¿QUÉ ES LIBERTAD?

 




Thomas Merton

SEMILLAS DE CONTEMPLACIÓN




La mera capacidad de escoger entre el bien y el mal es el límite más bajo de la libertad, y lo único que hay de libre en ello es el hecho de poder escoger el bien.

Hasta donde tienes libertad de escoger el mal no eres libre. Una mala elección destruye la libertad.

Nunca podemos escoger el mal por ser malo; sólo como un bien aparente. Pero cuando decides hacer algo que parece bueno, pero no lo es realmente, haces algo que no deseas realmente hacer, y por lo tanto no eres realmente libre.

La perfecta libertad espiritual es una incapacidad total para hacer una mala elección. Cuando todo lo que deseas es verdaderamente bueno y cada elección no sólo aspira a ese bien, sino que lo alcanza, entonces eres libre porque haces todo lo que deseas, cada acto de tu voluntad termina en un logro perfecto.

La libertad, pues, no consiste en un equilibrio entre buenas y malas elecciones, sino en el perfecto amor y aceptación de lo que es realmente bueno y el perfecto odio y rechazamiento de lo que es malo, de tal modo que todo lo que haces es bueno y te hace feliz, y rechazas, niegas y desconoces todo lo que pudiera conducirte a la infelicidad, engaño de ti mismo y aflicción: Ut scias reprobare malum et eligere bonum; sólo el hombre que rechazó todo mal tan completamente que es incapaz de desearlo es verdaderamente libre.

Dios, en quien no hay absolutamente sombra ni posibilidad de mal ni de pecado, es infinitamente libre. De hecho, Él es la Libertad.

Sólo la voluntad de Dios es indefectible. Toda otra libertad puede fallar y derrotarse a si misma con una elección falsa. Y toda verdadera libertad llega a nosotros como un sobrenatural don de Dios, como una participación en Su propia esencial Libertad por el Amor que Él infundió en nuestras almas, uniéndolas a Él primero en el perfecto consentimiento, luego en una transformadora unión de voluntades.

La otra libertad, la llamada libertad de nuestra naturaleza, que es indiferencia hacia buenas y malas elecciones, no es más que una capacidad, una potencialidad que espera cumplirse por la gracia, la voluntad y el amor sobrenatural de Dios.

Todo bien, toda perfección, toda felicidad se encuentran en la infinitamente buena, perfecta y beatífica voluntad de Dios. Ya que la verdadera libertad significa la capacidad de desear y escoger, siempre, sin error, sin defección, lo que es realmente bueno, la libertad sólo puede hallarse en la perfecta unión y sumisión a la voluntad de Dios. Si nuestra voluntad acompaña a la Suya, llegará al mismo fin, descansará en la misma paz y se llenará de la misma infinita felicidad que hay en Él.

Por lo tanto, la más sencilla definición de la libertad es esta: significa la capacidad de hacer la voluntad de Dios. Poder resistirse a Su voluntad no es ser libre. En el pecado no hay verdadera libertad.

Alrededor del pecado hay ciertos bienes; en los pecados de la carne, por ejemplo, hay los placeres de la carne. Pero no son estos placeres lo que es malo. Son buenos, y Dios quiere que lo sean, y aun cuando alguien goza estos placeres de un modo que no es la voluntad de Dios, Él quiere también que estos placeres se sientan. Pero aunque estos placeres, de por si, son buenos, la dirección de la voluntad hacia ellos, en circunstancias opuestas a la voluntad de Dios, se torna mala. Y como esta dirección de la voluntad es mala, no puede alcanzar la meta que persigue la voluntad. Por lo tanto se derrota a si misma. Y en último término, no hay felicidad en el pecado.

¡Necio! ¡Hiciste realmente lo que no querías hacer! Dios te dejó con el placer, porque el placer también es su voluntad; pero descuidaste la felicidad que Él quería darte junto con el placer, o quizá la mayor felicidad que te destinaba sin el placer, y más allá y por encima de él.

Comiste la cáscara y tiraste la naranja. Has guardado el papel que servía sólo para envolver y has tirado estuche, anillo y diamante.

Y ahora que el placer (que debería terminar) ha terminado, no tienes nada de la felicidad que te habría enriquecido para siempre. Si hubieses tomado (o evitado) el placer según Dios lo quería por tu felicidad, poseerías todavía el placer en tu felicidad, y estaría contigo siempre, y te seguiría por todas partes según la voluntad de Dios. Pues es imposible para un hombre cuerdo lamentar un acto que se ha ejecutado conscientemente en unión con la voluntad de Dios.


Comentarios

Entradas populares