NOTAS PARA UNA TEOLOGÍA DEL LAICADO EN LATINOAMERICA






  GERBALDO, JORGE



INTRODUCCIÓN

 La teología del laicado ha sufrido profundas transformaciones a partir de la segunda mitad del Siglo XX. Sin ninguna duda, el Concilio Vaticano II y el desarrollo teórico de grandes teólogos como Yves Congar y Karl Rahner, han dado a esta temática una “vuelta de rosca” que se transformó en inspiradora de una verdadera revolución.

La visión aportada por el Concilio, abrió las puertas a una nueva forma de entender a la Iglesia. La Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia y la Gaudium et Spes, como Constitución Pastoral referida a la Iglesia en el mundo actual, conforman un esquema novedoso de cómo deberán ser las relaciones tanto entre los distintos actores del quehacer eclesial, como también la relación con el contexto social en que cada Iglesia particular se desarrolla.

La Iglesia latinoamericana había iniciado, años antes a la convocatoria al Concilio Vaticano II, un espacio sinodal en el cual se encontraban los obispos que conformaran la Comisión Episcopal para América Latina, en reuniones de desarrollo de temáticas específicas para su ámbito geográfico.

En 1955, se realiza en Río de Janeiro, Brasil, la primer Conferencia General del CELAM. A partir de ese momento, toma continuidad su realización habiéndose realizado cuatro más. Medellín 1968; Puebla 1979; Santo Domingo 1992 y Aparecida 2007.

Han pasado 52 años entre la primera y la última. Los cambios en la Iglesia han sido grandes. En América Latina, en este periodo se ha vivido el nacimiento y el desarrollo de toda una forma de ver a la Iglesia y la teología, que a pesar de sus errores o de las críticas recibidas ha sabido dejar huellas indelebles que enmarcan e inundan todo el pensamiento teológico y pastoral.

Persecuciones, martirios, testimonios proféticos, enseñanzas pastorales, hoy no son olvidadas ni rechazadas por quienes tienen como misión delinear las pastorales continentales.

Es por ello que intentaremos ver en este trabajo, los puntos principales, casi a modo de enunciación de las secuencias de los cambios y modificaciones en la teología del laicado que se ha ido desarrollando en estos años en América Latina. Para ello nos serviremos de los documentos conclusivos de cada una de las cinco conferencias y de los discursos o mensajes de los Pontífices que las convocaron.

El uso de este material encuentra su sentido en:

a) Los Santos Padres, en sus mensajes iniciales marcan la agenda a discutir y la orientación que ellos pretenden que asuma esa discusión.

b) Los documentos conclusivos manifiestan lo que los Obispos ven como prioritario en la pastoral y la teología en ese momento histórico y para esa ubicación geográfica.

Esperamos lograr este objetivo o por lo menos ser buenos instrumentos del Espíritu para poder comprender las profundidades del pensamiento de la Iglesia de América Latina en este periodo, conflictivo y fecundo que ha sabido vivir.

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LAICOS

 A modo de inicio de este trabajo, es interesante comprender qué decimos cuando hablamos de laicos.

Ives Congar, en una obra antigua pero de gran actualidad1, enfrenta el concepto de laico con el de sacerdocio. Allí nos explica que el origen etimológico del vocablo viene del griego y significa Pueblo de Dios y que la Biblia lo contrapone a “ethnes" que se utiliza para denominar a los no elegidos.

Su característica, nos dice, es vivir en el mundo, desarrollar actividades profanas, no dirigidas directamente a Dios, pero con la misión de evangelizar esa realidad cultural. “El laico es aquél que trabaja para el reino de Dios, pero sin restar nada de su entrega a lo terrestre...”2.

Y esta función no es menor. Para demostrar la importancia de la actividad de los laicos, ya no sólo en la evangelización de la cultura, sino en la actividad eclesial – ritual, pone como ejemplo lo sucedido en Japón. Nos dice: “Durante más de dos siglos, la Iglesia existió exclusivamente por medio de los laicos, que bautizaban...”3.

Eso sí, estos son casos excepcionales. Ellos tienen como misión actuar sobre la cultura, la legislación, la civilización, la creación humana.

Desde otra posición, ya netamente post conciliar, el jesuita Victor Codina4 sostiene el contenido surgido de la Constitución Lumen Gentium, que define a la Iglesia como Pueblo de Dios y a los laicos como miembros de ese Pueblo, asumiendo su participación en la triple realidad cristológica de “Sacerdote, Profeta y Rey”.

Su visión particular latinoamericanista, hace que vea en los laicos una responsabilidad extra en la participación de la opción liberadora por los pobres, desarrollando actividades en estructuras de base que comprometen a todos a una actitud más comprometida en lo social.

