APUNTES SOBRE EL NACIMIENTO DE JESÚS UN LLAMADO A CONSTRUIR LA PAZ SOCIAL



APUNTES BREVES DE RAFAEL LUCIANI
RAFAE

ÍNDICE

APUNTES BREVES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DISCERNIMIENTO

  1. LOS RELATOS. ALGUNOS DATOS A CONSIDERAR

  2. TRES ANUNCIACIONES Y UNA MISMA BUENA NUEVA

  3. UN PROFETA GALILEO DE NAZARET

  4. NAZARET Y BELÉN, ANTES QUE JERUSALÉN Y ROMA

  5. CONSTRUCTORES DE LA PAZ SOCIAL

Apuntes para la reflexión personal y comunitaria © Rafael Luciani
Caracas, Venezuela 2012

1.

LOS RELATOS

ALGUNOS DATOS A CONSIDERAR

«Acuérdate de Jesús» (2 Tim 2,8).

TEXTOS PARA LEER: MT 1-2 Y LC 1-2

1. Elementos propios de cada relato

El interés por recuperar los primeros años de vida de Jesús es parte de lo que puede ser llamado una tercera etapa de la tradición acerca de Jesús. Primero surge la tradición de la pasión, muerte y resurrección. Luego, la de su vida pública. Y, finalmente, esta tercera, sobre su infancia, que llevó a los seguidores a redactar dos relatos del nacimiento, cuyo interés teológico era más claro que el histórico. El interés de Mateo o de Lucas era, ante todo, releer la realidad de sus comunidades – en lo social, político, religioso y económico – a la luz de aquél Jesús a quien habían seguido y amado tanto. La tarea de las comunidades era recordar a Jesús para actualizarlo en el seguimiento cotidiano.

Mateo se encontraba frente al grupo de los fariseos, que luego de la destrucción del Templo había pasado a ser la teología dominante, ante la desaparición del judaísmo sacerdotal. Su comunidad estaba constituida por judíos, cuya fe debía crecer a la luz de la confesión de Jesús como el Mesías. Lucas, por otra parte, estaba preocupado por el entramado de la historia de la salvación. Por ello, buscaba releer la historia de Jesús a la luz del cumplimiento de las promesas hechas por Dios a Israel. Se destacarán, pues, la acción del Espíritu de Dios que actúa en la historia – más allá de los judíos, en los gentiles – y la colaboración de los testigos.

A continuación señalamos los elementos comunes a ambos relatos —Mateo y Lucas—, y los propios de cada uno.

Datos en común

  • ➡  Los padres son María y José (Mt 1,18; Lc 1,27.34)

  • ➡  José es descendiente de David (Mt 1,16.20; Lc 1,27.32;

    2,4)

  • ➡  Hay una anunciación bajo la forma de una angelofanía (Mt 1,20-23 –José–; Lc 1,30-35 –María–)

  • ➡  María concibe al niño sin conocer varón (Mt 1,20.23.25; Lc 1,34)

  • ➡  La concepción es por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18.20; Lc 1,35)

  • ➡  Un ángel dice que el niño se llamará Jesús (Mt 1,21; Lc 1,31)

  • ➡  Un ángel dice que Jesús es el Salvador (Mt 1,21; Lc 2,11)

  • ➡  El niño nace cuando los padres viven juntos (Mt 1,24-25;

    Lc 2,5-6)

  • ➡  Jesús nace en Belén (Mt 2,1 -de Belén a Nazaret; Lc 2,4-6 -de Nazaret a Belén)

  • ➡  Nace al final del reinado de Herodes el Grande (Mt 2,1; Lc 1,5)

  • ➡  Jesús crece en Nazaret (Mt 2,23; Lc 2,39)

  • ➡  En ambos relatos se narra una genealogía (Mt 1,1-17; Lc

    3,23-38)

    Aspectos propios de cada uno

  • ➡  Sólo Mateo habla de unos magos (Mt 2,1)

  • ➡  Sólo Mateo habla de la huida a Egipto (Mt 2,13)

  • ➡  Mateo tiene la anunciación a José (Mt 1,20-23), mientras que Lucas a María (Lc 1,30-35)

  • ➡  En Mateo se da el paralelismo Herodes / Faraón y Jesús / Moisés; y en Lucas se da el de Jesús / Juan el Bautista

  • ➡  Sólo Mateo usa el recurso literario de los – cinco – sueños (José: 1,20; magos: 2,12; José: 2,13; José; 2,19-20; José: 2,22)

  • ➡  Sólo Mateo habla de cinco cumplimientos (concepción virginal: 1,22-23 / Is 7,14; lugar de nacimiento del Mesías: 2,5-6 / Miq 5,2 y 2 Sam 5,2; ida a Egipto: 2,15 / Os 11,1; infanticidio de Herodes: 2,17-18 / Jer 31,15; en Nazaret (2,23)

  • ➡  En ambos relatos la genealogía busca referirse a la descendencia davídica de Jesús, como Mesías, y a la adopción legal de Jesús por parte de José, como hijo de David. Mateo la coloca al inicio del relato y la expande, luego, para hacer ver la amplitud de su núcleo familiar, como una familia mediterránea común, en la que Jesús tuvo cuatro hermanos (Santiago, José, Simón y Judas) y algunas hermanas (Mt 13,53ss). Lucas la coloca luego del bautismo para confirmar la filiación que se había revelado en la teofanía del Bautismo y el inicio de una nueva creación con Jesús.

    2. Un discernimiento post-pascual y contextual

    En los dos relatos del nacimiento de Jesús, las comunidades cristianas post-pascuales hacen memoria y actualizan el espíritu del seguimiento de Jesús a la luz de sus palabras, acciones y padecimientos. Es un discernimiento en común, como comunidad de seguidores del Mesías (Ungido por el Espíritu) que, en Antioquía, se llaman por primera vez cristianos —seguidores del Mesías (Hch 11,26). Releían la vida histórica de Jesús a la luz de las tradiciones veterotestamentarias (Hch 2,14-36ss) hasta que vieron la necesidad de fijarlas en una tradición escrita propia (Lc 1,1-4) que lo testimoniara a lo largo del tiempo. Así van surgiendo los distintos relatos, respondiendo a los variados contextos y situaciones de vida de las comunidades.

    La experiencia post-pascual apeló al recuerdo como vía de acceso para interpretar la experiencia del acontecimiento que habían vivido: «Acuérdate de Jesús, el Mesías, resucitado de entre los muertos, descendiente de David. Éste es mi evangelio» (2 Tim 2,8). El recuerdo se convertía en criterio de conversión de los estilos de vida y las relaciones entre ellos, así como los iba definiendo en su identidad propia ante los otros grupos sociales con los que compartirían espacios sociales, económicos, políticos y culturales en general.

