DISCERNIMIENTO Y VIDA COTIDIANA

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                                                                        Toni Català


1. Discernir es poner la vida en crisis

2. Discernir el espíritu de Jesús

2. l. Jesús puso en crisis lo "normal y natural" en Israel

2.2. En la cruz Jesús nos entrega su espíritu

3. Ignacio de Loyola hombre de discernimiento

4. Introducción a las reglas de discernimiento

4. 1. Desconfiar de la pura interioridad

4.2. La llave para entrar en el discernimiento

4.3. Gracias por la vida

4.4. Gracias por el techo, el pan y la palabra

4.5. Dar gracias por el encuentro con Jesús

5. Reglas o criterios de discernimiento

5.1. Primera semana o época: Seguir al Señor en este mundo y no en otro "espiritual”

5.2. Segunda semana o época: Vivir la libertad del evangelio

6. Conclusión 

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1. DISCERNIR ES PONER LA VIDA EN CRISIS

Discernir para percibir el paso del Espíritu por nuestra vida, no una vida en abstracto

sino siempre contextualizada en una cultura, supone aprender su lenguaje. La

experiencia más personal del espíritu del Señor Jesús es siempre una experiencia

"mística" y por lo tanto últimamente inefable. Inefable es lo que difícilmente se puede

expresar con palabras, lo que difícilmente se puede decir. Cuando esta experiencia se

intenta "decir" no hay modo de decirla sino es en palabra y esta palabra ya no me

pertenece. Se dice en lenguaje que es lo más nuestro y lo más exterior a nosotros en

cuanto que somos lenguaje y vivimos en él.

Si lo que se "dice" es Espíritu del Señor Jesús, antes que nosotros digamos algo se han

dicho muchas palabras sobre Jesús. Mi decir sobre Jesús viene también mediado por lo

anterior a mi. La experiencia inefable es mía, pero ponerla en palabra cristiana supone

que la "expongo" en un ámbito configurado por una tradición. Tradición que supone todo

lo que hombres y mujeres a lo largo de dos mil años han dicho, sentido, confesado,

sufrido, gozado y celebrado a vueltas con Jesús de Nazaret. Entonces para que mi palabra

sobre el Espíritu pueda ser reconocida como tal tiene que "sonar" en al ámbito de los que

se sienten afectados por el vivir, morir y Vivir para siempre de Él.

 Discernir supone por tanto una doble referencia: por una parte poner en "crisis",

someter a "prueba" nuestro decir y sentir sobre Jesús para no caer en una ensoñación y en

una alucinación meramente subjetiva y por lo tanto irreconocible por la comunidad

cristiana y por otra "pleitear" (someter a juicio) nuestro modo de estar en la vida porque el

lenguaje es muchas veces tramposo y enmascarador de la realidad.

Las trampas aparecen cuando en el discernir estamos atentos a una sola zona de la

persona, como por ejemplo "la interioridad", y otras zonas de la realidad las

consideramos "normales" y "naturales", tan normales y naturales que "son así". Son

como un suelo inamovible, espeso y denso sobre el cual acontece la "experiencia

espiritual". Discernir lo normal y natural es discernir nuestra vida cotidiana y estilos de

vida. Lo normal y natural no deja de ser muchas veces una construcción ideológica

interesada. Entonces el lenguaje sobre lo que "es así" ejerce una función encubridora.

Podía ser materia de confesión en muchos ambientes de vida religiosa, por ejemplo,

dormirse en la oración y ser "normal y natural" acudir a comulgar en riguroso orden

jerárquico de prestigio, "sabiduría" y "vano honor del mundo" que diría S.Ignacio de

Loyola.

La doble referencia en el discernimiento supone un estar al tanto del "Christus

traditus", el Cristo que se me entrega y que no inventamos en cada generación y al tanto

de nuestros modos de estar en la vida. 

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2. DISCERNIR EL ESPÍRITU DE JESÚS

Antes de orientamos en el discernimiento es necesario recorrer un camino largo para no

precipitamos en el hablar fácilmente del Espíritu de Jesús. Si es el de Jesús tenemos que

ser pacientes y reconstruir el camino que llevo a Jesús a "entregarnos su Espíritu".

Jesús de Nazaret es confesado por las Iglesias cristianas como Ungido de Dios, el Cristo de Dios. Esta

confesión de fe supone para lo creyentes cristianos que el vivir, morir y Vivir para siempre de Jesús es la

referencia normativa del acceso a la Divinidad. Para los creyentes cristianos lo de Dios tiene que ver con

Jesús y Jesús tiene que ver con lo de Dios. El que se dice cristiano, aunque no precise su decir

correctamente, está refiriéndose a Jesús de Nazaret el Ungido de Dios.

2.1. JESÚS PUSO EN CRISIS LO "NORMAL Y NATURAL" EN ISRAEL

Jesús percibe al Dios de Israel en su cercanía, no necesita pasar por las instituciones

que cosifican a Dios como legitimador de un orden (ley) y regulador de los mecanismos

de expiación de la culpa que provoca la infracción de dicho orden perdonando o

anatematizando (templo). Jesús percibe al Dios de los padres de Israel como Padre y

Creador. Esta cercanía inmediata no supone en Jesús una ausencia de radical alteridad

con el Dios de su pueblo, para Jesús es el Padre "del cielo".

La relación de Jesús con Dios en el contexto del judaísmo del siglo I es la negación de

las mediaciones institucionales de la ley y del templo. Esta relación no supone la

manipulación de la Divinidad ni pérdida de identidad propia. Jesús no queda fusionado y

absorbido por la Divinidad, sino que encuentra su consistencia y la de la criaturas en Ella.

La inmediatez se entiende en cuanto que cambia radicalmente las mediaciones de acceso

a Dios, ya no son instancias exteriores a las criaturas.

Al convertir las criaturas en mediación y ser criaturas "de Dios" la mediación termina

en ellas. No hay equivalencia e intercambiabilidad entre mediación ley-templo y la

mediación criatura. La criatura ya no es una alternativa de mediación a la ley y al templo.

No se cambia la criatura por la ley y el templo, sería cosificar a la criatura para convertirla

en un "pretexto" para estar a bien con Dios, sino que la criatura se convierte en fin: "a mi

me lo hicisteis". El intercambio seria aterrador: las criaturas de Dios convertidas en

moneda de cambio para la salvación de aquellos que siempre necesitan acumular

"méritos" ante un dios que no es gratuidad sino el "gran mercader", el "gran contable"

legitimador de tanto destrozo histórico pasado y presente.

La mediación siempre es interesada y se cobra intereses y se lleva comisiones. La

"riqueza" espiritual siempre ha entendido de contabilidad. Gracias a ti Juan de la Cruz

que nos enseñaste en la "noche oscura" a sospechar de la riqueza espiritual.

Este percibir a las criaturas como lugar, que no medio, inmediato para percibir a Dios,

supone en Jesús que nunca las utiliza en su propio provecho. Nunca cura y alivia

sufrimiento para tener seguidores, no fomenta clientelismo, su itinerancia es pura

des-instalación, no quiere reinos según el orden de este mundo que oprimen y pisan. Al

pasar en la percepción de las criaturas de medio a lugar, el acceso pasa por espacio y

tiempo, pasa por modos de estar en la vida. 

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Este situarse de Jesús de cara al Dios de Israel percibido como "Abba" termina en la

cruz. La ejecución de Jesús en la Cruz es consecuencia histórica de su modo de vivir. Al

anular las mediaciones opresoras para la inmensa mayoría de los hijos y las hijas de

Israel, en las que no cabe otra alternativa más que el sometimiento, ha "expuesto" su vida

a la muerte (lo radicalmente opuesto al discernimiento es el sometimiento). "Siendo

hombre se ha hecho dios" y debe morir.

Jesús ha sub-vertido el orden, lo normal y natural querido por dios ha sido des-velado

como opresor y estigmatizador para la inmensa mayoría de las criaturas de Israel. Al no

utilizar a las criaturas como causa de su propia justificación, al Buen Pastor las ovejas le

importan y como le importan no las utiliza para ganar un salario ante un dios amo, Jesús

no puede exponer delante de dios nada que no sea él mismo en su puro y total despojo. La

Cruz es la radicalización de una percepción de Dios que no exige méritos ni necesita

mediadores interesados. El abandono de los suyos es consecuencia de un seguimiento

que no ha dado beneficios ni primeros puestos en el reino, ni tan siquiera la posibilidad de

administrar las nuevas mediaciones alternativas que podían esperar de Jesús com un

hacedor de milagros.

