EVANGELII GAUDIUM. Capítulo Quinto Evangelizadores con Espíritu







EVANGELII
GAUDIUM

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO






Capítulo Quinto

Evangelizadores con Espíritu


Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua . El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente .

 . . Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios. (259)
En este último capítulo .. simplemente propondré algunas reflexiones acerca del espíritu de la nueva evangelización.

Motivaciones para un renovado impulso misionero

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan . Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón... Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. .. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». (262)

El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, y la experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más . Puestos ante Él con el corazón abierto, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: 
«Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3) . La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón . (264)

Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida.. A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús
y el amor fraterno .  . . Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo . Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor. (265)

El móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser «hacia el seno del Padre» (Jn 1,18) . Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho:

«La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8) . Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama . (267)

El gusto espiritual de ser pueblo

La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblo: «Ustedes, que en otro tiempo no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios» (1 Pe 2,10). Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior.

 La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir
que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo .  . . Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia . (268)

Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo .  . . La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás . Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad . (269)

El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios hasta el punto de que quien no ama al hermano «camina en las tinieblas» (1 Jn 2,11), «permanece en la muerte» (1 Jn 3,14) y «no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8) . ... Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios . Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios . Como consecuencia de esto, si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de ser misioneros . ...Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros . Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35) . Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad . Eso no es más que un lento suicidio . (272)

La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme . Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo . Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. (273)

La acción misteriosa del Resucitado y de su Espíritu
Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder . Jesucristo verdaderamente vive . De otro modo, «si Cristo no resucitó, nuestra predicación está vacía» (1 Co 15,14) . El Evangelio nos relata que cuando los primeros discípulos salieron a predicar, «el Señor colaboraba con ellos y confirmaba la Palabra» (Mc 16,20). Eso también sucede hoy . Se nos invita a descubrirlo, a vivirlo . (275)


Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo . Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección . Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto .  . .Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible . Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo . (276) .

Creámosle al Evangelio que dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras: como la semilla pequeña que puede llegar a convertirse en un gran árbol (Mt 13,31-32), como el puñado de levadura, que fermenta una gran masa (Mt 13,33), y como la buena semilla que crece en medio de la cizaña (Mt 13,24-30), y siempre puede sorprendernos gratamente. Ahí está, viene otra vez, lucha por florecer de nuevo. La resurrección de Cristo provoca
por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano . ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva! (278)

No hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera . Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos! (280)

La fuerza misionera de la intercesión

Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores . La intercesión es como «levadura» en el seno de la Trinidad . Es un adentrarnos en el Padre y descubrir nuevas dimensiones que iluminan las situaciones concretas y las cambian . Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión, pero en realidad Él siempre nos gana de mano, y lo que posibilitamos con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo. (283)


II. María, la Madre de la evangelización

Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María . Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización . (284)

El regalo de Jesús a su pueblo

En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo . En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» . Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27) . Estas palabras de Jesús al borde de la muerte son más bien una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. .. Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María . Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio . ...Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos». (285)

María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura . Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza . Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas . Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas . Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia . Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno . Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios... en María encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida . Como a san Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe tu corazón [...] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?» . (286)

La Estrella de la nueva evangelización

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia . Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño . En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes . Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52 .53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19) . María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos . Es la mujer orante
y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39) . Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización . Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo .

 Preguntas

1.- ¿Qué significa ser evangelizadores con espíritu?
2.- ¿Cuál es mi motivación para evangelizar? La veo reflejada en el texto, ¿a qué me desafía? Qué cambios debo hacer?
3.- María es modelo de evangelizadora, ¿cómo ella está presente y me inspira en mi compromiso cotidiano?

Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos:(288)

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la clausura del Año de la fe, el 24 de noviembre, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013, primero de mi Pontificado.
FRANCISCUS

Evangelii Gaudium
La alegría del Evangelio






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