estábamos trabajando, se nos había pedido (el episcopado) un estudio crítico sobre el Documento Base, que a su vez ellos tenían que criticar o hacer un aporte para la reunión de Medellín. Y hay un tema central, que desarrolló Justino, que fue una crítica al diagnóstico… el Documento Base tenía un diagnóstico de situación de América Latina que tenía un enfoque que se criticó, porque estaba un poco abstraído, o sea tenía la mentalidad un poco de la CEPAL. Después venía la reflexión teológica y luego las orientaciones pastorales. Fuimos analizando ese documento, y la temática se centró en la posición de Justino sobre algo que después se siguió retomando y creo que fue uno de los temas síntesis o reflexiones que han ido haciendo después: la distinción esa entre civilización y barbarie”. 
Será precisamente esta analogía histórica la que ayude a la comprensión del catolicismo popular que los peritos llevarán a Medellín y que marcará a fuego la búsqueda de una pastoral popular en la primera recepción argentina del Concilio. Todo el pasaje es un vivo testimonio de ello si pensamos que las fórmulas evangelización de la cultura o inculturación no son aún centrales en la reflexión teológica ni en el Magisterio.
“Y la Iglesia se ve enfrentada con eso: dejar que los gentiles creen los moldes religiosos, así como San Pablo se avino, corrió el riesgo, de que en el cristianismo se introdujera la filosofía griega, el estoicismo, ciertas apariencias de sincretismo. Por lo menos tuvieron que afrontar el problema del entrecruce de las distintas religiones, preservar el mensaje, despegarse del molde hebreo único para confrontarlo con los turcos y los griegos, los romanos y los norte africanos, los ibéricos y los búlgaros, y los egipcios. Y todo eso trajo una serie de confusiones y no por nada toda la emergencia de las herejías y la ebullición religiosa que hubo, que fue un signo de los tiempos muy, muy evidente. A diferencia de la tranquilidad que hubiese significado si se hacía lo que decía San Pedro: sigamos con las prácticas rituales. Hubiera sido más fácil restringir el problema a dimensiones muy, muy pequeñitas como las que legaban los judíos. Así que ahora los europeos tendrán que avenirse a que las fórmulas muy, muy elaboradas y cultas, se entremezclen con lo que para ellos es nuestra barbarie”.
Con el fin de ofrecer un encuadre eclesiológico a este desafío histórico de la pastoral de la Iglesia renacido en el Vaticano II, Tello propone pensar la legítima diversificación cultural del cristianismo latinoamericano a partir de los textos conciliares: “Lumen Gentium 17 habla mucho de cómo la Iglesia se encarna en la cultura de cada pueblo… retomando esos textos… construir esta doctrina, pero empezando con textos conciliares y no con términos socio-históricos”. 
3.2. El catolicismo y la unidad latinoamericana
Tello sostiene que la Iglesia contribuiría en la Conferencia de Medellín a la unidad de América Latina si reconoce primero la fe encarnada en el orden histórico latinoamericano y recorre a partir de ella los caminos de una evangelización auténticamente liberadora y popular: 
“La fórmula que yo uso es: hay un catolicismo popular, de fe implícita, que es el no alienado, el de los mersas, el de los no selectos, el de los bárbaros, catolicismo popular. Verdadero catolicismo, pero es propio de los bárbaros con un núcleo elemental sencillo, pero sumamente profundo: tienen un sentido de la trascendencia de la vida, destinación del hombre a lo absoluto, y una valoración del hombre como absoluto… Entonces, el catolicismo culto es un poco el núcleo dinámico para desencadenar el proceso, pero que no se crea que él es catolicismo auténtico, sino que simplemente debe desencadenar un proceso… por lo cual va a centrarse en sí mismo y ahondar su actividad apostólica. Aunque en el fondo, en el fondo, de algún modo tendrá que ceder el lugar a otra cosa, a esa otra realidad del catolicismo de los bárbaros”.
Siguiendo la doctrina del Concilio, la Iglesia institucional pertenece al orden del sacramento que es signo e instrumento de una realidad misteriosa que la excede, y con su acción sacramental está llamada a desencadenar un proceso histórico de unidad latinoamericana. La vocación a la unidad del género humano de la que la Iglesia es signo e instrumento (LG 42), Medellín ha de concretizarla históricamente en la unidad del pueblo latinoamericano:
“El catolicismo popular, entendido como lo entendíamos acá –el catolicismo de los bárbaros– es el que está destinado a encarnarse en el orden histórico latinoamericano. Es decir, la Iglesia como sacramento tendería a una acción de futuro muy amplia, en la historia de Latinoamérica; pero en la historia bárbara de Latinoamérica, autóctona, no alienada… la Iglesia tiene que trabajar también por la unidad, pero tiene que trabajar en un modo especial por la unidad latinoamericana –la unidad bárbara latinoamericana– y contribuiría a establecer este orden histórico en el cual se encarna… La cosa de Gera, entendida así, se acomoda perfectamente, me parece, a una reflexión teológica latinoamericana que [suscite] una pastoral latinoamericana”.
