Pascua Cósmica REFLEXIONES PREVIAS

Pascua Cósmica Celebración del Nuevo Universo. Espiritualidad oikocentrada. Versión 2.0




Sumario:


A) REFLEXIONES PREVIAS 

B) GUIÓN DE LA CELEBRACIÓN 

C) Quaestiones Disputande: Cuestiones por elaborar 

D) Referencias E) Apéndice: Guión breve


Las «reflexiones previas» quieren enmarcar la espiritualidad ecocentrada en el contexto de las razones teológicas que explican su novedad y su añorada ausencia. Pueden servir a los animadores de la comunidad para inspirar alguna actividad pastoral para que la comunidad prepare su mente con una nueva visión ecocentrada, que cree en ella una nueva sensibilidad, capaz de vibrar con una espiritualidad también ecocentrada, de cara a una mejor participación en la celebración. El «guión» de la celebración es largo: cada comunidad puede recortar o reducir, pero no queremos dejar de proporcionar todo este material, porque es más fácil recortar que redactar para ampliar, y porque el texto amplio, incluso con sus notas bibliográficas, puede servir para la oración/estudio/profundización/meditación personal y/o comunitaria. En apéndice ofrecemos una versión bastante recortada, como para una celebración de una hora u hora y media, para facilidad de quienes lo necesiten. Las «cuestiones debatidas», como trabajo teológico pendiente, evidencian el largo camino que hemos de recorrer, todavía, en la asimilación del cambio de espiritualidad que estamos experimentando en este nuevo tiempo axial. 
https://eatwot.academia.edu/JoséMaríaVIGIL



A) REFLEXIONES PREVIAS
Naturaleza: la gran ausente en nuestra fe y en nuestra espiritualidad

El cristianismo es una religión de la historia, no de la naturaleza1 . Su credo oficial, el símbolo de la fe, es en realidad un relato, una narración, que comienza con la creación y termina con la vida eterna en el cielo. El objeto de nuestra fe es una historia sagrada primordial, de cuyos eventos históricos salvíficos centrales creemos estar viviendo ahora su despliegue en el tiempo, hasta que llegue el fin del mundo decretado por Dios, en un momento incierto del futuro. Todo el conjunto de la realidad –pasada, presente y futura– es leída por el cristianismo como una historia de salvación2 . Claro, como los humanos somos también corporales, seres-en-el-mundo, y necesitamos contar con el espacio y con la materia (la res extensa, que es lógicamente la res que es material, como diría Descartes). Pero, diríamos que esa dimensión espacial y material es sólo una limitación sine qua non, una servidumbre con la que hay que contar, pero que tampoco compromete demasiado, es decir: todo transcurre y puede ser considerado como etsi spatium et materia non darentur, como si el espacio y la materia no existiesen, o como si fuéramos espíritus, incorpóreos, inmateriales, seres sólo «sobrenaturales». Así, todo el patrimonio simbólico del cristianismo por ejemplo, puede ser expresado casi sin referencia a lo material, a la naturaleza, a lo telúrico, al cosmos. Es como si todo lo que ha ocurrido en la «historia de la salvación» en que creemos, hubiera podido ocurrir igualmente en Marte, o en este mismo mundo pero en un piso diferente, el piso de la salvación, el segundo piso, el de las realidades espirituales, el de la «historia sagrada». Los rituales religiosos de la celebración religiosa tenían por contenido esa historia religiosa intemporal, ocurrida en un lugar ancestral, si no mítico. Por eso, las celebraciones nos trasladaban a un mundo espiritual, sin espacio y sin tiempo, a otro mundo, fuera del mundo. Y fuera de la
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1 Es algo sabido en la teoría general de las ciencias religiosas; serían tres los grandes tipos de religiones: las de la naturaleza, las de la historia, y las de la conciencia o la interioridad. 
2 Sobre todo a partir del Concilio Vaticano II; cfr. los documentos Dei Verbum, sobre la Revelación, y Optatam Totius Ecclesiae, sobre la formación sacerdotal. 


naturaleza. Podemos decir que el cristianismo ha estado secular y hasta milenariamente de espaldas a la naturaleza3 . La naturaleza prácticamente no entraba en la espiritualidad; no pasaba de ser un marco puramente exterior, como unas coordenadas cósmicas ocasionales inevitables, pero sin ningún protagonismo ni influencia real. Pero hay más que esta ausencia de la naturaleza.