Los textos de la infancia de Jesús responden a preguntas y discernimientos hechos por las comunidades post-pascuales en medio de sus contextos y problemas cotidianos. No pretenden ser un recuento de hechos históricos de Jesús ni de su familia. Antes bien, plantean el problema de la identidad de Jesús y el reto de su seguimiento de cara al horizonte cultural, político, económico y religioso en el que vivió Jesús, con el fin de actualizar el mensaje del Señor luego de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C.

Ambos relatos, tanto Mateo como Lucas, ofrecen narraciones complementarias que buscan dar sentido a diversas cuestiones de su existencia creyente y del camino que debían emprender, tales como:

  • ➡  El tipo de mesianismo no violento de Jesús frente a las tentaciones de los ideales restauracionanistas del mesianismo davídico (identidad histórica)

  • ➡  La relación filial que lo sostuvo viviendo desde una confianza absoluta en Dios, su Padre (identidad constitutiva)

  • ➡  La calidad de su praxis salvífica en la pretensión de dar vida a toda persona de esta historia, especialmente a los despreciados, pobres y humillados (misión y destinatarios de esta Buena Nueva)

  • ➡  La novedad de una familia que se entiende a la luz de relaciones filiales y fraternales, más que biológicas, hereditarias o extraordinarias (la constitución de la nueva familia de Dios)

  • ➡  El modo cómo entender la acción de un seguidor de Jesús, luego de su resurrección, frente a la dinámica de los poderes de este mundo, sean instituciones políticas o religiosas, personas autoritarias o déspotas, que ponen en riesgo la fidelidad de una respuesta no violenta por parte de los seguidores de Jesús.

    Estos relatos son, pues, frutos del discernimiento judeocristiano luego del año 70 d.C. sobre una pregunta que ya resonaba en el evangelio de Marcos y que debe ser actualizada por cada persona hoy a la luz de los distintos contextos y situaciones que se viven: "¿quién dice la gente que soy Yo?" (Mc 8,27).

2.

TRES ANUNCIACIONES
Y UNA MISMA BUENA NUEVA

"...desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada" (Lc 1,51-53).

TEXTOS PARA LEER: MT 1,19-21; LC 1,26-37; LC 2,8-15.

Los dos relatos de la Natividad pretenden mostrar un modo distinto de ser de la divinidad, como presencia que se descubre en la fragilidad y la pobreza de los olvidados y excluidos, de las víctimas y los discriminados para comunicar la buena nueva de que otra vida, de bienestar y dignidad, sí es posible. Son textos que expresan el clamor de la época y comunican un mensaje que libera y trae esperanza a un mundo herido que ha perdido las ganas de seguir luchando por condiciones de vida más humanas.

Con este fin, las primeras comunidades nos ofrecen tres anuncios de algo nuevo que estaba aconteciendo, aunque aún no era percibida por la mayoría. En Mateo encontramos que la anunciación de esta buena nueva es dicha a José (Mt 1,19-21). Mientras que en Lucas se le dice a la propia María (Lc 1,26-37) y a los pastores (Lc 2,8-15).

1. El anuncio a José, un creyente fiel (Mt 1,19-21)

Mateo inserta el relato en un paralelismo entre Jesús y Moisés. Así como Amram y Jocabed tuvieron miedo de tener a Moisés (Ex 6,20) porque el Faraón lo podía matar (Ex 1,15-22), del mismo modo ahora José teme y duda, pero decide salvar el honor de María. Jesús será, para Mateo, el nuevo Moisés; y José, el creyente fiel, que a pesar de todo apuesta por la acción de Dios en María, en contra de lo que los demás podían pensar.

Moisés trajo la liberación a los pobres, sus hermanos, frente a la opresión del Faraón, quien es comparado con Herodes y los reyes de este mundo. Es por ello que Herodes buscará matar a todo primogénito, como lo hizo el Faraón en Egipto. Mientras que Dios guía los pasos de José y de María, haciéndoles huir de Israel a Egipto, de donde luego hace regresar al niño como "su hijo", cumpliendo la profecía de Oseas (Os 11,1).

El nuevo Moisés representa un nuevo inicio para el pueblo de Israel. La familia elegida será ampliada. Ya en el Evangelio de Marcos se nos presentaba la pertenencia a esta comunidad familiar por medio de la escucha y la puesta en práctica de la palabra: "¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,31-35).


TEXTO PARA LEER: MC 3,31-35

Ya no existirá una lazo biológico que defina a la nueva familia de Dios en su Reino, sino el lazo de los hijos e hijas de Dios que se amen y reconozcan fraternalmente, así como Moisés reconoció al israelita que había sido atacado por el egipcio como su hermano.

La concepción virginal de María simboliza este hermoso paso hacia una nueva familia, cuyo origen supera lo biológico para que todos podamos entrar en las relaciones fraternas del Reino bajo un

mismo Padre que es Dios ¿No es este anuncio, y la forma cómo se da, una Buena Nueva ante un sistema que hacía del otro un objeto y súbdito, antes que un hijo y un hermano? Moisés se convirtió al reconocer en el rostro del otro a un hermano. Jesús se hace nuestro hermano y así entrega su vida hermándose cada día con todos/as aquellos a quienes encuentra en su camino.

La fe de José, como creyente fiel, se complementa y completa con la disposición de María ante la acción de Dios, para dar inicio a esta nueva posibilidad de constituir familia más allá de los criterios biológicos o los socioculturales establecidos en las sociedades mediterráneas.

2. El anuncio a María, una pobre de Yahvéh (Lc 1,26-37)

En Lucas no existe este paralelismo entre Jesús y Moisés, ni entre Herodes y el Faraón, sino otro entre Juan el Bautista y Jesús. Éste último representa un nuevo comienzo, una nueva creación. La esperanza de la liberación ofrecida comienza con la Buena Nueva anunciada en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-19). Juan cerrará una etapa en la historia de la salvación para poder dar paso a la definitividad de la manifestación del modo de ser de Dios por medio de la humanidad de Jesús. Un modo en el que la fraternidad será su forma de hacerse humano.


TEXTOS PARA LEER: LC 4,16-19; LC 1,46-55

La palabra Espíritu es muy importante. El Espíritu que aparece en Lucas se contrapone al espíritu con el que César actuaba. El Emperador podía quitarle la vida a sus súbditos e imponer fuertes cargas. Por el contrario, el Espíritu de Dios sólo sabe dar y

recrear la vida, invita a optar por los pobres y olvidados, y llama a la conversión de los ricos y poderosos. Así lo recuerda Lucas al poner estas duras palabras en el agradecimiento que da María a Dios: "...desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada" (Lc

1,51-53).
Este Espíritu con el que Dios actúa trae la liberación del

pobre y de humillado, del ciego y el cojo, proclamando la gracia de Dios para con ellos, sin violencia contra el victimario, pues la justicia no se alcanza por el camino de la destrucción y la muerte. Todo esto lo discierne Jesús a la luz de Isaías 61, como lo hizo en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-20). Es el mismo Espíritu que reposa sobre María y que hace posible que el verdadero "Santo", el auténtico "Hijo de Dios" esté presente en este mundo como "Salvador" y "Mensajero de la Paz".