2.2. EN LA CRUZ JESÚS NOS ENTREGA SU ESPIRITU

La cruz será el lugar de toda negación de mediaciones. El velo del templo se rasgó de

arriba a abajo. La cruz y los crucificados serán lugar de acceso a la Divinidad

precisamente por ser lo que no interesa. En un mundo que tanto entiende de intereses sólo

en lugares desinteresados y por desinteresados se podrá encontrar el Espíritu del

Viviente. Viviente que es el Crucificado. Jesús es el que Vive con Dios para siempre.

Jesús no quedó para siempre en el lugar de la muerte sino que el Padre 1o resucitó de

entre los muertos constituyéndolo Ungido y Señor.

El vivir hasta desvivirse de Jesús ha resultado ser la expresión de la humanidad

querida por Dios, la manifestación de la humanidad de Dios: Jesús es el Hijo de Dios. En

la cruz se expira el Espíritu que hace posible dar culto a Dios en espíritu y verdad.

Si el creyente percibe la cruz cuando confiesa que cree en el "Espíritu que procede del

Padre y del Hijo", empieza a percibir que la Cruz es salvación. La cruz nos libera de la

blasfemia y de la idolatría. Nos libera de la utilización interesada de la divinidad y nos

libera de la mentira sobre nosotros mismos y la realidad.

El Espíritu expirado en la cruz nos libera de la mentira sobre nosotros mismos, nos

libera del fatalismo de lo "normal y natural", nos abre 1os ojos para ver toda la realidad

con ojos nuevos. No es verdad que el "hombre y la mujer espiritual" es el que consigue

un "yo" entero, sin fisuras, impasible, con perfecto dominio de sí. El espíritu nos cambia

la mirada hacia los crucificados y despojados, nos hace mirar a las criaturas heridas en su

dignidad y machacadas en sus cuerpos.

Cuando la mirada ha cambiado, al "yo" espiritual se le conmueven las entrañas, se

enternece, se altera y descubre que la paz y la alegría del Espíritu aparecen cuando la

vulnerabilidad te devuelve solidariamente a las criaturas. Es una vuelta a la criatura

desde la honda percepción que ya no son objetos de consumo espiritual, no son un

pretexto para mi correcta actuación sino que nos encontramos con que el Espíritu nos

abraza en comunión solidaria.

Nos libera de lo "normal y natural". La cultura es una red de signos, discernir es

empezar a procesarlos desde otro código. El espíritu pone en crisis el "orden presente", el

espíritu lleva a juicio, pleitea con la realidad mostrenca y petrificada, con lo dado por

hecho, lo que "es así" y "no puede ser de otra manera". Se empieza a taladrar la realidad 

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y empiezan a verse otras cosas. Discernir será cambiar el código normal y natural de

lectura. Nos cuesta aprender a los seguidores y seguidoras que el seguimiento de Jesús es

un modo de estar y ver la vida. El Espíritu es el colirio que el ángel le dice a la Iglesia de

Laodicea que le falta. Al mirar ya no vemos lo mismo.

El Espíritu de Jesús nos da la posibilidad de cambiar la mirada, de situarnos en la

realidad de un modo distinto, desde la libertad liberada. Como es Espíritu de Vida nos da

la posibilidad de vivir libres y sin temor. Un temor que se funda últimamente en el miedo

a la muerte en todas sus formas ("aquellos que por miedo a la muerte vivían toda la vida

como esclavos"). La muerte como amenaza última, como algo aterrador que me puede

diluir y por tanto algo a evitar, y para evitarla qué mejor que la esclavitud alienante a los

ídolos que me ofrecen seguridad. Seguridad aparente pues nos evita el aceptar que el

origen de toda violencia es el mantener a ultranza lo que no se puede mantener: la

afirmación del yo caiga quien caiga.

El panteón de ídolos tiene su atractivo por la ilusión de prometer "inmortalidad". La

cruz no promete In-mortalidad. La cruz no engaña. La cruz del Viviente invita a vivir la

vida en manos de la Misericordia. Cuando nuestra vida está anclada en la Vida surge la

libertad de los Hijos de Dios. La vida deja de ser una lucha deshumanizante para

aseguramos la inmortalidad. "No temáis pequeño rebaño que es decisión de vuestro

Padre reinar de hecho sobre vosotros" (no temas María, no temáis pastores, no temas

Pedro...).

El discernimiento es por lo tanto don y tarea. Es don porque se nos da con el Cristo

entregado. Es tarea porque es posible de nuestra parte mantener una actitud vigilante,

despierta. Cuando entramos en el ámbito de Cristo y se nos da su Espíritu nos

ambientamos en una tradición que entiende de discernimiento. El discernimiento es un

don a la comunidad cristiana, es patrimonio de la Gran Iglesia, en ella ha habido hombres

y mujeres que han tenido el don, han tenido gracia, para ser más sensibles al paso del

Espíritu de Vida. 

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3. IGNACIO DE LOYOLA HOMBRE DE DISCERNIMIENTO

Ignacio de Loyola es uno de esos hombres que tuvo el don del discernimiento. Supo

de un modo vigilante escuchar el paso del Espíritu Su talante de discernimiento lo ofrece

a la comunidad cristiana para que esta pueda, en virtud de una sabiduría acumulada en la

Iglesia y sistematizada por él, "adiestrarse" en el discernimiento.

Ignacio sabe "por experiencia" que Dios se comunica con sus criaturas Lo

experimentó en sí mismo y nos dio las pistas y los criterios par entender el "lenguaje" de

esta comunicación. Discernir es distinguir el lenguaje que "procede del Padre y del Hijo"

y el lenguaje tramposo que surge de nuestro "yo" personal y comunitario o que nos llega

tentadoramente de este mundo "normal y natural". En este sentido Ignacio habla de

discernimiento de espíritus en plural. Discernir es disponer nuestra persona, saber

escuchar, tener ojos para ver y oídos para oír.

El Espíritu del Señor es presencia animante y vivificadora. No es cuerpo doctrinal ni

aparato ideológico, no es tan siquiera un código moral: es vida. Para captar la Vida hay

que abrir a ella todas nuestras posibilidades todos nuestros sentidos, todo nuestro

corazón. Es una presencia cálida cordial y dinamizadora. Curiosamente frente a

imágenes de Ignacio como mero organizador y "duro", su gran don fue el ser un maestro

del corazón, un maestro de afectos.

"Donde hay Espíritu del Señor hay libertad" (S.Pablo). Captar este Espíritu (discernir)

es un proceso apasionante, liberador y creativo. La espiritualidad de Ignacio es una

espiritualidad abierta al mundo y a toda la realidad. No privilegia unos aspectos

concretos de la vida en cristiano (oración, culto compromiso ... ), sino que pretende

encontrar el paso del Señor en todas la cosas y así en todo amar y servir. Esta dimensión

es importante porque hoy vivimos en la tentación, en un mundo en el que la fe está

amenazada y que se vive bastante a la intemperie, de refugiamos en la parcela en la que

creemos que sólo en ella se manifiesta la Presencia del Señor.

El discernimiento tiene sus reglas. Reglas que como veremos no son automatismos

sino que son indicadores que nos ayudan a rastrear esa Presencia de un modo vital. No se

trata de controlar al Espíritu, el Espíritu es libertad. Sino de dejarse conducir por Él.

Tener el atrevimiento de experimentar la libertad en el seguimiento del Señor. 

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4. INTRODUCCION A LAS REGLAS DE DISCERNIMIENTO

Lo que Ignacio nos propone en los Ejercicios Espirituales [EE] como reglas de

discernimiento son criterios para entender lo que pasa cuando se sigue al Señor.

En el origen de estas reglas se encuentra lo que Ignacio experimentó en Loyola

cuando estaba convaleciente de la herida de Pamplona. Ignacio está "aburrido" y

pide libros de caballerías para entretenerse. Estos libros no se encuentran en casa y le

dan una vida de Cristo y de los santos. Comienza a leer, cae en la cuenta que tiene

una mezcla de sensaciones, sentimientos... (a esto le llamará mociones): unos le

producen alegría, paz, ánimo, aumento de fe, de esperanza y de amor, se siente

contento consigo mismo... a estos sentimientos Ignacio los llama consolación.