 1 IVES CONGAR. “Sacerdocio y laicado”.Ed. Estela S. A. Barcelona. 1964

2 Ibidem. Pág. 283

3 Ibidem. Pág. 284

4 Cfr. VICTOR CODINA SJ. “Para comprender la eclesiología desde América Latina”. Ed. Verbo Divino. Navarra. 1990

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RÍO DE JANEIRO (1955)

 Carta del Papa Pío XII

En la carta enviada en ocasión del inicio de las deliberaciones de la I Conferencia General del CELAM en Río de Janeiro, Su Santidad, Pío XII, expresa como fundamental preocupación para la Iglesia Latinoamericana, la falta de clero para el desarrollo de su actividad pastoral.

“...esta consideración nuestra se une sin cesar a una trémula ansiedad al no ver aún resueltos los graves y siempre crecientes problemas de la Iglesia en América Latina, especialmente el que con angustia y con voz de alarma es denunciado justamente como el más grave y peligroso: la insuficiencia del clero”5.

Es por ello que pone todas sus intenciones en el desarrollo de actividades que promuevan y difundan la posibilidad de suscitar nuevas vocaciones sacerdotales en la región. El aumento del clero, se verá apoyado por los religiosos, religiosas y los laicos a quienes considera sus auxiliares.

Es más, al finalizar, considera que la Iglesia de América Latina verá sus frutos de grandeza cuando pueda contar con esta legión de sacerdotes que precisa, en donde tanto religiosos como seglares verán satisfechas necesidades “al servicio de Dios y de su Reino”.

Documento Conclusivo de la Conferencia6

Al iniciar el Capitulo I de la Parte 4 del Documento Conclusivo, los Obispos

hablan del “Apostolado de los laicos en general”. Allí reiteran la preocupación sobre la

falta de sacerdotes para la atención de los fieles.

Descubren que los seglares bien pueden desarrollar una actividad misionera de extensión del mensaje de Salvación. Por lo tanto ya no sólo actúan como auxiliares de los Pastores, sino que tienen una misión que cumplir. Para ello deben formarse, aunque esta formación estará profundamente vinculada a la colaboración con “la Jerarquía Eclesiástica”.

“... el apostolado de los laicos no debe reducirse únicamente a colaborar con el

sacerdote en el campo limitado de los actos de piedad, sino que, además de un esfuerzo continuo por conservar y defender íntegramente la fe católica, debe ser un apostolado misionero de conquista para la dilatación del reino de Cristo en todos los sectores y ambientes, y particularmente allí donde no pueda llegar la acción directa del sacerdote”7.

Posteriormente, en los capítulos siguientes, desarrolla todo lo que respecta a la Acción Católica, como órgano de la Iglesia para la actividad seglar. Centra en su funcionamiento y acompañamiento de los sacerdotes que actúen como capellanes, la actividad tanto eclesial, como política – social de los laicos católicos en el continente. Pide se desarrollen en las parroquias centros de Acción Católica, y que estos sean fuente de organización y progreso para el apostolado seglar.

5 PIO XII. “Carta apostólica AD ECCLESIAM CHRISTI a los obispos latinoamericanos.

6

DECLARACION DE LOS CARDENALES, OBISPOS Y DEMAS PRELADOS REPRESENTANTES DE LA JERARQUIA DE AMERICA LATINA REUNIDOS EN LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE RIO DE JANEIRO

7 Ibid. N° 45

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“...se recomienda... que la Acción Católica... difunda los principios cristianos y las orientaciones pontificias sobre los problemas sociales, económicos y políticos...”8.

Por último, ya en el Capítulo IV de esta parte habla de “Otros auxiliares del Clero”, con una apreciación específica:

“... otras formas de auxiliares del Clero, como en particular los "doctrineros" y

otros similares colaboradores a la acción del Sacerdocio, recomienda que se les agrupe en organizaciones adecuadas para proporcionarles una mejor formación y una orientación más acorde con las directrices del apostolado seglar moderno”9.

 8 Ibid. N° 51 9 Ibid. N° 52

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MEDELLÍN (1968)

 Discurso del Papa Pablo VI

En el discurso inaugural de las sesiones de la II Conferencia General el Episcopado Latinoamericano, Su Santidad, Pablo VI, plantea los problemas propios de esa época para la Iglesia continental.

Sin dudas, el tema teológico estaba en el tapete de las discusiones, por ello dice:

“... hoy algunos recurren a expresiones doctrinales ambiguas, se arrogan la libertad de

enunciar opiniones propias, atribuyéndoles aquella autoridad que ellos mismos, más o menos abiertamente, discuten a quien por derecho divino posee carisma tan formidable y tan vigilantemente custodiado... (Esto) ha roto la unidad de la Iglesia misma, y confundiendo la legítima libertad de conciencia moral con una mala entendida libertad de pensamiento, que frecuentemente se equivoca por insuficiente conocimiento de las genuinas verdades religiosas”10.