¿No era Buena Nueva que el César, opresor de pueblos enteros, ya no fuera considerado como hijo de dios, como representante del altísimo y el salvador del mundo, o como pontífice máximo y pacificador de los pueblos? La falsa ilusión de la pax romana que convertía a las personas en súbditos y objetos de dádivas quedaba superada con el mensaje humanizador de Jesús que valoraba a cada persona como sujeto social, activo y libre, y les restituía las ganas de vivir y luchar.

Ahora Dios estaba con su pueblo como el Emmanuel, en medio de todos/as, como uno más. Dios no estaba en Roma o en el Templo de Jerusalén. Dios había escuchado y respondido personalmente al clamor de los pobres de Yahveh, los anawin, en una de sus hijas, María, quien ahora podía dar gracias con las hermosas palabras del Magnificat, donde se anuncia que Dios se aparta de los poderosos y se acerca a los pobres, para que los potentados y soberbios ya no reinen, sino los humildes y hambrientos.

La comunidad Lucana había captado el proyecto de vida de Jesús, anunciado en Nazaret, y entendió que desde su infancia, en el seno de su madre, una pobre de Yahvéh, Jesús había crecido entendiendo que Dios era misericordioso y fiable, y que su salvación no tenía su origen en la práctica de sacrificios ni actos de piedad, como solía suceder en los imperios, sino desde un corazón de siervo que supiera poner la confianza absoluta en Dios, un Padre bueno y misericordioso, y en sus hermanos/as. La buena noticia será que Jesús era el verdadero "Hijo del altísimo", "Hijo de Dios", "Santo", "Salvador" y "Mesías". Todos los títulos de poder que eran atribuidos al Emperador, como a los reyes o sacerdotes judíos, ahora sólo se proclamaban de Jesús.

3. El anuncio a los pastores, los anawin, los pobres de Yahvéh (Lc 2,8-15)

En Lucas se nos narra un tercer anuncio de esta Buena Nueva a un grupo de pastores, quienes eran considerados en el siglo I como personas no honradas y al margen del cumplimiento de la ley. Personas impuras y pecadoras. Se usa la misma estructura literaria de la angelofanía para darles la noticia de una gran "alegría" que será "para todo el pueblo”: para los pobres y humildes. Aquellos para los que César y su paz no eran una buena noticia.

Son éstos, los pastores, los excluidos del sistema religioso y político de Israel, a los que se les anuncia que Jesús, y no el César, era el verdadero "Salvador", el “Mesías". Era el "Señor" que no traía la paz por medio de la violencia, como se apreciaba en la adoración del Ara Pacis Augustae, sino "la paz que hacía sujetos libres a todas las personas de buena voluntad".

Así como los magos, representando a los gentiles, lo reconocieron, ahora serán las mismas ovejas perdidas de Israel, los pecadores, los que reconocen el inicio de una esperanza que vendrá de lo alto por medio de la vida de este niño "envuelto en pañales y en un pesebre", lo que significa desarmado y sin palacios, frágil y aún con necesidad del cuidado del otro/a.

La angelofanía continua describiendo que se juntan una multitud de "legiones" de ángeles para dar Gloria a Dios "en las alturas" y en la tierra "paz " a "todos porque el Señor los ama" (Lc 2,13-14). Se trata de un himno compuesto desde la espiritualidad de los anawin, los pobres de Yahvéh, inspirado en Isaías. Se contrapone la paz impuesta por las "legiones romanas" al resto de los sumisos y dominados, frente a la nueva paz anunciada sin violencia, y en plena gratuidad, por las "legiones angélicas" que representan el deseo y el actuar del espíritu de Dios, como se nos canta en el himno de Zacarías, el Benedictus: "...por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,78-79).

Se les anuncia una nueva "luz", que ya no tendrá su origen en el dios Apolo, el dios de la luz, el padre de César. Esta luz tiene su origen en las "entrañas de misericordia de Dios" y su pretensión única de "iluminar" a todos/as los que viven bajo el miedo, la opresión y la muerte. Pero esto sólo podía ser realizado por quienes asumieran el "camino de una paz" que no necesite la violencia para ganar espacios, y que busque sólo el bien y la justicia para dejar atrás la venganza y el odio.


TEXTO PARA LEER: LC 1,68-79

Luego del año 70 d.C., tras la destrucción de Jerusalén que había sido arrasada por las legiones romanas ante la toma hecha por los zelotas, queda la pregunta sobre esa paz que no llegaba y que había sido anunciada por Jesús, pero que siempre se veía tentada por la resistencia violenta.

En este contexto, las comunidades judeocristianas, inspiradas en la espiritualidad de los anawin, recuerdan a Jesús, renuevan su fe en él como el Mesías no violento y redactan estos hermosos relatos de la natividad para recordarnos la profunda identidad de aquél a quien hemos de seguir y amar, y nunca olvidar el modo como Dios actuó por medio de la humanidad de Jesús de Nazaret, el hijo del Padre y hermano nuestro. Pero también escriben los relatos para recordarnos que Jesús, así como las primeras comunidades, tuvieron que vivir una realidad económico, política y religiosa muy dura, que ponía cargas pesadas de llevar cada día y hacía que muchos/as perdieran la esperanza en un futuro mejor. Por ello, son narraciones que, en cuya simbología, contraponen la oferta humanizadora de Jesús al poder destructor del César, y se escriben en un contexto donde se había perdido el vínculo entre el sistema religioso de la época y las necesidades reales del pueblo.

3.

UN PROFETA GALILEO DE NAZARET

"¿Cómo podía salir algo bueno de Nazaret?" (Jn 1,45). “¿Acaso el Mesías ha de venir de Galilea?” (Jn 7,41).

1. Dios habla por medio de un galileo

Jesús nace entre el año 6 y 4 a.C., justo antes de la muerte de Herodes el Grande en su palacio de Jericó. Probablemente nace entre los meses de marzo y abril. Al morir Herodes en el año 4 a.C., hubo muchos levantamientos. Judas el Galileo toma por sorpresa un arsenal de armas en la ciudad de Séforis, a pocos kilómetros de distancia del pueblo de Nazaret; mientras que Simón el esclavo y otros más saquearon el palacio de Jericó.

Roma tenía tres legiones estacionadas en Siria. Ante las revueltas, Varo, quien era gobernador en Siria, da la orden a las legiones de destruir a la ciudad de Séforis, matando a sus habitantes o llevándoselos como esclavos a otros lugares. Se estima que crucificó a más de 2.000 judíos en las afueras de Jerusalén. Así, Jesús crece en Nazaret bajo el recuerdo de esta violenta y sangrienta intervención romana, que probablemente mató también a personas de su pequeña aldea, dada la cercanía con la ciudad de Séforis.