Al mismo tiempo cuando piensa en el "mundo", recuerda sus "amoríos" y sus

deseos de ser caballero que se rinde a la "dama de sus sueños", experimenta desazón,

tristeza, hastío, tedio, inquietud, falta de paz, pérdida de sentido. Es evidente que lo

de "amoríos" y "dama de sus sueños" en su contexto cultural y biográfico expresa

"honor del mundo", necesidad de ser reconocido, quedar bien, el ser relevante en el

juego de armas y sobre todo expresa el deseo del "yo" de ser centro del mundo. A

estos sentimientos Ignacio les llama desolación.

Ignacio percibe un doble movimiento dentro de sí. Es momento de caer en la

cuenta que a poco que nos detengamos a "escucharnos" en algunos momentos de

nuestra vida este movimiento lo hemos experimentado. Hay situaciones que

producen paz y otras desazón y tristeza. No es momento de entrar en causas de tipo

psicológico, a Ignacio le interesa más bien la constatación de este doble movimiento.

Ignacio ha dado nombre a estas mociones. A la Consolación le atribuye el ser don

del buen espíritu, a la Desolación le atribuye el ser causada por el mal espíritu. No es

momento de perderse en teologías sobre el mal espíritu, se trata de una constatación

de experiencia: en el mundo la mentira, el engaño, y el sin sentido funcionan. No

interesa en este momento si son estructuras de la realidad o un ser personal.

4.1. DESCONFIAR DE LA PURA INTERIORIDAD

Las reglas pretenden orientamos en ese doble movimiento de espíritus, en esa

doble dinámica de sensaciones y mociones, orientarnos en aquello que "ocurre por

dentro" cuando nos ponemos en camino de seguimiento del Señor Jesús. Es evidente

que lo que ocurre por dentro no está al margen de nuestro modo de estar en la vida.

Lo de dentro y lo de fuera están en interacción, no podemos caer en la trampa de

aislar el yo.

Este riesgo hoy es real en muchos ambientes cristianos. Ante una realidad

experimentada como sin gracia y en la que en el fondo da la impresión que no hay

mucho que hacer porque no está discernido, recurrimos al "pobre yo" como lugar de

experiencia. Así este yo es sometido a muchos interrogatorios personales y

comunitarios, sometido a exhaustivas sesiones de comunicación con el "gurú" o con

la comunidad y esto es agotador. Si nuestro estar en el mundo ya de por sí tiende a

estar sólo en el círculo de aquellos que comparten nuestra visión cristiana de la vida

el yo dentro de ese círculo se hincha hasta explotar o tiene que salir del círculo para

respirar otros aires. 

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No podemos confundir las mociones interiores como un sentir aislado de nuestra

vida pasada y de nuestro entorno actual. Ignacio tiene mociones porque ha vivido y

vive. Cuando se vive poco o lo que se vive no se tiene en cuenta, porque se vive en

lugares que a priori se consideran "seculares" y que no tienen que ver con el

evangelio, parcelamos la realidad de tal manera que volvemos a creer que el ámbito

cristiano de experiencia es la pura interioridad. Esto es tramposo y peligroso. Esta

reducción "existencial" nos aleja de la vida.

Cuando se cae en esta reducción el discernimiento pierde todas sus posibilidades y

la palabra discernimiento o no dice nada o se convierte en un puro juego narcisista de

autocontemplación y ensimismamiento. Hasta los mismos ejercicios espirituales,

que son la escuela de discemimiento, se pueden convertir, y en muchos ambientes se

están convirtiendo, en una "experiencia", en una "práctica espiritual" que se repite

para ver que se "experimenta por dentro".

4.2. LA LLAVE PARA ENTRAR EN EL DISCERNIMIENTO

Antes de entrar en las reglas o criterios de discernimiento que nos propone Ignacio

es conveniente detenernos en la "llave" para entrar en él. Si no se abre esta puerta no

habrá discernimiento sino un alambicado serpentín que siempre nos devuelve al

punto de partida: del yo al yo. Esta llave es el "examen general de conciencia". La

misma palabra examen de conciencia tiene tal carga de significado "moral" que casi

hace imposible acercamos a la intención de Ignacio al proponerlo. Lo normal es

entender el examen como autoevaluación ante un código moral de comportamiento o

ante la imagen ideal del yo para ver si hemos dado la talla.

Examinar es adiestrarse para configurar la vida desde la Gratuidad. Ignacio en el

nº43 del libro de los Ejercicios, en adelante (EE nº), propone un primer punto: "El

primer puncto es dar gracias a Dios por los beneficios rescibidos". Este primer punto

tan obvio para el creyente cristiano en la formulación no lo es tanto en la vida

cotidiana y en su modo de estar en ella. Para Ignacio los beneficios recibidos son

"creación, redención y dones particulares" [EE 234]. Los dones recibidos son: la

vida, el encuentro con Jesús y la "gracia" personal e irrepetible con la que vivimos la

vida y el seguimiento.

4.3. GRACIAS POR LA VIDA

La dificultad estriba en que en la vida, empezando por ella misma, casi todo lo

damos por supuesto, como "normal y natural". Entonces dar gracias siempre será por

lo que ocurra de extraordinario... y ocurren tan pocas cosas fuera de lo ordinario del

vivir cotidiano. El problema no es sólo que se estreche el campo de la acción de

gracias, el ámbito de la Gratuidad, sino que la mayoría de lo que somos y tenemos lo

damos por supuesto y es normal y natural tenerlo y cuando no se tiene lo exigimos

creando dinámicas de intransigencia y exigencia que no tienen nada que ver con la

Gratuidad y con la libertad liberada.

Cuando por miedo a la muerte nos aferramos a la vida y olvidamos que somos una

"chispa" de la creación y que mañana se puede apagar se generan dinámicas insanas,

nos cogemos desesperadamente, sin esperar en el Señor de la Vida, a personas,

situaciones, ideas... caemos en una esclavitud mortal. El esclavo no puede discernir.

Cuando la vida es un don se vive de otra manera. El dar gracias por la vida para

adiestrarse en el discernimiento es mirar la muerte de cara y decirle cada día que no 

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tiene la última palabra. Es necesario pasar por este vértigo, pasar esta frontera para

ser mujeres y hombres de discernimiento.

Si nos vivimos como criaturas en este mundo nos des-centramos y se puede

entonces empezar a vivir con una actitud "reverente" ante Dios, las criaturas y la

naturaleza. Actitud reverente en vivirse en alteridad. Lo otro no es mi yo ni una

extensión de él. Si esta "chispa" de la creación que es el yo se apagara en la Luz de

Dios, "lo otro" sigue teniendo consistencia. Configurar nuestra vida desde la acción

de gracias por ella es aligerar el peso de nuestro caminar y dejar las cargas pesadas

que nos imponemos e imponemos a los que nos rodean cuando se nos hace

insoportable el mero pensar en desaparecer de este mundo y de los pequeños mundos

en los que vivimos.

4.4. GRACIAS POR EL TECHO, EL PAN Y LA PALABRA

El dar gracias por la vida es dar gracias por el techo, el pan y la palabra. En

nuestro vivir cotidiano tenemos un techo que nos acoge, un hogar en donde nos

identificamos como hijos de un pueblo con sus raíces e identidad, somos de un lugar

y de una gente. Si no damos gracias por el techo, cuando nos falte no sabremos vivir

a la intemperie y entonces lo exigiremos. La acción de gracias es reconocer un don y

no agradecer una posesión.

¿Cómo dar gracias por el techo cuando muchas, demasiadas, criaturas del Padre

viven sin techo? Si no damos gracias nos hacemos especialistas en defender el

derecho del otro a tener techo pero el nuestro que no nos falte. Nos podemos

convertir en especialistas para defender los derechos del otro pero desde nuestras

posesiones inamovibles. Esta es una de las contradicciones del primer mundo:

deseamos los derechos de todos pero lo nuestro: bienes, posesiones, estilos de vida

que sigan y que no se toquen.

Dar gracias por el pan y la palabra supone el dar gracias por el sustento cotidiano,

por el pan material y el pan de la cultura. Cuando perdemos esta dimensión de

gratuidad en nuestros "panes" y "palabras" de cada día nos pasa como con el techo: lo

exigimos. Al perder esta dimensión podemos caer en dinámicas de engreimiento y

orgullo sutil. Cuando olvidamos que los propios bienes culturales como el saber, la

capacidad de orientamos en la realidad, la capacidad de analizar lo que acontece, etc.,

son dones, los podemos convertir en una arma arrojadiza contra los no capaces, los no

"cultos", los faltos de destrezas sociales.