Una vez planteado esto, dirige elogiosas palabras a los cristianos latinoamericanos. Haciéndoles saber que es la caridad y las Sagradas Escrituras las que deben guiar toda la actividad del cristiano. Por ello es que promueve la formación de los cristianos en la interpretación de los textos bíblicos y la acción solidaria con aquellos que están sufriendo.

“... formar sacerdotes y seglares en el conocimiento de los problemas sociales

encauzar seglares bien preparados a la gran obra de los mismos, considerándolo todo bajo la luz cristiana que nos hace descubrir al hombre en el puesto primero y los demás bien subordinados a su promoción total en el tiempo y a su salvación en la eternidad”11.

Por ello se ve en la necesidad de decir algunas palabras sobre la violencia estructural que vive la región, fruto de desigualdades entre clases y ante ello enfrenta el concepto de la Caridad como modo de resolver los conflictos y no las armas y la violencia.

Culmina con palabras esperanzadoras y que llaman a todos a la reflexión: “El

clero ya nos comprende. Los jóvenes nos seguirán. Los pobres aceptarán gustosos la buena nueva. Es de esperar que los economistas y los políticos, que ya entrevén el camino justo, no serán ya un freno sino un estímulo en la vanguardia”.

Documento Conclusivo

Al comenzar a analizar la realidad del laicado latinoamericano, los Obispos, hacen una caracterización de la situación en que se encontraba el movimiento seglar.

Nos hablan de una crisis en sus estructuras por no haber podido ver los profundos desafíos del compromiso liberador en que la sociedad de sus países se encontraba inmersa. Es por ello que no estuvieron a la altura de las circunstancias históricas que planteaba la Iglesia.

“Pueden señalarse también, entre los factores que han favorecido la crisis de

muchos movimientos, la débil integración del laico latinoamericano en la Iglesia, el frecuente desconocimiento, en la práctica, de su legítima autonomía, y la falta de asesores debidamente preparados para las nuevas exigencias del apostolado”12.

10 P ABLO VI. “Discurso en la apertura de la segunda conferencia de Obispos de América Latina”. 11 Ibid.

12 “Documento Conclusivo de la II Conferencia General del CELAM” 10-5.

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Al momento de definir la situación de los laicos en la Iglesia, utiliza los

conceptos del Vaticano II, asignándoles al “triple función, sacerdotal, profética y real de Cristo”.

De este modo, explica que al laico le corresponde el compromiso en lo temporal, en la historia. Además entiende que deberán actuar con autonomía, sin esperar consignas o directrices de la Jerarquía Eclesiástica.13

“El apostolado de los laicos tiene mayor transparencia de signo y mayor

densidad eclesial cuando se apoya en el testimonio de equipos o de comunidades de fe, a las que Cristo ha prometido especialmente su presencia aglutinante. De este modo los laicos cumplirán más cabalmente con su misión de hacer que la Iglesia "acontezca" en el mundo, tarea humana y en la historia”14.

En lo que hace a las recomendaciones pastorales, los Obispos reunidos en Medellín, llaman a la conformación de equipos y movimientos de actividad laical, en los ámbitos en los cuales se desarrollan las políticas propias del “proceso de liberación y humanización de la sociedad a la que pertenecen...”15.

Allí es que entiende la actividad pastoral de los laicos, como brazo organizado de la Iglesia en el complejo desarrollo de los movimientos de liberación, popular y antiimperialista en el subcontinente. Una fuerza capaz de modificar las situaciones de injusticia que los mismos Obispos vieron como oprobiosas y denigrantes de la dignidad humana.

Por ello, la Jerarquía debe coordinar formas de participación moderna del laicado, por la cual, conjuntamente con sus pastores, organicen las líneas pastorales que permitan una efectiva inserción en los movimientos liberadores que se desarrollaban en la América Latina.

“Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos a partir de su propia

experiencia de compromiso en el mundo, ayudándoles a entregarse a Dios en el servicio de los hombres y enseñándoles a descubrir el sentido de la oración y de la liturgia como expresión y alimento de esa doble recíproca entrega”16.

 13 Cfr. “Encíclica Populorum Progressio” N° 81 14 “Documento Conclusivo de Medellín” 10-12. 15 Ibidem. N° 10-13

16 Ibid. N° 10-17.

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PUEBLA (1979)

 Discurso del Papa Juan Pablo II

En febrero de 1979, Su Santidad Juan Pablo II, hacía pocos meses que resultara electo para suceder a Juan Pablo I, y luego de ratificar la convocatoria a la III Conferencia General del CELAM, decidió realizar su primer viaje a América para la inauguración de sus sesiones.

Inicia su mensaje dejando en claro que no podía tolerarse las desviaciones teológicas que estaba viviendo Latinoamérica, ratificando la necesidad de vivir plenamente la comunión en el respeto del Magisterio.