Dios, ausente de la naturaleza 


Como religiones que han visto la presencia de Dios sobre todo en la historia4 , las religiones abrahámicas están acostumbradas a ver a Dios en el mundo5 , pero no tanto en la naturaleza. Y es que los tres monoteísmos abrahámicos son religiones neolíticas, de las que han separado a Dios de la naturaleza, y por eso son teocéntricas, centradas absolutamente en theos, un dios o dioses a quien creen encontrar fuera de la naturaleza, en un «piso superior» y en cierto sentido «fuera del mundo». El mundo y la naturaleza son vistos como lugares no divinos, no propios para Dios...

Pero no siempre fue así. En efecto, las religiones abrahámicas concretamente no se remontan más allá de la edad del cobre, hace treinta y cinco siglos, pero durante varias decenas de miles de años anteriores, la humanidad vivió en sociedades que se hallaban muy integradas con la naturaleza, sintiéndose parte de ella, percibiendo religiosamente su Misterio y viviendo con ella una estrecha relación de pertenencia espiritual. Es una época en la que el ser humano no habla de dios ni de dioses, sino de lo Sagrado, del Misterio, lo Divino... y se lo percibe de un modo difuso identificado con la realidad, con la naturaleza. Fueron los largos tiempos preneolíticos, en los que el centro del mundo espiritual humano parece haber sido la Gran Diosa Madre, la naturaleza misma, considerada de hecho difusamente divina y representada en estatuas femeninas claramente evocadoras de la fecundidad. Es la era de la naturaleza divina y femenina, que perduró durante milenios6 .

Es más tarde, a partir de las invasiones kurgans7 , cuando se opera un gran cambio tanto en la mentalidad religiosa como en la espiritualidad. Estos pueblos ganaderos invasores de origen euroasiático imponen una mentalidad nueva: la naturaleza es despojada de todo carácter divino y es considerada como «fabricada, producida, creada», por una entidad superior, diferente, no material, un Espíritu transcendente a ella, dotado de inteligencia superior y, por cierto, masculino. Comienza la era de dios, de los dioses espirituales y masculinos, que conlleva el destronamiento de la naturaleza del carácter divino que hasta entonces tenía, degradándola a la categoría de simple materia, profana, creada-fabricada por Dios, e identificada con frecuencia con las fuerzas ciegas del caos, de la carne, de la sexualidad, o directamente del Mal8 .

En este segundo horizonte espiritual marcado por la separación (dualismo) y hasta el antagonismo entre un Dios espiritual, transcendente y masculino, y por otra, una Naturaleza vista ahora no ya como divina sino como producto material fabricado por el Dios creador, y controlada en su tendencia al caos y al mal, es donde las religiones abrahámicas han nacido y se han desarrollado. La imagen tradicional de Dios, la antigua, la medieval y la premoderna, ha sido la de la afirmación radical de la transcendencia de un theos, espiritual, supremo, todopoderoso, masculino, que hace la presencia de la naturaleza absolutamente innecesaria e incluso contraproducente para el encuentro espiritual con la divinidad.