En los ámbitos de marginación en los que la realidad no se vive ni se procesa

desde nuestros códigos culturales cuantos desprecios sutiles se pueden dar

abochornando con nuestras "sabidurías". No estaría mal recordar que lo más

importante que nos ha pasado en la adquisición de saberes es aprender a leer y a

escribir. Hay que andarse con cuidado cuando se deja de vivir lo que se tiene y se

sabe como don.

Este dar gracias por el "maná" de cada día nos impide acumular para el dia

siguiente. A los que acumularon en el desierto se les agusanó. Vivir lo cotidiano

como nuevo es clave para discernir. No podemos determinar por donde nos guiará el

Espíritu.

4.5. DAR GRACIAS POR EL ENCUENTRO CON JESÚS

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Dar gracias por los beneficios de la redención supone dar gracias cada día por

habemos encontrado con Jesús de Nazaret y su Buena Noticia. Quien vive el

encuentro con Jesús como un proceso de encuentros y situaciones que te han sido

dadas, siempre hay motivos para la acción de gracias, para recordar personas,

lugares, situaciones que han hecho posible el encuentro con la Buena Noticia sobre

nuestra vida.

Se cae entonces en la cuenta que el encuentro con Jesús viene preparado desde

muy lejos, desde mucho tiempo atrás, nos encontramos con él porque otros se han

encontrado mucho antes. Incluso en los momentos que se cree que el encuentro con

el Señor ha sido "directo" con Jesús. Si se puede pronunciar su nombre al calificar la

experiencia de encuentro como encuentro con Jesús es porque muchos otros han

pronunciado su nombre.

Dar gracias por los beneficios de "redención". Este encuentro con Jesús es

"redentor" porque hemos experimentando y seguimos experimentando que es Buena

Noticia. Nos "redime" de las falsas imágenes de Dios y nos "redime" de las falsas

imágenes de qué es ser hombre y mujer.

4.5.1. Jesús nos redime de dioses falsos y de ídolos

Nos libera de un dios castrador y amenazante para descubrir una experiencia de la

divinidad que es fuente de vida. Jesús vive arraigado en la Misericordia y entonces

descubrimos que vivir arraigados en ella nos abre a la vida sin violencias ni

búsquedas compulsivas de sentido al vivir. Nos libera y nos redime, por lo tanto, de

la carga pesada que supone estar toda la vida luchando para "hacer méritos" delante

de Dios, delante de los demás y delante de nosotros mismos.

Esta liberación lleva consigo el descubrimiento de los otros como posibilidad de

encuentros creativos, al mismo tiempo que no se espera de los otros lo que como

criaturas nunca podrán dar porque hemos aceptado cariñosamente que las criaturas

damos de sí lo que damos de sí.

Desde la Misericordia se descubre que las criaturas del Padre están en situaciones

que amenazan su dignidad y su vivir, entonces descubrimos el servicio no como

utilización interesada del otro para acumular méritos, sino como un compromiso por

la fraternidad y justicia. Para llegar a este descubrimiento nos tenemos que

descentrar, cambiar la mirada, no miramos a un dios arriba como dominio, sino que

Jesús nos hace mirar abajo como servicio.

4.5.2. Jesús nos redime de nosotros mismos

Nuestra cultura es muy mentirosa y nos vende muchos productos que terminamos

por consumir. La Buena Noticia nos libera de otra carga pesada: el tener que cargar

con la imagen de ser hombre y mujer con éxito, triunfador, en armonía consigo

mismo y con los demás, con un cuerpo perfecto y cuidado, bien adaptado al mercado

y que no se plantee cuestiones de mal gusto "cultural". Llevados estos productos a la

"vida espiritual" se nos vende como un "cristiano" y "cristiana" integrado, antes

llamábamos perfecto, a ser posible sin fisuras ni agujeros psicológicos, bien formado

y con capacidad de interioridad, que cuida su cuerpo y su comunidad de un modo

ecológicamente correcto. Medio verdades que habrá que discernir.

La Buena Noticia del Nazareno ejecutado por hacer sitio a los cansados y

agobiados, por curar a leprosos y tullidos, aliviar a mujeres manchadas y viudas

indefensas, por liberar a gerasenos infrahumanos y anulados por ocupaciones 

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imperiales, nos habla de asumir la condición humana desde los límites personales, de

mirar donde no hay parecer ni belleza que agrade, nos lleva a modificar la

sensibilidad.

Se trata de percibir que la vida de seguimiento no es la imitación de un modelo

ético, ni de conseguir una imagen ideal, mentirosa, de hombre y mujer que nunca ha

existido, sino que es una vida que con Jesús nos lleva a sentirnos aliviados al

experimentar nuestra vida perdonada y abrazada con ternura por la Misericordia del

Padre. Con Jesús descubrimos que nuestra vida no es esfuerzo "inhumano" para

conseguir un ideal siempre sospechoso sino posibilidad de generar alivio y

reconciliación.

4.5.3. Los dones recibidos nos "enfocan" la vida cotidiana

 Cuando se dan gracias por los beneficios recibidos entonces es cuando comienza el

discernimiento, caemos en la cuenta ("demandamos cuentas al ánima" [EE 431) de

los pecados que son nuestro desenfoques, de nuestras exigencias e intransigencias, de

nuestros engreimientos y orgullos. Este caer en la cuenta de cuándo y en qué

situaciones nuestra vida cotidiana se va a adaptando a lo "normal y natural" es

discernir. Entonces descubrimos que lo "normal y natural" es una coartada para dejar

fuera de la Buena Noticia aspectos fundamentales de nuestro vivir, valorar, actuar,

decir, sentir...

 Sin esta actitud de examen no puede haber discernimiento. Este examen que hay

que hacer de "tiempo en tiempo; para lo cual aprovechan tres cosas. La 1ª mirar el

lugar y la casa adonde he habitado. La 2", la conversación que he tenido con otros.

La 3ª, el oficio en que he vivido" [EE56]. Por lo tanto discernir, examinar, ponemos

a prueba, pleitear con la realidad para vivir desde la Gratuidad supone vida cotidiana:

vivimos en el tiempo, en espacios concretos, en lenguaje (conversación) y en unmodo

de relacionamos con la sociedad y con la naturaleza (oficio).

 Desde esta actitud y práctica podemos entender las reglas (criterios)de

discernimiento que nos propone Ignacio de Loyola. Si no se vive en un talante de

examen la práctica del discernimiento será un puro alambicado sin sentido o un falso

ejercicio "espiritual" de ociosos. 

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5. REGLAS O CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO

No se trata de un comentario de las reglas de discernimiento ni tampoco se trata

de considerar la aplicación de las reglas en su contexto más genuino que son lo

Ejercicios Espirituales. De lo qu se trata es de retomar el talante que debe generar

dichas reglas en la persona que ha hecho Ejercicios, y en continuidad con lo anterior

proponer este talante para que otras espiritualidades y modos d estar en la vida

desde la Buena Noticia se puedan aprovechar.

5.1. PRIMERA SEMANA O ÉPOCA: SEGUIR AL SEÑOR EN ESTE

MUNDO Y NO EN OTRO "ESPIRITUAL"

Sin entrar en matices, la primera semana es el momento en que un persona de

alguna manera empieza a tomarse en serio lo de Jesús y el seguimiento. Un tomarse

en serio que supone dejar una cierta atonía cristiana y se interesa en dar un poco más

de calidad a su modo de estar en la vida como seguidor y seguidora de Jesús. Lo

típico de esta época cuando se da el paso a un mayor interés por Jesús y su Buena

Noticia es que la Consolación y la Desolación se presentan con bastante claridad.

 La consolación anima al seguimiento con alegría, se experimenta que esto de

Jesús funciona, que vale la pena, pero resulta que seguimos al Señor Jesús en muchas

realidades que se perciben como desoladas. A poco que uno no se encierre ante lo que

acontece en una comunidad blindada nota que lo que Ignacio llama desolación no

necesita ninguna glosa:

"llamo desolación todo el contrario de la tercera regla (sobre la consolación); así

como oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas baxas y terrenas,

inquietud a varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza,

sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y

señor." [EE 317)

Nuestro tiempo es percibido en muchos ambientes cristianos como oscuro,

turbado, con tendencia a la satisfacción inmediata de deseos, inquieto, con vacío de

fidelidades, sin esperanza, sin amor, perezoso, tibio y triste, "como separado de su

Criador y Señor".

