PEDRO, SOLIDARIO



















Homenaje de Amigos

PEDRO CASALDÁLIGA

LAS CAUSAS QUE DAN SENTIDO A SU VIDA RETRATO DE UNA PERSONALIDAD 









PEDRO, SOLIDARIO

Nicolás Castellanos

NICOLÁS CASTELLANOS, religioso español nacido el 18 de febrero de 1935 en Mansilla del Páramo, provincia de León. Sacerdote en Palencia en 1953, realizó estudios en Burgos. Nombrado en 1976 obispo de Palencia. En 1991 dimitió como obispo y marchó como misionero a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, con un grupo de laicos y sacerdotes obreros. Trabaja en esta ciudad boliviana en el Plan 3000, para mejorar las condiciones de vida de los más des­ favorecidos. Ha organizado diversos proyectos para atender a mujeres y a la población infantil: comedores, centros escolares, viviendas sociales, hospitales... Por su labor ha recibido diversos premios en España y Bolivia, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, junto con Vicente Ferrer, Joaquín Sanz Gadea y Muhammad Yunus. En 1998 le fue otorgada la Medalla al Mérito Municipal por el Honorable Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), y en 1999 es designado “Leonés del añomientras en 2001 obtuvo el premio de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes a la labor humanitaria a favor de los niños pobres y en 2002 el premio Valores Humanos de la Comunidad de Castilla y León.

DESDE Amerindia hago memoria agradecida de una forma nueva de ser pastor-obispo, en la persona de Pedro Casaldáliga, amigo, hermano menor, profeta, testigo solidario de las causas, que valen la pena en la historia y en el Reino. Nos provoca a no perder la memoria del Concilio Vaticano II y a diseñar un nuevo perfil de pastor en el siglo XXI. Aproximarse a Pedro es enamorarse del acontecer del Reino, en esta hora apasionada de la historia.
Contemplo a Pedro en una dimensión constitutiva de su ser creyente y quehacer apostólico. 
Leyendo a B. Haring encontré la clave para interpretar y discernir el espí­ritu solidario de Pedro Casaldáliga:

"La presencia profética ante los poderosos, los opresores, los violentos es auténtica en la medida de nuestra pobreza y nuestra completa solidaridad con los menesterosos y oprimidos”1.




La fe llama urgentemente a la solidaridad humana, a favor del débil y del oprimido. Es la justicia salvadora de Dios, que nos perdona y justifica por pura gracia, tal como lo presentan Mateo y Pablo.

La solidaridad se impone por el mal uso del destino universal para el que fueron creados los bienes; no se trata de que sólo sirvan para el bene­ficio personal, sino también para el de los demás (GS 69). 

Que es lo que afirmaba ya Santo Tomás: “Según la ley natural, todas las cosas son comu­nes”. 

El Concilio Vaticano II llega hasta el final: “Toda persona en extrema necesidad puede tomar las riquezas de los otros que necesite” (GS 69).

 En la Biblia clama al cielo la miseria del pobre, a quien el rico le cierra su cora­zón (1 Jn 3, 17).

La tradición patrística, severa y justa, no duda en descalificar el afán des­medido de los ricos. 

“Porque tú te has reservado para ti lo que fue dado en común para utilidad de todos. El mundo fue dado a todos, no sólo a los ricos”, escribe San Ambrosio (PP. 23).

Lo que sobra al rico es, pues, lo que se debe al pobre. San Agustín lo acentúa con frase lapidaria: “Las cosas supérfluas de los ricos son las nece­sarias de los pobres. Se poseen bienes ajenos, cuando se poseen bienes supérfluos”2.

Cuando es plenamente irracional, no toma partido a favor de los empo­brecidos y excluidos, sino que les aplasta y oprime; se necesita la solidaridad, que defiende los derechos y deberes humanos y se preocupa de la justicia social y exige los medios mejores para respetar los derechos humanos y el bien común3.

Por el bautismo somos solidaridad encarnada.

El Concilio Vaticano II nos muestra a Jesús como paradigma y meta de la solidaridad humana. “El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana” (GS 32).

Me parece que era importante clarificar el concepto de solidario.

Veamos ahora cómo se realiza en Pedro Casaldáliga y qué consecuencias y lectura humana y creyente podemos hacer de su itinerario de solidaridad con los peones de las fazendas viviendo en condiciones infrahumanas, o su compromiso con la causa de los campesinos sin tierra, con los posseiros, siempre bajo la amenaza de ser expulsados.