“... se advierte a veces un cierto malestar respecto de la interpretación misma de

la naturaleza y misión de la Iglesia. Se alude, por ejemplo, a la separación que algunos establecen entre Iglesia y reino de Dios. Este, vaciado de su contenido total, es entendido en sentido más bien secularista: al reino no se llegaría por la fe y la pertenencia a la Iglesia, sino por el mero cambio estructural y el compromiso socio – político. Donde hay cierto tipo de compromiso y de praxis por la justicia, allí estaría ya presente el reino”17.

Más allá de hacer una durísima crítica al desarrollo teológico, de exigirle su conformidad con la Tradición y el Magisterio, no puede dejar de demostrar la novedad de la discusión teológica latinoamericana, que obliga y enmarca nuevas necesidades y terminología de la Iglesia.

“Esta verdad completa sobre el ser humano constituye el fundamento de la

enseñanza social de la Iglesia, así como es la base de la verdadera liberación. A la luz de esta verdad, no es el hombre un ser sometido a los procesos económicos o políticos, sino que esos procesos están ordenados al hombre y sometidos a él”18.

En la línea de la Lumen Gentium, enmarca los conceptos de unidad de la Iglesia y de participación de todos en esa unidad, incluidos los laicos. Juan Pablo, comprometido y consustanciado con el espíritu del Concilio Vaticano II, exige su desarrollo como sostén de la unidad de la Iglesia y de su eclesiología. Por ello decía:

“Sujetos asimismo de esa unidad son los seglares, comprometidos

individualmente o asociados en organismos de apostolado para la difusión del reino de Dios. Son ellos quienes han de consagrar el mundo a Cristo en medio de las tareas cotidianas y en las diversas funciones familiares y profesionales, en íntima unión y obediencia a los legítimos pastores”.

Luego, dando las líneas principales del proyecto liberador de Cristo, después de

pronunciar la famosa sentencia de que “sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social”, explicita cuál será la función de los laicos en el compromiso pastoral.

“"Compete a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo seculares" (Gaudium et Spes 43). Es necesario evitar suplantaciones y estudiar seriamente cuándo ciertas formas de suplencia mantienen su razón de ser. ¿No son los laicos los llamados, en virtud de su vocación en la Iglesia, a dar su aporte en las

17 JUAN PABLO II. “Discurso inaugural pronunciado en el Seminario Palafoxiano de Puebla de los Ángeles” I.8.

18 Ibid. I.9.

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dimensiones políticas, económicas, y a estar eficazmente presentes en la tutela y promoción de los derechos humanos?”19.

Al igual que sus antecesores, Juan Pablo criticó las desviaciones, pero no pudo dejar de asumir las implicancias de la novedad teológica latinoamericana.

Documento conclusivo

El Documento Conclusivo de la III Conferencia General del CELAM, es con respecto a la teología del laicado, así como en relación a la mayoría de los temas desarrollados, el más rico en cuanto a definiciones.

Al presentar la realidad del laicado latinoamericano, descubre las influencias de la crisis en que se encuentra la pastoral laical a partir de realidades políticas de persecución, por un lado y de ideologización por otro.

“Hay crisis que han afectado, naturalmente, al laicado latinoamericano y, en

especial, al laicado organizado, que sufrió no sólo los embates de la conflictividad de la propia sociedad – represiones de los grupos de poder -, sino también los producidos por una fuerte ideologización, por desconfianzas mutuas y en las instituciones que llevaron, incluso, a dolorosas rupturas de los movimientos laicos entre sí y con los pastores”20.

Por un lado, los laicos deben descubrirse miembros de la Iglesia, comprometidos y responsables, sabiendo distinguir su actividad pastoral de la iniciativa política y social propia de su condición. El laico realiza su apostolado en el desarrollo de la historia. A esto debe contraponerse una clara actividad de condena al clericalismo ejercido tanto por clérigos e incluso laicos mismos.

Siguiendo los lineamientos del Concilio Vaticano II, los Obispos ratifican la participación de los laicos en la triple función sacerdotal, profética y real de Cristo, a partir de una realidad propia.

“La fidelidad y la coherencia con las riquezas y exigencias de su ser le dan su

identidad de hombre de Iglesia en el corazón del mundo y de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia”21.

El laico tiene la responsabilidad de construir la Iglesia desde la evangelización y el compromiso social y político. Sus herramientas son la fe, la oración y la caridad fraterna. Deberá buscar ordenar las cosas temporales a partir del servicio de la Iglesia a toda la sociedad, dándole especial importancia a la actividad política.

“... el laico deberá buscar y promover el bien común en defensa de la dignidad

del hombre y de sus derechos inalienables en la protección de los más débiles y necesitados, en la construcción de la paz, de la libertad, de la justicia; en la creación de estructuras más justas y fraternas”22.