Esta percepción de la realidad desolada provoca la tendencia al abandono y al

bloqueo y entonces o se abandona o lo que es peor: se entra en dinámicas de lamento

persistente y mortecino. No hay cosa más deprimente que percibir en personas que

dicen que siguen al Jesús de la Buena Noticia fustigar continuamente al mundo

desolado.

Este tema conviene tomarlo con seriedad. En la dinámica de Ejercicios las reglas

de primera semana se dan para tener destrezas en discernir que la consolación es un

don que hay que recibir porque el don siempre es algo recibido sino no es don, y la

desolación es para "lanzar" [EE 313]. La desolación no se puede equiparar a la

consolación, si equiparamos al "buen espíritu" con el "mal espíritu" y les damos la

misma consistencia teológica, más allá de la constatación fenomenológica que hace

Ignacio del movimiento de espíritus, caemos en un maniqueísmo de consecuencias

dramáticas en la vida cotidiana. 

13

Muchos de los que comienzan a andar este camino posiblemente abandonen en la

prueba de seguir a Jesús en "este mundo", pero los que siguen no pueden olvidar que

es posible el "intenso mudarse contra la misma desolación" [EE 319]. Lo que no se

puede es estar en el seguimiento sin poner de nuestra parte para discernir en la

realidad desolada ("Por el contrario, piense el que está en desolación, que puede

mucho, con la gracia suficiente, para resistir a todos sus enemigos") [EE 324].

5.1.1. No quedar atrapados en lamentos y gesticulaciones inútiles

Para no caer en el lamento y en la gesticulación inoperante, (nos podemos pasar

media vida añorando lo pasado y esperando lo que nunca llega), Ignacio nos propone

para discernir en tiempo desolado la siguiente regla o criterio:

"6.'ª re..ª La sexta, dado que en la desolación no debemos mudar lo primeros

propósitos, mucha aprovecha el intenso mudarse contra 1a misma desolación, así

como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar, y en alargarnos

en algún modo conveniente de hacer penitencia." [EE 319]

"El intenso mudarse contra la misma desolación" no es un asunto de voluntarismo,

no es un esfuerzo tenso que no va a ninguna parte sin al rompimiento personal, se

trata de poner de nuestra parte para percibir que el tiempo desolado es un tiempo que

no está dejado de la mano de Dios. Veamos las tres propuestas de Ignacio:

5.1.1.1. Mucho examinar:

Precisamente porque el tiempo desolado se percibe como un tiempo sin gracia,

desgraciado, es bueno recordar todo lo dicho antes sobre el examen como llave del

discernimiento. No se trata de dedicar más tiempo a mirarnos "por dentro" sino de

percibir que cuando perdemos la dimensión de gratuidad somos nosotros los que

cambiamos la mirada sobre la realidad y la cerramos. Al perder la dimensión de

arraigo en la Misericordia qu sustenta nuestro vivir distorsionamos, desenfocamos

nuestro estar en 1a vida.

La realidad es compleja y el examinar como discernimiento nos debe llevar a

analizar como conocimiento qué es lo que pasa. En la vida cotidiana no podemos

separar discernir mociones y analizar acontecimientos y realidades. En cuantos

ambientes cristianos se dan lamentos no de aflicción sino de tedio, críticas y rechazos

de la realidad pero eso sí "bien comidos' "bajo buenos techos" y con no mejores

"palabras, palabras, palabras”. El analizar es una disposición y un saber. Todos no

podemos saber de todos los saberes pero si podemos disponernos a enterarnos, a estar

"avisados", a preguntamos por nuestras fuentes de información, a sospechar de

nuestras convicciones inamovibles. Lo que es evidente es que el lamento y el

derrotismo alimentan la desolación.

5.1.1.2. Instar más en la oración:

Cuando mucho se examina más situaciones y gentes caben en nuestra oración.

Este instar más en la oración, en la vida ordinaria no supón más tiempo "cronológico"

(otra cosa es en ejercicios), nos lleva a referir nuestro tiempo desolado a la Buena

Noticia en su totalidad: vida-muerte -resurrección del Señor. La oración cristiana

está amenazada en su raíz cuando sólo se práctica cuando todo nos va bien, o cuando 

14

todo es "normal y natural" o debería de serlo. El reto es saber orar con Jesús desde el

Getsemaní personal e histórico. Cuando se examina y se analiza el tiempo desolado

nuestra oración se llena de personas y situaciones, se dinamiza (cuidado con decir se

enriquece) porque deja de ser una oración centrada en el yo.

Pasar por toda la Buena Noticia el tiempo desolado supone caer en la cuenta de lo

que antes se señalaba de dar gracias por el don de la "redención". En tiempos

desolados se nos revela más dramáticamente qué esto de ser hombre y mujer, se nos

revela un poco más que es la condición humana. El orar en tiempo de desolación es

caer en la cuenta que nuestra oración no puede olvidar la mirada "a Cristo nuestro

Señor delante y puesto en cruz... como un amigo habla a otro... con un coloquio de

misericordia" [EE 53.61].

Desde la espiritualidad ignaciana es cada vez más difícil entender cómo se puede

fustigar y machacar la realidad desolada alimentando los malos ambientes de tristeza

y frustración: ¿qué se hace en primera semana de ejercicios sino es el arrancar de raíz

todo fariseísmo que mira el mundo pecador desde fuera?

Cuando todo nos va bien es posible que orar sea dedicar tiempo a la tranquilidad y

al sosiego, situarnos delante del Dios de la vida y disfrutar de ser criatura. Cuando se

barrunta la desolación personal o se vive situaciones desoladas entonces parece que

el buen Jesús desaparece, entonces o se deja de orar para caer en la frustración, o bien

se invoca a una divinidad potente a la que se le pide que nos cortocircuite el vivir en

conflicto y desolación y esta invocación entonces provoca más frustración. En la vida

no hay atajos.

La oración que se hace desde la totalidad de la Buena Noticia es una oración que

pasa por Getsemaní y permanece en él. En tiempos desolados vivir la oración en

Getsemaní y ante el Cristo puesto en Cruz, supone el abrirnos al misterio último del

Dios Trinidad que es un Dios dolorido porque entiende del sufrimiento de sus

criaturas.

Instar más en la oración supone asumir el dolor del amor por las criaturas. En

tiempos desolados descubrimos la "redención" de falsas imágenes de la divinidad.

5.1.1.3. Alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia:

Cuando en tiempo oscuro, y sin gracia examinamos y oramos descubrimos la

necesidad de hacer algo, de servir, de aliviar, de implicarse en algo que subsane la

desolación ambiental... esto es penitencia.

Palabras como penitencia, mortificación, abnegación, son palabras que en nuestra

cultura son feas y de un auténtico mal gusto pero es necesario volver sobre ellas. Esta

vuelta sólo la podemos hacer acompañados de Jesús de Nazaret el des-vivido por las

criaturas más amenazadas. El intérprete de estas palabras sólo puede ser él porque si

las interpretamos nosotros convertimos el evangelio en un disangelio, en una mala

noticia. Este mundo no necesita más malas noticias necesita alivio.

La interpretación es la misma vida de Jesús, toda ella puesta al servicio de las

criaturas de Padre que viven en la aflicción y en la sin salida, apartadas de su "Criador

y Señor" por la ley y templo. Desde lo acontecido en Jesús abnegarse es des-centrase

para que las criaturas tengan vida. La mortificación de Jesús fue un morir a un

mesianismo centrado en él (tentaciones) para vivir para los perdidos de la casa de

Israel.

Cuando en tiempos desolados se examina y se ora, se descubre que en este mundo

desolado hay mucha tarea por hacer y la desolación se va "lanzando". En la vida

cotidiana es más fácil alimentar la desolación en el mundo educativo con la queja 

15

continua y victimizante de cómo están los alumnos que la "penitencia" de pararse a

pensar y plantearse la inadecuación de recurso educativos que se les ofrecen, es más

fácil el lamento y la queja de cómo están las familias que plantearse abnegadamente

la necesidad de salir de un modelo pastoral o de acceder a ellas, es más fácil cruzar

una acera para no ver según que rostros que cruzarla para gastarse ante ese rostro

cuarenta duros, sólo cuarenta duros, para comprarle "La Farola", es más fácil

lamentarse ante una televisión que asociarse en un movimiento solidario o

voluntario, y así tantas otras situaciones.