El hombre concreto de nuestras tierras en quien toma rostro el catolicismo popular es denominado bárbaro en continuidad con la analogía de Justino, y se lo distingue del civilizado, también llamado aquí alienado por su mimetismo con formas culturales desarrollistas, ajenas a la idiosincrasia de nuestros pueblos pobres y cristianos. Es para destacar la apuesta de los peritos por la superación de esta alienación cultural si la IIa Conferencia logra hacer efectiva una opción por la unidad de la fe encarnada en el orden histórico latinoamericano. El desafío mayor –tan vigente hoy como ayer– será conformar las instituciones temporales de la Iglesia al espíritu del Vaticano II de tal modo que ella asuma la diversidad entre bárbaros y civilizados con una clara opción preferencial por los primeros:
“El catolicismo popular y el catolicismo institucional, tal vez… Miren acá, esto, hoy día está muy condicionado en la Iglesia institucional, en la Iglesia de las mediaciones, está muy condicionado a un problema, que es el problema de la división interna. La división interna… La Iglesia debe servir, aun sin decirlo, a los pobres y eso lo siente inmediatamente la gente... 
Habría que tender a tratar este tema en Medellín. Yo diría, tal vez, plantearlo de este modo: señalar la necesidad urgente de intervenir en el orden temporal, de un modo profético, de un modo efectivo, o sea, que la Iglesia intervenga en lo temporal. Y que intervenga en lo temporal especialmente en función de las masas marginadas, postergadas”. 
Procurar que la Iglesia reconozca y acompañe con su acción pastoral el cristianismo de las inmensas multitudes del pueblo latinoamericano desde su dinámica cultural propia constituyó la gran pasión de la vida de Tello. Es interesante notar al respecto que ésta búsqueda pastoral se inscribe en una lectura teológica sobre la catolicidad universal de la Iglesia:
“es inevitable esta distinción de bárbaros y civilizados, esta distinción de ningún modo se puede evitar en el mundo de hoy, entonces hacer tomar conciencia a la Iglesia que tiene que admitir un pluralismo. Y acostumbrarse a vivir en un pluralismo interno 
Para dar un poco un principio de solución no polémico, establecer: la Iglesia es un núcleo anticipado de unidad escatológica… un núcleo anticipado de la unidad humana. Es decir, la Iglesia es un núcleo dinámico en el cual ya se realiza anticipadamente la unidad final, escatológica, del género humano”.
La Iglesia se constituye en un “núcleo anticipado de unidad escatológica” precisamente cuando su misión evangélica asume el problema histórico del género humano y de la infinita variedad de pueblos cuya creatividad y diferencias reafirman la fuerza del mismo núcleo que los une. A la Iglesia en América Latina le toca asumir esta trama histórica desde la identidad propia del pueblo de la Patria Grande confiado a su solicitud pastoral.
Al año siguiente, Tello retoma y concretiza este mismo planteo cuando a los peritos de la COEPAL se les pide que hagan aportes en orden a la recepción argentina de Medellín:
Pastoral Popular yo tendería a hacerlo un poco el núcleo central de Medellín, es decir, el núcleo unificador de Medellín. Creo que se puede lograr. Habría que ver si están de acuerdo… A mí me parece que para darle unidad a Medellín, harían falta y serían importantes dos cosas:
Una cosa es esta: que Argentina es solidaria con todo el proceso latinoamericano. Esto habría que ponerlo expresamente en Medellín (argentino) en alguna forma... Pero ciertamente ya no es la Argentina en un continente, ya no es la Argentina en una unidad geopolítica, sino una noción mucho más amplia, de naciones independientes integradas en una Patria Grande… la Argentina se siente parte de Latinoamérica, y es solidaria con todo el proceso de transformación y de liberación de Latinoamérica. Eso afirmado muy expresamente. Yo diría, personalmente pienso, si pudiera llevarse un poco hacia eso, o incluir, o meter allí, un poco la noción de Patria Grande”.