Cuando Jesús nace el emperador romano era Augusto, quien muere en el año 14 d.C. Para ese momento, Jesús gozaba de unos 18 ó 20 años de edad. Al morir Augusto, le sucede Tiberio, quien nombra prefecto a Valerio Grato en el año 15 d.C. Será este prefecto quien destituirá a Anás y nombrará a Caifás como sumo sacerdote en el año 18 d.C., quien luego hará una alianza con Pilato, el nuevo prefecto que inició su mandato en el año 26 d.C., y que juntos llevarán adelante el proceso que da muerte a Jesús.


Los datos neotestamentarios no son contundentes respecto al lugar donde Jesús nace. Sí se puede sostener su ascendencia davídica, con la debida acepción de Mc 12,35-37 donde Jesús niega ser el "hijo de David", para no ser confundido con un nuevo revolucionario político, o un zelota, que traería la victoria de Israel por medio de un estado de violencia. Jesús no basaba su autoridad en la imposición del vencedor sobre el vencido, ni en el autoritarismo de quien se cree representante divino. Por eso nunca hizo mención alguna de su descendencia davídica, pero sí de su relación absoluta con Dios Padre.

De hecho, se alejó de las interpretaciones de un posible mesianismo davídico armado, como le fue atribuido por sus propios discípulos, especialmente Pedro, un zelota armado, (Mt 16,15-16.21-23.24-28), al cual reprende inmediatamente. Para Pedro era imposible que un Mesías no fuera reconocido por las autoridades religiosas y no pudiera imponer los cambios necesarios. ¿Dónde quedaba entonces su poder? ¿cómo podía un Mesías traer la liberación sin las armas?

Es precisamente la noción de poder que tiene Jesús la que cuestionan sus seguidores y sus enemigos, incluso su propia familia. Ambos. Se lo reclaman sus vecinos en Nazaret: "¿no es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y de José, Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí?" (Mc 6,3; Mt 13,55-56). Se escandaliza su propia familia: "es que decían: está poseído por un espíritu inmundo" (Mc 3,30). También los altos eclesiásticos de Jerusalén: "llegado al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?" (Mt 21,23).

Si el Mesías debía venir de Belén, entonces, siguiendo a Pedro o a Natanael, ¿cómo comprender que Dios pudiera hablar por medio de un Galileo? (Juan nos recuerda su origen galileo en Jn 1,46;7,41-42.52), "¿cómo podía salir algo bueno de Nazaret?" (Jn 1,45).

Veamos ahora algunas características del contexto de la Galilea, la realidad de su gente y, así, comprender lo que Jesús aprendió y

discernió a la luz de esa realidad. En la medida en que Jesús iba caminando con las personas, conociendo sus clamores y compartiendo sus sufrimientos, fue cambiando su manera de ver al mundo y entender sus opciones personales. Con los pobres de Galilea, Jesús encontró a Dios más allá de la religión y asumió, sin violencia, las duras cargas de la vida para transformarlas sin descargarse sobre los demás. Surgía un proyecto alternativo (Mt 11,28-30).

2. Un breve panorama de la Galilea de Jesús

Luego de la muerte de Herodes (4 a.C.), la región entró en un proceso progresivo de inestabilidad sociopolítica y empobrecimiento económico, agravado por una crisis de identidad religiosa en torno a la pregunta por el Señorío de Dios y la absolutización de las mediaciones institucionales como el Templo y la Ley. Muchos grupos cuestionaban la presencia romana, que deificaba al César y oprimía a los que se le oponían. Esto enmarcaba un porvenir incierto para cualquier sujeto del siglo I.

En lo político la intervención directa de Roma en el gobierno de Judea y Samaría agravó las tensiones. En Galilea la situación fue más pacífica. El ejército romano estaba estacionado en Siria, y no en Palestina, así que la importancia de Palestina era más bien estratégica, por la posición geográfica que ocupaba como puente de comercialización entre Siria y Egipto.

Herodes tenía el encargo de un rey cliente, leal al Imperio romano, que debía mantener la paz en la Palestina judía (Galilea, Judea, Idumea y Samaría). Su deber era evitar revueltas y apoyar a las tropas romanas en algunas acciones militares del Imperio. Al morir Herodes, el reino se dividió entre sus hijos y la región de Galilea quedó bajo el dominio de Antipas, aunque una parte del norte y otra del este estaban bajo el mando de Filipo.

Fue en el año 6 d.C. cuando Roma impuso a un prefecto romano para Judea, lo que trajo muchas tensiones. Poncio Pilatos era el prefecto de la Provincia de Judea (Samaría, Judea e Idumea) y vivía en Cesárea. Pero Galilea no tenía administradores romanos y Jerusalén estaba bajo el control de Caifás, el Sumo Sacerdote.

La cultura política judía practicada por Herodes el grande se había caracterizado por la sumisión absoluta al César. Los profetas lo habían criticado, así como distintos movimientos religiosos lo rechazaban, por considerar que estaba traicionando la soberanía del Dios vivo y verdadero, Yahvéh, y se había vendido a los romanos para poder mantenerse en el poder.

La realidad económica se sostenía sobre fuertes cargas tributarias al comercio y a la propiedad. Esto contribuyó a la pérdida progresiva de la tierra en manos de los campesinos por causa del endeudamiento. Sin embargo, los impuestos no representaron la única razón de la pérdida de la tierra. También lo era la sobre-población, por lo que Herodes tuvo que poner en marcha un plan de construcción masiva, para dar trabajo a muchos campesinos que perdían sus propiedades.


TEXTO PARA LEER: LC 3,10-15

Juan el bautista, años después, describirá la situación general de egoísmo, corrupción, extorsión y falsa religiosidad a la que se había llegado, y que hacía de ese momento una época de expectativas mesiánicas:

"La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo» Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado» Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestro salario» Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo" (Lc 3,10-15).

Todo esto muestra que se vivía un proceso continuo de corrupción y empobrecimiento, unido a la concentración del poder económico y político en unos pocos. La desigualdad existente entre los campesinos y los habitantes de las ciudades era notoria. La mayor parte de la población judía estaba conformada por campesinos pobres, cuyos hijos dejaban la casa en búsqueda de

un futuro mejor, dada las condiciones adversas de crecimiento y progreso para quien no fuera hijo mayor de


TEXTO PARA LEER: MT 20,1-16

una familia (Lc 15,11 ss).

Podemos recordar la Parábola de los

Jornaleros, por medio de la cual Jesús hace referencia a esta realidad en la que el desempleo creciente provocaba la mano de obra barata y abundante. Hecho que los dueños de las viñas sabían aprovechar bien (Mt 20,1-16).

A todo esto le podemos agregar que el índice demográfico era muy alto en Galilea hasta el 70 d.C., repartido entre aldeas y pequeños poblados, rodeados de poblaciones gentiles en sus fronteras. Se hicieron algunos intentos de repoblación y refundación de colonias en los mandatos de Herodes y Antipas, su hijo. Era el caso las poblaciones de Cesarea, Sebaste, Séfores y Tiberíades.

