La dignidad del trabajo en el mundo de la desocupación






Por: Marcelo Barros



En este 1º de mayo, las clases trabajadoras van a conmemorar su día, en un mundo siempre más dominado por la desocupación y por la precariedad del trabajo. 

Las perspectivas son de que, dentro de cinco años, en todo el mundo quince millones de empleo van a desaparecer. En una sociedad más justa, eso provocaría hasta una vida más libre para la humanidad. Las máquinas podrían hacer el trabajo más duro y las personas quedarían con el ocio creativo, como propone Domenico de Masi. Sin embargo, lo que resulta de esa situación en un mundo injusto como ese en que vivimos es una masa de gente desechable y puesta a la margen de las mínimas condiciones de una vida digna. Y aún los trabajos que aún sobreviven son precarizados para garantir siempre ganancias más grandes a las corporaciones financieras. 

El mundo actual es dominado por lo que el economista brasileño Ladislau Dowbor llama “capital improductivo”. Los bancos y las instituciones financieras que, antes estaban a servicio del sistema productivo, ahora, dominan el mercado y viven de rentas. En un tiempo en que todo el mundo habla de crisis económica, recensión y desempleo, los bancos registran intereses y ganancias multimillonarios. Eso explica por qué el mundo llegó a una situación en la cual ocho familias tienen más riquezas que mitad de la humanidad. Y los medios de comunicación a servicio de esa desigualdad predican que eso es inevitable. 

En todo el mundo, una minoría de la sociedad civil organizada y los movimientos sociales luchan en contra de este sistema. Inventan alternativas creativas y transformadoras, como experiencias de economía solidaria, cooperativas de producción y gestión comunitaria del trabajo. Ya desde hace años, en Argentina y otros países, decenas de industrias en falencia fueron asumidas por los trabajadores que las administran colectivamente. 

El papa Francisco ha insistido que ese sistema económico dominante es inicuo y cruel. Sostiene que los pobres y trabajadores pueden ser constructores de una sociedad más justa y más humana. En su reciente carta sobre la santidad, el llama a los cristianos a vivir el espíritu de las bienaventuranzas de Jesús. Eso significa no conformarse con un sistema injusto y excluyente, sino, como dice el apóstol Pablo, transformarlo. 

Al luchar pacíficamente para cambiar ese mundo, los/las trabajadores/as saben que son testigos de que el reinado divino está llegando y Dios está presente en las luchas del pueblo por justicia y paz.

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