  1. El misterio de la unidad en la nueva evangelización americana
Este valor central que Rafael Tello asigna al catolicismo popular y su fuerza liberadora en América Latina siempre se mantuvo vinculado con el tema de la Iglesia como misterio de unidad. Años después lo expresaba claramente en torno a la novena de años por la celebración del quinto centenario de evangelización americana: “La realización de este misterio es lo que, tal vez, hay que proseguir en la nueva evangelización. Misterio de unidad -‘una fe, un bautismo, un solo Señor’- Una Iglesia de Jesús y sus apóstoles que reúne al pueblo”. En la introducción a este libro -el primero de sus textos publicados-, así lo formulaba:
El misterio de unidad. Los pobres (indios, negros, mestizos) y conquistadores pertenecían a la misma Iglesia. Es un hecho. Hoy también está. ¿Cómo propiciar una unidad, sin rupturas (y sin absorción) entre jerarquía, clases altas, pobres y pueblo? Este es el camino que hay que continuar”.
Creemos que su aporte profético continúa exhortándonos a buscar la unidad de la Iglesia en América Latina a través de los caminos de una pastoral popular. La insistencia del Papa Francisco de una reforma misionera de la Iglesia en el marco que quisimos dar a nuestra ponencia utiliza la misma expresión:
“Quisiera hacer una breve referencia a la pastoral popular que se vive en muchas de vuestras comunidades ya que es un tesoro invaluable y auténtica escuela donde aprender a escuchar el corazón de nuestro pueblo y en el mismo acto el corazón de Dios. En mi experiencia como pastor aprendí a descubrir que la pastoral popular es uno de los pocos espacios donde el Pueblo de Dios es soberano de la influencia de ese clericalismo que busca siempre controlar y frenar la unción de Dios sobre su pueblo. Aprender de la piedad popular es aprender a entablar un nuevo tipo de relación, de escucha y de espiritualidad que exige mucho respeto y no se presta a lecturas rápidas y simplistas, pues la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y los sencillos pueden conocer»”.
Creemos finalmente que mucho pueden contribuir estos conceptos de Rafael Tello a los grandes desafíos institucionales que nos presenta la nueva evangelización americana. Volverse al hombre concreto, volverse al pobre y volverse al pueblo parece ser entonces la vía de salida que se nos propone ante la encerrona del ensimismamiento eclesiástico de que hablábamos al principio:
 “La organización eclesiástica adecuada es fundamental para la unidad y por ello el Concilio, considerando las condiciones generales del mundo moderno, da normas firmes y abundantes para realizarla. Esto es cierto; pero la organización eclesiástica no tiene objeto si no es para anunciar el evangelio. Y este anuncio debe ser primero a los pobres y toma todo su sentido del hombre concreto al cual debe salvar.
Parece pues que la búsqueda de la unidad, la anulación de incipientes tendencias rupturistas, la realización histórica del misterio, pasan por el anuncio católico, universal, del Evangelio a todos y especialmente a los pobres y la consecuente organización de la Iglesia y su acción misionera para ello. El anuncio a los pobres parecería ser el punto de “krisis” y el criterio para la búsqueda de la unidad”.
En coherencia con la perspectiva argentina presente en la preparación y recepción del documento de Medellín, hoy el Papa Francisco insiste en señalar este mismo horizonte al que siempre debe mirar la Iglesia en el ejercicio de su misión, volverse hacia el Santo pueblo fiel de Dios que:
“desde su silencio cotidiano, de muchas formas y maneras sigue haciendo visible y testimonia con ‘testaruda’ esperanza que el Señor no abandona, que sostiene la entrega constante y, en tantas situaciones sufriente de sus hijos. El Santo y Paciente Pueblo fiel de Dios sostenido y vivificado por el Espíritu Santo es el mejor rostro de la Iglesia profética que sabe poner al centro a su Señor en la entrega cotidiana. Nuestra actitud como pastores es aprender a confiar en esta realidad eclesial y a reverenciar y reconocer que en un pueblo sencillo, que confiesa su fe en Jesucristo, ama a la Virgen, se gana la vida con el trabajo, (tantas veces mal pagado), bautiza a sus hijos y entierra a sus muertos; en ese pueblo fiel que se sabe pecador pero no se cansa de pedir perdón porque cree en la misericordia del Padre, en ese pueblo fiel y silencioso reside el sistema inmunitario de la Iglesia”.