3. Galilea de los “gentiles”

En lo religioso surgía la interrogante por la identidad del pueblo judío de cara a los nuevos elementos culturales que se fueron introduciendo. El tema del Señorío de Dios era nuevamente un tema de controversia. Además, el carácter mediador de Israel ante las otras naciones era relevante para algunos grupos religiosos.

Pero, ¿cómo era la influencia pagana (gentil) en esta región durante la época de Jesús? Mateo habla de la “Galilea de los gentiles” (Mt 4,15), refiriéndose a una población que había olvidado su auténtica religiosidad (Is 9,1ss), siendo expuesta históricamente a otras culturas paganas, con las que se mezcló. Por ello, estaba llamada a ser tierra de misión y símbolo de esperanza. A pesar de la presencia gentil en ciertas zonas, como Samaria o algunas poblaciones fronterizas o de la costa, los judíos mantuvieron distancia de todas ellas, pues rechazaban cualquier forma de paganismo en razón de las normas de pureza vigentes.

La existencia de grupos considerados impuros creaba conflicto con la actitud predominante de fervoroso cumplimiento de la Ley y las peregrinaciones y prácticas sacrificiales en el Templo de

Jerusalén (Mc 13,1). Esto llevó a que ciertos grupos criticaran a Jesús por su posición ante la religión oficial (Mc 13,2ss), en razón del rol central que jugaban estas instancias como mediaciones de salvación.

Lo más característico del sistema religioso judío durante este período del II Templo, fue la absolutización de los criterios de pureza e impureza que determinaban toda la práctica cotidiana de los judíos, de ahí la fuerte crítica de Jesús (Mt 15,11). En el fondo se unía al grito desesperado que clamó el sabio en el Salmo 50(51): “Dios no quiere sacrificios ni víctimas”. Sólo pide un corazón abierto que se disponga siempre al otro como a su hermano.


TEXTO PARA LEER: SALMO 50(51): “DIOS NO QUIERE SACRIFICIOS NI VÍCTIMAS”

Si las relaciones humanas estaban predeterminadas por los criterios de pureza e impureza, no todos podían acceder a Dios, lo que ocasionaba un enorme peso en las conciencias de las personas. Se había olvidado el

primer reconocimiento que otorga el acto creador: la dignidad de toda criatura independientemente de su condición social, económica, política o religiosa. Sólo se estaban reconociendo el honor y el estatus, dispuestos por el espacio, la ubicación y las condiciones heredadas.

4. Encontrar fe más allá de la religión oficial

Viendo las duras cargas de la gente y reconociendo la desconexión e indolencia de las autoridades políticas y religiosas, Jesús exclama que “el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Por ello, dedica su vida en servicio a los olvidados y señala que “no ha sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24), y así le insiste a los discípulos cuando los envía a predicar (Mt 10,6).

Para él, el ser herederos de una fe no era garantía de salvación: "¿puede Dios sacar hijos de Abraham de estas piedras?" (Lc 3,8). Si Abraham es su modelo de fe, Jesús ha de aprender a valorar a la persona humana por la relación en la que vive, y no por las prácticas religiosas que hace. El espacio de Dios no es exclusivo de la mediación sacerdotal, ni se limita al lugar dispuesto para el

Templo. Lo primero no es el modo como el hombre se acercaba a Dios (teología de la retribución), sino el modo como Dios se acerca sin condiciones a todo ser humano (teología sapiencial de la gratuidad).

Una experiencia fundamental en su vida fue su encuentro con una mujer cananea (Mt 15,28) que era considerada impura y se le excluía de toda práctica cultual. En ese encuentro personal, Jesús se deja convertir por ella y le reconoce una fe auténtica. En vez de convertirla a ella, es él quien cambia. También descubre fe en un centurión, un pagano: "os aseguro que no he encontrado en nadie en Israel una fe tan grande" (Mt 8,10). En las grandes ciudades la mezcla entre judíos y paganos podía ser más evidente, pero en las pequeñas aldeas la población era totalmente judía, por lo que estas acciones y dichos de Jesús sorprendían a muchos/as. Más aún, a las autoridades religiosas del Templo.

La procedencia y la praxis de Jesús a lo largo de Galilea sembró extrañeza e incredulidad entre sus oyentes: “Respondieron y le dijeron: ¿Es que tú también eres de Galilea? Investiga, y verás que ningún profeta surge de Galilea” (Jn 7,52). “Otros decían: Éste es el Mesías. Pero otros decían: ¿Acaso el Cristo ha de venir de Galilea?” (Jn 7,41). De ahí la necesidad que tenían las primeras comunidades de discernir estas preguntas y responder al problema de la identidad de Jesús.

4.

NAZARET Y BELÉN,
ANTES QUE JERUSALÉN Y ROMA

"Ungido por el Señor que ha sido enviado para dar la buena noticia a los que sufren" (Is 61,1)

1. Un nuevo tipo de mesianismo: ni Augusto, ni David

Según Lucas, César Augusto ordena que se empadrone todo el mundo. Nos habla de un censo universal realizado bajo el mandato de Quirinio (Publius Sulpicius Quirinius) como gobernador de Siria. Tal censo no existió nunca, pero este dato simboliza el poder sin límites que tenía César Augusto, quien gobernaba hasta los confines del mundo conocido. En las inscripciones colocadas en algunas ciudades importantes se le llamaba "el Salvador del mundo entero". El nacimiento de Jesús representa, pues, un desafío a esta propaganda imperial y al modo cómo habían divinizado el ejercicio del poder, justificando la opresión y la muerte en nombre de una paz sin justicia y sin fraternidad.

Pero también representaba una crítica a los que se creían dueños de Dios, a los sacerdotes y saduceos del Templo con sus prácticas intermediadoras que negaban la fraternidad de los hijos e imponían cargas pesadas de llevar en las conciencias de las personas. ¿Debía entonces comenzar el nuevo tiempo en Roma, en Jerusalén, en Belén o en Nazaret? Si bien las expectativas mesiánicas eran claras en el siglo I, no eran homogéneas (Lc 3,10-15).


¿Cómo comprender esta nueva forma de actuar de Dios a través de Jesús? ¿se debía parecer a David? ¿a Moisés? ¿a Juan el Bautista? En la tradición veterotestamentaria el mesías sólo podía venir de Belén, donde había nacido David (1Sam 17,12). Éste era el mesías rey (Sal 2,6), llamado hijo de Dios (Sal 2,7) al que todo le ha sido dado (Sal 2,8). Él llamará a Dios "mi Padre" (Sal 89,20). ¿Cómo no esperar que el paradigma de David se repitiera en otro sujeto bajo la expectativa futura? ¿No debía venir un futuro rey davídico? (Amós 9,11; Is 9,7; Is 16,5; Jer 23,5; Jer 33,15) ¿No era este mesías el que debía destruir a Roma y restaurar a Israel de su miseria?

