QUI NON EST MECUM, (¿Quién no está conmigo?)

 






Thomas Merton

SEMILLAS DE CONTEMPLACIÓN




Un hombre asesinado por un enemigo está tan muerto como el que ha sucumbido ante todo un ejército. Si estás familiarizado con uno de los hábitos del pecado mortal, estás viviendo en la muerte, aunque parezca que tengas todas las otras virtudes.
Algunos creen que basta con tener una virtud, como ser bondadoso, indulgente o 
caritativo, sin preocuparse del resto. Pero si eres altruista de un modo y egoísta de otros veinticinco modos, tu virtud no te hará mucho bien. De hecho, probablemente resultará no ser otra cosa que la variedad vigesimosexta del mismo egoísmo, disfrazada de virtud.

No pienses, pues, que, por parecer tener alguna buena cualidad, todo el mal que hay en ti pueda ser excusado u olvidado por eso solo.

No creas que puedes mostrar tu amor a Cristo odiando a los que parecen ser Sus enemigos en la tierra. Supón que realmente lo odian; con todo, Él los ama, y no podrás unirte a Él si no los amas tú también.

Si odias a los enemigos do la Iglesia en vez de amarlos, también tú correrás el riesgo de convertirte en enemigo de la Iglesia y de Cristo. Pues Él dijo: -“Ama a tus enemigos”, y también dijo: -“Él que no está conmigo está contra mi”. Por lo tanto, si no te pones al lado de Cristo, amando a los que Él ama, estás contra Él.

Pero Cristo ama a todos los hombres. Murió por todos. Y dijo que no había mayor amor que el de un hombre que ofrece la vida por su amigo.

No te apresures a suponer que tu enemigo es un salvaje, sólo por ser tu enemigo. Quizá es enemigo tuyo porque piensa que tú eres un salvaje. O tal vez te teme por creer que tú le temes. Y acaso, si te creyera capaz de amarlo, dejaría de ser tu enemigo.

No te apresures a suponer que tu enemigo es enemigo de Dios, por el solo hecho de ser tu enemigo. Quizá es enemigo tuyo precisamente por no poder hallar nada en ti que dé gloria a Dios. Tal vez te teme porque no puede hallar en ti nada del amor, paciencia y bondad de Dios, de Su misericordia y comprensión de las flaquezas de los hombres.

No te apresures a condenar al hombre que ya no cree en Dios; porque acaso sea tu propia frialdad, avaricia, mediocridad, materialismo, sensualidad y egoísmo lo que ha matado su fe.

Un hombre no puede ser un cristiano perfecto (es decir, un santo) si no es también comunista. Esto significa que debe abandonar absolutamente todo derecho a poseer, o usar sólo lo que necesite de los bienes que posea y administrar el resto para otros hombres y para los pobres; y en su determinación de lo que necesita debe gobernarse en gran parte por la gravedad de las necesidades ajenas.

Pero dirás que es prácticamente imposible que un rico ponga en práctica esta clara enseñanza de la Sagrada Escritura y la tradición católica. Estás en lo cierto. Y no hay nada nuevo en ello. Cristo dijo a todos lo mismo hace tiempo al decir que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que el que un rico entrara en el reino del cielo.

Si los cristianos hubiesen vivido de acuerdo con las enseñanzas de la iglesia respecto a la propiedad y la pobreza, nunca habría habido ocasión para el espurio comunismo de los marxistas, y todos los demás, que empieza negando a los otros el derecho a la propiedad privada.


Sólo hay una doctrina verdadera acerca de los derechos de propiedad, y es la enseñada por la tradición católica. Esos derechos existen y no pueden ser negados, pero llevan consigo una obligación que, si se pusiera en práctica sin hipocresía, engaño de sí mismo, ni subterfugio, significaría que la mayor parte de los hombres estarían viviendo en algo parecido al comunismo de los primeros Apóstoles: “Pues no habría tampoco ningún necesitado entre ellos. Pues muchos, que eran dueños de tierras y casas, las vendían y traían el precio de lo vendido y lo dejaban ante los pies de los Apóstoles. Y se repartía a cada uno según sus necesidades.”

Nadie negaba a esos hombres el derecho a poseer tierras, o a conservar lo que poseían, o a venderlo y dar su dinero. Pero este derecho acarreaba la obligación de satisfacer las necesidades ajenas así como las propias, y traía consigo el privilegio de hacerlo de un modo que iba más allá de la letra escrita de toda ley y que podía llegar a ser una caridad heroica.

Si posees dinero, considera que acaso la única razón de que Dios permitiera que cayese en tus manos fue el que pudieras hallar gozo y perfección repartiéndolo.

Es harto fácil decirles a los pobres que acepten su pobreza como la voluntad de Dios, cuando tú tienes ropa caliente, abundante comida, asistencia médica, un techo sobre tu cabeza y ninguna preocupación acerca del alquiler. Pero si quieres que te crean, prueba a sufrir algo de su pobreza y ve entonces si puedes aceptarla como la voluntad de Dios.


Comentarios

Entradas populares