Los laicos, al incrementar su actividad en la vida de la Iglesia, requieren, cada vez más, de una sólida formación teológica, pastoral, y del Magisterio social, para de ese modo tener fuertes bases para desarrollar su evangelización del medio en que se encuentra. La Iglesia debe recibir de ellos su experiencia en “los asuntos seculares”, y de ese modo poder arraigarse con vigor en la sociedad.

19 Ibif. III-7.

20 “Documento Conclusivo de Puebla”. N° 780 21 Ibid. N° 786

22 Ibid. N° 792

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Existen dos dimensiones esenciales (como las define el Documento) de la espiritualidad del laico: por un lado no debe huir de sus responsabilidades temporales para buscar a Dios y por otro lado, la luz de la fe debe hacer realidad la presencia de Dios.

“Tal espiritualidad deberá ser capaz de dar a la Iglesia y al mundo "Cristianos con vocación de santidad, sólidos en su fe, seguros en la doctrina propuesta por el Magisterio auténtico, firmes y activos en la Iglesia, cimentados en una densa vida espiritual... perseverantes en el testimonio y acción evangélica, coherentes y valientes en sus compromisos temporales, constantes promotores de paz y justicia contra violencia u opresión, agudos en el discernimiento crítico de las situaciones e ideologías a la luz de las enseñanzas sociales de la Iglesia, confiados en la esperanza en el Señor" (Juan Pablo II, Alocución laicos 6: AAS 71)”23 .

La pastoral del laicado debe contener una vitalidad misionera; apertura para la coordinación con organizaciones y movimientos laicales, y canales permanentes y sistemáticos de formación. La participación de los laicos, no debe estar solamente en la etapa de la ejecución de las líneas pastorales, sino en la misma definición y planificación de los organismos de desarrollo de decisión.

Además promueven los Obispos, los ministerios que pueden recibir los laicos. Tienen características propias: no clericalizan; detentan una vocación y aptitud propia ratificada por sus pastores; y se orientan a la vida y al crecimiento de la comunidad eclesial.

A su vez, estos ministerios laicales tienen ciertos peligros. La tendencia a la clericalización de los laicos; deben estar en el contexto comunitario y no como un “premio” individual; el ejercicio de estos ministerios no debe desalentar a los demás a la participación comunitaria.

Como conclusión de esta parte del Documento sobre los laicos, los Obispos

realizan “... un llamado urgente a los laicos a comprometerse en la misión

evangelizadora de la Iglesia, en la que la promoción de la justicia es parte integrante e indispensable y la que más directamente corresponde al quehacer laical...”24.

Y recomienda, por último, mantener una presencia organizada del laicado en los diversos espacios pastorales. Debe tenerse especial atención al laicado organizado en orden a la acción eclesial y fomentar bajo la responsabilidad de la Jerarquía también una especial creatividad en el establecimiento de ministerios o servicios que pueden ser ejercidos por laicos.

 23 Ibid. N° 799 24 Ibid. N° 827

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SANTO DOMINGO (1992)

 Discurso del Papa Juan Pablo II

Su Santidad Juan Pablo II, en su discurso inaugural recupera temas ya tratados en relación a la actualidad de la Iglesia continental. Utiliza como concepto de lanzamiento la consigna con que ha sido convocada la Conferencia, que es “La nueva Evangelización”.

“La nueva evangelización no consiste en un "nuevo evangelio", que surgiría siempre de nosotros mismos, de nuestra cultura, de nuestros análisis de las necesidades del hombre. Por ello, no sería "evangelio", sino mera invención humana, y no habría en él salvación. Tampoco consiste en recortar del Evangelio todo aquello que parece difícilmente asimilable para la mentalidad de hoy. No es la cultura la medida del Evangelio, sino Jesucristo la medida de toda cultura y de toda obra humana. No, la nueva evangelización no nace del deseo "de agradar a los hombres" o de "buscar su favor" (Gal 1,10), sino de la responsabilidad para con el don que Dios nos ha hecho en Cristo, en el que accedemos a la verdad sobre Dios y sobre el hombre, y a la posibilidad de la vida verdadera”25.

Además explica que el “auténtico Magisterio de los Obispos”, ha de

resplandecer en la actividad pastoral, no sólo de los sacerdotes, sino de todo aquellos que conforman la Iglesia (teólogos, catequistas, promotores de la fe).

Debe el mensaje evangélico, descubrir nuevas formas de llegar a los hombres,

pero no puede modificar el sentido último de su contenido. “La verdad sobre el hombre está intima y necesariamente ligada a la verdad sobre Dios”.

Respecto de los laicos nos dice Juan Pablo de modo contundente:

“La Iglesia espera mucho de todos aquellos laicos que, con entusiasmo y eficacia evangélica, operan a través de los nuevos movimientos apostólicos, que han de estar coordinados en la pastoral de conjunto y que responden a la necesidad de una mayor presencia de la fe en la vida social... los fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa (de la nueva evangelización), llamados como están a anunciar y a vivir el Evangelio en el servicio a los valores y a las exigencias de las personas y de la sociedad”26.

