PAPA FRANCISCO, MONS. ROMERO Y MONS PONCE DE LEÓN











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El Papa Francisco expresaba a los Obispos de Centroamérica reunidos en Panamá con 
motivo de la Jornada Mundial de la Juventus que…
”Muchos hombres y mujeres, sacerdotes, consagrados, consagradas y laicos, han ofrecido su vida hasta derramar su sangre por mantener viva la voz profética de la Iglesia frente a la injusticia, el empobrecimiento de tantas personas y el abuso de poder.
Un amor con sabor a pueblo
amor, adhesión y gratitud, lo llevó a Mons. Romero abrazar con pasión, pero también con dedicación y estudio, todo el aporte y renovación magisterial que el Concilio Vaticano II proponía. Allí encontraba la mano segura en el seguimiento de Cristo. No fue un ideólogo ni ideológico; su actuar nació de una compenetración con los documentos conciliares. Iluminado desde este horizonte eclesial, sentir con la Iglesia es para Romero contemplarla como Pueblo de Dios. Porque el Señor no quiso salvarnos aisladamente sin conexión, sino que quiso constituir un pueblo que lo confesara en la verdad y lo sirviera santamente (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 9).
Todo un Pueblo que posee, custodia y celebra la «unción del Santo» (ibíd., 12) y ante el cual Romero se ponía a la escucha para no rechazar Su inspiración (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 16 julio 1978). Así nos muestra que el pastor, para buscar y encontrarse con el Señor, debe aprender y escuchar los latidos de su pueblo, percibir “el olor” de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias (cf. Const. past. Gaudium et spes, 1) y así escudriñar la Palabra de Dios (cf. Const. dogm. Dei Verbum, 13). Escucha del pueblo que le fue confiado, hasta respirar y descubrir a través de él la voluntad de Dios que nos llama (cf. Discurso durante el encuentro para la familia, 4 octubre 2014). Sin dicotomías o falsos antagonismos, porque solo el amor de Dios es capaz de integrar todos nuestros amores en un mismo sentir y mirar.
Para él, en definitiva, sentir con la Iglesia es tomar parte en la gloria de la Iglesia, que es llevar en sus entrañas toda la kénosis de Cristo. En la Iglesia Cristo vive entre nosotros y por eso tiene que ser humilde y pobre, ya que una Iglesia altanera, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia autosuficiente, no es la Iglesia de la kénosis (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 1 octubre 1978).”
Vamos a ver ahora, en varias entregas este “sentir con la la Iglesia” (1) en la vida de quien “No vino a ser servido sino a servir” (2) Mons.Carlos Horacio Ponce de León
Continuaba diciendo el Papa Francisco… ”Es importante, hermanos, que no tengamos miedo de tocar y de acercarnos a las heridas de nuestra gente, que también son nuestras heridas, y esto hacerlo al estilo del Señor. El pastor no puede estar lejos del sufrimiento de su pueblo; es más, podríamos decir que el corazón del pastor se mide por su capacidad de dejarse conmover frente a tantas vidas dolidas y amenazadas.”
El tercer Obispo de nuestra Diócesis de San Nicolás de los Arroyos, Ponce de León latió con el sentir de su Pueblo.
Impulsor del Concilio Vaticano II

1.- Impulso… renovador

Es este obispo el que propone llevar adelante una pastoral diocesana marcada por el anhelo obsesivo de poner en marcha y vivir el Concilio Vaticano II, del cual había participado. “Cuando él es nombrado aquí obispo [diócesis de San Nicolás] se toma como norma en su pastoreo, en su pastoral encarnar el Concilio” (Hna. Angelita Biancardi).
No como una moda, sino como un impulso del Espíritu. Hay coincidencia en señalar que Mons. Ponce puso en movimiento la diócesis generando una pastoral que buscaba renovar la Iglesia desde dentro para el bien de los hombres, sin quedar retenida en un internismo desgastante. “Él vino a la diócesis para aplicar el Concilio Vaticano II. Y se esforzó por eso para hacerlo en la medida de sus posibilidades y en la medida que él iba entendiendo, junto con sus sacerdotes, como se iba desarrollando aquí la pastoral” (Pbro. Heriberto Sartori).
Resuena aquí el espíritu de la Gaudium et spes: “Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas” (GS 4)
Sin duda, conviene advertir a esta altura que el impulso renovador no es un rechazo de lo que la Iglesia viene viviendo como permanente y real en su Tradición. Estamos muy lejos de un Obispo que propone veleidades que terminan confundiendo al Pueblo de Dios. En la Carta Pastoral de Cuaresma del 3 de febrero de 1975 recuerda: “Pero aún hay mas: es deseo de vuestro Obispo que las comunidades vivan alimentadas con la Eucaristía, vínculo por excelencia de unión y amor, que el Sacramento de la Reconciliación no halle entorpecimientos en interpretaciones antojadizas, que si bien San Pablo nos enseña que Cristo cubrió la multitud de nuestros pecados, no es menos verdad la necesidad de la confesión que siempre practicó la Iglesia y seguirá practicándola, siendo este tiempo cuaresmal el más propicio para el reencuentro personal con Dios a través del Sacramento de la Reconciliación y actos penitenciales que espera presidir en todas las ocasiones que brinde esa oportunidad”. CONTINUARÁ…
(1) Lema episcopal de Mons. Romero
(2) CF. Lema episcopal de Mons. Ponce de León



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