La revolución espiritual que la ciencia está provocando en nosotros 


El cambio ha comenzado apenas hace cuatrocientos años, con la revolución científica, a partir de Galileo, emblemáticamente. El desarrollo de las ciencias de la naturaleza ha sido espectacular. En apenas cuatro siglos, hemos pasado, de observar por primera vez la Luna con un telescopio rudimentario, a poner nuestros pies en ella. Las «ciencias de la Tierra», la astronomía, la astrofísica, la
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3 Obviamente, habría excepciones que señalar, pero que no harían sino confirmar la regla. 
4 A diferencia de otras familias de religiones, que han experimentado a Dios sobre todo en la naturaleza, o en la interioridad de la conciencia... 
5 En el mundo humano, de los intereses y los conflictos humanos, en el mundo de la opresión y de la liberación humanas. Es un signo claro de antropocentrismo. 
6 Ahora sabemos que esta especie que somos ha vivido mucho más tiempo con diosa (una divinidad difusa, omnipresente, encarnada, telúrica, materna, fecunda...), que con dios (un ente supremo, incorpóreo e inmaterial, omnipotente... y masculino). 
7 Que se realizaron en tres grandes oleadas de tribus guerreras migratorias, a partir del 4500, 3400 y 3000 aec, procedentes del Este transeuropeo. Cfr GIMBUTAS, The First Wave of Eurasian Steppe Pastoralists into Copper Age Europe, «Journal of IndoEuropean Studies» 5(1977)277. BARING-CASHFORD, El mito de la diosa, Siruela, Madrid 2005, 186-187. CAMPBELL, Joseph, The Maskes of God: Occidental Mythology, Penguin Books, Hermondsworth 1976, p. 7. 
8 Platón ya entra plenamente dentro de esta visión dualista. Para él, las almas son creadas en las estrellas, la morada de los dioses, y de allí pueden tener la desgracia de «caer en la materia», encarnándose como un varón en primer lugar, con la tarea de dominar los malos instintos de su naturaleza carnal para ser aceptado de nuevo tras su muerte en la vida eterna del cielo. Esto, aunque nos lo hayan enseñado como la esencia del cristianismo, no lo dijo Jesús, sino Platón, cinco siglos antes (cfr por ejemplo los diálogos del Timeo). 


física cuántica... la nueva cosmología en sentido amplio, han ido forjando una imagen nueva del mundo, radicalmente diferente a la que sirvió de marco al nacimiento de las tradiciones abrahámicas y a la elaboración y desarrollo de su patrimonio simbólico teológico, doctrinal y espiritual. En realidad, todas las religiones de la tierra están hoy día en un mundo diferente del que consta en sus Escrituras y en sus fuentes espirituales. En la Edad actual, marcada por la ciencia, cada día estamos más afectados por esta nueva visión del cosmos y este nuevo «relato» de su génesis. Por primera vez todos los pueblos y culturas y religiones de la Tierra tenemos ante nosotros un mismo relato científico sobre su génesis y sus procesos. Los creyentes despiertos, experimentan el contraste flagrante entre la visión actual del mundo, y la que arrastran todavía los rituales, los textos, las teologías y doctrinas de las religiones.

 Lo que más está haciéndonos cambiar como humanidad es el nuevo relato cosmológico (the new story) 9 , tan potente, que está produciendo en nosotros un cambio múltiple de imágenes: ha cambiado nuestra imagen del cosmos, la imagen de la naturaleza, la imagen que tenemos de nosotros mismos, y también la imagen misma de Dios10. Una verdadera revolución. De hecho, la ciencia nos ha cambiado de mundo, porque hemos pasado a percibir y sentir el cosmos de un modo muy diferente a aquel pequeño mundo en el que nacimos y crecimos. Así que cuando escuchamos el discurso religioso tradicional, o cuando participamos en las celebraciones litúrgicas al uso –que no sólo no han cambiado, sino que sus responsables se oponen a que cambien–, nos sentimos retrotraídos a un mundo que ya no existe, que ya no nos dice nada, o que incluso nos produce rechazo11.

 Se trata pues de una revolución no sólo científica y epistemológica, sino también espiritual, y es importante dar este paso. Se trata de informaciones científicas que nos dejan indiferentes, sino que provocan en nosotros sorpresa, admiración, sobrecogimiento, conocimiento amoroso, contemplación extasiada, sentimiento místico de comunión y de unión inexpresable...

