Laudado Si. Parte III. Tecnología + Avaricia = Desastre

Laudado Si. Parte III. Tecnología + Avaricia = Desastre

Éste es el tercero en una serie de 4 columnas en los capítulos del ¨Laudato Si¨
Una revisión superficial del Laudato Si’ podría llevar al lector a pensar que el Papa Francisco es un Ludita. Él tiene muchas cosas importantes que decir con respecto a la tecnología, especialmente cuando está conectado a la codicia.
El objetivo de la tecnología, argumenta, no debería ser el reemplazar cada vez más el trabajo humano con máquinas con el fin de ahorrar dinero, y obtener más beneficios. Al igual que el Papa Juan Pablo II, Francisco tiene al trabajo en alta estima. “El trabajo es una necesidad, parte del significado de la vida en esta tierra, un camino para el crecimiento, el desarrollo humano y la realización personal”.
Pero Francisco comienza su examinación de la tecnología reconociendo en el Capítulo 3 de su Encíclica que nosotros somos los beneficiarios de dos siglos de avances tecnológicos. “La tecnología ha remediado innumerables males que solían dañar y limitar a los seres humanos,” escribe. Sin embargo, señala que el poder que viene de la tecnología puede ser utilizado por aquellos con conocimiento y recursos económicos para dominar a la humanidad y al mundo entero.
“Necesitamos pensar en las bombas nucleares que fueron lanzadas a mitad del siglo veinte,” explica, “o la matriz de tecnología que han empleado el Nazismo, el Comunismo y otros regímenes totalitarios para matar millones de personas, por no hablar del creciente arsenal de armas mortífero disponible para la guerra moderna”.
Citando a Romano Guardini, señala que hay una tendencia de creer que cada incremento en poder significa “un incremento del ‘progreso’ en sí mismo” pero en realidad “el hombre contemporáneo no ha sido entrenado para utilizar el poder bien.” Tristemente, el Papa Francisco argumenta, “nuestro inmenso desarrollo tecnológico no ha estado acompañado por un desarrollo en responsabilidad, valores humanos y conciencia”.
Francisco es especialmente crítico de un paradigma tecnocrático indiferenciado y unidimensional donde el mundo (incluyendo a los seres humanos y los objetos materiales) es visto como algo sin forma, completamente abierto a la manipulación. El objetivo es extraer todo lo posible de las cosas mientras ignoras la realidad en frente a nosotros.
Esto lleva a economistas, financieros, y expertos en tecnología a aceptar la idea de un crecimiento ilimitado “basado en la mentira de que hay un suministro infinito de los bienes de la tierra, y esto lleva al planeta a que sea exprimido hasta secarlo más allá de cualquier límite”.
En resumen, Francisco no piensa que los productos tecnológicos sean neutrales. Más bien, “ellos crean un marco que termina condicionando los estilos de vida y moldea las posibilidades sociales junto a los lineamientos dictados por el interés de ciertos grupos poderosos”.
Francisco guarda sus palabras más fuertes para los intereses económicos que “aceptan cada avance en tecnología con el fin de lucro, sin preocuparse por su impacto potencialmente negativo en los seres humanos.” Ellos no muestran “interés en niveles más equilibrados de producción, una mejor distribución de riquezas, preocupación por el medio ambiente y los derechos de las generaciones futuras. Su comportamiento muestra que para ellos la maximización de los beneficios es suficiente.”
En la mente de Francisco, esta es la causa de nuestra crisis económica y medioambiental actual. Lo que se necesita es una visión más amplia donde “la tecnología está dirigida principalmente a la resolución de los problemas concretos de las personas, verdaderamente ayudándolos a vivir con más dignidad y menos sufrimiento.” La tecnología debe servir a la humanidad, no al mercado.
“Nadie está sugiriendo un retorno a la Era de Piedra, afirma, “pero necesitamos ir más despacio y ver la realidad de una manera diferente, apropiarnos del progreso positivo y sostenible que ha sido realizado, sino también recuperar los valores y los grandes objetivos barridos por nuestros delirios de grandeza sin límites”.