Relato de Pedro, solidario

En su biografía, en su identidad humana, creyente, profética, apostólica, la solidaridad es un rasgo constitutivo y esencial. Es y actúa siempre como aliado del pobre, del oprimido, del desposeído. Por ser solidario se pone en peligro y arriesga su vida. Así lo constatan algunos hechos, actitudes y pos­ turas existenciales de su vida.
Pedro vive una experiencia fuerte de solidaridad en Serra Nova. Un grupo de 300 “posseiros”, haciendo “mutirao”, un trabajo colectivo que en Bolivia llamamos “minga”, levantan el pueblo a golpe de hacha. Pero la alegría duró poco tiempo. La “fazenda” Bordón, una poderosa empresa agropecuaria, lo alambró todo y les dejó sin campo.
Pedro, después de contemplar tanta miseria, muerte e injusticia, inmerso en el dolor, ira y entusiasmo “subversivo”, les prometió hacer gestiones en São Paulo y en Brasilia.
“La solidaridad de Pedro conmovió a la gente sencilla de Serra Nova, que le prometieron mantenerse firmes y no echarse para atrás”4.
Ante aquellas situaciones de esclavitud, de explotación, de opresión, Pedro toma en serio el imperativo evangélico de dar la vida. Y preocupar­se de la vida es ocuparse de la tierra, la educación, la salud, es decir defen­der, mejorar la vida y hacer que todos tengan una vida digna y plena Un 10, 10).
Y ese compromiso le lleva, como a los profetas del Antiguo Testamento, a formular una denuncia definitiva y valiente. Con parresía y audacia se dejó llevar del Espíritu y escribe en 1970 el informe “Esclavitud y feudalismo en el Norte del Mato Grosso”.

Pedro toma postura y una postura radical, no puede declararse neutral. Sabe los riesgos que corre, hasta perder la vida, pero cree que es necesario tomar postura religiosa y política. Cree que la verdadera fe cristiana tiene que realizarse en una praxis política.
Ese es el primer mandamiento, amaros los unos a los otros, como a Dios, y la prueba última y definitiva es dar la vida.
Contundente, Pedro afirma: “Sigue siendo la hora, quizás más que nunca, de comprometerse proféticamente contra el dios neoliberal de la muerte y de la exclusión y a favor del Dios del Reino, de la Vida, de la Liberación. Hay que sacar de la fe su jugo político. Hay que vivirla militante y transformadoramente. Hacer de la profecía una especie de hábito connatural, fruto espe­cífico del Bautismo, de denuncia, de anuncio, de consolación.

La caridad sociopolítica es la forma de caridad más estructural. Va a las causas, no sólo a los efectos. Cuida la vida. Transforma la historia. Hace el Reino”.
Entre el mundo del Norte, satisfecho, saciado, individualista, y el Sur empobrecido, viviendo bajo cotas de pobreza y de miseria, se muestra solida­rio, censurando todo consumismo y afirmando que lo evangélico, lo que nos hace felices, no es contar con todos los medios, sino vivir con lo suficiente.
“En estos tiempos de tanto consumismo, creo que la Iglesia de Jesús, y sobre todo los que somos o debiéramos ser más responsables dentro de la Iglesia, tenemos que ofrecer un testimonio de anticonsumismo. Lo que me hace no es lo que tengo, sino lo que soy, lo que amo, las razones de mi vida... Es lo que doy lo que me hace, no lo que tengo. Cuanto más doy, tanto más tengo porque soy más. Pero si tengo mucho y doy poco tengo menos, por­ que soy menos”5.
Sabía filosofía existencial.

Y con ese estilo austero, sobrio, solidario con su pueblo, celebró a orillas del río Araguaia su ordenación de obispo, sin mitra ni báculo.
Recién nombrado obispo siente otra sacudida fuerte del Espíritu.
La ordenación tuvo lugar el 23 de octubre de 1971, y cree que ha llegado el momento de afrontar y denunciar la situación que vive el pueblo.
Le pide al padre Canuto, claretiano brasileño, que recoja toda la informa­ción posible y elabore un dossier sobre la situación problemática que provo­ca el latifundio en la Prelatura.
En plena dictadura militar era una bomba, pues consideraban a los gran­des terratenientes como los campeones que estaban desarrollando la Amazonia.
La pastoral no podía ser más explosiva. La tituló Una Iglesia de la Ama­zonia en conflicto con el latifundio y la marginación social. En las 123 pági­nas ofrecía una documentación completa, con nombres, apellidos, lugares, hechos, conflictos de tierra, los problemas sociales que padecían en la Prelatura.
Ninguna imprenta se atrevía a publicarla.
Tomás Balduino, obispo de Goiás, sorprendido, comenta: “Era la prime­ra vez que alguien se atrevía a hacer una denuncia pública; a mí me sorprendió su valor, porque aquello era una declaración de guerra. Pensé que, o Pedro no conocía bien al “jaguar”, el poder militar, que en aquel momento era absoluto y muy fuerte, o estaba dispuesto a jugárselo todo”. También reconoce que sirvió para aglutinar a mucha gente. Y desde ese momento los obispos de la Amazonia empezamos a formar un grupo de contacto 6.