Como hemos visto, Jesús nace en la más absoluta pobreza. Sin poder, sin armas, sin ejércitos, sin propiedad, a la intemperie. El anuncio que el ángel del Señor da a los pastores había acontecido en medio de condiciones de vida adversas, como las que vivían los más pobres del siglo I. Ha nacido uno que está con ellos y los representa ante Dios. Esa es la verdadera Gloria de Dios que se anuncia esa noche. La paz auténtica. Pero si Jesús era el Mesías, ¿cómo entender su origen davídico? ¿Acaso los primeros seguidores habían olvidado que Jesús se resistió a ser identificado con David, y que le había echado en cara a Pedro que no lograba entender a un representante de Dios desarmado, sin la omnipotencia del despotismo y la violencia?

Según las tradiciones de Israel, el Mesías debía nacer en Belén. Así lo expresa el profeta Miqueas (Miq 5,1), según es citado por los evangelios de Mateo y de Juan (Mt 2,5-6; Jn 7,42) En Miq 4-5 el pueblo de Israel se encuentra bajo la dominación y el sufrimiento causado por el Imperio babilonio. Una de las bestias representadas entre las cuatro visiones del libro de Daniel. La victoria la traerá una persona oriunda de Belén, la ciudad de David.

Inspirado en la promesa del profeta, el Ángel del Señor anuncia a los pastores la buena nueva: "hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). Se trata de la adaptación lucana de una proclamación imperial. Es Jesús, y no Augusto, el Salvador. Es Belén, y no Roma, la ciudad donde se inicia la verdadera liberación y el tiempo de paz. Según el profeta Isaías esto vendría "por un niño", un príncipe de la paz (Is 9,5), y no por la victoria de los poderosos que convierten a las personas en víctimas y súbditos para permanecer en el poder.

Aunque en el siglo I ya no se entendía como un absoluto sin más que el Mesías debía "nacer" físicamente en Belén, sí existía la expectativa por una "ascendencia" davídica en aquél que proclamaría la Buena Nueva de parte de Dios. Más aún, si los judeocristianos no respondían, en su discernimiento postpascual, al tipo de mesianismo que practicó Jesús, no hubieran comprendido la propia superación que Jesús hace de la ley y de sus tradiciones como judío.

La superación del mesianismo davídico, armado y violento, tenía que pasar, necesariamente, por la superación de una mera forma casuística de interpretación de la ley y su consecuente reducción a una práctica ritual efectista. Es por ello que las comunidades judeocristianas releen a Belén como símbolo del nacimiento del nuevo y definitivo David que será superado desde la praxis de un mesianismo asuntivo: que aprende a cargar al otro en su corazón, al reconocerle una fe propia y autónoma, en la heteronomía que nunca impone ideas o prácticas religiosas que hagan de su vida difícil de sobrellevar, sino que le reconoce sus propias diferencias y potencialidades.

Será en Nazaret donde Jesús aprenderá y anunciará ese mensaje de Buena Nueva a "todo hombre amado por el Señor", es decir, simplemente a todos sus hijos, y no a los que pertenezcan al reino de David, al reino de Herodes o al reino del César, que viven sólo de la exclusión y los privilegios.

No será en Jerusalén, la ciudad donde vivían los representantes de Dios, donde Jesús se formará, como sí sucedió luego con Pablo. Este nuevo inicio de la forma como Dios se acerca al hombre por medio de Jesús no pasa por Jerusalén. No se manifiesta en sus sacrificios, ritos u oraciones. Más aún, el mismo Jesús llora al ver la ciudad "santa", como llorarán, con sudor y lágrimas, los seguidores de Jesús que apostaron por la violencia en los años de la toma de Jerusalén por los zelotas, llevándola a su destrucción en el año 70 d.C.: "Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos" (Lc 19 41-42).

Cuán difícil fue en vida de Jesús comprender que los símbolos de poder, como Roma en lo político, o Jerusalén en lo religioso, no traían la verdadera paz o la auténtica salvación. No eran espacios de reconciliación porque no humanizaban. Sólo sabían divinizar e idealizar mientras convertían al pueblo en súbdito, en objeto de dádivas.

El nacimiento de Jesús en Belén simboliza la posibilidad de encontrar la fe en todo sujeto, más allá de su creencia o pertenencia religiosa, y por encima de su propia condición moral o social. La tradición profética anterior a la época Jesús, como Isaías, y la más cercana a su juventud, como la de Juan el Bautista, recuerdan siempre cómo Israel se vuelve duro de corazón. Por ello: "conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce y mi pueblo no discierne" (Is 1,3). Dato éste que recogerá la tradición posterior acerca del pesebre.

Sólo quien acoge en fe la Buena Nueva universal sabrá apreciar la gratuidad del amor de Dios. Lucas hará uso del mensaje del profeta Isaías en el anuncio de esta noticia que los ángeles dirigen a los pastores: "Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino..." (Is 9,5-6).

Pero no será la fuerza de David quien la traerá, sino la fragilidad de un niño naciente. Será un "Hijo de hombre" (Dn 7,13), un ser humano auténtico y pleno, el enviado por Dios para darnos su gran noticia para con toda la humanidad: "¡qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»" (Is 52,7).

Ante él quedarán sometidos los poderes del César y de los representantes religiosos de Jerusalén. Con él no habrá más relaciones de súbditos, siervos o clientes, sino de hijos y hermanos, porque el reino ya no será la patria, la nación elegida o el imperio, sino el estado de relaciones en el que todos cabemos porque sólo somos hijas e hijos llamados a vivirse hermanadamente.

Lucas narra ahora una Buena Nueva que no proviene de Roma y que no va dirigida a Jerusalén. Ni al poder político ni a la autoridad religiosa. Jerusalén ya no es el centro de la esperanza (Sión). La esperanza traída por Dios tendrá su origen en la nueva ciudad de Belén y crecerá en el pequeño pueblo de Nazaret, teniendo como destinatarios a los pastores, los anawin, los pobres y olvidados de esta tierra, los que son considerados pecadores e impuros.

Desde ahí, el mesianismo de Jesús, se caracterizará por ser el de aquél "ungido por el Señor que ha sido enviado para dar la buena noticia a los que sufren" (Is 61,1). Un mesianismo desarmado y no violento. Un mesianismo asuntivo que pide la conversión del rico y del poderoso en favor del pobre y olvidado (Lc 1,46-55), para que pueda reinar la verdadera paz sobre la justicia, y no sobre la violencia porque: "...bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios", pero "bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5,9-10).


TEXTOS PARA LEER: MT 5,3-10; LC 6,20-26

Lo que estaba en juego para Jesús era la imagen que tenía de Dios y el modo de reinar de su Padre, bueno y misericordioso, y sin ejércitos ni armas para ejercer cambios por la vía de la

violencia. Surgía un conflicto entre teologías y reinados que necesitaba un discernimiento de la

tradición aprendida y, desde ahí, ofrecer un proyecto alternativo.