Es bastante evidente que cuando se tiene en cuenta este criterio de discernimiento

la "realidad" no cambia pero empieza a vencerse la desolación porque nos colocamos

en la realidad de otra manera y entonces vemos otras cosas y al verlas actuamos de

otra manera y al actuar de otra manera la realidad si que cambia.

5.1.2. Tiempo de depuración y de gratuidad

La desolación es un tiempo de prueba, es un tiempo que pone en crisis

nuestras motivaciones en el seguimiento de Jesús, es un tiempo de depuración

personal y comunitaria. Ignacio nos sigue orientando en el discernir:

"9ª re.ª La nona, tres causas principales son porque nos hallamos desolados. La

primera es, por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales,

y así por nuestra faltas se aleja la consolación espiritual de nosotros. La 2", por

probarnos para cuánto somos, y en cuánto nos alargamos en su servicio y alabanza,

sin tanto estipendio de consolaciones y crecidas gracias. La 3ª, por darnos vera

noticia y conocimiento, para que internamente sintamos, que no es de nosotros traer o

tener devoción crecida, amor intenso, lágrimas, ni otra alguna consolación espiritual,

mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y porque en cosa ajena no

pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o "gloria vana",

atribuyendo a nosotros la devoción, o las otras partes de la espiritual consolación."

Tres criterios se nos proponen para seguir en actitud de discernimiento:

5.1.2.1. Por ser tibios, perezosos o negligentes:

En el origen de muchos derrotismos, abandonos, críticas amargas, ironías y

sarcasmos ante lo que acontece se encuentra algo relativamente sencillo de

diagnosticar porque se trata de algo muy "normal", es ese momento en que uno dice:

"ya he llegado donde iba". Cuando creemos que controlamos las situaciones, que ya

estoy preparado, que ya se lo que pasa, se desencadena una dinámica muy peligrosa.

Es como por ejemplo cuando un profesor sigue con su mismo esquema de trabajo,

inamovible, pero no percibe que delante de él las cosas han cambiado, que los

alumnos son de "otra cultura" se producirá una dinámica desolada de conflictos,

faltas de fluidez en la comunicación, victimizaciones, etc., y en el origen de todo lo

que se ha dado es una pereza y una negligencia original. Este ejemplo se puede

transportar a otros ámbitos de la realidad. 

16

No se trata de hacer una lectura moralizante de la pereza pero sí que se trata de

caer en la cuenta que para configurar un talante de discemimiento en el vivir

cotidiano no podemos confiarnos, caer en autocontentamientos sino que se trata de

"estar vigilantes".

5.1.2.2. Para probarnos para cuánto somos y en cuánto nos alargamos

en su servicio:

El permanecer y el durar en el seguimiento del Señor cuando la realidad se nos

presenta desolada no puede estar en función del gusto o disgusto, no puede estar en

función de la continua necesidad de gratificaciones. No podemos pedir que a cada

momento nos digan lo bien que lo hacemos en nuestro compromiso, comunidad... En

nuestra cultura esto es una auténtica dificultad pero no podemos pedir ni al Espíritu ni

a los otros que estén todo el día pendientes de nosotros. La inmensa mayoría de la

gente lleva a delante su trabajo sin esperar que cada día se le diga que bien lo hace, al

contrario cuando lo hace mal es cuando se le dice.

En muchos ambientes cristianos se puede caer en una auténtica trampa cuando se

olvida que el seguimiento del Señor no está al margen del vivir cotidiano, no

podemos ir al evangelio como refugio, como lugar de paz y sosiego, aunque también

lo sea, no podemos confundir la experiencia cristiana como puro bálsamo que suaviza

la adversidad de la realidad. Es en la trama de lo espeso, de lo ambiguo de las

mediaciones, donde también seguimos al Señor.

5.1.2.3. No es de nosotros traer o tener devoción... más que todo es don y gracia:

No está en nuestras manos la consolación. Si algo nos manifiesta el tiempo

desolado es precisamente la Gratuidad. El Evangelio se hace más verdad en el

tiempo desolado porque nos impide manipularlo, nos impide escapamos de la

realidad con falsas evasiones. Cuando "todo va bien" tenemos el riesgo mortal de

atribuirnos a nosotros los éxitos, de convertimos en personas engreídas que se

olvidan del punto de partida del discernimiento: el examen. Cuando nos olvidamos

del examen volvemos por lo tanto a alimentar la desolación.

5.1.3. Se trata de permanecer con ánimo y lucidez

Desde esta dinámica de examen, y desde los criterios que nos da Ignacio para

orientamos en la desolación y no caer en fomentarla morbosamente, debemos tener

presentes tres últimos criterios que nos orientan en permanecer el seguimiento.

"...por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener temor y perder

ánimo, en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la haz de la tierra..." [EE

325)

5.1.3.1. Tener temor y perder ánimo:

Se trata de hacer frente a los temores que nos surgen, hacer frente a los miedos y

fantasmas que nos construimos. Se trata de perder miedo a decirnos: "yo siento esto

y esto, me da miedo esto y esto". No podemos construir la realidad desde lo irreal,

desde lo fantasmagórico, porque todo proceso queda trucado cuando se acepta sólo

desde la cabeza y no desde el corazón. 

17

El problema entonces es que "ideologizamos" en el sentido que encubrimos la

realidad y nos defendemos nosotros. Ante una realidad que se nos presenta adversa y

dura tiendo a defenderme de ella mentirosamente. Esta bestia feroz es vivir en la

mentira. Cuando sentimos temor y no lo abordamos damos una falsa respuesta,

trucamos. No solo eso sino que limitamos, castramos, matamos lo que acontece.

Si nos da miedo el mundo de la pobreza y la exclusión, lo menos que podemos

hacer es decirnos que nos da miedo, porque si no nos lo decimos e ideologizamos,

matamos a los pequeños y a los últimos. Este temor es legítimo, no todos valemos

para todo, pero si lo asumo honestamente dejo hueco para aquellos que no sienten

miedo, pero si lo desautorizo diciendo no vale la pena, no hay nada que hacer, es

perder el tiempo, Dios quiere a todos igual, los que están con los pobres se buscan a sí

mismos (unos sí otros no, evidente y como en todos los lugares) entonces tacho la

realidad.

No vale la pena esto, no vale la pena lo otro... Esto se da en todos los ámbitos de la

realidad porque el temor al fracaso y a la muerte en sus mil caras todos lo tenemos,

pero configurar la vida desde la gratuidad supone por lo menos un asunto de lucidez.

Maltratamos demasiado a los otros y a la realidad a costa de nuestros temores no

confesados.

"Cuando el enemigo de natura humana trae sus astucias y suasiones a la ánima justa,

quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto; más cuando las descubre a su

buen confesor, o a otra persona espiritual que conozca sus engaños y malicias, mucho

le pesa; porque colige que no podrá salir con su malicia comenzada, al ser

descubiertos sus engaños manifiestos." [EE 326]

5.1.3.2. Desea que sean recibidas y tenidas en secreto más cuando las descubre:

Se trata de comunicar. El seguimiento no se hace en solitario, es imposible. Los

temores se nos apoderan y la realidad la distorsionamos cuando no cuidamos una

buena red de comunicación. El discernir en la vida cotidiana desde este criterio

supone la dimensión de comunicación personal, contrastar de tú a tú, y comunitaria.

En muchos ambientes conviene discernir si está "comunicación" se da en exceso

porque entonces deja de ser comunicación y se convierte en otra cosa. Como antes

señalábamos se tiene el riesgo de que ante la falta de vida se recurra a la interioridad

personal o comunitaria.

"...de la misma manera el enemigo de natura humana, rodeando mira entorno todas

nuestras virtudes teologales, cardinales y morales, y por donde nos halla más flacos y

más necesitados para nuestra salud eterna, por allí nos bate y procura tomarnos." [EE

327)

5.1.3.3. Y por donde nos halla más flacos y necesitados...

Todas las personas y comunidades tenemos nuestra debilidad, nuestros agujeros por

donde se nos escapan las energías evangélicas, y por tanto debilitándonos en el

seguimiento. Se trata de ser conscientes. La trampa en la que podemos caer al ser

conscientes es pasamos toda la vida ensimismados preocupados por querer tapar las

fisuras y agujeros. Este aspecto hoy puede ser preocupante por cantidad de energías

y dineros que podemos gastar en luchar contra lo que es nuestra misma condición

humana. 

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Es urgente que nos preguntemos por qué antropología o teología tenemos y

manejamos. Hay debilidades que son constitutivas.