El conflicto estaba a punto de estallar.
Pedro no renuncia nunca, a pesar de todo, a ser solidario. En el grave con­flicto que padecieron los “posseiros” de Santa Teresinha se solidariza con aquel inspirado poema que causó tanto escándalo, La hoz y la gavilla. 
Allí aflora su vena poética, santa y revolucionaria:
*Me llaman subversivo
y yo les diré: lo soy,
por mi pueblo en lucha, vivo.

Con mi pueblo en marcha, voy”.

La solidaridad de Pedro se extendía a todas las áreas de su vida. Decidió no volver a España por solidaridad con su pueblo.
“Estos días me siento más libre... Esta es mi tierra en la Tierra. Este es mi pueblo. Por él caminaré hacia la Patria”7.
El momento era, además, muy conflictivo para abandonar el país.
Pero estos gestos radicalmente evangélicos tienen un costo muy fuerte: pisar las huellas martiriales de Jesús de Nazaret.
Así lo atestiguó el profeta y mártir San Romero de América como le gusta llamarle a Pedro: “Ofrecemos nuestra sangre, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo”. Fueron sus últi­mas palabras.
Pedro antes de llegar a la Pascua de cada día tiene que pasar por muchas tardes de Viernes Santo, atravesar muchas noches oscuras. Se siente viejo prematuro, a sus 45 años. Se valora con palabras negativas: "Ya soy viejo. Soy más miope. Tengo pocas fuerzas... Después de cinco años en Araguaia, aún no he aprendido a nadar. 
Soy la negación de las cosas prácticas. No acabo haciendo comunidad con nadie. Tengo dudas profundas sobre mis actitudes, sobre mi testimonio. Sigo soñando en huir. No soy un hombre de oración. "Tengo miedo. No sé nada, vivo de intuiciones y de poesía, de sen­sibilidad y de ‘fidelidad" impuesta a priori. Soy fiel por fatalidad. Debía decir por gracia, ya lo sé... pero ahora hablo con vosotros y me abro tal como me siento en esta prematura senectud”8.
Pedro también sabe ser solidario con los pobres, en fidelidad, creatividad y parresía, pese a todas las noches oscuras de amenazas de expulsión, de muerte y de malos tratos. No le faltan los levantes de la aurora de la pascua de Resurrección.
La amenaza de expulsión pendía de un hilo.
El cardenal de São Paulo, Paulo Evaristo Arns, viajó a Roma para entre­vistarse con el sucesor de Pedro, Pablo VI. Pedro recuerda con cierto orgu­llo el resultado de aquel encuentro: “Pablo VI dijo al cardenal que anuncia­ra públicamente que los que trabajamos en estas regiones éramos verdaderos héroes y que tocar al obispo de São Félix do Araguaia era como tocarle a él”9.
Las florecillas de un Pedro solidario se multiplican y crecen lúcidas y her­mosas en ese campo de Araguaia, florecido en frutos de la utopía del Reino, y, al mismo tiempo, sembrado de minas de injusticia, de insolaridad, que matan la vida e impiden vivir con esperanza.
Basta haber roturado el campo, abierto a la vida. Y ahora nos resta, desde la contemplación de Pedro solidario, ser condiscípulos con él en la única escuela del Maestro Interior, que es Jesús de Nazaret, al decir de San Agustín.
¿Qué lectura humana y creyente podemos hacer del itinerario de solidaridad de Pedro Casaldáliga?

A los que no hemos llegado ni a profetas menores, el Señor siempre nos sorprende, nos maravilla, nos enamora de los profetas mayores, como Pedro Casaldáliga, Helder Cámara, San Romero de América, el obispo Angelelli, Leónidas Proáño, cardenal Tarancón, Dadaglio, Lercaro, Landázuri, Arns, Pironio, Enriquez Silva, Méndez, Iniesta, Ellacuría, Girardi... y el gran pro­feta del siglo XX, Juan XXIII.