Partiendo de la doctrina del Concilio, Tello agrega incluso que “reconocer un modo particular de vivir la fe y una cultura popular propia y peculiar implica (para la Iglesia) aceptar que hay allí algo positivamente –y no sólo ‘permitido’– de Dios. Es decir, equivalentemente, que es una verdadera vocación de Dios”. Aunque ello signifique para los agentes de pastoral la imperiosa tarea de romper con la psicología de elite y reconocer que se trata principalmente de una vocación de Dios a vivir en un pueblo cristiano. Tello explica este punto con gran profundidad:
 “Jesucristo reúne la Iglesia de Dios congregando a los hombres en su Cuerpo, en su Pueblo. A unos los une visiblemente en un organismo estructurado, que es el sacramento, signo e instrumento de la unión con Dios y entre los hombres. Es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en la cual subsiste aquella Iglesia de Dios ahora en parte invisible. La Iglesia Católica está enviada a toda creatura, a todos los hombres, a toda nación y a toda lengua, raza y pueblo. Por ello mismo también –nos dirá el Magisterio– a toda cultura.
Pero el hombre concreto al cual es enviada la Iglesia no es un ser aislado, individual, sino al contrario es social por esencia, naturalmente organizado en familias, pueblos y naciones.
La Iglesia, entonces, porque es enviada a ese hombre, en virtud de su misión misma, lo asume a él con sus organizaciones naturales. Éstas continúan siendo estructuralmente humanas y naturales, no pasan a ser comunidades u organismos eclesiales, pero en virtud del hombre que las conforma y en ellas vive, al cual Cristo une a sí, ellas pueden ser cristianas. La familia, el pueblo o la nación son instituciones naturales pero que es de primera importancia que sean cristianas.
Todo esto es de extrema variabilidad histórica y, más aún, parece que constituiría la trama misma de la historia”.
Desde los tiempos de Medellín, la recepción tellana del Concilio Vaticano II va insistir en la importancia que tiene que la Iglesia reconozca “la existencia de una gran comunidad –a nivel nacional y latinoamericano– natural y radicalmente cristiana por su cultura, que es el pueblo, y (simultáneamente) la aparición de múltiples y vivísimas comunidades eclesiales”. Pensamos con Rafael Tello que “la gran mayoría de nuestra gente está llamada a vivir, a crecer y a salvarse en un pueblo cristiano, y que muchos también están llamados a formar comunidades eclesiales populares”. A 50 años de Medellín, caer en la cuenta de la centralidad de esta línea popular en el cristianismo vivido en América Latina parece fundamental, ya en la formación teológica, ya en la praxis pastoral, ya en la necesaria disposición afectiva previa para ambas cosas. Ojalá que estas categorías del teólogo argentino que hemos querido ofrecer puedan contribuir a tan desafiante tarea. Muchas Gracias!
Pbro. Dr. Fabricio Forcat





1 Papa Francisco, Carta al Pueblo de Dios que preregrina en Chile, 31-V-2018. [En línea] http://w2.vatican.va/content/ francesco/es/letters/2018/documents/papa-francesco_20180531_lettera-popolodidio-cile.html [Consulta 16-VI-18], 1. Cf. LG 9.
2 Ibíd. 1. Subrayado nuestro.
3 Papa Francisco, “Es necesario que él crezca y que yo disminuya” 15-V-2018, [En línea] http://www.t13.cl/noticia/nacional/ exclusivo-documento-reservado-del-papa-obispos-revela-fallas-descubrio-iglesia-chilena [Consulta 16-VII-18]. Subr. Nuestro.
4 Ibíd. Subrayado nuestro.
5 Ibíd. Donde más adelante vuelve a insistir: “Por ello, y permítanme la insistencia, urge generar dinámicas eclesiales capaces de promover la  participación y misión compartida de todos los integrantes de la comunidad eclesial evitando cualquier tipo  de mesianismo o psicología-espiritualidad de elite”. Ibíd. 
6 Cf. CEA, “La Iglesia en el período post-conciliar”. Criterio 1501 (1966), 417-421. Es fuerte la interrelación que se dio en Latinoamérica entre reflexión teológica y ministerio episcopal llevado adelante por los teólogos peritos de las Conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979), tanto en la recepción del Concilio Vaticano II y de Populorum Progressio (1967) como de Evangelii Nuntiandi (1975). Cf. J. I. Saranyana, Teología en América Latina III: El siglo de las teologías latinoamericanistas (1899-2001), Madrid, Iberoamericana, 2002, 280.
7 G. T. Farrel, Iglesia y Pueblo en Argentina 1860-1974, Buenos Aires, Patria Grande, 1976, 136. Subrayado nuestro. 
8 El origen de las intervenciones aquí seleccionadas procede de un exhaustivo trabajo de Chela Bassa, la secretaria de equipo, que grababa y transcribía prolijamente aquellas reuniones, “servicio eficaz que facilitaba el progreso en la reflexión y afianzaba una complementaria cohesión del equipo”. G. Rodríguez Melgarejo, "El don de una vida", en: Ricardo Ferrara-Carlos Galli, Presente y futuro de la teología en Argentina: Homenaje a Lucio Gera, Buenos Aires, Paulinas, 1997, 40-53, 47, nota 19. Una parte de los textos desgrabados de estas reuniones han sido recientemente editados en fascículos por la revista digital Ediciones Volveré (ISSN 2451-7186 <http://bit.ly/1TUqFvI>). 