Nuestro Dios no es un escultor sino que es un alfarero. Nos modeló del barro y

cuando se modela el barro, además que es una materia frágil, la figura nunca es

perfecta cuando se modela a mano, es más perfecta cuando se hace con molde.

Nuestro Dios nos modeló a mano, no nos hizo a molde, por lo tanto no hay dos piezas

exactamente iguales, y a todas se le puede encontrar algún "defecto" respecto al

modelo.

Nos empeñamos en que nuestro Dios o bien nos modeló con molde, haciendo algo

así como humanos clónicos y por lo tanto inhumanos, o que es un escultor que nos

esculpió perfectamente a partir de un bloque de piedra, y de los hombres y mujeres

con corazón de piedra mejor no hablar a estas horas,. Mientras no aceptemos

lúcidamente las debilidades y flaquezas estamos abocados a la frustración. Nuestro

Dios "se acuerda que somos barro y conoce nuestra masa" discernir es no olvidar lo

que Él no olvida ni quiere olvidar.

No se trata de pactar con la flaqueza y debilidad , se trata de conocerla, de

compartirla y comunicarla, de aceptarla y sólo así se cura. La herida cierra muy bien

cuando está abierta, limpia y bien oreada, no se trata de cerrarla en falso y menos se

trata de luchar desesperadamente por no tenerlas porque entonces en el seguimiento

nunca seremos sanadores heridos, sino hombres y mujeres que luchan patéticamente

contra su propia condición humana. Es urgente discernir muchos modos de estar en

el seguimiento que llevan a que la vida cotidiana se nos escape con toda su densidad

porque siempre nos estamos "preparando" para vivir la vida.

Nos podemos evitar mucho sufrimiento inútil si aceptáramos con calma que lo de

la "perfección" nos ha hecho mucho daño, pero que culturalmente se nos cuela otra

vez de un modo solapado por aquello que ya hemos visto antes de la redención de la

imágenes de ser hombre y mujer.

Desde la llave que es el examen, Ignacio nos ha ido orientando en los tiempos

desolados a poder seguir al Señor, pero es un hombre de sospecha y sabe que el que

adquiere destrezas para orientarse en esta “primera semana" no lo tiene todo resuelto

porque se puede seguir engañando en esta vida tan querida por Dios pero

"endiabladamente" compleja y tramposa.

5.2. SEGUNDA SEMANA 0 ÉPOCA: VIVIR LA LIBERTAD DEL

EVANGELIO

Esta segunda época supone que ya nos encontramos "avanzados" en el

seguimiento, este avance supone que nos hemos adiestrado en lo anterior, esto no

quiere decir superar, porque lanzar la desolación no implica que la realidad siga

desolada, volvemos a insistir que el discernimiento no es pura interioridad. Se trata

de caer en la cuenta de posibilidad de engaños. Podemos confundir nuestras propias

valoraciones, modos de estar en la vida, proyectos, con los del Evangelio o como que

nos lo pide el Espíritu.

Lo propio de esta época es que se pueden dar consolaciones falsas. En la etapa

anterior Ignacio nos daba criterios para "mudarnos contra la desolación" en este

momento nos da criterios para orientarnos en la consolación. Consolación falsa

quiere decir que podemos sentir alegría e ilusión por un tipo de proyecto personal,

comunitario o institucional y ser del "mal espíritu", es decir que nos lleven a la

confusión señalada antes. 

19

Este momento es el de la auténtica libertad del Espíritu. Si todo lo anterior ha

estado configurado por la Gratuidad ahora se trata desde ella llegar a la Libertad del

Evangelio, de no convertir la Buena Noticia en ley, aparato ideológico, en carga

pesada o yugo opresor. Nos vamos a encontrar con una dificultad, y es que ahora se

trata de discernir sobre aspectos "santos y buenos", sobre valores y reacciones en sí

mismas evangélicas pero que pueden ser engañosas. A Jesús, el tentador le presentó

unas tentaciones teniendo presente el objeto de la misión que era el Reino.

Ignacio parte de algo incuestionable y es que el don del Espíritu es la alegría y el

gozo, no es la tristeza, ni la rigidez, ni la tensión, ni el masoquismo, sino que este don

es Vida. Vamos a ver como esa alegría y gozo, ese vivir el evangelio como un ámbito

de vida, de respiro y de fraternidad solidaria se puede perder y por donde se pierde.

"1.ª reª. La primera, propio es de Dios y de sus ángeles, en sus mociones dar

verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación, que el enemigo

induce; del cual es propio militar contra la tal alegría y consolación espiritual,

trayendo razones aparentes, sotilezas y asidua falacias."

5.2.1. Razones aparentes, sutilezas y falacias

Jesús en el sermón del monte nos dice "que vuestro sí sea un sí y que vuestro no

sea un no, todo lo que pasa de ahí es asunto del Malo". La trasparencia, la limpieza, la

sinceridad sanea los ambientes y los hace evangélicos. La media verdad, la doble

intención, el jugar con la capacidad enmascaradora del lenguaje enrarece los

ambientes.

Muchas veces la gente sencilla no nos entiende a muchos cristianos y cristianas

porque nuestros decires están cargados de moralina y sutileza: no escandalizar a los

pequeños, "precisar" exactamente lo que queremos decir, distinguir bien.

Normalmente nos cuesta expresar lo que sentimos porque siempre se teme infringir el

"ideal del modelo" que la comunidad, del tipo que sea, pide de nosotros.

Detrás de todo este enrarecimiento nos tenemos que preguntar con crudeza qué

escondemos o de qué o quiénes nos defendemos. En la tarea educativa es más fácil

decirle a un alumno o alumna "marginal" o a su madre que no vale para nada, que

decírselo a un alumno o alumna de otra clase social, entonces el decir que "tu hijo no

vale para nada" hay que "adomarlo" con muchos rodeos, informes, y sobre todo no

ofender, porque las ofensas a unos u a otros no nos traen las mismas consecuencias.

Este ejemplo es evidente que se puede llevar a otros campos del vivir cotidiano en sus

diversos ámbitos.

Quién pierde la capacidad de hacer frente a sus temores, de comunicarse y de ser

consciente de su punto flaco, se instalará cada vez más en la falacia.

"3.ª re.ª La tercera, con causa puede consolar al ánima así el buen ángel para

provecho del ánima, para cresca y suba de bien en mejor; y el mal ángel, para el

contrario, y en adelante para traerla a su dañada intención y malicia."

Se trata de sospechar de entrada de todo proyecto, de toda "moción" que se

presenta como “evangélica", en todos los niveles, tanto decisiones en que me

producen alegría y gozo, como en valoraciones precipitadas de personas como que

son "el evangelio andando", sospechar de todo. Ignacio fue un "maestro de la

sospecha", cualquier realidad que se me presenta como evangélica puede ser

tramposa y mentirosa. 

20

Volviendo a la pregunta sobre qué antropología teológica manejamos, no

podemos olvidar que la realidad del pecado esta ahí, y eso supone la capacidad de

engaño que tenemos los humanos.

Esta sospecha sistemática puede parecer bloqueante y paralizante pero no es así,

Ignacio nos ayuda a elaborar la sospecha.

"4.ªre.ª La cuarta, propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con

la ánima devota, y salir consigo, es a saber, traer pensamientos buenos y sanctos

conforme a la tal ánima justa, y después poco a poco procura de salirse , trayendo a la

ánima a sus engaños encubiertos y perversas intenciones."

5.2.2. Entrar con lo bueno y salir con lo perverso

Las intenciones y proyectos "buenos y santos" a la larga pueden llevar a efectos

perversos, pueden llevar a situaciones y resultados distintos de los que se pretendía.

De esto todos sabemos y mucho, cuántas cosas buenas a la larga se nos han

convertido en dañinas.

Aquí nos encontramos con una fuerte llamada a la libertad, es cuando percibimos

que el discernimiento es poner y ponernos en crisis, es someter a criba, es pleitear, es

estar vigilantes y con la lámpara encendida.

En el siguiente criterio percibimos un momento clave de esta llamada a la libertad:

se trata de estar muy al tanto de lo que pasa entre la "entrada de lo bueno y santo" y la

"salida hacia lo perverso":

"5 ªreª La quinta, debemos mucho advertir el "discurso" de los pensamientos; y si el

principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es del buen ángel;

más si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala, o

distrativa, o menos buena que la que el ánima tenía propuesta de hacer, o la

enflaquece, o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y

quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro

provecho y salud eterna."