Nos sigue inspirando Pedro solidario. Y quedan claras algunas tesis, mojo­ nes que indican el camino, intuiciones que nacen de lo profundo del ser, que se ilumina en la Palabra, en la poesía, en el rostro de Dios en los pobres, que se nos dieron para servirles como a señores, que decía San Vicente de Paúl.

Lo primero de todo, ser Iglesia, tanto en la fe como en la acción, en sus dogmas y en su vida, en la vida de Cristo y en su muerte y resurrección, sin separar la cristología de la soteriología, la mística del accionar apostólico, la profecía de la contemplación, la esperanza escatológica de la fe encarnada en la historia, la persona de Cristo, de su obrar, la utopía de la praxis liberado­ ra de todas las esclavitudes y exclusiones, porque hoy no sólo son explota­ dos, sino sobrantes y desechables (DA 65, 61, 62, 33, 35).

En segundo lugar, se impone la opción de la Iglesia en América Latina, como una “clara, profética, solidaria opción por los pobres, en vista a su integral liberación” (DP 1134). Comenta Pedro:
“Clara”, “Profética”, “Solidaria”: esos tres adjetivos, asimilados en la conciencia y en la conducta de nuestra Iglesia, la revolucionarían evangélica­ mente y sociopolíticamente hasta el escándalo.
Hasta el escándalo de la palabra y la vida de Jesús, clara, profética y soli­dariamente puesto siempre del lado de los pobres.
Y añade un dato Pedro, que toma de Ignacio Ellacuría:

“Hacerse cargo de la realidad; cargar con la realidad; encargarse de la realidad”.

Viene bien aquí hacer memoria del relato del indio peruano, cristiano de la primera generación, lleno de ternura y misericordia, Guarnan Poma. Cuenta que por 30 años “anduvo en el mundo pobre con los demás indios pobres”, en busca de los “pobres de Jesucristo”. concluye con sabiduría teologal: 
“Allí donde está el pobre, allí está Dios”.
Así se refleja la memoria privilegiada de Dios por los excluidos. Desde los tiempos de la colonia se descubrió a Dios no sólo como creador, sino tam­bién como liberador de su pueblo.

En tercer lugar, se impone conjugar universalismo, catolicidad, apostolicidad, con las actitudes, comportamientos de una Iglesia cercana al pueblo, en la que habla Dios y no sólo se habla de Dios y nos sorprende por su capa­ cidad de ternura, de belleza, de compasión, de profecía, de arte, de poesía: Una Iglesia que se deja evangelizar, convertir, transformar, que es contem­plativa, india, campesina, urbana, rural, gitana, africana...“.
Me sorprende cómo captó lo fundamental agustiniano, su interioridad, en estos versos, leyendo una palabra de San Agustín: 

“Ámame más, Señor; para quererte” 
Búscame más, para mejor hallarte. 
Desasosiégame por no buscarte.
 Desasosiégame por retenerte.
Pódame más
, para mas florecerte.
 Desnúdame más, para no disfrazarte.
 Enséñame a acoger, para esperarte.
 Mírame en todos, para en todos verte. 


Verdaderamente inspirado en el hontanar de Agustín de Hipona. Se nota la presencia de mis hermanos y amigos agustinos Félix Valenzuela y Pablo Gabriel en la fraternidad de Pedro Casaldáliga en las glaucas riberas del río Araguaia.
Concluyo convencido que la solidaridad en Pedro Casaldáliga es signo de la compasión del Padre, icono del Resucitado y señal de la fuerza y parresía del Espíritu Santo.



NOTAS

1B. Haring, Libertad y Fidelidad en Cristo (III). Herder, Barcelona, 1986, p. 158.
San Agustín, Narraciones sobre los Salmos 147, 12. N. Castellanos, ¿Responde la Iglesia a los desafíos de hoyf Grupo Libro 88. Madrid, 1993, pp. 447 y ss.
2B. Haring, op. cit., pp. 308, 377, 314.
4F. Escribano,
Descalzo sobre la Tierra Roja. Península, Barcelona, 1999, p. 33.
sF. Escribano,
op. cit., p. 61.
6F. Escribano,
op. cit., pp. 63-64.
7F. Escribano,
op. cit., pp. 94, 95.
*F. Escribano,
op. cit., p. 96.
9F. Escribano,
op. cit., p. 101.
10P. Casaldáliga,
Cuando los días dan que pensar. PPC. Madrid, 2005, pp. 18,19, 244, 129. " T. Cabestrero, El Sueño de Galilea. Publicaciones Claretianas. Madrid, 1992, pp. 119-
120 y ss 

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