En definitiva, va señalando un camino distinto del desarrollado en Puebla. Más acotado, pero con la presencia innovadora de los movimientos apostólicos como actores de la Evangelización.

Documento conclusivo

Inician, los Obispos su apartado sobre los laicos, con una caracterización muy

acertada. “El pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos.

Ellos son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación”27.

Ratifican la triple condición que comparten con Cristo, la sacerdotal, la profética y la real. No obstante ello, al igual que en otras ocasiones, se ve una mora en la formación y la espiritualidad de la generalidad del laicado latinoamericano. “La mayor

25 JUAN PABLO II. “Discurso inaugural del la IV Conferencia General del CELAM”. N° 6 26 Ibid. N° 27

27 “Documento Conclusivo de la IV Conferencia General del CELAM”. N° 93

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parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia”28.

Además se descubre y se denuncia una mentalidad clerical, que se manifiesta en la falta de acompañamiento de sus pastores y en el poco respeto al plantear las opciones pastorales.

Entre estas opciones pastorales que los Obispos visualizan para el laicado, ven una urgencia en transformar a los laicos en protagonistas de la Nueva Evangelización. Es más, llama a priorizar la evangelización de los bautizados no evangelizados, asumiendo la realidad de la no coincidencia entre bautizado y cristiano que tanto ha dado que hablar en la eclesiología latinoamericana.

Insiste con la necesidad de formación, integral y permanente para los laicos; la formación de consejos laicales para que se inmiscuyan en la actividad pastoral de modo pleno; y la condición de que los laicos sobresalgan en su ámbito propio que es el de la educación, de la política, de los medios de comunicación social y del trabajo. Esto debe ser complementado con publicaciones de espiritualidad específica para laicos.

Como nota extraña, al hablar de la necesidad de una pastoral específica para cada campo de acción (de modo general), a la única que hace expresa mención es a la del ámbito militar. Dice: “Estarán incluidos también los militares, a quienes corresponde siempre estar al servicio de la libertad, la democracia y la paz de los pueblos”29.

Se insiste en la necesidad de incentivar los ministerios laicales como forma de desarrollar la participación, entendiendo que estos ministerios tienen su fundamento en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.

Nuestro continente vive fuerte situaciones de secularismo, ateísmo y desarrollo de sectas no cristianas. Ante esto los Obispos ven en los movimientos apostólicos el fruto de la aspiración y necesidad de lo religioso. Estos le dan gran importancia a la Palabra de Dios, la acción del Espíritu y la oración.

Pero sobre los movimientos apostólicos se hace una advertencia en cuanto a algunos riesgos que pueden tomar. “Ante los riesgos de algunos movimientos y asociaciones que pueden llegar a cerrarse sobre sí mismos, es particularmente urgente tener en cuenta los criterios de eclesialidad”30 (desarrollados por el Magisterio).

Finaliza las consideraciones respectos de los laicos con una línea pastoral clara y

dirigida a profundizar su participación en la vida total de la Iglesia. “... una línea prioritaria de nuestra pastoral... ha de ser la de una Iglesia en la que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de Iglesias particulares que han tomado muy en serio el compromiso de Nueva Evangelización”31.

28 Ibid. N° 95 29 Ibid. N° 98 30 Ibid. N° 101 31 Ibid. N° 102

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APARECIDA (2007)

 Discurso del Papa Benedicto XVI

Su Santidad, Benedicto XVI, al iniciar las sesiones de la Conferencia General del CELAM en Aparecida, Brasil, asume el lema de la convocatoria que llama a ser “Discípulos y Misioneros de Cristo”. Llama a toda la comunidad eclesial a un diálogo abierto con las culturas, tanto las actuales como, a partir de su renacimiento, las que surgen de los pueblos originarios.

“Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un

determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta”32.

Ve de forma notable la responsabilidad de muchos laicos y laicas que en las comunidades eclesiales de América Latina han desarrollado el mensaje evangélico, junto con catequista y numerosos movimientos apostólicos e institutos de vida consagrada.

Nos dice el Papa, que de la misma fe surge la responsabilidad del encuentro con los hermanos que se transforma en responsabilidad social y comunitaria. Hace suyo el mandato del la opción preferencial por los pobres y nos dice que es resultado de la misma fe cristológica que predicamos.

“El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la

evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana”33.

Recuerda que el respeto a una sana laicidad es fruto de la mejor tradición cristiana. Ella puede manifestarse en diversas posiciones políticas, pero hermanados en la fe que nos une.

“... los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesario y en la oposición contra las injusticias”34.

Profundiza en la necesidad de que los laicos se sientan Iglesia y que tienen por responsabilidad llevar el testimonio por el mundo; reiterando que participan en la triple misión cristológica.