Este momento es clave en los procesos de discernimiento porque aquí es donde

solemos perder la libertad. Lo que nos dice Ignacio es atención a los procesos. No se

trata cuando sospechamos de quedarnos paralizados, esto es bloqueante.

Precisamente porque no se si es del buen espíritu o del mal espíritu nos podemos

quedar quietos . No, no se trata de parálisis, se trata de seguir la moción, porque la

moción es sobre cosas santas y buenas, de lo que se trata es de atender como hemos

dicho al proceso.

5.2.3. Discurso: si principio, medio y fin

En la vida cotidiana nos encontramos con muchas situaciones en las que con

honestidad y de una manera consolada tomamos una opción, como por ejemplo, una

vida de mayor austeridad, y esta opción se toma con alegría porque experimentamos

que el Espíritu nos la pide, es más, la austeridad se impone en esta realidad que

vivimos como un valor profundamente solidario, pasa el tiempo y se empiezan a

generar dinámicas de rigidez, de tensión, de crítica amarga, de comenzar a mirar de

reojo y a despreciar a los no austeros, se generan dinámicas de "colar mosquito y 

21

tragar camellos", porque de modos neuróticos se cuelan pequeños detalles, pero

aparecen zonas en las que no entra el discernimiento (en 1a vida cotidiana caemos en

muchas trampas de este tipo, discusiones sobre la pobreza que consisten en ver donde

compramos un duro más barat aunque para ello haya que ir a comprarlas en coche,

porque esto último es "normal y natural").

 Pasa el tiempo, (principio, medio y fin), y esa austeridad nos hace más

evangélicos, más acogedores y solidarios, se empieza a experimentar la cantidad de

necesidades de las que nos liberamos, tenemos una mirada más limpia sobre el

mundo de la exclusión y de la pobreza, nos sentimos más libres por lo tanto, más

ligeros de equipaje, entonces es el Espíritu el que nos pedía más austeridad y en el

caso anterior de la rigidez 1a austeridad es un trampa del yo, que se presenta como

prepotente bajo especie de bien porque entonces es un yo que se muestra como "el

pobre y austero", entonces la libertad consiste en discernir con lucidez que el espíritu

quizá me pide otra cosa, por ejemplo no más austeridad y en cambio más acogida

aunque se "gastando más", este terreno es difícil Porque lo más evangélico puede ser

tramposo.

Hace falta ser adultos (tener sujeto dice S.Ignacio) y coraje par discernir, lo más

cómodo es dejarse llevar por los tópicos al uso, temer al qué dirán los de mi mismo

grupo o temer pérdidas de imagen, porque todo grupo por muy cristiano que sea

establece sus propias pautas de funcionamiento que siempre están amenazadas de

convertirse en "ley".

Se pueden experimentar llamadas a más oración, por ejemplo, percibidas con gozo

y como necesidad de dar más calidad al seguimiento, pasa el tiempo y se repite el

proceso anterior, puedo ganar en fluidez evangélica, en alegría, en capacidad de

solidaridad y de acogida, esta oración es del Espíritu de Jesús. Puede pasar "de

contrario modo", caer en la rigidez, en la inflexibilidad, en la dureza, en la crítica a

los no orantes... Entonces en un buen discernimiento se cae en la cuenta que el

espíritu pide algo más “conforme a la tal ánima" como podría ser la austeridad.

Ignacio nos da otro criterio que aclara el anterior:

"6.ª re.ª La sexta, cuando el enemigo de natura humana fuere sentido y conocido

por su cola serpentina y mal fin, a que induce, aprovecha a la persona que fue dél

tentada, mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le trujo, y el

principio dellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descendir de la suavidad y gozo

espiritual en que estaba, hasta traerla a su intención depravada; para que con la tal

experiencia conocida y notada, se guardase para adelante de sus acostumbrados

engaños."

Este criterio es clave: Se trata de no perder memoria, de "tomar nota", de entrar en

una dinámica fluida de libertad. Es el criterio que de alguna manera recoge todo el

camino andado hasta ahora desde la llave del examen, el mudarse contra la

desolación, el hacer frente a los temores, comunicar y la lucidez sobre los puntos

flacos desemboca en la capacidad de vivir la libertad del Evangelio en los procesos de

la vida cotidiana.

Discernir es un talante, no es un automatismo, no es sólo una técnica es un proceso

que dura toda la vida, es desentrañar la mentira en la que vivimos desde la Buena

Noticia. Cuando no se da el discernimiento se da el sometimiento al propio yo, a la

comunidad, a la Iglesia o a cualquiera otra institución. ("No hemos recibido un

Espíritu de esclavos para recaer en el temor"). 

22

Se puede vivir en régimen de ley o en régimen de gracia y de libertad, no se da nunca

un régimen u otro, estamos en ambos, pero es claro que el discernimiento nos lleva

hacia el régimen de gracia. No podemos olvidar que el sometimiento no es sólo un

asunto que atañe a la superestructura eclesial, sino que atañe a nuestro propio yo

sometido al yo, atañe a nuestras comunidades.

 Ignacio nos da un último criterio que nos deja el discernimiento abierto a la

capacidad de la personas y comunidades para percibir el paso del Espíritu:

"7.ª re.ª La séptima, en los que proceden de bien en mejor, el buen ángel toca a la tal

ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua, que entra en una esponja, y el

malo toca agudamente y con sonido y inquietud, como cuando la gota de agua cae

sobre la piedra; y a los que proceden de mal en peor, tocan los sobredichos espíritus

contrario modo..."

5.2.4. La paz y la estridencia

 Después de todo el proceso anterior de discernimiento hace falta finura y

sensibilidad para caer en la cuenta de cuándo la paz en la vida cotidiana, tanto

personal como comunitaria, es una paz de "cementerio" o una paz que hace crecer.

 Cuando se va creciendo en el seguimiento y se percibe una consolación que nos

dinamiza, que lleva a vivir la vida con alegría, se supone todo lo anterior, sobre todo

la destreza en desenmascarar engaños, cuando los compromisos adquiridos no se

ponen en cada momento en cuestión sino que se asumen en toda su complejidad,

cuando no se pide a la realidad ni a los otros lo que no pueden dar, esta alegría y paz

es del Espíritu. Es entonces cuando el "profeta" de tumo que inquieta y fuerza

procesos que genera tensión y estridencia, que proyecta su rigidez sobre todos y todo

tiene que discernir si es la "gota sobre roca" del "ángel malo".

Al contrario, cuando una persona o comunidad empieza a instalarse a saber de

todo, a rutinizarse, cuando todo es tan normal y natural, tan como tiene que ser por

siempre ha sido así. Es entonces cuando el "profeta” de tumo que inquieta, cuestiona,

critica, pleitea actúa desde "el buen ángel". No hay ley, se trata de estimativa, de

olfato, de sensibilidad. 

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6. CONCLUSIÓN

Hemos hecho un recorrido desde unos apuntes cristológicos hasta referencias muy

concretas de la vida cotidiana. Se trataba de notar la potencialidad que tienen los

criterios de Ignacio para configurar un talante que desde el Espíritu de Jesús, y no

otro, permita vivir en un tiempo desolado la libertad del Evangelio.

Discernir es poner en crisis y pleitear con nosotros mismos y con lo "normal y

natural", en la medida que se configura un talante, la realidad se abre y en estos

tiempos de tanta injusticia y falta de misericordia se percibe que es posible vivir la

Buena Noticia. Es una trampa mortal creer que el seguimiento es para momentos en

que todo "va bien". Discernir es seguir al Señor en una cultura que ni es

"nacional-católica" ni se debe añorar. Esta añoranza está muy presente aunque no se

formule: una cultura y una sociedad que nos ayudara a ser cristianos, que hiciera que

nuestra pastoral funcione, que ser creyente fuera relevante...

Discernir es caer en la cuenta que "no había más Dios" en otras épocas, eso es casi

blasfemo. El Espíritu está presente y es posible escucharlo.

Está de más recordar que el discernimiento es don del Espíritu a las Iglesias no es

patrimonio de una espiritualidad concreta. Ignacio fue un hombre de discernimiento

y un buen sistematizador que ofreció y expuso su experiencia a todos.

En estos tiempos entre todos y todas nos tenemos que ayudar a vivir un

seguimiento, esponjado, libre, que trasparente que lo de Jesús es una buena noticia.

Las conclusiones en coherencia con este cuaderno no pueden salir de él: tienen

que salir en la vida cotidiana.

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