El nuevo relato cosmológico no dice sobre todo que no se trata de un cosmos, sino de una cosmogénesis, una historia llena de sorpresas, una explosión de dinamismos y potencialidades, de dimensiones profundas desconocidas, de dinamismos ocultos que tejen por dentro una inter-relación total, de «emergencias»12, de imprevisibles saltos cualitativos hacia adelante y hacia arriba... Esta Tierra que considerábamos una roca volante errando por el espacio sideral, nos «revela»13
su virtualidad misteriosa, su adorable carácter divino. El mundo viejo ha pasado. Estamos en un Nuevo Universo. Y hay que «celebrarlo».


Celebrar dentro de otro marco espiritual 


La celebración que estamos presentando se enmarca en estas nuevas coordenadas espirituales. Veamos.
En primer lugar, el contenido de la celebración, los «misterios sagrados» que celebra, como se puede ver, son la (nueva) historia14 del cosmos. Diríamos que eso se llamaba habitualmente historia natural, o ciencias naturales. Nueva cosmología lo llamamos hoy, para referirnos al conjunto de

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9 «La forma más segura y confiable de conectar con el Misterio en el que vivimos y nos desarrollamos es acoger el relato mismo de nuestra historia cósmica. El relato mismo es nuestra fuente primaria de sentido»: Diarmuid O’MURCHU, Reclaiming Spirituality, Crossroad, NY 1979, 83. «Una de las fuentes más inspiradoras es la de la nueva física y la nueva cosmología»: O'MURCHU, Consecrated Reigious Life, Claretian Publications, 2006 Quezon City, Philippines, p. 81. 

10 Véase detalladamente en VIGIL, J.M., Desafíos de la ecología a las religiones, en RELaT 411. 

11 «El ser humano tiende constantemente a olvidar que lo que una vez fue bueno no tiene por qué serlo eternamente. Continúa observando los antiguos usos que antaño fueron buenos, después de volverse malos. Solamente consigue librarse de este engaño a través de grandes sacrificios e indecible sufrimiento; sólo entonces se da cuenta de que lo que antaño fue bueno, quizás ahora haya envejecido y ya no lo sea. Así ocurre tanto en cuestiones de gran envergadura como en detalles pequeños. Los usos y costumbres de la niñez, antaño tan sublimemente buenos, a duras penas pueden abandonarse incluso cuando su carácter dañino lleva tiempo demostrado. Se puede decir lo mismo, pero a escala gigantesca, de los cambios históricos de actitud. Una actitud colectiva es equivalente a una religión, y los cambios de religión constituyen uno de los capítulos más dolorosos de la historia del mundo». Cfr. C.G. JUNG, Collected Works, vol. 6, Psycological Types. Citado en BARING Anne - CASHFORD Jules, El mito de la diosa, Ediciones Siruela, Madrid 2005, p. 505. 

12 En sentido bioevolutivo, «emergencia» significa la aparición de un sistema que no puede ser predicho o explicado por las condiciones antecedentes. La hipótesis emergentista se opone al reduccionismo, que ha sido el paradigma imperante en la ciencia desde el siglo XVII. El paradigma emergentista supone que la realidad no es estática, sino dinámica, en continuo cambio y desarrollo. Las emergencias son los saltos hacia adelante imprevisibles e inexplicables de la creatividad del cosmos. Cfr el artículo clásico de P.W. Anderson, More is different, «Science» vol. 177, nº 4.047, pp. 393-396. Aplicado a nuestro enfoque, cfr. NÚÑEZ DE CASTRO, Ignacio, Emergencia, vida y autotranscendencia activa: reflexionando sobre la realidad evolutiva. En BERMEJO, Diego, Pensar después de Darwin, Sal Terrae, Santander 2014, p. 159-212. 

13 Para Thomas BERRY la revolución científica contemporánea tiene valor «revelatorio»...: RELaT 390 (servicioskoinonia.org/relat/390.htm). Véase también: SWIMME, Brian, El cosmos como Revelación primordial, RELaT 389. 