2. Teologías y reinados en conflicto. ¿Reino de Dios o de Roma?

En el libro de Daniel se nos narran varias visiones que van mostrando el poder devastador de los cuatro grandes imperios que han oprimido al pueblo de Israel: Babilonia (Dn 7,4), Media (Dn 7,5), Persia (Dn 7,6) y Macedonia (Dn 7,7). Cada uno es descrito bajo la forma de una bestia que se alimenta de la destrucción, la opresión y la muerte del pueblo. Ante tal realidad de devastación, aparece un Hijo de Hombre, enviado por un anciano del cielo (Dn 7,14). Es la respuesta de Dios frente a los poderes del mundo.

Dios no actúa del mismo modo que los reyes déspotas que oprimen y ponen cargas pesadas sobre sus pueblos. La respuesta divina tampoco será una intervención vindicativa para destruir al enemigo. Es enviado un ser humano, débil y frágil, pero en cuya humanidad se muestra una prestancia sin igual, pues su poder no se basará en el ejercicio la fuerza o la violencia, sino en mostrar humanamente al Dios de la vida que está contra todos aquellos que oprimen.

Estas visiones en contra de toda forma de violencia, opresión y despotismo que narra el libro del libro de Daniel podía tener varias lecturas en el siglo I. ¿Qué hacer ahora ante el nuevo Imperio Romano, el más feroz que había existido sobre la faz de la tierra?, ¿cómo entender la respuesta de Dios ante esta nueva opresión bajo la cual se encontraba sometido el pueblo de Israel?, ¿había abandonado Dios al pueblo elegido? Sólo en este contexto de expectativas del pueblo podemos entender el anhelo que existía en el siglo I por una liberación real. Pero, ¿quién sería el libertador?, ¿cómo se daría la liberación?, ¿enviaría Dios a un mesías?, ¿sería este mesías un nuevo David con ejércitos y armas que pudiera enfrentar a Roma, y a Herodes su rey-cliente?, ¿implantaría Dios un nuevo reino de justicia y de paz?

Los reinos de la tierra han vivido de ideologías al monopolizar las ideas y las formas de pensar de los hombres, convirtiéndolos en súbditos y esclavos. Éstos han sobrevivido por la fuerza de la violencia que brota de la imposición armada y verbal. Se han consolidado sobre monopolios comerciales y tributarios apoderándose de las tierras y las propiedades de los más pobres y humildes, al ponerles cargas y tributos que no podían pagar, hasta perder lo poco que tenían y quedar en la intemperie, sin casa, sin hogar, sin tierra. ¿Existía, pues, realmente alguna alternativa?

En la cultura mediterránea, el título "Hijo de Dios" era aplicado a César Augusto, el emperador de Roma. Virgilio narraba su nacimiento y destino divinos, como hijo de Apolo, el dios de la luz. César Augusto había unificado a Roma y había traído la paz al mundo. En un mundo de guerras y divisiones entre los hombres, y de continuas opresiones entre naciones, ¿no era la paz algo que sólo Dios podía ofrecer?

En cada ciudad imperial se recordaba esta realidad, así como en las monedas que se usaban en las colonias judías. Esta forma de entender la divinidad mediante la figura y la práctica del Emperador había comenzado con césar Augusto, pero se extendió a Tiberio, el Emperador cuando Jesús tenía unos 18 años de edad. El denario, por ejemplo, que se usaba en la época de Jesús tenía en el anverso el siguiente lema: "Tiberius Caesar Divi Augusti Filius Augustus" (César Tiberio, hijo del divino Augusto, digno de veneración). Y por el reverso: "Pontifex Maximus" (Pontífice Máximo).

Además, tenían la figura de Livia, madre del emperador, con un ramo de olivos que simbolizaba la paz universal traída por el César. La conocida Pax Romana. La unidad entre la religión, la guerra y la victoria, por medio del ejercicio de la violencia y la imposición militar, era la forma en la que se manifestaba y ejercía la omnipotencia divina del Emperador. Pero, ¿era Dios realmente así?

Es en este contexto donde podemos comprender el sentido de los dos relatos del nacimiento de Jesús, el Mesías, el Señor. Aquél que anunciaría un Reino distinto. Un modo de reinar de Dios Padre que se distanciaría absolutamente del César. Un Reino donde la paz se alcanzaría por medio de la justicia y la bienaventuranza, antes que por la violencia y la imposición. Un Reino que expresara el modo como Dios hubiera reinado en este mundo, si estuviese presente. Este es el Reino que anuncia Jesús de Nazaret.

Es la buena noticia que reconocen y acogen los pastores, los anawin, los no-violentos, que han padecido la violencia del poder político y la exclusión del poder religioso. Habían visto cómo muchos grupos de la época pretendían construir un reino propio por medio del ejercicio de la fuerza. Así se había tratado de hacer hasta la época de Juan el Bautista. A pesar del mensaje de Juan y, sabiendo que "la ley y los profetas llegan hasta Juan; porque desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios, todos se siguen esforzando por entrar en él con violencia" (Lc 16,16).

¿No es esta una advertencia vigente para los seguidores de Jesús hoy? Todos "menos" estos pobres de Yahvéh, los pastores y campesinos, que habían captado la lógica del reinado de Dios.

Sólo puede haber Buena Nueva cuando ésta trae reconciliación, porque de otro modo "el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan" (Mt 11,12).


TEXTOS PARA LEER: MT 23,4; MC 12,38-40; MT 11,28-29

Un reino políticamente violento no sería una alternativa ante Roma y sus legiones. Pero un reino que pusiera cargas religiosas pesadas tampoco podía

anunciarse como propuesta ante Jerusalén.

Jesús es muy claro en su mensaje. Hay quienes "atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombres de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas" (Mt 23,4). Por ello, "les decía en su enseñanza: cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación" (Mc 12,38-40).

En la persona de Jesús surge una nueva voz con un proyecto alternativo, de carácter inclusivo, no violento y humanizador. Ya no venía de Roma, del desierto o de Jerusalén. Se levantaba la voz profética de un hijo del pueblo judío para clamar un mensaje novedoso de parte de Dios Padre: “venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras vidas” (Mt 11,28-29). Un verdadero "Maestro" y "Señor" que aprendió a cargar fraternalmente con los demás en su propio corazón, antes de imponerle fuertes yugos que hicieran imposible la percepción del amor de Dios en sus vidas (Mt 23,8). Pero un proyecto así, en el que tuviera cabida la Buena Nueva anunciada por Dios, necesitaba la construcción de la paz social siguiendo la propuesta de las Bienaventuranzas.

5.

CONSTRUCTORES DE LA PAZ SOCIAL

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» y «los perseguidos por causa de la justicia,

porque de ellos es el Reino» (Mt 5,9-10)

El nacimiento de una persona como Jesús nos muestra que otro modo de ser humano sí es posible, el de uno que se sienta y come con los pecadores, y se pone del lado de las víctimas, uno que encuentra fe en personas no creyentes o consideradas impuras. Un modo de ser que no justifica lo injustificable, ni esconde lo obvio.