9 R. Tello, y otros, "Reunión de los Peritos de la COEPAL - 26 de mayo de 1968 ", Ediciones Volveré Fascículo 1 (2015) 1-22 [En línea] <http://bit.ly/1pq5h54> [Consulta 16-VII-2015], 10. Subrayado nuestro. 
10 Ibíd. 21. Respecto del valor paradigmático de esta analogía, para la misma época y en el mismo sentido se expresaba Gottlieb Söhngen: “la situación primitiva del cristianismo, que se desenvolvió entre «judeo-cristianos y pagano-cristianos» es una situación permanente de la Iglesia a los ojos de quienes saben pensar por analogías”. G. Söhngen, La Ley y el Evangelio. Ensayo sobre su unidad analógica, Barcelona, Herder, 1966, 133.
11 Tello, "Reunión de los Peritos de la COEPAL - 26 de mayo de 1968 ", 10. Subrayado nuestro.
12 Ibíd.; Cf. LG 17 “(La Iglesia) con su obras consigue que todo lo bueno que hay ya depositado en la mente y en el corazón de los hombres, en los ritos y en las culturas de estos pueblos, no solamente no desaparezca, sino que cobre vigor y se eleve y se perfeccione para la gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre”.
13 Tello, "Reunión de los Peritos de la COEPAL - 26 de mayo de 1968 " 10. Subrayado nuestro.
14 Ibíd. 11s. Subrayado nuestro.
15 El tema de la “alienación” está mencionado en el Documento Base de Medellín y es largamente tratado en su versión teológica y pastoral en estos primeros encuentros del equipo de peritos de la COEPAL. Mas datos sobre esta cuestión central en la primera reunión de los peritos en la síntesis de Alberto Sily: ibíd. 21s.
16 Ibíd. 15.
17 Ibíd. 16. Subrayado nuestro.
18 Cf. J. O’Farrell, América Latina, ¿cuáles son tus problemas?, Bs. As., Patria Grande, 1976, 12s. 
19 R. Tello, y otros, "Reunión de los Peritos de la COEPAL - 30 de marzo de 1969", Ediciones Volveré Fascículo 5 (2015) 1-31 [En línea] <http://bit.ly/1TUlUlD> [Consulta 16-VII-2015]. 14s.
20 R. Tello, La nueva evangelización. Escritos teológicos pastorales, Buenos Aires, Ágape, 2008, 63. 
21 Ibíd. 9. Introducción.
22 Papa Francisco, Carta al Pueblo de Dios que preregrina en Chile, 31-V-2018,  5. Del mismo modo se expresaba en el documento reservado entregado a los Obispos: “Como señalé en Iquique, pero que bien podemos extender a tantos lugares del norte al sur de Chile, la piedad popular es una de las riquezas más grandes que el pueblo de Dios ha sabido cultivar. Con sus fiestas patronales, con sus bailes religiosos –que se prolongan hasta por semanas- con su música y vestidos logran convertir a tantas zonas en santuarios de piedad popular. Porque no son fiestas que quedan encerradas dentro del templo, sino que logran vestir a todo el pueblo de fiesta. Y así se queda un entretejido capaz de celebrar alegre y esperanzadamente la presencia de Dios en medio de su pueblo. En los santuarios aprendemos a hacer una Iglesia de cercanías, de escucha, que sabe sentir y compartir una vida tal cual se presenta. Una Iglesia que aprendió que la fe sólo se transmite en dialecto y así celebra cantando y danzando “la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante de Dios” Papa Francisco, “Es necesario que él crezca y que yo disminuya” 15-V-2018. Sobre la reforma misionera cf. EG 17.27.
23 La voz griega Krisis significa juicio, decisión. (Nota del texto original de Tello)
24 Tello, La nueva evangelización. Escritos teológicos pastorales, 65.
25 Papa Francisco, “Es necesario que él crezca y que yo disminuya” 15-V-2018, Subrayado nuestro.
26 R. Tello, La Nueva Evangelización: Anexos I y II, Buenos Aires, Agape, 2013, 27. Subrayado nuestro.
27 Ibíd. 31. Subrayado nuestro.
28 Ibíd. 31. 
29 Ibíd. 32. Subrayado nuestro.




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