14 Es importante caer en la cuenta de que no es «historia» en el sentido fuerte del término, historia humana. Los seres humanos están incluidos en esa historia del cosmos (en su final), pero no son sus protagonistas, ni esa historia es realmente humana. 


ciencias de la Tierra, física, astrofísica, geología, biología... que lo abarca. En la tradicional visión dualista, esto sería un contenido impropio, inadecuado para una celebración «religiosa», que en aquella visión siempre debería versar sobre las realidades «espirituales» del mundo, o sobre la historia «sagrada»... En aquella visión tradicional la naturaleza es sólo material, profana, inferior incluso a nuestro mundo humano... Quienes accedan a esta celebración sin haber tenido posibilidad de conocer el cambio de paradigma espiritual en que se inscribe, probablemente acusarán el choque y manifestarán extrañeza, y quizá rechazo.

El protagonista de esa historia o de este nuevo relato es el cosmos, que es tanto como decir la Realidad total, en todas sus inabarcables dimensiones... Hasta la llegada de la nueva cosmología, la representación que nos hacíamos de la realidad, provista por la Biblia, apenas tenía una duración de 6000 años15. Así hemos estado pensando hasta hace un siglo. Hoy sabemos que ese mundo imaginado no es el mundo real, que no viene de la noche de los tiempos (13.730 millones de años). Y sobre todo: el mundo no ha sido nunca una foto fija (jpg), sino siempre video (mp4), siempre en movimiento, en evolución constante, y en el que nada está aislado ni parte de cero, sino que todo procede de lo anterior, por evolución. Ninguna especie fue «creada por Dios aparte, directamente», como siempre habíamos pensado (creyendo que creíamos a Dios que lo habría dicho en el Génesis), sino que toda especie ha surgido de otras especies anteriores, por mutación y por selección natural. Toda especie surge de otras, y está llamada a extinguirse, para dejar paso al proyecto transcendente y misterioso de la Vida... que es lo que está detrás de todo este mismo y único proceso de la Vida, ese frondoso pero único árbol de la vida en este planeta...
Decimos que la ciencia nos ha trasladado a un nuevo mundo: hemos dejado a un lado aquel viejo mundo concebido como un conjunto de objetos, cosas, materia, substancias, entes independientes aislados situados en un arriba y un abajo, en dos pisos... para pasar a darnos cuenta de que estamos en un cosmos único hecho más bien de energía, de procesos, de relaciones, de «emergencias», de saltos cualitativos, de autopoiesis, de eventos cuánticos, de energía que tiende a la organización, de materia que se autoorganiza y se pertrecha de información, accede a la sensibilidad, a la conciencia... todo inter-relacionado en un proceso evolutivo muy complejo, imparable y extremadamente interactuante. Un universo –¡quizá multiverso!– tremendamente creativo, imaginativo, inspirado e inspirador, permeado por algo como una Mente universal omnipresente16... Ese es el admirado protagonista de nuestra celebración...

Ahí, la divinidad que celebramos no es meramente un theos, un ente separado situado en un piso superior, ni siquiera un Ser supremo ubicuo que está en todas partes... sino el Misterio Supremo de la Realidad, su dimensión oculta y más profunda, que late abismalmente en todo, con una presencia inefable que todo lo pervade.
Esta divinidad ya no está revestida del abusivo pero enteramente habitual ropaje antropomórfico: un ser como nosotros, que piensa, proyecta, se enfada, castiga, se arrepiente... como nosotros. Queda superada la visión kiriarkal jerárquico-monárquica, del Señor, el Rey de Reyes y Señor de los Señores... a quien hemos de dar toda la gloria, el poder, el honor, la fuerza... postrados por tierra en perfecta sumisión... Ni es considerada ya como «espíritu» por oposición a la materia: no cabe ningún dualismo en la realidad holística. Incluso se deja de recurrir para todo a la palabra «dios» que tantas ambivalencias cobija y avala; como el maestro Eckart17, se trata de liberar a la divinidad de nuestro concepto de «Dios».