“Una vez que el ser humano se declare independiente de la realidad y se comporte con absoluto dominio, los fundamentos mismos de nuestra vida comienza a desmoronarse,” Francisco cree. En lugar de ser un cooperador con Dios en la obra de la creación, citando a Juan Pablo II, dice, “el hombre se coloca a sí mismo en el lugar de Dios y con ello termina provocando una rebelión de la parte de la naturaleza”.
Para Francisco, “la actual crisis ecológica es una señal pequeña de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad.” La humanidad “no puede presumir de sanar nuestra relación con la naturaleza y el medio ambiente sin curar todas las relaciones humanas fundamentales” incluyendo nuestras relaciones con otros y con Dios.
En el corazón de esta crisis de modernidad está una cultura de relativismo, pero Francisco, a diferencia de sus predecesores, cree que “el relativismo práctico típico de nuestra época es incluso más peligroso que el relativismo doctrinal.” En el relativismo práctico, los seres humanos “se colocan a ellos mismos en el centro” y “dan prioridad absoluta a la conveniencia inmediata y todo lo demás se vuelve relativo”.
No se sorprende al ver la cultura del relativismo, “la cual ve todo como irrelevante a menos que sirva a los intereses inmediatos propios de uno,” yendo mano a mano con “el paradigma tecnocrático omnipresente y el culto al poder humano ilimitado”.
El resultado es “el modo de pensar de aquellos que dicen: Permitamos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, y consideren su impacto en la sociedad y la naturaleza como daño colateral..” Él condena la lógica de “usar y botar” que “genera tanto desperdicio, debido al deseo desordenado para consumir más de lo que es realmente necesario”.
En los últimos Capítulos del Laudato Si’ él expondrá su respuesta a la crisis medio ambiental, pero incluso en el Capítulo tres el nos muestra su apoyo a una economía que favorece a la diversidad productiva y a los pequeños productores. “Por ejemplo, hay una gran variedad de sistemas de producción de alimentos a pequeña escala que alimentan a la mayor parte de los pueblos del mundo, usando un modesta cantidad de tierra y produciendo menos residuos, ya sea en pequeñas parcelas agrícolas, en huertos y jardines, cazando y recolección silvestre o pesca local”.
Pero él reconoce que los pequeños agricultores y productores están amenazados por las economías de escala y por la dificultad que ellos enfrentan en la vinculación con los mercados regionales y globales porque la infraestructura de ventas y de transporte está orientada a los grandes negocios.
Pide el apoyo a los gobiernos para tales productores pequeños. “Para garantizar la libertad económica de la que todos puedan beneficiarse de manera efectiva,” afirma, “restricciones de vez en cuando tienen que ser impuestas en aquellos que poseen mayores recursos y poder financiero.” Encuentra a los llamados por “la libertad económica” ser falsos cuando “las condiciones reales real le impiden a muchas personas acceso real a la misma”.
Uno podría pensar que Francisco es anti-empresarial, pero de hecho el piensa que “Los negocios son una vocación noble, dirigida a la producción de riquezas y la mejora de nuestro mundo. Puede ser una fructífera fuente de prosperidad para las zonas en las cuales opera, si se considera a la creación de trabajos como una parte esencial de su servicio para el bien común”.
Las palabras de Francisco acerca de la dominación tecnológica, un enfoque unilateral sobre los beneficios, y el relativismo práctico son proféticas y desafiantes. Ellas van en contra de muchas presuposiciones culturales estadounidenses. El Papa Francisco no cree que la tecnología y el mercado suministrará mágicamente la solución a los asuntos sociales y ambientales, en lugar de ser parte del problema.
Por otro lado, cree que la tecnología puede y debe ser utilizada para mejorar la suerte de la humanidad y que los empresarios están llamados a una vocación noble, que está en servicio del bien común.
Autor: Thomas Reese
* Artículo reproducido con el debido permiso de National Catholic Reporter. National Catholic Reporter no se hace responsable por la traducción. La traducción ha sido realizada por Francisco Luciani para Teología Hoy.

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