TEXTOS PARA LEER: LC 6,20-26; MT 5,1-12

Jesús comprendió que un verdadero cambio pasaba por reconstruir la paz social por medio de la justicia y la misericordia. Había que rescatar el

contacto diario con aquellos que más sufrían y eran excluidos, y buscar la conversión de los poderosos. Pero siguiendo el modo propuesto en las Bienaventuranzas que reconoce a los que trabajan por la paz hijos de Dios y a los perseguidos por causa de la justicia

herederos del Reino (Mt 5,9-10)

Su opción no fue fácil, porque había otras formas de entender y construir la paz en el siglo I, como hemos visto. La forma dominante era la que ejercía César Augusto, el emperador, quien había unificado a Roma trayendo «la paz al mundo» por medio del control y la dominación, basándose en un sistema jurídico que defendía solo a los suyos y actuaba con impiedad con quienes se le oponían. La paz que ofrecía era la falsa tranquilidad impuesta por el vencedor al vencido, y consistía en que se le

sometieran, en todo, para poder subsistir y sobrevivir en la sociedad, sin posibilidad alguna de ascenso o movilidad social a menos que se formara parte de alguno de los grupos colaboracionistas que existían para con las autoridades romanas, como era el caso de los herodianos.

Las acciones de César y Herodes, no creaban condiciones de felicidad, de bienaventuranza para todos. Si bien es cierto que la paz es el único camino que nos lleva a la felicidad, Jesús entiende que solo la podrán disfrutar quienes sean constructores de la paz y defensores de las víctimas. El mensaje era claro: el «reino» de César, el «hijo divino» de Apolo, no ofrecía la verdadera paz, aunque la proclamara, porque producía víctimas y actuaba con la imposición y la soberbia del violento. La vida bajo César generaba dinámicas de sobrevivencia que propiciaban la complicidad, la corrupción, la indolencia y la indiferencia ante los serios problemas que vivía la gran mayoría que no gozaba de los beneficios y ni los privilegios del poder.

Hemos visto como las comunidades cristianas tienen que hacer memoria de la praxis de Jesús y discernir todo esto a la luz de lo que vivían, especialmente luego del año 70 d.C. tras la destrucción del Templo. Hemos visto como Lucas propone una metáfora para comprender la paz que había sido propuesta por Jesús. Frente a la paz sectaria que imponían las «legiones romanas», nos presenta otro modelo usando la figura de las «legiones angélicas» que aparecen en el relato de la Natividad, y que simbolizan la opción por una sociedad justa y desarmada, donde la violencia y la impunidad no encuentren cabida en las palabras y prácticas de sus miembros.

Es una paz verdadera que procura felicidad y bienestar para todos/as, especialmente a los pobres y abandonados por los sistemas políticos, económicos y religiosos representados en los pastores. Sólo de este modo, cuando reine una vida digna para todos/as en esta tierra, cuando todos puedan tener acceso al pan y al trabajo (Mt 6,10), entonces se podrá dar gloria a Dios. Así lo discierne la comunidad cristiana y expresó al escribir: «de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres”» (Lc 2,13-14). No puede haber una verdadera

alabanza y gloria a Dios, si no nos comprometemos a construir una paz duradera y auténtica entre todos los seres humanos, aquí y ahora. Si existe la maldad y el sufrimiento en este mundo, es porque aún no hemos construido la paz ni abrazado la justicia. El mal existe porque es causado por los seres humanos y por ellos mismos debe ser sanado.

La paz que Dios anuncia a los pastores no se alcanza por medio de la imposición de ideologías políticas o económicas. Tampoco es fruto de mediaciones rituales, sacrificios o rezo de devociones, como si estos fueran actos mágicos con un poder en sí mismos que harán que las cosas cambien. No habrá paz sino a través de la opción que cada uno haga por vivir con humanidad y reparar a la sociedad al ir reconciliando las relaciones y sanando las estructuras. Se trata de una paz que se gesta desde abajo, con pequeños gestos y acciones concretas; y desde adentro, deseándola y dándole cabida en nuestros corazones, palabras, pensamientos y acciones. Así como se muestra en los tres anuncios de esperanza y buena nueva que hemos visto: a María, a José y a los pastores.

Jesús revela que sí puede haber esperanza y futuro, más allá de las propias creencias religiosas (Lc 17,18-19) y las adhesiones políticas. La paz anunciada a los pastores pudiera parecer un ideal, pero se convierte en proyecto de vida para Jesús. Por ello, el que haya nacido alguien como Jesús es Buena Noticia que nos invita a consolidar un nuevo corazón, que no sea de piedra, sino de carne (Ez 11,19), para poder construir los cielos y la tierra nuevos prometidos (Is 65,17), donde nadie muera de hambre, no haya tráfico de seres humanos, los ancianos lleguen felices a sus últimos días, y todos tengan casa y alimento. Un mundo así será posible cuando nos podamos sentar «todos», amigos y enemigos, en una misma mesa, para reconocernos como «sujetos», y dejar de tratarnos como «objetos» y «desconocidos».

La Natividad de Jesús nos enseña que para Dios nada ni nadie está perdido ni olvidado y nunca es tarde para comenzar a construir un mundo más humano. Esta es la lógica evangélica de la buena noticia, el anuncio de esperanza que reciben María, José y los pastores. También la tarea que tenemos por delante.

Academia:
 https://bc.academia.edu/RafaelLuciani

Estos apuntes breves y sencillos que se ofrecen en este folleto tienen el fin de invitar a la profundización personal y/o comunitaria. Para ello, pueden encontrar artículos académicos en mi portal de Academia: https://bc.academia.edu/RafaelLuciani

Algunas sugerencias:

Rafael Luciani, “El Jesús histórico como norma hermenéutica para la teología y criterio para ser testigos en el seguimiento”, ITER Teología 37 (2005) 17-116.

Rafael Luciani, “El discernimiento de Jesús como pobre de Yahveh e hijo de la tierra”, Theologica Xaveriana 182 (2016) 421-447.

Rafael Luciani, “El mesianismo asuntivo del Hijo del Hombre. Reflexión a la luz de la cristología contemporánea”, Theologica Xaveriana 186 (2018) 1-27.

Rafael Luciani, “Conocer a Dios y al ser humano a través de la vida de Jesús de Nazaret, el Hijo del Padre. Aportes del XXXI Concilio Ecuménico Vaticano II”, ITER Teología 57-58 (2012).

Rafael Luciani, “Seguidores y Discípulos del Reino en la praxis fraterna del Jesús Histórico. Un Maestro y muchos hermanos”, ITER Teología 43 (2007) 161-207.

Rafael Luciani, Regresar a Jesús de Nazaret. Editorial PPC. Madrid 2014 (Libro). Traducido al portugués, al polaco y a otros idiomas.

Link de PPC: https://www.ppc-editorial.es/libros? buscar=%27Rafael%20Luciani%20Rivero%27

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