La Divinidad es expresada más allá de la dialéctica transcendencia/inmanencia. Queda abandonada la comprensión clásica de la transcendencia extramundana; la única transcendencia aceptable sería no «hacia fuera», sino hacia adentro mismo del mundo. Como Teilhard de Chardin deseaba, estamos pasando, de considerar a Dios como el gran «propietario neolítico», a considerarlo como el alma del mundo18.
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15 Todavía Kepler e incluso Newton (fallecido éste en 1742) calcularon en torno a los 6.000 años la edad del Universo, prácticamente la misma que Eusebio de Cesarea en el siglo IV. Fue Hubble en el primer tercio del siglo XX amplió considerablemente la cifra. Y el telescopio espacial que lleva su nombre, en 1997, asombró al mundo situando la edad del universo en torno a los 15.000 millones de años. La sonda WMAP, de la NASA, en 2006, la situó con más exactitud en 13.730 millones de años. 
16 «El mundo empieza a parecerse más a una gran Mente que a una gran máquina», James JEANS, citado por Ervin LASZLO, The Creative Cosmos, Floris Books, Edinburgh 1993, 34. 

17 Según la famosa palabra de Eckhart: «Dios mío, líbrame de mi dios», es decir, de la imagen necesariamente limitada, del lenguaje necesariamente insuficiente con que te invoco. Obras escogidas, Edicomunicación, Barcelona 1998, p. 193 y 196; es el Sermón 14, “Beati pauperes spiritu, quia ipsorum est regnum coelorum“. 

18 Dijo Teilhard en carta privada a la Sra. Léontine Zanta: «En el centro de mis intereses está el esfuerzo por difundir una nueva religión (llamémosla un mejor cristianismo, si se quiere) en el que el Dios personal de antaño deje de ser el gran propietario neolítico, para pasar a ser el alma del mundo; nuestro actual panorama cultural y religioso nos exigen este cambio...»: Lettres à 


Nosotros, los celebrantes, no estamos en la celebración como oyentes ante un relato ajeno, o una teoría científica, sino como quien escucha su propia biografía, la historia de sus ancestros, la narración de las vidas anteriores que ha vivido, su propia «historia sagrada», rescatada del confinamiento a los 4.000 últimos años a los que las religiones la han considerado limitada. Ahora sentimos como nuestra la historia toda de la vida, la historia de la Tierra, y sabemos que los átomos de nuestro cuerpo se formaron en la explosión de la estrella supernova anterior a nuestro Sol19... Somos polvo de estrellas, y nuestras raíces profundas arrancan del mismo origen de los tiempos, del big ban: somos aquella gran explosión.

Celebrar esto es un novum histórico, una novedad histórica. Somos una especie de celebradores innatos, desde nuestros primeros ancestros. Pero hasta ahora tuvimos que valernos de nuestra creatividad para imaginar mitos, leyendas, formas, imágenes... para expresar nuestra vivencia espiritual. No teníamos recursos de conocimiento suficientes. Hubo que suplir nuestra ignorancia con intuición, con creatividad, con genialidad. Hoy estamos abandonando esta nuestra ancestral «epistemología mítica», para apoyarnos en la experiencia directa de la realidad que nos facilita la ciencia. Para expresar nuestras vivencias espirituales respecto a la realidad cósmica, ya no necesitamos echar mano de nuestra inteligencia mítica (el mythos); la realidad cósmica conocida por la ciencia supera la capacidad de ficción y de poesía de nuestra imaginación. En este tiempo tan marcado por la ciencia, el nuevo relato cósmico mismo está cargado de potencialidad celebrativa; los mitos cosmogónicos de nuestros ancestros se nos quedan irremediablemente cortos.

Hoy celebramos con una conciencia nueva: hemos llegado a la conciencia de que somos Tierra, somos parte del cosmos que, en nosotros, ha llegado a ser sensible, a ser consciente, a reflexionar, a venerar, a adorar, a extasiarse... Es la Tierra, el Cosmos, quien en nosotros se contempla y se celebra a sí mismo. «Somos hidrógeno contemplando hidrógeno», como dijo el poeta20.


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