“Están llamados (los laicos) a llevar al mundo el testimonio de Jesucristo y a ser fermento del amor de Dios en la sociedad”35.

Documento conclusivo

Inician los obispos esta parte dedicada a los laicos, definiendo su status, a partir de las definiciones de Lumen Gentium. “...los laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las

32 BENEDICTO XVI. “Discurso inaugural de la V Conferencia General del CELAM”. 33 Ibid.

34 Ibid.

35 Ibid.

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funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”36.

Se ratifica que la misión propia específica del laico se realiza en el mundo. Su presencia, testimonio y realización deben estar dirigidos a transformar la realidad en busca de estructuras enmarcadas en la justicia del Evangelio.

En este llamamiento, señalan su compromiso a que los laicos en la acción pastoral de la Iglesia. Para ello deben adquirir una sólida formación teológica, espiritual y pastoral.

“La evangelización del Continente, nos decía el Papa Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos”37.

Se ve como un signo esperanzador el fortalecimiento de las asociaciones laicales, movimientos apostólicos y las comunidades eclesiales. Todo esto le dará valor y eficacia a los consejos parroquiales, diocesanos y nacionales de laicos y laicas.

 36 “Documento Conclusivo de la V Conferencia General del CELAM”. N° 209 37 Ibid. N° 213

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CONCLUSIÓN

 Hemos realizado un recorrido puntual por 52 años de historia de la eclesiología de América Latina.

Dada la magnitud del periodo analizado y la profundidad de los Documentos del Magisterio continental, sólo hemos podido señalar algunos puntos, intentar casi un recorrido a “vuelo de pájaro” por los cinco documentos de las Conferencias Generales del CELAM.

Intentamos plasmar los puntos fundamentales de cada uno de ellos y de los mensajes Pontificios a esas Conferencias, en la creencia de que en ellos también se manifiesta todo el desarrollo teológico y magisterial de una Iglesia que busca ser universal en su propia diversidad nacional y continental, como es éste el caso.

La I Conferencia (Río de Janeiro) se realiza, como ha sido dicho en 1955. Como puede advertirse previa aún a la convocatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II. En una época de grandes planteos eclesiales, pero también de grandes resistencias a los cambios que sin dudas vendrían.

Aquí hemos visto, que toda la realidad desde la que se considera al laico, tanto por parte de Su Santidad Pío XII, como de los Obispos reunidos, está en relación con su estado de auxiliares de los pastores ordenados.

No obstante esto, los Obispos profundizan un tanto más que el discurso Papal, al incorporar un apartado especial sobre la Acción Católica, organismo emblema de la época, para la participación del laicado. Siendo esto así, debe consignarse que ello no se enfrenta con la práctica llevada adelante por Pío XII, ya él fue un gran difusor de la inserción de Acción Católica en la vida social y política de cada país.

Vemos en esta etapa, que aún no se asume la caracterización laical que luego decreta el Concilio Vaticano II. Los laicos católicos no son considerados todavía en la medida que luego hará la Lumen Gentium.

Además, pareciera que el Episcopado Latinoamericano se ha cuidado de no exponer a pleno las nuevas tendencias sobre la teología del laicado, que ya estaban siendo desarrolladas por las escuelas teológicas europeas.

La II Conferencia (Medellín) plantea algo totalmente distinto. Enmarcada en la década del sesenta del siglo XX, es fruto del nacimiento y primera difusión de la Teología de la Liberación latinoamericana.

Su mensaje está en el contexto de los documentos finales del Concilio Vaticano II y de la Encíclica Evangelii Nuntiandi.

Pablo VI, en su mensaje inicial, aún no logra expresar una visión del laicado similar a la que en otros mensajes desarrolló. Se encontraba enfrascado en la discusión que surgía de la nueva teología y su conflicto con la violencia política y social que vivía nuestro continente.

Este documento, señero y magistral, es casi como el grito de un adolescente en la vida de la Iglesia latinoamericana. Sus manifestaciones teológicas y políticas parecen no haber encontrado el justo medio que sugeriría una prudencia bien entendida y plantea todas las cuestiones con la fiereza de lo nuevo.

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Critican a las estructuras laicales por no haber sabido ver los procesos liberadores que se estaban desarrollando en sus países y no haber comprendido su propia autonomía para actuar. Deben comprender, les dice, que sus estructuras deben estar al servicio del cambio político que el Evangelio exige, para luchar contra la injusticia.

Por ello, lo importante, es generar una espiritualidad laical que los ponga al servicio del hombre y su liberación.

La III Conferencia (Puebla) es tal vez la más rica. La Iglesia latinoamericana se encontraba en un grado de mayor madurez. Sin abandonar principios que habían surgido la década anterior de compromiso en la lucha contra la injusticia, va encontrando caminos más acorde al Magisterio para plasmar lo que será una Iglesia comprometida en la realización humana.

Juan Pablo II en su discurso, recién electo Sumo Pontífice, quiere dejar en claro que no se aceptarán desviaciones a la ortodoxia teológica. No obstante, hay conceptos como liberación u opción preferencial por los pobres, que ya han sido asumidos por el acerbo teológico de la Iglesia Universal.

Sin dudas, luego de Medellín, ya nada será igual. Por ello Puebla, encontrando un camino de reflexión más ordenado, recoge los valores que la Teología de la Liberación había creado para darle un sentido de cambio en una Latinoamérica que se encontraba inmersa en una realidad de dictaduras fratricidas que eran inaceptables para la Iglesia como cuerpo, más allá de la deshonrosa participación de algunos de sus miembros.

En cuanto a la definición de los laicos, ya se asume plenamente lo señalado por el Vaticano II, se acepta su triple condición cristológica profética, sacerdotal y real, que surge de su condición de bautizado.

Estas definiciones, así como también la necesidad de fortalecimiento de una sólida formación por parte de los laicos, será una constante en las próximas reuniones del Episcopado continental.

La IV Conferencia (Santo Domingo) se desarrolla ya en otro marco. La conformación de los episcopados nacionales ha ido variando y ya existe un enfrentamiento manifiesto, fruto de algunas condenas y de documentos desaprobatorios, al movimiento teológico regional.

Si esto es así, tampoco es menos cierto que la Iglesia latinoamericana no desconocía ciertos hechos que le dejaron huellas. Los martirios de los Obispos Ponce de León; Angelelli o Romero, que murieron por enfrentar regímenes asesinos que ejercían la violencia contra sus pueblos hizo que esta Iglesia no fuera nunca más una Iglesia de Catacumbas, por más que algunos quisieran encerrarla en ellas.

Esta Conferencia, incorpora a un actor dentro del laicado que se transformaría con el paso del tiempo en una fuente de renovación y vitalidad para la actividad misionera de la estructura laical: los movimientos apostólicos.

Los Obispos llaman a su fortalecimiento y desde allí surge un apoyo que hasta el día de hoy ha ido en un constante crecimiento, tanto por la participación de los fieles laicos en ellos de distintas maneras, tanto como consagrados como participantes, y la

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aceptación de su desarrollo en las distintas diócesis de nuestros países. Sin dudas en los últimos veinte años, la Iglesia no es la misma ya que ahora cuenta con esta herramienta de promoción de la participación, que si bien primeramente fuera puesta en dudas por algunos (recordar las críticas a Chiara Lubich de parte de muchos Obispos, hasta que Juan Pablo le da su apoyo) hoy tienen el innegable aval de la mayoría de los cristianos.

La V Conferencia (Aparecida), si bien a simple vista pareciera ser la que menos innova en el tema del laicado, lo cierto es que sus conclusiones son frutos de una Iglesia continental madura, en donde la convivencia de las distintas visiones teológicas se manifiestan, pero con la cordialidad de aquellos que se respetan y se saben miembros de una misma familia.

Además, no existieron en el periodo intermedio de las dos últimas conferencias, grandes modificaciones en los desarrollos teológicos eclesiales, que hicieran que los Obispos tengan que modificar líneas pastorales que eran consideradas correctas.

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Estos 52 años de experiencias eclesiales latinoamericanas, plasmadas en sus cinco Documentos Conclusivos, nos muestran las paradojas de una Iglesia que está en permanente búsqueda de su identificación con Cristo, su guía y animador.

Muchas cosas pasaron en nuestros países durante estos años, y nuestras Iglesias no fueron ajenas a ellas. Es por eso que este camino que intentamos trazar tiene sus contradicciones y sus progresos.

Sin dudas nuestras Iglesias cambiaron en estos años. Al principio descubrieron su propia potencialidad y más adelante sufrieron los cuestionamientos, algunos quizá valederos, otros, fruto de no comprender nuestras necesidades propias y los caminos elegidos para subsanarlas.

Variaron en estos últimos treinta años la conformación de nuestros episcopados, en muchos casos debemos dar gracias al Espíritu por los Pastores que hemos recibido. En otros, parecen fruto de una mera confrontación humana.

Lo importante es que como consecuencia de este andar podamos rescatar la eclesialidad como valor fundante de nuevas sociedades que nos abran las puertas a realidades humanas inspiradas en el Evangelio y su mensaje de liberación para todos los hombres.

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Latina”. Ed. Verbo Divino. Navarra. 1990

BIBLIOGRAFIA

  IVES CONGAR. “Sacerdocio y laicado”. Ed. Estela S. A. Barcelona. 1964

 VICTOR CODINA S.J. “Para comprender la eclesiología desde América

 Los textos de los discursos y documentos conclusivos de las cinco Conferencias Generales del CELAM han sido obtenidos de la página web de este organismo: http://www.celam.org

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